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Lecciones políticas de la guerra de Irak

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El texto que sigue es la traducción al castellano de la declaración del Comité de Redacción de la WSWS, que se repartiera por toda Europa durante las manifestaciones contra la guerra durante el fin de semana del 12 y 13 de abril.

Tres semanas después de las primeras bombas lanzadas sobre Bagdad ya no puede haber ninguna duda que la guerra emprendida contra Irak es una aventura delictiva histórica.

Raramente en una guerra se ha luchado sobre la base de tan enormes diferencias en armamento y poder de fuego. Por un lado las tropas de los Estados Unidos e Inglaterra armadas con la tecnología más avanzada para ejercer su dominio indiscutible del espacio aéreo; por otro lado los soldados iraquíes primitivamente equipados con tanques más antiguos que la década del sesenta. Nadie ha podido todavía dar informes verídicos de los iraquíes militares y civiles víctimas de la invasión, pero no hay duda que ellas alcanzan las decenas de miles. Lo que está sucediendo en Irak tiene más en común con una masacre que con la guerra.

Las razones que se han ofrecido para empezar la guerra han probado ser completamente sin sustancia. No hay la más mínima huella de las “armas de destrucción masiva”, con las cuales, se ha alegado, Irak amenazaba a sus vecinos y a los Estados Unidos. En primer lugar, el gobierno iraquí, el cual tenía todo que perder con la guerra, habría recurrido a tales armas si las hubiese tenido.

El anuncio de que la guerra está siendo llevada a cabo para dar “democracia y libertad” al pueblo iraquí, ha sido desacreditado por los cuadros diarios de cuerpos despedazados por los bombardeos de los aliados, el deliberado ataque de medios de información independientes como Al Jazeera, y, sobre todo, los planes hechos públicos por la Casa Blanca para una ocupación militar del país después de la guerra.

El “Gobierno Interino Iraquí” está esperando ser convocado de sus villas de lujo en Kuwait. Éste consiste casi exclusivamente de oficiales militares estadounidense de alto rango y personal con íntimos vínculos con el gran comercio y aquellos círculos de conservadores modernos por los alrededores del Pentágono los cuales por años han exigido la guerra contra Irak. El Ministro de Defensa Donald Rumsfeld, su diputado Paul Wolfowitz, y el asesor del Pentágono Richard Perle, gozan de relaciones muy íntimas con el gobierno derechista del Likud en Israel y todo el mundo árabe los odia.

El ex general Jay Garner, quien encabeza el gobierno Interino y está directamente subordinado al Comandante Supremo de los Estados Unidos, Tommy Franks, es un conservador auto-declarado. Ha criticado al ejército israelí en los territorios ocupados por haberse restringido demasiado en el tratamiento de los palestinos. Si Garner considera que la política militar israelí es demasiado restringida, podemos imaginar lo que tiene en mente para el pueblo del Irak ocupado.

La misión más importante para el gobierno interino es la concesión de lucrativos contratos financiados por los beneficios del petróleo iraquí, por la reconstrucción del devastado país y la privatización de su industria petrolífera. La persona designada a encargarse de la producción del petróleo iraquí es Philip Carroll, antiguo administrador de la Shell. Su nombramiento se burla de la declaración que el pueblo iraquí se beneficiará de la riqueza petrolífera.

Tales desarrollos dan pauta el hecho que la agresión contra Irak no es nada menos que una clásica guerra colonial, cuyo objetivo es el pillaje y la subyugación no sólo de un pueblo pobre, sino eventualmente de toda la región. Fue lanzada a pesar de que Irak nunca dio ningún indicio de ser una amenaza potencial. La guerra luego se justificó con evidencia falsificada y pretextos hipócritas. Es un acto de agresión que desobedece todas las leyes internacionales.

Los gobiernos europeos comparten la responsabilidad por la guerra.

Los gobiernos europeos—en particular, Francia y Alemania—comparten la responsabilidad por este monstruoso crimen. Aunque en la Organización de las Naciones Unidas, rechazara la guerra, en la práctica ha dado apoyo directo e indirecto al esfuerzo bélico de los Estados Unidos y la Gran Bretaña.

El gobierno alemán ha rehusado a Estados Unidos y a la Gran Bretaña que sus aviones usen el espacio aéreo alemán, pero ha aceptado que las bases aliadas usen el suelo alemán para la continuación de la guerra. Los alemanes han participado aunque expresamente transgreden su propia constitución, que considera delito—y sujeta a juicio—a todo apoyo a la preparación y ejecución de todas las guerras agresivas. Según las disposiciones de la Constitución, es ilícito permitir que el territorio alemán se use para llevar a cabo la guerra. En 1973, por ejemplo, el gobierno de Willy Brand se basó en la Constitución cuando bloqueó el uso de las instalaciones alemanas durante la guerra de Yom Kippur entre Israel y sus vecinos árabes. Tres barcos israelíes que buscaban cargar material de guerra estadounidense en el puerto de Bremerhaven fueron ordenados a evacuar las aguas territoriales alemanas.

El gobierno actual del canciller Gerhard Schröder no se ha propuesto ni siquiera a contemplar semejante acción, aunque no habría lugar a dudas que al negar el uso del espacio aéreo alemán y de las bases sobre suelo alemán habrían creado considerables dificultades para la maquinaria de guerra estadounidense, para no hablar del poderoso ímpetu al movimiento contra la guerra en la misma Norteamérica.

Desde el inicio de la guerra, París y Berlín han abandonado sus objeciones verbales y aceptado los objetivos de la guerra que el gobierno Bush ha articulado, apoyando así al “cambio de régimen” en Bagdad; esto en oposición a su previa crítica de la guerra como grave infracción de la Carta de las Naciones Unidas.

En Berlín, El Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Joschka Fischer, aseguró a su contraparte británica, Jack Straw, lo siguiente:”Esperemos que el régimen se desplome tan pronto como sea posible.” En una declaración oficial de gobierno al siguiente día, el canciller Schröder expresó su deseo de que “con el derrocamiento de la dictadura, el pueblo iraquí será capaz de realizarse a sí mismo lo más pronto posible.” Como Schröder expresara en la declaración que hizo en nombre de su gobierno: “No debemos olvidar que las naciones que actualmente están en la guerra contra Irak son aliadas y amigas”.

La postura de Schröder y Chirac en reacción a la trayectoria agresiva del gobierno de los Estados Unidos recuerda la política de apaciguamiento del gobierno británico en la década de los 30 hacia las ambiciones de expansión de Adolfo Hitler. El Primer Ministro británico, Naville Chamberlain, creía que una amalgaman de concesiones y conciliación con respecto a la ocupación alemana de Renania y Austria—y luego la anexión de los Sudetes y Checoslovaquia—sería suficiente para frenar al dictador alemán. Pero los hechos comprobaron que esas concesiones sólo sirvieron para alentar las ilusiones de poder y conquista mundiales de Hitler.

La camarilla derechista que domina la Casa Blanca ha reaccionado de forma similar a la postura conciliatoria de los líderes de los gobiernos europeos. Ya se han hecho nuevas amenazas contra Siria, Irán y Corea del Norte , y la lista de enemigos, la Casa Blanca lo ha puesto en claro, podrá ser extendida cuanto sea necesario, incluyendo a la misma Europa. El martes pasado, con tono amenazante que apenas podía reprimir, el presidente Bush declaró, en una conferencia de prensa junto al Primer Ministro británico, Tony Blair: “Es evidente que en Europa hay cierto escepticismo acerca de si mis hechos respaldan mis palabras. Saddam Hussein bien sabe que sí”.

La facilidad con que la Casa Blanca ha ignorado las leyes internacionales y las decisiones de las Naciones Unidas, la arrogancia con que se ha impuesto su poder para determinar el destino de Irak y dividir los recursos del país entre sus grandes aliados capitalistas más íntimos, sólo ha servido para alentar al régimen en sus aspiraciones de dominio mundial. Mientras los gobiernos europeos pueden anhelan con el regreso a la normalidad tras la guerra, lo que va a suceder es totalmente lo contrario. La guerra contra Irak sólo ha servido para profundizar el apetito del imperialismo estadounidense.

¿Qué hacer?

Si hay que aprender una lección de esta guerra es, esta es la incapacidad total de las instituciones existentes—gobiernos así como también partidos políticos—para ofrecer toda alternativa. En la medida que los partidos y gobiernos llegan todo tipo de conclusiones acerca de las acciones unilaterales de los Estados Unidos, es sólo para facilitar su propio programa de militarización y la intensificación de sus afanes políticos como grandes potencias.

El canciller Schröder, por ejemplo, concluyó su declaración de gobierno sobre la guerra de Irak con la afirmación: “Tenemos que reconsiderar seriamente nuestras propias capacidades militares.” Tres semanas antes el Ministro de Relaciones Exteriores Fischer declaraba: “Tenemos que fortalecer nuestro poder militar para decir que estamos hablando seriamente en esta esfera.”

Entre todos los partidos alemanes, son los Verdes, antiguo partido pacifista, el que se ha convertido en el partidario más vociferante del rearme europeo. De acuerdo a su nueva política, el plan para la cooperación europea en cuestiones militares, que tanto se ha debatido, tiene que ser convertido en realidad, y la decisión tomada en 1999 para establecer una poderosa fuerza intervencionista de 60.000 hombres tiene que realizarse lo más pronto posible.

Parí le ha dado apoyo completo a este plan, y Londres ha dado indicios que también está de acuerdo. Tony Blair, quien ha ligado su futuro político a su apoyo al presidente de los Estados Unidos y a la guerra contra Irak, busca la oportunidad para romper los vínculos que lo atan a su hermano mayor al otro lado del Atlántico.

Esta militarización sólo puede terminar en el desastre. Pone en movimiento una carrera hacia el rearme que será financiada a expensas de la clase obrera y que, desde el punto de vista social, completamente injuriosa. La lógica de esta política inevitablemente conducirá a la intensificación de los conflictos militares y a una posible Tercera Guerra Mundial.

La única manera para frenar estos peligros es la formación de un nuevo movimiento político completamente independiente de los partidos e instituciones políticas en existencia.

Las enormes manifestaciones internacionales contra la guerra del 15 y 16 de febrero incluyeron poderosas protestas en el mismo interior de los Estados Unidos. Son pruebas que las bases para este nuevo movimiento político ya existen. Las manifestaciones fueron las mayores de la historia y expresaron un amplio movimiento popular contra la guerra. Participaron millones.

Sin embargo, las manifestaciones por sí mismas no bastan. El movimiento requiere una orientación política y una perspectiva. Hay que aprender las lecciones del fracaso de las viejas organizaciones políticas.

A fin de cuentas, la guerra actual es consecuencia de las contradicciones irresolubles en el corazón del sistema capitalista mundial. El carácter mundial de la producción moderna ya no es compatible con el sistema capitalista de competencia entre estados nacionales y con la propiedad privada de los medios de producción.

En 1914 y luego en 1939, Alemania, como la más poderosa potencia económica de Europa, trató de resolver estas contradicciones con la reorganización de Europa bajo su propio control. Y fracasó. Ahora los Estados Unidos como la potencia económica más poderosa, ha emprendido la misma misión, sólo a nivel mundial. La subyugación militar de Irak es el primer paso hacia la reorganización del mundo en defensa de los intereses del gran capital estadounidense. Este esfuerzo también está condenado al fracaso.

Todos los que dudan que existe un paralelo entre los Estados Unidos de hoy día y la Alemania de 1939 no debe olvidar que los objetivos de Alemania siguieron la misma trayectoria general en la Segunda Guerra Mundial que en la Primera. Hubo diferencias significantes entre el régimen monárquico de Guillermo II y la Alemania bajo los nazis, pero ambos representaban los intereses de los mismos ámbitos del capitalismo financiero, de los grandes intereses industriales y de las fuerzas de extrema derecha en el estado y en el ejército.

El actual gobierno estadounidense también se basa en las mismas capas reaccionarias de elementos criminales de la sociedad norteamericana quienes ganaron enormes riquezas e influencia durante el apogeo del mercado de acciones de los últimos 20 años, junto con los conservadores de moda y las capas cristianas fundamentalistas.La camarilla de Bush llegó al poder en base de elecciones robadas y la infracción de los derechos democráticos básicos en su propio país.

Igual que Hitler en 1939, Bush en 2003 ahora se vale de la guerra para cubrir las contradicciones de la sociedad estadounidense y tratar de proyectar las enormes tensiones sociales internas que éstas causan hacia el exetrior del país por medio del militarismo. La polarización social en los Estados Unidos es convulsiva, con una pequeñísima capa de super ricos enfrentándose a las masas amplias, para quienes la vida se vuelve y más más precaria.

Las viejas organizaciones reformistas no pueden responder a estos desarrollos. Mantienen tienen vínculos muy íntimos con los intereses capitalistas y defienden al estado nacional y al sistema de beneficios capitalistas. Y si el ascenso de la camarilla de Bush a una posición tan prominente representa algo, ésto es definitivamente el fracaso total del Partido Democrático de los Estados Unidos. Pero en Europa, los partidos socialdemócratas y los antiguos partidos comunistas también han mostrado que no tienen nada que ofrecer para resolver las presiones sociales y los problemas políticos. La verdad es que durante los últimos veinte años se han estado moviendo hacia la derecha.

El movimiento contra la guerra imperialista debe desarrollarse como movimiento internacional, independiente y socialista, que se basa en las masas amplias del pueblo trabajador. Debe vincular la cuestión de la guerra a los ardientes problemas sociales.

La World Socialist Web Site (Página Web del Socialismo Mundial), se ha responsabilizado por establecer este movimiento y de lograr la necesaria orientación política. Publicada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus Partidos Socialistas por la Igualdad, la WSWS contribuye con análisis diarios del movimiento mundial y lucha por el fomento de un programa y una perspectiva socialista internacional. Llamamos a todos los que participaron en las manifestaciones contra la guerra, leer el contenido de la WSWS, comunicarse con el Comité de Redacción y distribuir sus artículos y comentarios. Llamamos a los más distantes, aquellos que confían en la lucha por la igualdad social, por los derechos democráticos, por la paz y por un mundo mejor a unirse al Partido Socialista por la Igualdad y a que colaboren con la formación un nuevo movimiento socialista de masas de la clase obrera internacional.