English

La guerra contra Irak: Punto decisivo en la política internacional

Utilice esta versión para imprimir | Envíe esta conexión por el email | Email el autor

Publicamos el discurso pronunciado por Peter Schwarz ante una reunión pública de la World Socialist Web Site (WSWS) y el Partido Socialista por la Igualdad de Alemania (PFSG:siglas en alemán), que tuvo lugar el 1ro. de junio en Berlín. Schwarz es miembro del Comité de Redacción Internacional de la WSWS. El tema central de esta reunión consistió en "La lección de la guerra contra Irak y la misión de la clase obrera europea".

La guerra en Irak es uno de los puntos decisivos de la política internacional; punto cuyo significado y cuyas enormes insinuaciones hasta ahora no se han comprendido muy bien. Es como si a un edificio de compleja estructura le quitaran las columnas que lo sostiene. Primero se ve que las paredes y otros elementos arquitectónicos mantienen al edificio como estructura única; sólo se pueden detectar varias grietas y quiebras. Pero todo esfuerzo por tapar las grietas o corregir las fallas fracasa. Eventualmente el edificio se desploma. Ninguno de sus elementos queda intacto.

De manera similar, la nueva dirección de la política exterior de los Estados Unidos ha dejado al desnudo las bases de los viejos mecanismos políticos y las instituciones del período post Segunda Guerra Mundial. Esto se aplica no sólo a las relaciones internacionales, sino también a las condiciones nacionales. En cualquier país apenas existe una estructura política o social que no se base en una forma u otra de estos mecanismos e instituciones internacionales.

En este sentido, la guerra en Irak tiene verdaderas insinuaciones revolucionarias. Las revoluciones no son meramente consecuencia de la intensificación de tensiones sociales, aunque estos desarrollos juegan un papel importante. Las revoluciones se desarrollan cuando orden social en existencia es incapaz de resolver los grandes problemas históricos. Hemos ingresado en ese período.

Las normas internacionales y las instituciones con las que el gobierno de Bush ha barrido en su guerra contra Irak habían formado las bases de la política mundial durante todo el período tras la Segunda Guerra Mundial. Fue Estados Unidos mismo quien originara y garantizara los principios de derecho internacional de aceptación universal: la soberanía de las naciones, la prohibición de las guerras de agresión y el establecimiento de instituciones como la Organización de las Naciones Unidas.

Durante los últimos meses, el gobierno de Bush ha dejado bien claro, para que no se cometa ningún error, que ya no está obligado a obedecer estas leyes o instituciones. La nueva política internacional de Estados Unidos se basa en el poder militar, la intimidación, la mentira y la intriga política. Esta nueva orientación se aplica no sólo a las llamadas naciones "pillas" y a los países menos desarrollados, sino también a sus "aliados" y a los países más desarrollados.

"Están con nosotros o están en contra". Es la declaración de Bush que resume la esencia de toda su política internacional.

El recorrido de Bush por Europa para dar su aprobación—a Varsovia por estar "dispuesta" o mostrar su arrogancia - hacia Berlín por no estarlo - deja claro que ahora Estados Unidos ahora usa su influencia para dividir y debilitar al viejo continente, no para unificarlo y estabilizarlo como en el pasado. La postura más bien infantil de Bush tiene su compinche: un programa económico que le pone enorme presión al euro [moneda europea] y a la industria de las exportaciones europeas con la devaluación intencional del dólar.

La política internacional de Bush no significa solamente volver a la situación antes del 1945; es decir, a la época anterior a las Naciones Unidas, al sistema de alianzas militares internacionales y a la alianza trasatlántica. Más bien representa el retorno a la situación anterior al 1918, antes de la Liga de Naciones o los "14 puntos" del Presidente estadounidense Woodrow Wilson. No es otra cosa que el regreso a las formas más agresivas del imperialismo. A fin de cuentas, esto le abre el camino a otra guerra mundial, porque, como explicara Lenín, bajo el imperialismo, sólo la fuerza, inclusive la militar, puede decidir las relaciones antagónicas entre las grandes potencias.

¿Cuál es el objetivo de la nueva política exterior de los Estados Unidos? La subyugación de todo el planeta para satisfacer las necesidades de los grandes negocios estadounidenses.

Durante los primeros cincuenta años del Siglo XX, Alemania, como la economía capitalista más desarrollada y dinámica del viejo continente, intentó dos veces superar sus propias contradicciones mediante la violenta división nueva de Europa. Ahora, Estados Unidos, que ostenta la más desarrollada y dinámica economía del planeta, pretende dividir violentamente a todo el mundo.

Al tratar de lograr este objetivo, Estados Unidos no sólo se contenta con conquistar militarmente a los países y robarles sus materias primas, como sucede con Irak, sino que busca reestructurar la economía mundial entera sobre a base de las formas más carniceras y despiadadas del libre mercado. Desde el punto de vista de la clase dominante estadounidense, toda medida para el bienestar social, todos los impuestos sobre los ingresos y las ganancias, todos los servicios públicos, toda interferencia del estado en la economía, y toda ley para proteger el medio ambiente es una restricción inaceptable a la "libertad" para explotar al mundo.

He ahí la razón por qué la trayectoria de la política exterior de Estados Unidos no solo ha alterado todas las relaciones internacionales, sino que también ha tenido grandes repercusiones en la situación interior de las relaciones sociales en cada país. Intensifica las contradicciones entre las clases sociales y amplifica la inestabilidad política y liquida las bases para lograr todos los convenios sociales o llegar a un arreglo entre las clases.

¿Porqué Bush tiene el talento para dominar?

Si se publicara un libro sobre las biografías de los representantes del gobierno de Bush, la política internacional de éste no sería nada sorprendente. Son los ideólogos intelectuales del conservadurismo, a quienes hasta hace pocos años se les consideraba excéntricos; tipos como Paul Wolfowitz, Richard Perle y otros voceros importantes del Pentágono; fanáticos religiosos como el Fiscal General de la Nación, John Ashcroft; multimillonarios de la industria del petróleo; y empresas delictivas como Enron. Esta pandilla la encabeza un hombre que fue alcohólico hasta los 40 años y quien carece de toda preparación seria.

El verdadero tema es por qué esta pandilla de extrema derecha ha podido apoderarse de los puestos principales en el gobierno estadounidense e imponer su voluntad no solo al pueblo estadounidense sino a todo el mundo?

En el prefacio a la biografía de Hitler, el historiador británico, Ian Kershaw, escribe que a él no le interesa tanto el carácter del dictador alemán como le interesa "el problema de cómo Hitler fue posible". Kershaw escribe: "Si no se puede encontrar una solución satisfactoria a este problema basándose en las características personales de Hitler, entonces es necesario analizar principalmente la sociedad alemana: la fuerza motriz social y política que catapultó a Hitler".

Es necesario analizar el fenómeno Bush de la misma manera. ¿Cuáles son las fuerza motrices socio-políticas que facilitaron la creación de este gobierno?

Aparte de una pequeña capa de super ricos millonarios y de la prensa, la cual también rigen los enormes negocios empresariales, el gobierno de Bush carece de una base social significativa. Se robó las elecciones presidenciales, en que recibió menos votos que su contrincante Demócrata, Al Gore. Llegó a la presidencia únicamente porque la Corte Suprema, dominada por la extrema derecha, lo quiso así.

No obstante, Bush ha podido poner en práctica su programa político para el exterior y el interior del país sin ningún estorbo. En el interior ha logrado enormes reducciones en las rentas internas de los ricos. Al mismo tiempo agrede a las capas sociales más empobrecidas.

Esto ha sido posible únicamente por el colapso de toda clase de resistencia por parte de la oposición política oficial. El partido Demócrata le obsequió a Bush una carta blanca para que lanzara su guerra contra Irak. No se ha atrevido a oponerse a su política exterior o a sus agresiones contra los derechos democráticos y sociales.

La prensa estadounidense ha jugado el mismo papel. Hasta los periódicos como el New York Times, que en otra era se enorgullecía de sus tradiciones liberales, no han hecho otra cosa que repetir las mentiras y la propaganda del gobierno.

Esta conducta ha de tener profundas razones objetivas. La sociedad estadounidense se ha dividido hasta tal punto que toda clase de convenio social o político ha sido declarada imposible.

En la Alemania de los primeros años de 1930, todos los partidos de la burguesía—los Nacionalistas, los Liberales, el Centro Católico y, sin mucho entusiasmo, los Socialdemócratas (SDP)— favorecían un régimen autoritario porque la crisis económica había rendido imposible todo tipo de pacto social. La única verdadera alternativa era la reorganización de la sociedad sobre las bases del socialismo.

Hoy día, debido a las mismas razones, así todo el sistema político en Estados Unidos se ha alineado a Bush. Hasta la más modesta oposición podría desatar las fuerzas sociales cuyas exigencias excederían la tolerancia del Partido Demócrata.

Al apoyar a Bush, el sistema estadounidense esta reaccionando a la profundizante crisis de la sociedad estadounidense y de todo el sistema capitalista mundial, que ha sido dominado por Estados Unidos durante todo un siglo. Las tensiones internas de la economía y la sociedad estadounidenses exigen que el país adquiera acceso sin restricciones a todas las materias primas del mundo. La burguesía estadounidense ya no puede tolerar que países soberanos en todas partes del mundo hagan decisiones perjudiciales al capitalismo estadounidense. La economía mundial ya no es más compatible con la autodeterminación de las naciones. Estados Unidos no puede tolerar a ningún rival. Esta es la base en las tensiones trasatlánticas que se intensifican.

La trayectoria que el gobierno de los Estados Unidos ha emprendido inevitablemente conduce a la catástrofe. La pandilla homicida que dirige a la nación representa el 5% de la población mundial, y no podrá imponer indefinidamente su voluntad sobre el 95% restante.

La bestial destrucción de Irak es un presagio del futuro. Son pocos los ejemplos de guerras luchadas de manera tan desigual. Las armas tecnológicas super avanzadas masacraron a reclutas y civiles iraquíes cargados con armas primitivas.

En el mismo Estados Unidos, los derechos democráticos fundamentales han sido destruidos uno tras otro en nombre de la "guerra contra el terrorismo". Cuando el gobierno le cargue al pueblo el costo de la guerra, niveles horrorosos de desigualdad social serán exacerbados.

¿Cómo se le puede hacer frente a este peligro?

El sábado pasado, el periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, en conjunto con el francés Libération, le hicieron una petición al filósofo alemán Jürgen Habermas y a su colega francés, Jacques Derrida, quien trató dar una respuesta a esta pregunta. Ambos le pidieron al público europeo que se opusiera a los planes unilaterales de Estados Unidos. Según la petición, "Europa debe usar su influencia a nivel internacional y en las Naciones Unidas para servir de contrapeso al unilateralismo hegemónico de los Estados Unidos".

El documento va acompañado de varios artículos que lo respaldan; artículos escritos por intelectuales de fama publicados en varios periódicos europeos prominentes. El escritor italiano, Umberto Eco, publicó una pieza en La Repubblica, Adolf Muschg publicó en Neue Zürcher Zeitung, y el artículo del filósofo estadounidense, Richard Rorty, apareció en el Suddeutsche Zeitung.

Hay que concederle a estos intelectuales que identifican el punto delicado.

Su respuesta, sin embargo, consiste en una patética mezcla de deseos piadosos y falsas esperanzas. Le imploran a los gobiernos europeos que se opongan a la campaña de Estados Unidos por la hegemonía y que establezcan un "orden internacional multilateral legítimamente instituido", así como también "una política mundial eficaz para cada país dentro de los límites de una reformada Naciones Unidas". Declaran que "si el momento había llegado para que la opinión pública forzara a los políticos a ser más idealistas de lo que les gusta ser, entonces esta era la hora".

Habermas y Derrida han llegado a su postura demasiado tarde. Si hay una lección que aprender de los eventos de las últimas semanas ésta es que los gobiernos europeos por lo general son absolutamente incapaces, y sobretodo la coalición SPD-Verde en Alemania, de emprender toda oposición al gobierno de Bush. Al respaldar, post facto, la resolución de las Naciones Unidas que permite la ocupación estadounidense-británica de Irak y establece la legitimidad de la guerra en los hechos, la oposición oficial de Berlín y París se desplomó ingloriosamente.

En Berlín, la negativa inicial del gobierno del Canciller Gerhard Schröder y el Primer Ministro de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, en respaldar la guerra no fue solamente una maniobra electoral. Ambos estaban verdaderamente preocupados que las acciones temerarias de los Estados Unidos podrían afectar gravemente la estabilidad del Oriente Medio y socavar sus propios intereses. Por su parte, Francia vio la que la postura alemana le presentaba la oportunidad para ponerse a la cabeza de una muralla internacional contra los Estados Unidos y así ampliar su influencia sobre el mundo.

La violenta reacción de Washington le cayó como agua fría a ambos países. No estaban preparados para una situación en la que el gobierno estadounidense podía usar su influencia en Europa de manera tan bestial para fragmentar el continente.

Al mismo tiempo, animados por el tono anti bélico de los gobiernos Alemán y Francés, millones salieron a las calles para manifestarse en contra de la guerra. Fueron las mayores manifestaciones internacionales contra la guerra de todas las épocas. Tomaron lugar el 15 y el 16 de Febrero.

Habermas y Derrida describen estas manifestaciones como un acontecimiento extraordinario que pasará "a los libros de historia como la señal que marcara el nacimiento de un nuevo público en Europa". Basan sus esperanzas en tales manifestaciones para establecer una fuerza adversaria europea que se oponga a los Estados Unidos, pero se ciegan ante el hecho que existe un profundo abismo entre este movimiento y los gobiernos europeos.

Cierto que muchos de los manifestantes tienen ilusiones en la política de los gobiernos de Alemania y Francia. No obstante, ha quedado bien claro que las enormes manifestaciones tienen raíces mucho más profundas y que comprobaron que es posible establecer un movimiento por toda Europa contra la política antisocial de los gobiernos europeos.

Habermas y Derrida están ciegos ante el significado de este acontecimiento. En su petición no se encuentra una sola palabra acerca de las profundas divisiones sociales de Europa (y en Estados Unidos). Más bien tratan de glorificar a la Unión Europea en forma grotesca.

Sostienen que "durante la segunda mitad del Siglo XX Europa "encontró soluciones ejemplares a dos problemas": la Unión Europea era una forma ejemplar de gobierno que rompía las barreras nacionales"; y el sistema de bienestar de Europa es un modelo que "no debe quedarse atrás como consecuencia de una futura política cuyo objetivo es domar al capitalismo dentro un marco que cada vez cuenta con menos fronteras

En realidad, la Unión Europea - amalgamación de gobiernos europeos dominados por los intereses comerciales más poderosos—es de las mayores fuerzas impulsadoras del desmantelamiento del sistema de bienestar social de Europa. Esta organización—esfuerzo por unir a Europa desde arriba—de ninguna manera expresa la unidad del pueblo europeo. Hasta Habermas y Derrida deberían saber que los criterios Maastricht de la Unión Europea abogan por una estricta austeridad del presupuesto a expensas de las previas reformas sociales. Las masas europeas cada vez más identifican a la Unión Europea y a su burocracia en Bruselas como agentes que van a eliminar los empleos y a desmantelar el sistema de bienestar social.

La capitulación ante Washington

Las manifestaciones populares han llevado a los gobiernos de Alemania y Francia a conclusiones muy diferentes a las de Habermas y Derrida, aunque el ministro alemán de relaciones exteriores, Joschka Fischer, se reconozca a sí mismo como estudiante de Habermas. Consideran que la participación de millones, inclusive de mucha gente joven, presenta un obstáculo a sus propios programas políticos y reaccionan vinculándose de manera más íntima aún con el gobierno de Bush.

Al votar a favor de la última resolución de las Naciones Unidas, han clavado un puñal en la espalda del movimiento contra la guerra. No se le puede dar mayor resonancia al alcance y significado de esta descarada capitulación, la cual terminó fortaleciendo no sólo al gobierno de Bush, sino también a las fuerzas de extrema derecha de toda Europa. Ahora Bush puede jactarse, en el interior del país y en el extranjero, de que las Naciones Unidas ha aprobado la guerra contra Irak.

El Süddeutsche Zeitung comentó que el gobierno de Bush había "obtenido, post facto, la legitimidad para cumplir su política intervencionista—que en vano había tratado de conseguir anterior a la guerra... [Habían obtenido] la aprobación oficial de las Naciones Unidas y con ello por los menos la apariencia de legalidad y legitimidad. Los que están en el poder le echarán en cara a sus críticos esta resolución, diciéndoles: "Miren, el Consejo de Seguridad nos ha confirmado como gobernadores de Irak. Por tanto, implícitamente ha reconocido nuestra intervención y nuestra doctrina de la guerra preventiva en su totalidad. Las viejas leyes internacionales han fallecido. ¡Qué viva la autoridad del Imperium Americanum!"

La retaguardia de Berlín y París fortalece a todas aquellas fuerzas que ya planifican la próxima guerra, lo más probable contra Irán o Siria. Al mismo tiempo hay señales muy evidentes que la capitulación de Schröder y Fischer han excavado sus propias fosas políticas. El cambio completo del gobierno alemán en cuanto a la cuestión de Irak ha fomentado la ofensiva de las capas derechistas dentro del SPD, quienes desean liquidar la coalición SPD-Partido de los Verdes a favor de la coalición entre el SPD y la oposición conservadora.

De acuerdo a las encuestas sobre la opinión pública, la popularidad del SPD ha llegado a su nadir. Schröder puede mantener a su partido bajo control amenazándolo a diario con ultimatums y con que va a renunciar. Pero, a pesar de esta campaña de intimidaciones, casi la mitad de los miembros del SPD continúa rechazando la política [de Schröder] de reducir el presupuesto; es decir, su "Agenda 2010". Cientos están dejando el partido cada día. El ala derechista del Partido intenta utilizar esta crisis para instalar un gobierno antidemocrático, buscando exteriorizar estos ataques que ya han excedido todos los contenidos de la "Agenda 2010".

Por el establecimiento de un nuevo partido de los trabajadores

Si debemos aprender una lección fundamental de estos eventos, ello es que la oposición al imperialismo estadounidense sólo puede evolucionar en conflicto con los gobiernos y las instituciones en existencia. Es necesario establecer un nuevo partido internacional de trabajadores que combine la lucha contra la guerra con la defensa del progreso social logrado por la clase obrera.

Los trabajadores deben desarrollar su propia respuesta independiente ante el peligro que plantea el imperialismo estadounidense. Tienen que rechazar todo convenio o reconciliación con el imperialismo de los Estados Unidos y no dejarse engañar por la algarabía conciliatoria que la burguesía europea ahora le propone a Washington.

Toda la prensa europea está obsesionada con el dilema de como mejorar las relaciones con Washington. Pero nuevos conflictos con el imperialismo estadounidense son inevitables. Actualmente éste presenta el mayor peligro a la paz mundial y a la igualdad y justicia social. Lo único que las concesiones de la burguesía europea lograrán es abrir su voraz apetito aún más. El problema no es cómo prevenir la confrontación con el imperialismo estadounidense, sino cómo prepararse para semejante conflicto.

La solución pacifista—"contra la guerra y el militarismo"—no es suficiente. Es totalmente pasiva. La clase obrera requiere una política activa: ¡Luchar por la disolución de la OTAN! ¡Por una alianza que defienda al pueblo europeo y a los pueblos de África y el Oriente Medio!

Lo primordial no es un movimiento contra la guerra, sino un movimiento contra el imperialismo estadounidense.

Este movimiento debe basar su política en el conflicto entre los intereses clasistas de la clase obrera estadounidense y europea por una parte, y los del imperialismo estadounidense y europeo por otra. Debe ser dirigido contra todo intento de la burguesía europea para imponerle al continente las condiciones que Estados Unidos exige, empezando con la "Agenda 2010" de Schröder.

El conflicto con sus propios pueblos ha conducido a la burguesía europea a aliarse con el imperialismo estadounidense. En 1940, luego de la derrota de Francia en la guerra contra la Alemania nazi, la mayoría de la clase dominante francesa decidió a favor del gobierno basado en Vichy, Francia, para funcionar como socio menor de la gran potencia victoriosa. Luego de la guerra contra Irak, existe el peligro creciente de otro gobierno tipo Vichy que domine a Europa entera y funcione como socio menor del imperialismo estadounidense.

Las condiciones internas de semejante Europa no serían nada mejores que las que prevalecían en la Francia dominada por el gobierno basado en Vichy. Sería dominada por los intereses comerciales y económicos más poderosos y presenciaría el desmantelamiento de todas las protecciones sociales, salarios de pobreza, el militarismo y la supresión de los derechos democráticos. Las fuerzas más reaccionarias de Europa, sobretodo en Europa oriental, cuyas bases sociales son las más angostas, ya forman fila detrás de la bandera de los Estados Unidos.

Nuestra respuesta a la Unión Europea de los grandes bancos y las grandes empresas industriales es la Unión de los Estados Socialistas de Europa: la unificación de Europa desde abajo basada en una política socialista revolucionaria para la clase obrera.

Somos partidarios de la unidad de la clase obrera europea y la internacional. Abogamos por una Europa de fronteras abiertas, con derechos políticos y sociales de la igualdad para todos los trabajadores, sin distinción de nacionalidad o color. Nuestro objetivo consiste en unificar a toda la clase obrera en la lucha contra el imperialismo.

Esta política no tiene nada que ver con el anti norteamericanismo. Es precisamente lo contrario, pues sería un polo de atracción para la clase obrera del mismo Estados Unidos. La dirigimos no contra los estados Unidos, sino contra su clase gobernante. Esta política rápidamente dejaría bien claro que el imperialismo estadounidense ni es ni todopoderoso ni invencible. Además, mostraría que su fortaleza es solamente una apariencia, consecuencia directa de la cobardía de los gobiernos europeos y de la oposición política oficial en el interior mismo de Estados Unidos.