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Estados Unidos se enfrenta a déficits y reducciones de gastos que baten el récord

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Mitchell Daniels, director del presupuesto federal de los Estados Unidos, ha declarado que el gobierno de Bush espera que el déficit federal pasará de los $200 billones durante este el año fiscal. Predijo que llegaría a $300 billones el año entrante. Será el mayor en toda la historia de los Estados Unidos. Ambas cifras excluyen el impacto de la guerra contra Irak.

Daniels reveló estas cifras durante una sesión de preguntas y respuestas luego de presentarse ante la Cámara de Comercio de los Estados Unidos, donde abogó por la reducción de las rentas internas—por $674 billones—que el gobierno ha propuesto a favor, en gran parte, de los ricos.

El director del presupuesto calculó que la reducción de estos impuestos añadiría “varios billones” al déficit de este año y aproximadamente $100 billones el próximo, pero estas cifras no lo inquietan. Dijo que “no nos deberían hacer hiperventilar. Toda la historia nos muestra que estos déficits se pueden manejar”.

En las declaraciones que han seguido, Daniels ha dado un preestreno del presupuesto fiscal para 2004 que se va a publicar el 3 de febrero. El presupuesto presume dos cosas: que el plan de la Casa Blanca para los impuestos y las rentas internas será puesto en práctica en su totalidad; y que los gastos destinados a las fuerzas militares y a la represión interna (“La seguridad de la patria”) del país saldrán bastante caros. Sin embargo, todos los otros gastos discrecionales serán reducidos en términos del valor verdadero del dólar, con un aumento de sólo 1.3%, que es inferior a la tasa de inflación de 2%.

Daniels indicó que todo gasto discrecional aumentará $30 billones en 2004, o sea, 14%, pero $14 billones serán para las fuerzas militares y $5 billones para la seguridad de la patria. Solamente quedarán $11 billones para aumentar el resto del presupuesto federal, inclusive todos los gastos sociales del país.

Otros pronósticos sugieren que las severas cifras que Daniels ha revelado ni siquiera dan una idea de la verdadera debacle económica que le espera los Estados Unidos. Las estadísticas de la misma tesorería muestran que durante los tres primeros meses del año fiscal actual—de octubre a diciembre, 2002—el gobierno federal sufrió un déficit de $109 billones, casi tres veces el déficit durante el mismo período del año pasado.

William C. Dudley, economista de la empresa Goldman Sachs, quien previamente había calculado que el déficit para el año fiscal 2003 sería de $300 billones—es decir, $100 por encima de las cifras de Daniels—ahora dice que sus “cálculos son más o menos optimistas”. Otro economista de la misma empresa predijo un déficit de $375 billones en 2004. Los Demócratas del Comité sobre el Presupuesto de la Cámara de Diputados han calculado un déficit de $306 billones para el año actual, el cual no incluye el costo de la guerra contra Irak.

Cuando Bush ingresó a la Casa Blanca, la Oficina de Gerencias y el Presupuesto predijo una plusvalía acumulada de $5.6 trillones durante los próximos 10 años, y Bush basó su campaña para reducir las rentas internas y los impuestos de los ricos en que era sólo justo devolver los ingresos excesivos a sus contribuyentes. Sin embargo, ahora el gobierno, que ha pronosticado déficits colosales, propone el mismo remedio: otro obsequio flagrante a los ricos al eliminar los impuestos sobre los dividendos y acelerar las reducciones de impuestos que se adoptaron en 2001.

El impacto que estos déficits tendrán en el futuro sobre los gastos para cubrir las necesidades sociales críticas se puede ver en el proyecto de ley sobre las apropiaciones que el Senado aprobó el 25 de enero. Esta legislación consiste de un conjunto de proyectos para los gastos de diferentes ministerios y oficinas del gobierno, excepto los del Pentágono y la construcción militar, que fueron aprobados el otoño pasado. Estos fondos han sido destinados para cubrir los gastos de la gran mayoría de las actividades del gobierno hasta el 30 de septiembre.

El Senado aprobó el proyecto de ley de casi $400 billones por un voto de 69-29. Diecinueve Demócratas se unieron a cincuenta Republicanos para aprobarlo. La semana antes de adoptarlo como ley, la mayoría Republicana, que ahora controla el Senado 51 a 49, derrotó una enmienda para restaurar varias reducciones de los gastos. Las enmiendas habrían aumentado los gastos para la educación escolar, ofrecido ayuda a los gobiernos locales y estatales que sufren crisis de presupuesto extremas y proveído fondos para la alimentación de 224,000 mujeres y niños.

Los dirigentes Republicanos adoptaron un puñado de aumentos en los gastos, inclusive $300 millones para asistir a los pobres con calefacción; $825 millones para la lucha contra los fuegos forestales en los estados del oeste; $1.5 billones para financiar la mejoría de las máquinas de votar y procesos para la cuenta de votos; $3.1 billones para asistir con las sequías en la agricultura (cantidad destinada a las grandes empresas, no a los granjeros); y $900 millones para el incremento de reembolsos de Medicare [seguro médico federal para ancianos] a los doctores. Fondos para los servicios ferrocarrileros de Amtrak también fueron restaurados. El aumento mayor fue de $3.9 billones para “proyectos clasificados” no específicos del Pentágono.

Aunque de vez en cuando los Demócratas atacan a los Republicanos por ignorar a los pobres, los ancianos y a los niños de edad escolar, gran parte de la retórica que usaron consistió, significativamente, de críticas derechistas: atacaron al gobierno de Bush por gastar muy poco en la seguridad del país.

Senadores Demócratas ofrecieron enmiendas para aumentar los gastos del nuevo Ministerio para la Seguridad de la Patria y criticaron ferozmente a la Casa Blanca por reducir los gastos del FBI, el Servicio de Aduana, el Servicio de Inmigración y Naturalización y otras agencias policiacas. El senador Robert Byrd, del estado de West Virginia—quien votara contra el establecimiento del nuevo ministerio—ofreció una enmienda para aumentar su presupuesto por $5 billones.

El senador Charles Schumer (Demócrata, estado de New York) se quejó que los fondos para el FBI estaban siendo reducidos entre $300 y $430 millones. Otros Demócratas declararon que las medidas presupuestarias de los Republicanos eliminarían los empleos de 1,175 agentes del FBI y 1,600 inspectores de aduana.

Ninguno de los Demócratas señaló la obvia conclusión a sacar del hecho que la Casa Blanca ha decidido reducir los fondos para la seguridad del país: que el gobierno mismo no cree en su propia propaganda acerca de ataques terroristas inminentes en el interior de los Estados Unidos. El gobierno y la prensa han exagerado intencionalmente la amenaza terrorista para justificar sus agresiones contra los derechos democráticos e intimidar a los adversarios de la agresión militar estadounidense en el Oriente Medio y por doquier.

El mismo día que el Senado adoptó como ley el “paquete” de gastos, Thomas A. Daschle, dirigente máximo de los Demócratas de esa cámara, propuso, como alternativa al plan de Bush, su propio plan para reducir los impuestos y las rentas internas. Pero el plan de Daschle no va a estimular la economía más que el de Bush, puesto que este año contribuiría aproximadamente la misma cantidad de dinero a la economía de los Estados Unidos: aproximadamente $112 billones, o sea, menos del 1% del Producto Interior Bruto (PIB) del país.

El plan de los Demócratas se limitaría a sólo un año. Le reembolsaría—no más de una vez—a cada adulto $300 y $300 por cada niño (límite: dos niños por familia). También le suministraría a los gobiernos locales y estatales $40 billones para descuentos impositivos a los comercios con tal que puedan comprar equipo nuevo o pagar las pólizas del seguro médico de los empleados. Además, expandiría el seguro de desempleo para el millón de trabajadores cuyo beneficio ha terminado.

Lo más asombroso del plan de Daschle es lo diminutivo que es. Bush propone una reducción enorme de los impuestos y las rentas internas—$674 billones—que beneficia principalmente al 1% de los estadounidenses. Daschle se opone a este plan, por lo menos verbalmente, pero el dirigente Demócrata es incapaz de presentar proyectos que significantemente alivien la crisis social de los Estados Unidos, porque eso requeriría la invasión de la enorme riqueza de la aristocracia que controla la economía.