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Se intensifican los ataques contra las tropas estadounidenses en Irak

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Washington y sus militares repetidamente han negado que la resistencia armada contra la ocupación estadounidense de Irak no sólo se ha ampliado, sino que se ha intensificado. Pero hacia fines de la semana pasada, una emboscada de tropas estadounidenses en los pueblos de Tikrit y Khaldiyah, en el norte y el oeste de Bagdad, respectivamente, se convirtieron en batallas a mano armada que duraron horas, a pesar de la abrumadora superioridad de las armas de fuego de los Estados Unidos.

El jueves por la tarde, en Kahldiyah, explosiones de minas emboscaron a dos convoyes estadounidenses. Cuando el primer convoy se detuvo, fue atacado por pequeñas armas de fuego y granadas lanzadas con rifles de propulsión. La batalla rugió por más de tres horas, y los Estados Unidos usó tanques de guerra, vehículos de combate Bradley y helicópteros con ametralladoras para destruir a los luchadores. Tres vehículos de Estados Unidos fueron destruidos.

Según varios testigos oculares, los soldados estadounidenses respondieron al ataque disparando al azar y amenazaron a los periodistas que trataban de cubrir el evento. Un fotógrafo y su chofer, de la Prensa Asociada, fueron forzados a huir por sus vidas cuando uno de los tanques le abrió fuego a su carro con una ametralladora pesada. Las tropas estadounidenses se fueron al caer el crepúsculo, remolcando tras ellas los vehículos quemados.

Dos soldados estadounidenses resultaron heridos en el incidente. Las bajas de los combatientes y civiles iraquíes todavía son desconocidas. El Pentágono ha rehusado mantener cuenta de las bajas iraquíes. Residentes locales le expresaron a la prensa que tres jóvenes habían sido heridos: dos en el hombro y el otro en el tórax. Tras las tropas estadounidenses retirarse, cientos de residentes de Khaldiyah bailaron en las calles y dispararon sus rifles al aire.

Jihad Afash Masi, de 40 años de edad, le dijo a uno de los reporteros que él le había permitido a dos luchadores disparar contra el convoy desde atrás de una cerca de concreto que protege el patio de enfrente.

“No había otro lugar mejor para que ellos [dispararan]”, dijo. Añadió que no le temía a la venganza. “Nos estamos sacrificando por nuestra patria”. Otros indicaron que apoyaban el regreso de Saddam Hussein y la estabilidad relativa de su gobierno.

Khaldiyah, igual que la ciudad vecina de Fallujah, es centro de las hostilidades contra la ocupación estadounidense y casi se ha convertido en una zona donde a los soldados estadounidenses no se les permite entrar. Los residentes consideran que la policía local son colaboradores pagados por Estados Unidos. El lunes pasado, el jefe de la policía, el Coronel Khedeir Mekhalef Ali, fue ajusticiado en un ataque a plena luz del sol cuando regresaba a su casa en Fallujah. El policía Fouad Fadhil Eissa se queja desde su cama en el hospital: “No hay ninguna seguridad. Y no habrá ninguna estabilidad siempre que los estadounidenses mantengan su presencia aquí”.

Más tarde, el jueves por la noche, tres soldados estadounidenses fueron muertos en el pueblito de Al Ouja en las afueras de Tikrit después que su patrulla fuera atacada prolongadamente por pequeñas armas de fuego. Los militares de Estados Unidos respondieron con una fuerza abrumadora. Le dispararon a casas y edificios granjeros con helicópteros de combate tipo Apache en un combate que duró toda la noche. Al amanecer, casi 60 iraquíes habían sido detenidos bajo sospecha.

Según el comandante local de Estados Unidos, el Coronel James Hickey, la emboscada fue parte de toda una serie de ataques contra el ejército estadounidense que parecía haber sido coordinada con anticipación. “Vimos que la acción tomó lugar en el este y oeste de la ciudad. Eso es raro”, dijo. Hickey trató de menospreciar los ataques y despreció a los atacantes como “un puñito de militares en retaguardia que todavía quieren mantener cierta pertinencia política”.

La explicación de Hickey simplemente refleja el punto de vista trillado de Washington: que toda resistencia contra la ocupación proviene de aquellos que todavía creen en el Partido Baatista, de criminales o de terroristas islámicos extranjeros al país. Pero las mentiras siguen languideciendo a medida que la amplia hostilidad hacia Estados Unidos y sus colaboradores se hace más evidente. Puede que el Pentágono no presente detalles de sus búsquedas de casa en casa, de sus arrestos arbitrarios y de la cantidad de civiles muertos, pero sus actividades de polizonte todavía tienen su impacto.

Un artículo que apareció en un sitio del internet, Occupation Watch, el 17 de septiembre explica que los militares estadounidenses a diario ejecutan redadas contra los hogares, cosa que la prensa no acostumbra a reportar. “Revientan los portones”, dice el artículo, “patean y derriban puertas y hacen a la gente morder el polvo”. Los detalles del informe son gráficos. El martes pasado, con mujeres gritando en manifestación, los soldados arrastraron y se llevaron como a doce hombres. Un niño de diez años de edad, que fue empujado como ganado con su familia y encerrado en su propio jardín, declaró: “Un día seré luchador iraquí y mataré a los norteamericanos. Ellos son el enemigo”.

El New York Times reportó la semana pasada que varios funcionarios estadounidenses se están inquietando cada vez más con la creciente hostilidad en Irak hacia la ocupación. Se expresaron porque su identidad iba a quedar anónima. Dijeron que había sido error del gobierno despreciar el papel de los iraquíes ordinarios, cuya ira, causada por la presencia estadounidense, parecía atizar el fuego de los que atacan las fuerzas estadounidenses. “Para muchos iraquíes ya no somos los tipos que derrocaron a Saddam. Somos los que derriban puertas y violentamente interrumpen las vidas de sus esposas y sus hijas”, dijo uno de los funcionarios.

De acuerdo al periódico, una encuesta de opinión pública en Irak, conducida recientemente por la sección de espionaje del Ministerio de Relaciones Exteriores, ha averiguado que “la hostilidad” hacia la ocupación” ha alcanzado “niveles significantes”. Sigue el periódico: “Funcionarios dicen la hostilidad se ha extendido mucho más allá del sector del país dominado por los sunnis, el cual ha sido la ubicación principal de los ataques contra las fuerzas estadounidenses. Ahora ésta incluye al sur, que lo dominan los shiítas, cuyos ciudadanos le han brindado mayor apoyo a la presencia militar de Estados Unidos, pero sin protestar en alta voz por las redadas y otras acciones de los estadounidenses.

Ciertos funcionarios ha tratado de menospreciar el análisis de la encuesta, pero otros han dicho que las cosas se va a poner peor. “A medida que pasa el tiempo y la infraestructura no mejora, y las tropas de los Estados Unidos se encuentran al frente y en el centro de los problemas, es difícil creer que el humor del público va a mejorar”, le dijo uno al New York Times. Además, a medida que las organizaciones shiítas y los militares kurdos que participan en el Concilio Gobernante de Irak cada vez más se revelan como títeres del gobierno de Estados Unidos, la resistencia armada ha de expandirse más allá de las regiones de los sunnis.

Las bajas diarias de las tropas estadounidenses ha logrado que el Pentágono acelere sus planes para capacitar a la policía iraquí y a reformar el ejército del país. Los militares estadounidenses también se encuentran tratando de llegar a ciertos acuerdos con los jefes tribales, los comandantes de milicias y los caudillos locales para conseguir su apoyo en la patrulla de las ciudades y pueblos claves. El jefe administrador de Washington, Paul Brenner III, anunció a principios de mes que Estados Unidos le pagaría a los luchadores de las tribus para que vigilen la infraestructura, sobretodo los oleoductos petrolíferos y los circuitos de electricidad.

Inevitablemente, los resultados serán los mismos que en Afganistán, donde una red semi organizada de caudillos guerreros todavía dominan al país sin importarle un bledo los derechos democráticos o el bienestar social de la mayoría de la población. Además, aquellos que asistan a la ocupación estadounidense serán considerados colaboradores y traidores a su patria y, junto con las tropas de la coalición, también se convertirán en blancos de los ataques. Los acontecimientos de los últimos días han confirmado estos procesos fundamentales.

* La ira de los residentes de Fallujah se tornó aún más colérica el miércoles pasado cuando una patrulla estadounidense le disparó a un joven de 14 años, dejándolo muerto. También hirió a seis otros cuando confundió unos disparos de festejo que provenían de unas bodas. De acuerdo a uno de los habitantes locales, los soldados, creyendo que eran atacados, se salieron de sus Humvees y comenzaron a disparar sin tino en todas direcciones. La muerte del joven sucedió menos de una semana después de las manifestaciones en contra de la matanza de 10 policías de Fallujah y un guardia jordano a manos de los soldados estadounidenses en un incidente de “fuego amistoso”.

* El sábado por la mañana, una miembro del Concilio Gobernante de Irak, Aquila al Hashimi, fue emboscada poco después de salir de su casa en el oeste de Bagdad. Fue llevada al hospital con heridas graves en el vientre. Hashimi es la única miembro del Concilio que pertenecía al Partido Baatista y al régimen de Saddam Hussein. Este atentado es el primero contra un miembro del Concilio Gobernante.

* Tres soldados estadounidenses más fueron muertos en dos ataques diferentes el sábado. Dos soldados también murieron y 13 sufrieron heridas en un ataque con morteros contra el presidio de Abu Gharib, a 20 kilómetros de Bagdad. Otro soldado también fue muerto en Ramadi, en el oeste, a 110 kilómetros de Bagdad, cuando el vehículo en que viajaba explotó debido a un “dispositivo explosivo improvisado”. Estas muertes suben a 82 la cantidad de soldados que han perecido durante ataques guerrilleros a pesar que el 1ro. de mayo el presidente Bush anunció que las principales acciones de la guerra habían cesado.