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Argentina al borde de la bancarrota—¿Quién sigue—Brasil?

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En su último encuentro con banqueros de Wall Street y miembros del gobierno de Bush, el Ministro de Economía del gobierno de Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo, presentó el último plan económico para impedir la caída en la morosidad total de la deuda del país por $132 billones.

De acuerdo con el plan, los tenedores de bonos de la deuda argentina , quienes hoy día obtienen una ganancia del 12% por sobre su valor, cambiarían estos bonos por otros con un 0% de ganancias durante tres años, pero con un 7% de ganancias después de esa fecha. Estos nuevos bonos serían respaldados por los impuestos.

En un principio, los banqueros de Wall Street recibieron el plan con frialdad, advirtiendo que no hay consenso suficiente entre las autoridades federales y provinciales de la Argentina respecto a las reducciones presupuestarias que el gobierno federal le ha impuesto a las provincias. Esta semana De la Rúa anunció que su gobierno llegó a un acuerdo con las provincias.

Aparentemente, a partir de ahora, las negociaciones se llevarán a cabo con los acreedores de la deuda argentina, quienes presentarán una serie de concesiones, en combinación con un plan de rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) y un acuerdo con De la Rúa por medio del cual su gobierno deberá observar una estricta disciplina fiscal. No importa cual sea el plan que se implemente al final; lo seguro es que los dirigentes argentinos y los banqueros internacionales tratarán de garantizar los pagos de la deuda externa reduciendo drásticamente el nivel económico de la clase trabajadora del país.

La prolongada recesión económica de ese país, que lleva 42 meses, ha producido un balance que da para pensar. Sólo en el último año, la industria de la construcción registró una caída de 25%; las ventas de los supermercados bajaron el 8%; los centros comerciales el 22%, y el transporte público el 11%. Durante el mes de octubre solo la actividad industrial cayó un 8,8 % , el quinto mes consecutivo en declive. En septiembre cayó un 10,4 %. Las cifras de octubre muestran una caída de 34% en las industrias automotriz y de 16% del acero. Los ingresos de las rentas internas bajó aproximadamente 9%.

El 20% de la fuerza laboral está desempleada, y entres los que trabajan hay muchos que han sufrido reducciones en sus horas laborales o salarios. En el sector público, la reducción temporal de sueldos y pensiones impuesta, como parte del plan de julio para alcanzar un “déficit cero”, se ha hecho permanente. 40% de la capacidad industrial de la nación yace detenida.

El impacto en la industria automotriz ha sido enorme. Las ventas mensuales de autos han caído desde un promedio de 25,000 en 1998 a menos de 15.000 actualmente.

Fiat y Renault anunciaron que cientos serán despedidos desus plantas en Córdoba. Esta ciudad industrial es el centro argentino para la fabricación de automóviles . Fiat piensa eliminar su fábrica por completo. Volkswagen dio a conocer reducciones en los salarios por un 15%, junto con el despido de un tercio de sus trabajadores. Los que se quedan empleados cumplirán con la “semana de Volkswagen” de 35 horas.

En mayo, se calculaba que el sueldo promedio era $576 para cada uno de los 9,2 millones de trabajadores. La mitad de la fuerza laboral gana menos del salario mínimo de $400 mensuales. En octubre, el promedio y el mínimo fueron de $587 y $448, respectivamente.

Estos índices muestran que mientras el promedio de los sueldos bajó un 2%, el salario de los trabajadores más pobres cayó en un 10,7%. Pero estas estadísticas esconden el impacto verdadero de las caídas de los salarios, debido a que no consideran el número creciente de trabajadores que ingresan a la economía informal, donde se pagan sueldos miserables a sirvientes domésticos; a los que trabajan desde sus hogares; y a vendedores callejeros y otros mendigos. Bandas errantes de niños destituídos, dedicados a la perpetración de delitos menores, son ahora comunes en las ciudades argentinas.

Este empobrecimiento muestra que existen diferencias regionales que revelan una miseria profunda entre las familias del interior. En las provincias contiguas a la frontera con Brasil, el salario se ubica en la miserable cifra de $300 mensuales.

Se calcula que el ingreso mensual oficial para que una familia de cuatro personas esté sobre margen de la pobreza es $470. El 40% de la población se encuentra en esa situación. La Fundación de Investigación para el Desarrollo Económico (FIDE) hace un cálculo más real; considera que para una familia de cuatro, $1000 es el monto que cubre las necesidades básicas de comida, hogar, vestimenta y educación.

FIDE y otros observadores hacen notar que ha habido una drástica disminución en la venta, incluso de los productos y servicios más elementales. Decenas de miles pasan hambre cada noche.

El costo humano para la clase trabajadora argentina que estas cifras indican es pasmante. Es imposible medir el daño a las vidas de las personas, la erosión de las relaciones familiares y el colapso de los vecindarios. Amenazándolo todo, como la espada de Demócles, está el poder de los financieros y especuladores nacionales e internacionales que mudan millones de dólares de una región a otra, mientras los gobiernos regionales se limitan a ejercer control sobre el descontento social.

El gobierno de De la Rúa cataloga como ficción la idea de una devaluación futura. Aún así, esta nación de 37 millones de habitantes se enfrenta a que en el futuro le nieguen acceso al crédito internacional, lo cual sería una represalia si no hace una devaluación..

Han habido muchas versiones acerca de la manera en que se gastaron los $132 millones que Argentina le debe a los bancos internacionales. Según una versión, a comienzos de 1995 Carlos Menem, presidente corrupto y despilfarrador, por cuenta propia y de manera irresponsable, utilizó los fondos para asegurar su reelección, esperando que una expansión económica estable haría menos doloroso el pago de esta deuda. Con la excepción de1995, la expansión de la nación entre 1994 y 1998 ha oscilado entre un 4 y un 8% anual.

Aunque las ambiciones presidenciales de Menem y la corrupción de su gobierno de hecho fueron factores negativos que contribuyeron a la crisis argentina, las raíces de ésta se encuentra en la crisis asiática de 1997, el colapso de la deuda rusa en 1998 y la crisis en la balanza de pagos de Brasil.

El colapso en las economías de los “Tigres Asiáticos” a mediados de 1997 y la bancarrota rusa causaron que los inversionistas internacionales fuesen más cautelosos en invertir dinero en las llamadas “naciones en desarrollo”, tales como Argentina y Brasil, debido a que son económicamente dependientes—y políticamente dominadas—por países como los Estados Unidos, Alemania y Japón.

Esto conllevó al alza de las tasas de interés alrededor del mundo. Ejemplo típico es Brasil, donde los niveles de los mercados de valores subieron del 22% en noviembre, 1997, al 42% en octubre, 1998.

Estos mismos hechos forzaron a Rusia a congelar los pagos de sus créditos en 1998, a pesar de los esfuerzos de rescate del Fondo Monetario Internacional (IMF). Esto incluso hizo presión posteriormente a la economía de Brasil. Nuevamente, y sin importar el plan de medidas de rescate del FMI, Brasil, bajo el peso del índice de desempleo en dos cifras y con más de $300 billones en deudas, devaluó la moneda por un 44% el 29 de enero, 1999.

Mientras la crisis brasilera se extendía a través de Latinoamérica y el resto del mundo, los efectos en la Argentina y para sus socios del Mercado Común Sudamericano, MERCOSUR (Uruguay y Paraguay), fueron devastadores.

Actualmente, casi el 30% del comercio exterior argentino es con Brasil. Desde Junio, las exportaciones argentinas hacia Brasil disminuyeron 50%.

Mientras la economía entraba en recesión, el gobierno de Menem comenzó un proceso enorme para privatizar los servicios públicos e industrias y crear una estructura estatal económicamente pasiva, incluyendo vincular fuertemente el peso al dólar estadounidense. Este proceso fue continuado por De la Rúa, quien reemplazó a Menem en 1999.

Según los preceptos neo liberales, ambos gobiernos se han confiado en mecanismos autorregulados, que, basados en una rápida caída de los sueldos y la introducción de capital extranjero, reanudarían el crecimiento una vez más.

Mientras tanto, igual que sus contrapartes internacionales, los capitalistas nacionalesprotegen sus intereses liquidando sus intereses en el país y trasladando su capital a regiones que presuntamente producirán mayores ganancias.

Hasta el momento, todas las medidas que se han tomado frente a esta situación han provocado una crisis a mayor escala y han enviado a la economía en dirección equivocada y al empobrecimiento subsecuente de la clase trabajadora argentina y de las capas medias. Ex oficinistas y burócratas ahora son mendigos en las calles de Buenos Aires. La cantidad de hambrientos y destituídos sigue aumentando. La polarización de la sociedad ha crecido.

Ajenos a este desastre social, los portavoces de la economía—por ejemplo, el Financial Times y el Economist llaman abiertamente a la devaluación del peso argentino y a algún tipo de morosidad en los pagos sobre la cual se ha llegado a un acuerdo. “Fin a la agonía”, aconseja el Economist. Un reciente editorial reciente del Financial Times declara que los futuros intentos de rescate son fútiles, y los compara al rescate del Titanic mientras se hunde.

El impacto económico a nivel internacional ya tuvo su impacto cuando la moneda brasileña comenzó a acelerar su devaluación con respecto al dólar. En junio cayó 2,3 %; en Julio 5.5%; y durante la última semana de septiembre 10%. Independiente de cinco alzas en las tasas de interés, en lo que va corrido del año para detener el escape del capital, la moneda a caído un 23%, convirtiéndola en en número 55 en una lista de las 56 peores monedas publicada por el banco alemán Comerzbank, situándola debajo de Sudáfrica y un poco más arriba de la maltraída lira turca.

La caída de la moneda, en téminos de dólares, ha tenido efectos devastadores en la deuda brasilera. Las cifras de los primeros siete meses del año indican que los intereses de las deudas de las personas subió permanentemente de 3 a 17 billones de reales. Para un período de siete meses completos, es el equivalente al 11 del producto nacional bruto, comparado al 6,5 en enero.

El Banco Central de Brasil tiene problemas en cobrar fondos a intereses convenientes, al mismo tiempo que las crecientes deudas llegan a su término y el déficit fiscal continúa creciendo. En junio el gasto fiscal fue un 6,37% superior al de las rentas internas cobradas. Brasil debe pagar o refinanciar $74 billones el próximo año, lo cual es parte de la deuda exterior que llega a $305 billones. Si las deudas privadas se le suman a esta cantidad el total de la deuda es de $640 billones, aproximadamente 120% del Producto Geográfico Bruto.

De acuerdo con el Financial Times, la vulnerabilidad de Brasil es “muy similar” a la de la Argentina.

Bajo estas condiciones, cualquier predicción que ponga a la economía a salvo del colapso Argentino-Brasilero esta silbando en la oscuridad.