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La "terapéutica shock" del FMI y la recolonización de los Balcanes

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Durante la guerra de los Balcanes entre 1912 y 1913, León Trotsky escribió: “En política como en la vida privada no hay nada más bajo que moralizar - nada más bajo y más inútil. Sin embargo, a mucha gente les atrae porque les evita tener que mirar al mecanismo objetivo de los acontecimientos.”

En todas las rimas de papel imprimido y en los millones de horas de televisión dedicados a la crisis de los Balcanes, comenzando por el desmembramiento de la Federación de Yugoslavia en 1991, no ha habido prácticamente ninguna cobertura, y menos aún un análisis, de sus causas esenciales.

No es difícil hallar la razón de ese silencio, porque tal análisis revela que potentes procesos económicos están dirigiendo la creciente intervención militar de las potencias imperialistas detrás de la cortina de humo propagandista de preocupación “humanitaria” por el destino de los refugiados y las víctimas de la “limpieza étnica.”

En sus análisis del acuerdo Dayton en Bosnia-Herzegovina en Noviembre de 1995 el autor canadiense, Michel Chussodovsky, observó: “La disolución de la Federación de Yugoslavia estaba relacionada directamente con el programa de reestructuración macro económica que impusieron los acreedores externos sobre el gobierno de Belgrado. Ese programa, aplicado en varias fases desde 1980, fue la chispa que provocó el hundimiento de la economía nacional, produciendo la desintegración del sector industrial y la disolución por etapas de la Seguridad Social. Las tendencias separatistas que se alimentaban de la división étnica y social crecieron impetuosamente precisamente durante un período de empobrecimiento brutal de la población yugoslava.”[1]

En su estudio de la crisis de los Balcanes en 1995, que llevó a cabo para el Instituto Brookings, Susan Woodward se opuso al marco hipotético trazado por Washington, según el cual habían surgido “Estados delincuentes” durante el período de la posguerra ”encabezados por nuevos Hitlers como Saddam Hussein en Irak y Slobodan Milosevic, quienes desafíaban todas las normas de conducta civilizada y tenían que ser castigados para proteger esas normas así como a la gente inocente.”[2]

Ella insistió que el desmembramiento de Yugoslavia tampoco era resultado de la aparición de tensiones y conflictos étnicos que habían sido contenidos en una especie de “congelación” durante los anteriores 40 años.

Más bien, el verdadero origen del colapso del orden político y social yacía en la decadencia económica causada en gran parte por el pago de deudas impuesto por el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones financieras.

“Más de una década de austeridad y descenso del nivel de vida erosionó la estructura social y la seguridad en que se basaban indivíduos y familias. Los conflictos políticos normales sobre recursos económicos entre el gobierno central y los gobiernos regionales y sobre las reformas políticas y económicas necesarias para pagar las deudas, se convirtieron en conflictos constitucionales seguidos de una crisis estatal entre los políticos que no estaban dispuestos a transigir.”[3]

La causa que conecta el programa del pago de la deuda impuesto por el FMI y el desmembramiento de Yugoslavia es también el tema de un reciente artículo en el sitio Polyconomics, Inc. (www.polyconomics.com) presentado por el director del sitio, Jude Wanninski, un antiguo asociado editor del Wall Street Journal. Wanninski ha enviado un memorandum a la Secretaria de Estado, Madeleine Albright, que consiste en un informe de Criton Zoakos quien era miembro directivo del Polyconomics en 1993.

Zoakos escribió: “En 1987, la vieja Yugoslavia, con todos sus errores trágicos, era todavía un Estado en funcionamiento. Después, el Fondo Monetario Internacional asumió la política económica, imponiendo varias “terapéuticas shock” bien conocidas: devaluación, congelación de salarios, y liberalización de precios, diseñado en el libro de economía de principios Harvard/MIT, lo cual significaba reducir los sueldos hasta un nivel en que fuesen competitivos internacionalmente. Según se contrajo la economía debido a tal shock, los ingresos del gobierno central disminuyeron, desencadenando la presión del FMI sobre el gobierno para que aumentase los impuestos y así nivelar el presupuesto....

“Estas fuerzas centrífugas comenzaron a desgarrar la Federación, haciendo que las ricas provincias de Croacia y Eslovenia se negaran a ser despojadas de sus recursos por las provincias más pobres. Al igual que la URSS se descompuso cuando el FMI intimidó con amenazas al gobierno de Gorbachev y le obligó a devaluar el rublo, Yugoslavia se hizo añicos según la rivalidad de los grupos étnicos y religiosos se reafirmaba en su intento de controlar las reservas que iban disminuyendo rápidamente..

“Cuando la terapéutica shock del FMI impactó sobre Yugoslavia, la forma inicial de desorden social no fue desavenencias étnicas sino repetidas huelgas y movilización obrera. Tan recientemente como 1988, un intrépido periodista americano que trabajaba en Belgrado tuvo dificultad en encontrar desavenencias étnicas y declaró: “Yo sería un servio, un bosniano, lo que sea, un uzbekistani, me pondría los ojos almendrados, si tuviera dinero”, decía un taxista de Belgrado llamado Zoran, estirándose la piel alrededor de sus ojos para darlo a entender. La gente sencilla se convirtió en monstruos étnicos sólo después de que sus opciones de una vida económica normal habían sido destruídas. ‘La “limpieza étnica” comenzó sólo después de que la “terapéutica shock” había completado su trabajo.

Por lo tanto, según Woodward señala correctamente en su estudio, “explicar la crisis de Yugoslavia como consecuencia del odio étnico es poner la historia boca abajo y empezarla por su final.”[4]

El origen del “ajuste estructural” por el FMI

Para comenzar por el principio y revelar los intereses económicos de las principales potencias imperialistas que producen la crisis de los Balcanes es necesario volver atrás, al menos al hundimiento de la bonanza capitalista de la posguerra.

Al hundirse el sistema monetario de Bretton Woods entre 1971-73, cuando el presidente Nixon retiró el respaldo del dólar americano por el oro e introdujo cambios flotantes entre las principales monedas, el capitalismo mundial sufrió una serie de conmociones económicas. Los precios del petróleo se cuadruplicaron en 1973-74 produciendo un gran desequilibrio en el sistema financiero global, según los países exportadores de petróleo confrontaban grandes problemas en la balanza de pagos. A la breve prosperidad de precios de mercancías en 1973-74 siguió rápidamente una recesión global en 1974-75, la más profunda entonces desde la depresión de los años 1930.

Además de estos problemas, las clases gobernantes de los países imperialistas confrontaron un creciente movimiento de la clase obrera, la huelga minera de 1974 en Inglaterra, la revolución en Portugal, la creciente militancia por salarios en los Estados Unidos, para nombrar sólo algunos ejemplos - unido a varias luchas anti-imperialistas en los países semicoloniales que culminaron con la derrota de los Estados Unidos en Vietnam en 1975.

Por consiguiente, la burguesía prosiguió una estrategia dual. En los principales países capitalistas se apoyó fuertemente en la ayuda de los aparatos Social Demócratas y Stalinistas para controlar el movimiento obrero, mientras que introducía mejoras Keinesianas en la seguridad social para mitigar los golpes de la recesión.

Al mismo tiempo organizó el “reciclaje” de petrodólares a través del sistema financiero internacional, concediendo préstamos a bajo interés a los países que dependían de las importaciones de petróleo.

Pero ninguna de esas medidas solucionó los problemas económicos subyacentes - sólo ganaron tiempo. La recesión de 1974-75 terminó, pero no hubo retorno a las condiciones que habían existido durante la bonanza económica de posguerra. La crisis económica tomó una nueva forma, la llamada ‘stagflación' - la persistencia de un alto nivel de desempleo y una inflacción de dos cifras.

Esta situación estaba desembocando rápidamente en una crisis del sistema financiero internacional. Con la inflacción a un nivel record, los países que recibían préstamos a bajo interés, se beneficiaban en realidad de tipos de interés negativos. Por otra parte, el capital de reserva de los bancos estaba disminuyendo. Se necesitaba una nueva política.

Llegó en forma de la elevación de Paul Volcker al puesto de presidente del Consejo de Reserva Federal de los EE UU en 1979. Después de rediseñar el presupuesto del gobierno Carter de ese año, Volcker subió las tasas para “exprimir” la inflación al sistema. En efecto este programa, que elevó los intereses hasta llegar a un 20 por ciento, produjo una enorme transferencia de riqueza hacia los bancos y otras grandes instituciones financieras.

Mientras que a mediados de la década de los 70, la burguesía había intentado ganar tiempo, a principios de los 80 percibió que la situación se había estabilizado lo suficiente como para intentar una nueva iniciativa. Esta tomó la forma de una ofensiva contra las condiciones sociales de la clase obrera en todos los países capitalistas desarrollados, unido a un programa dirigido a empobrecer las naciones en deuda.

Los países que habían pedido grandes préstamos para pagar las importaciones de petróleo recibieron golpes por dos lados. Por una parte, los intereses reales sobre los préstamos se elevaron rápidamente, mientras que por otra parte disminuyeron los precios de las mercancías que vendían con el objeto de lograr moneda extranjera para pagar los préstamos, según se afirmaba la recesión de 1981-82.

Esta estrangulación económica condujo a la crisis de deuda de Méjico en 1982 seguida de la introducción de los llamados Programas de Ajuste Estructural (PAE) del FMI. A partir de entonces, los países endeudados sólo recibirían nuevos préstamos a condición de que llevaran a cabo una gran “reestructuración” de toda su economía, basada en la reducción de inversiones en el sector público y reducción de los gastos en la Seguridad Social. El propósito era abrir el mundo entero al dominio de las mayores corporaciones industriales e instituciones financieras.

Resumiendo las repercusiones de esa política, Jerome I. Levinson, antiguo oficial del Banco Interamericano de Desarrollo, señaló en 1992: “La crisis de deuda proporcionó una oportunidad sin igual a los directores del Tesoro de los EE UU para conseguir las reformas estructurales favorecidas por el gobierno de Reagan, en los países deudores. La esencia de esas reformas era comprometer a los países deudores a reducir el papel del sector público como vehículo de desarrollo económico y social y depender más de las fuerzas del mercado y de las empresas privadas nacionales y extranjeras.”[5]

Estos programas produjeron un impacto devastador. Se ha calculado que entre 1984 y 1990, los países “en desarrollo” que operaban bajo el PAE transfirieron 178 billones de dólares a los bancos comerciales occidentales, incitando a un ex-oficial de la Banca Mundial a declarar: “El mundo no ha visto un movimiento de dinero en la dirección que vemos ahora desde que los conquistadores saquearon América Latina.”[6]

La devastación económica de Yugoslavia

El efecto sobre Yugoslavia no fue menos desastroso. Su deuda al exterior, que sumaba $2 billones de dólares en 1970, se elevó a $6 billones en 1975. En 1980 alcanzó la cifra de $20 billones, lo que representaba más de una cuarta parte de los ingresos nacionales, con unos intereses que se llevaban alrededor del 20 por ciento de los ingresos por exportaciones.

El pago de préstamos e intereses produjeron una fragmentación de la república federal. La mayor parte del desarrollo industrial había tenido lugar en el norte del país, Croacia y Eslovenia, mientras que el sur suministraba las materias primas. Según bajaban los precios relativos de las materias primas, aumentaba la desigualdad económica entre las repúblicas, produciento creciente tirantez y demandas de mayor autonomía por parte de las repúblicas del norte.

Según el FMI y otras instituciones financieras presionaban al gobierno federal para que redujera la deuda exterior aumentando las exportaciones, la resultante desviación de la producción del consumo doméstico produjo un ininterrumpido descenso del nivel de vida durante los años 80.

Entre 1979 y 1985 los ingresos reales de los trabajadores del “sector social” habían descendido en un 25 por ciento y se calcula que en 1989 un 60 por ciento de trabajadores yugoslavos vivía con el sueldo mínimo establecido por el Estado o menos. El nivel de vida descendió un 40 por ciento desde 1982 a 1989.

Esta forzada reducción del consumo doméstico produjo una disminución del déficit del comercio exterior de $7.2 billones a $0.6 billones entre 1979 y 1988. Pero la reprogramación de la deuda significó que ésta se había reducido solamente en $1 billón y en 1987 se había elevado otra vez a más de $20 millones.

El economista inglés, Michael Barrat Brown, describiendo las operaciones de esa rutina económica, escribió: “Parecía que no había - y en realidad no había - esperanza. El mismo remedio era administrado a todos los países deudores del Tercer Mundo y también a los países comunistas. ‘Exportad más y pagad vuestras deudas' era el coro de la Banca Mundial y del FMI; y cuanto más exportaban, a menudo materias primas, más bajaban sus precios en el mercado mundial, mientras subían los precios de sus importaciones desde los países industrializados y continuaba subiendo la tasa de interés.”[7]

Al desintegrase los regímenes Stalinistas en el Este de Europa en 1989, el programa del FMI de reestructuración se aceleró. Los objetivos básicos para el Este de Europa y Yugoslavia ya habían sido formulados en una Decisión Directiva de Seguridad Nacional de los EE UU en 1982 que pedía “aumentar los esfuerzos para fomentar una ‘revolución discreta' para derrocar a los gobiernos y partidos comunistas” e integrar los países del Este de Europa en una economía orientada hacia el mercado.[8]

El impacto de los mandatos del FMI sobre Yugoslavia está indicado en las siguientes cifras. Durante el período 1966-79, la producción industrial creció alrededor de 7.1 por ciento al año. Después de la primera etapa de reforma macroeconómica, descendió a 2.8 por ciento entre 1980-87, cayendo a zero en 1987-88 y hundiéndose al 10.6 por ciento negativo en 1990.

Pero medidas aún más severas se aproximaban. En Enero de 1990, un acuerdo firmado con el FMI estipulaba cortes en el presupuesto equivalentes al 5 por ciento del Producto Nacional Bruto.

Según explica el informe de Chussodovsky, los resultados fueron nada menos que catastróficos.

“Mientras los ingresos habían disminuido debido a la inflación, el FMI ordenó una congelación de salarios al nivel que tenían a mediados de Noviembre de 1989. A pesar de la estabilización del dinar con el marco alemán, los precios continuaron elevándose sin freno. Los sueldos disminuyeron en un 41 por ciento en los primeros seis meses de 1990. La inflación era en exceso de un 70 por ciento en 1990. En enero de 1991 se llevó a cabo otra devaluación del dinar de un 30 por ciento, que condujo a otra rueda de subida de precios. La inflación estaba en un 140 por ciento en 1991 elevándose a 973 y 1134 por ciento en 1992 y 1993 respectivamente.

“En el paquete económico de enero también se incluía la completa convertibilidad del dinar, la liberalización de las tasas de interés y más reducciones a las cuotas de importación. Los acreedores tenían absoluto control sobre la política monetaria: el acuerdo firmado con el FMI impedía al gobierno federal conseguir créditos de su propio Banco Central (Banco Nacional de Yugoslavia). Esta condición paralizó virtualmente el proceso presupuestario e inutilizó la capacidad del Estado federal para financiar sus programas económicos y sociales. Además, la desregulación del crédito comercial era propicia para un próximo hundimiento de las inversiones de las empresas de propiedad social.

“La congelación de todas las transferencias de pagos a las repúblicas había creado una situación de ‘secesión de hecho'. La implementación de esas condiciones, incluídas en el acuerdo firmado por el gobierno federal con el FMI, eran también parte del convenio de reprogramación de la deuda llevado a cabo con los clubs París y Londres {las mayores instituciones financieras de Occidente}. La crisis presupuestaria producida por el FMI había creado el colapso de la estructura fiscal federal. Esta situación actuó en cierto sentido como un fait accomplí, antes de la separación formal de Croacia y Eslovenia en Junio de 1991. Las presiones políticas de la Comunidad Europea sobre Belgrado combinadas con las aspiraciones de Alemania de atraer a los Balcanes hacia su órbita geo-política, estimularon así mismo el proceso de separación. Pero las condiciones sociales y económicas para el desmembramiento de la federación como consecuencia de diez años de ‘ajuste estructural' habían ya sido implantadas firmemente.”[9]

Una de las principales demandas del FMI fue que el gobierno federal y las autoridades financieras cesaran de financiar las empresas en déficit. En 1989 unas 248 firmas fueron liquidadas y 89.400 trabajadores despedidos. Pero se avecinaba más. En los primeros nueve meses de 1990, otras 889 empresas más, con 525,000 trabajadores, fueron sometidas a procedimientos de bancarrota. La mayor concentración de esas empresas se encontraba en Servia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Kosovo.

En Septiembre de 1990, la Banca Mundial estimaba que había otras 2.435 empresas en déficit, con una plantilla combinada de 1.300,000 trabajadores, del total de 7.531 que quedaban. Según observó Chussodovsky: “Teniendo en cuenta que las firmas en déficit ya habían despedido a 600.000 trabajadores antes de Septiembre de 1990, estas cifras sugieren que de un total de 2.700,000 trabajadores, alrededor de 1.900.000 habían sido clasificados como superfluos. Las firmas ‘insolventes', concentradas en los sectores de energía, industria pesada, manufacturas metálicas, trabajos forestales y textiles, estaban entre las mayores empresas industriales del país, empleando{en Septiembre de 1990} el 49.7 por ciento del personal industrial total que aún quedaba empleado.”[10]

Una nueva colonización

Lo que estas estadísticas económicas demuestran es que la actual intervención de las potencias de la OTAN no es nada más que la continuación, por otros medios, los medios militares, de la misma agenda llevada a cabo anteriormente; la destrucción de todo el anterior desarrollo económico y social de Yugoslavia y la transformación de toda la región en una semi colonia de las mayores potencias capitalistas.

En ninguna parte se ve ese proceso tan claramente como en Bosnia-Herzegovina. Estos metas fueron escritas en la Constitución de la nueva “república” bajo los acuerdos de Dayton en Noviembre de 1995. Al llamado “Alto Representante” nombrado por los EE UU y la Unión Europea, le fueron concedidos completos poderes ejecutivos con autoridad para desautorizar a los gobiernos de la Federación de Bosnia y la República Srpska de Bosnia-Serbia.

La política económica fue puesta en manos de las más importantes instituciones financieras internacionales. La Constitución estipulaba que el primer gobernador del Banco Central de Bosnia-Herzegovina debía ser designado por el FMI y “no debería ser un ciudadano de Bosnia y Herzegovina o de un Estado vecino...”

Además, al Banco Central no se le permitió llevar a cabo una política económica independiente y durante los primeros seis años, “no puede dar créditos creando dinero, operando en este respecto como un consejo monetario”. O sea, que sólo podía emitir papel moneda cuando estuviera respaldado por fondos de moneda extranjera. Se prohibieron los préstamos internacionales para financiar una reconstrucción económica pero éstos han sido utilizados para financiar el despliegue militar bajo el acuerdo Dayton, así como para pagar la deuda a los acreedores internacionales.[11]

Habiendo asegurado la efectiva recolonización de Bosnia-Herzegovina, las potencias imperialistas, dirigidas por los EE UU, están ahora extendiendo ese proceso al resto de Yugoslavia. Según pone en claro la publicación del acuerdo de Rambouillet, la OTAN no tenía la intención de limitar la intervención militar a la zona de Kosovo, sino a la ocupación de toda Yugoslavia. En pocas palabras, detrás del aluvión de propaganda, “el mecanismo objetivo de los acontecimientos” no es nada menos ni nada menos que la campaña para recolonizar la región entera.

Notas
1. Michel Chussodovsky, La Globalización de la Pobreza (The Globalisation of Poverty) pp. 243-244.
2. Susan Woodward, La tragedia de los Balcanes (The Balcan Tragedy) p7
3. op cit. p.15
4. Woodward, op cit p. 18
5. citado en Doug Henwood , Wall Street pp.294-5
6. citado en Asad Ismi, “Saqueo con Rostro Humano.”(Plunder With a Human Face), Z magazine Febrero de 1998
7. Michael Barratt Brown, “La guerra en Yugoslavia y la Carga de la Deuda” (The War in Yugoslavia and the Debt Burden) en Capital and Class, No 50 1993
8. Chussodovsky op cit p 244
9. Chussodovsky op cit pp 246-247
10. Cussodovsky op cit p 251
11. Chussodovsky op cit p 256