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26 años desde el asesinato de Tom Henehan (1951-1977)

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El 16 de octubre hizo 26 años que el camarada Tom Henehan fue asesinado. Había sid miembro del comité político de la Liga Obrera, organización precursora del Partido Socialista por la Igualdad en los Estados Unidos.

La noche del 16 de octubre, 1977, Tom supervisaba una actividad auspiciada por la Juventud Socialista, movimiento juvenil del partido, en el Club Social Ponce en el sector Bushwick de Brooklyn, Nueva York. Dos hombres, luego identificados como Edwin Sequinot y Ángel Rodríguez, comenzaron un disturbio cerca de la entrada del club cuando agredieron a otro miembro de la Liga Obrera, Jacques Vielot. Al Tom socorrer a Vielot, un tercer asaltante, llamado Ángelo Torres, estaba a escondidas y le disparó cinco balazos. Era matón profesional. Fue entonces que Sequinot sacó un revólver y le disparó a Vielot, quien cayó gravemente herido.

Aún herido, Vielot llevó a Tom inmediatamente al Hospital de Wycoff Heights. Aunque sangraba a cántaros, Tom todavía estaba consciente. Sin embargo, fue abandonado en el cuarto de emergencias y no hubo ningún intento para operarlo. Tom entró en “shock” y murió aproximadamente una hora después de llegar al hospital. Tenía 26 años de edad.

La Jefatura de Policía de Nueva York dejó bien claro que no tenía ningún interés en investigar seriamente el delito o en arrestar a los perpetradores. Cuando a John Mohl, investigador de homicidios, se le preguntó que gestiones se hacían para arrestar a los asesinos, quienes habían sido identificados en el mismo lugar de atraco, éste le dijo a David North, secretario nacional de la Liga Obrera, que “Henehan no era más que un rojo. Su muerte sólo es de interés a otros rojos”.

El asesinato de Tom Henehan fue una agresión política cuyo objetivo fue intimidar a la Liga Obrera e impedir sus esfuerzos para formar una dirigencia socialista en la clase obrera estadounidense. La muerte de Tom ocurrió durante el momento en que el partido ganaba influencia significante entre los trabajadores municipales de Nueva York, los mineros del carbón en los estados de West Virginia y Kentucky y en otros sectores de trabajadores militantes.

Pronto después de la muerte de Tom, la Liga obrera y la Juventud Socialista comenzaron una campaña para exigir que sus asesinos fueran arrestados y encontrados culpables de su homicidio. La campaña recibió amplio apoyo de los trabajadores y juventud de todo el país, inclusive de miles que firmaron peticiones dirigidas a las oficinas del Fiscal de Brooklyn. Funcionarios de sindicatos que representaban a tres millones de trabajadores en Estados Unidos también respaldaron la campaña.

Durante casi tres años la Jefatura de Policía de Nueva York sostuvo que el asesino, Ángel Torres, había desaparecido y que era imposible encontrarlo. Bajo presión continua de la campaña de la Liga Obrera, la policía por fin arrestó a Torres el 15 de octubre, 1980, casi justamente tres años después del asesinato. Pronto se reveló que [Torres] había estado viviendo en su propio apartamento todo el tiempo y que no había hecho ningún esfuerzo por esconderse. Expedientes policiales mostraron, sin embargo, que anteriormente había sido arrestado y acusado de perpetrar delitos menores en junio, 1979, pero que había sido puesto en libertad a pesar de someterlo a una prueba de huellas digitales que habrían revelado la existencia de una orden judicial pendiente para arrestarlo por otro asesinato.

Varios meses después, en diciembre, 1980, luego de haber negado por mucho tiempo que otro hombre armado había participado en el atraco, la policía arrestó a Edwin Sequinot. En el verano de 1981, Sequinot y Torres fueron sometidos a juicio. El tribunal falló en contra y fueron y sentenciados a largos plazos de cárcel por ser cómplices en el asesinato de Tom Henehan y haber herido a Jacques Vielot. Torres todavía está en prisión; Sequinot recientemente fue puesto bajo libertad vigilada.

Con la muerte de Tom Henehan a tan temprana edad, la clase obrera sufrió una trágica pérdida. Inteligente, valiente, dinámico, incansable y compasivo son las palabras que mejor describen al joven Tom.

Nació el 16 de marzo, 1951, en Milwaukee, estado de Wisconsin. Cuando todavía era niño, su familia se mudó a Grand Rapids, estado de Michigan. Luego, cuando todavía era adolescente, la familia se mudó a Kalamazoo [mismo estado]. En 1969, ingresó a la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, donde se encontró con la Liga Obrera durante el cuarto año de estudios. En marzo, 1973, ingresó al partido y dedicó su vida a la educación política y liberación de la clase obrera.

Durante sus cuatro años en el partido, Tom jugó un papel estelar en la evolución del movimiento juvenil en los Estados Unidos y a nivel internacional. También estuvo muy activo en la expansión de la influencia de la Liga Obrera entre los mineros del carbón en los estados de Kentucky y West Virginia. Tom era idealista y carismático en el mejor sentido de la palabra. Dejaba impresionado a todo quien lo conocía y colaboraba con él. Era inolvidable.

El 19 de octubre, 1997, el Partido Socialista por la Igualdad celebró una reunión para conmemorar el 20 aniversario de la muerte de Tom Henehan. Abajo sigue la elegía que el secretario nacional del PSI, David North, presentó en esa reunión.

Los principios por los cuales Tom luchó quedan reivindicados

Me gustaría comenzar mis palabras recordando una memoria. Después de regresar del hospital donde Tom Henehan había muerto en la madrugada del 16 de octubre, 1977, llamé Paul, su hermano mayor, a quien le conté la noticia. Paul me dijo que se haría responsable de anunciárselo a la familia.

Pocas horas después, Paul me informó que el día siguiente, Mary Elise Henehan, madre de Tom, llegaría a Nueva York por avión. Recuerdo que esperaba la llegada de Mary Elise Henehan con ansiedad. Nunca nos habíamos conocido. ¿Qué—me pregunté a mí mismo—qué podría yo decirle a la madre de Tom que de alguna manera pudiera consolarla durante momento tan trágico? Pero cuando ella arribó en nuestras oficinas, antes de yo pronunciarle una palabra, me abrazó. Yo, que había estado pensando como a consolar a la madre de Tom, me encontré siendo consolado por Mary Elise.

Ninguno de nosotros, es decir, los que atravesamos por esos sucesos de octubre, 1977, puede olvidar la fortaleza y el apoyo que mary Elise Henehan nos ofreció durante lo que tiene que haber sido la peor semana de su vida. Fue entonces cuando me di cuenta que las cualidades extraordinarias de Tom Henehan se debían, no de pequeña manera, al hecho que era hijo de un ser humano extraordinario. Todos estamos orgullos de este extraordinarioa ser, Mary Elise Henehan, como también lo estamos de las hermanas de Tom, quienes hoy se encuentran presente en esta ocasión conmemorativa.

El 22 de octubre, 1977, durante la reunión conmemorativa que se celebró a pocos días del asesinato de Tom Henehan, nos hicimos la promesa que nunca lo olvidaríamos. Hoy, veinte años después, mantenemos nuestra promesa. El hecho que tantos de los que estuvieron presente durante la primera reunión conmemorativa también están presentes hoy—muchos luego de haber viajado miles de millas—es expresión conmovedora de la influencia perdurable que la personalidad de Tom tuvo sobre aquellos que lo conocían, que lo respetaban y que lo querían. Tantas facetas de su personalidad aún se imprimen vívidamente en nuestras memorias: su inteligencia, su determinación, su valentía, la compasión, la energía, el sentido de humor, y el regocijo por la vida.

Aún así, el objetivo de esta reunión no es solamente recordar el pasado y darle homenaje a un camarada caído. También estamos reafirmando, a medida que le rendimos homenaje en este, el 25 aniversario de su muerte, nuestro compromiso perdurable con los ideales y principios por los cuales vivió. Hoy tenemos mejor sentido de lo que él habría y podría haber logrado si no hubiera sido muerto. Hasta hoy día sentimos una pérdida que no tiene fin, pero ésta no ha sido ni desperdicio ni fútil. Los 26 años de vida de Tom fueron muy pocos, pero no les faltó propósito ni significado que perdura.

Si Tom no hubiese muerto en octubre, 1977, si hubiera tenido el privilegio de vivir otros 20 años, y si él estuviera todavía con nosotros, es cierto que habría presenciado y logrado más de lo posible durante sus 26 años. Pero el sendero fundamental de su vida habría procedido por el rumbo que escogió cuando decidió, durante la primavera de 19773, justamente en la víspera de su graduación de la Universidad de Columbia, ingresar a la Liga Obrera y consagrar su vida a la causa de la clase obrera y de la lucha por el socialismo internacional.

Tom fue, en el mejor sentido afirmativo de la palabra, un idealista. Creía apasionadamente en la justicia, en la igualdad, y en la solidaridad de la humanidad. Pero no se unió a Liga Obrera en un momento de exhuberancia juvenil precipitada e incauta.

Tom maduró en el ambiente de las convulsiones sociales y políticas de la década del 60 y a principios de la del 70. Fue radicalizado políticamente por la Guerra de Vietnam, las luchas violentas en las ciudades y la obvia incapacidad del reformismo liberal de ofrecer una solución viable a los dilemas de la pobreza y la represión en los Estados Unidos. Como muchos otros de su generación, llegó a la conclusión que la causa de los males sociales que azotaban a la sociedad estadounidense era el capitalismo.

CuandoTom se comunicó con la Liga Obrera por primera vez, ya había conocido muchas de las numerosas y activas tendencias políticas izquierdistas de la época: desde los vestigios de las facciones de los Estudiantes por una Sociedad Democrática luego de sus escisiones, a los maoístas del Partido Laborista Progresista, a los revisionistas del Partido Socialista de los Trabajadores y de la Liga Espartana. Pero ninguna de estas tendencias—que durante el transcurso de la década anterior habían conquistado el apoyo de miles de jóvenes estudiantes—se ganó a Tom.

¿Qué fue lo que atrajo a Tom a la Liga Obrera? Así como el carácter de una persona se expresa a través de la filosofía que adopta, el individuo revela, cuando escoge a un partido, las fuerzas, los ideales, los principios y los objetivos que lo impulsan desde los niveles más profundo de su ser intelectual y moral. Pero la relación entre el partido y los individuos que lo componen es muy compleja. Es verdad indudable que el individuo debe escoger el partido al cual desea ingresar. Pero en el sentido más amplio de la historia, es mucho más verídico decir que los mismos miembros de un partido—y sobretodo un partido marxista—son consecuencia de la selección histórica.

El movimiento revolucionario es gran pescador de hombres y mujeres. Busca a los que tienen la capacidad de vencer las misiones históricas más difíciles; que están listos a consagrarle a la causa socialista no sólo varios meses o años, sino décadas y hasta sus vidas enteras. Exige de sus miembros poderes intelectuales y una firmeza moral excepcionales. Los que buscan sólo soluciones superficiales a los problemas de este mundo escogerán aquel partido que no le exige mucho a sus cerebros, que ofrece soluciones fáciles y apaciguantes a cuestiones complejas, que se adapta a los prejuicios de moda de la opinión pública y al llamado sentido común, y que niega el compromiso profundo, la intensidad de la lucha y la labor intelectual necesarios para la transformación revolucionaria de la sociedad. Las organizaciones superficiales atraen a personas superficiales.

De todas las palabras que describirían a Tom, “superficial” sería la última que nos vendría a la mente. A Tom lo atrajo la Liga Obrera porque ésta se inquietaba por los problemas teóricos, porque estudiaba el marxismo como ciencia, y porque un profundo sentido histórico guiaba su programa y perspectiva. La decisión de Tom de ingresar a la Liga Obrera expresó pensamiento y propósito serios.

Aquellos de nosotros que, como Tom Henehan, ingresamos a la Liga Obrera a principios de la década del 70, lo hicimos porque era el único movimiento que había ubicado los problemas de la clase obrera en los Estados Unidos en el contexto más amplio de las experiencias históricas del movimiento socialista durante el Siglo XX. Explicaba que las soluciones perdurables a las grandes cuestiones políticas y sociales de la época no se iban a encontrar en insignias aparentemente radicales (pero en realidad frívolas, como “El poder sale del cañón de la pistola”) o en la actividad frenética. Más bien, la Liga Obrera insistía que la base fundamental de la práctica revolucionaria era asimilar las lecciones políticas y teóricas del patrimonio de la lucha monumental que León Trotsky y la Cuarta Internacional contra la traición estalinista de la Revolución de Octubre de 1917.

Durante la década del 70, muchos adversarios en la izquierda radical por lo regular ferozmente criticaban a la Liga Obrera de “sectaria”. Con este epíteto querían difamar las características políticas que más nos enorgullecían: nuestro afán por la dialéctica materialista, nuestro apasionado interés en la historia, y, como consecuencia directa, nuestra crítica irreconciliable hacia los partidos y las organizaciones que dominaban a los movimientos de masas de aquellos días. Nuestro partido rehusaba olvidar o perdonar los crímenes que la burocracia estalinista y sus cómplices habían perpetrado contra la clase obrera soviética e internacional. Nos diferenciábamos de los revisionistas porque rehusábamos pintar el estalinismo de progresista. No considerábamos al estalinismo una tendencia política extraviada a la que se le podía poner presión para empujarla hacia la izquierda; más bien, la considerábamos la expresión política de una burocracia contrarrevolucionaria que había que desenmascarar, desacreditar y destruir.

Nuestra actitud hacia la política del nacionalismo radical burgués también era inflexible. La Liga Obrera había sido fundada en 1966 a base de la lucha que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional había llevado contra el Partido Socialista de los Trabajadores (PST; Estados Unidos), que había capitulado a la política de Fidel Castro. Tal como el Comité Internacional correctamente advirtiera, la adaptación del PST al castrismo significaba el rechazo del papel revolucionario predominante de la clase obrera. No cabe duda que la victoria de Castro fue una vergüenza, un atraso, aunque temporario, para los Estados Unidos. Pero de ninguna manera ofreció una nueva forma de poder proletario, ni tampoco una estrategia viable para la revolución socialista. Ningún conjunto de fuerzas guerrilleras urbanas y rurales, dirigido por la pequeña-burguesía radical, podía conseguir el socialismo. Sostuvimos que el destino del socialismo dependía de la lucha política consciente de la clase obrera internacional—educada y dirigida por un partido marxista internacional—por el poder.

Estos no eran conceptos populares en el clima político de la década del 70. La burocracia soviética y sus partidos comunistas todavía disponían de vastos recursos y ejercían una influencia inmensa sobre millones de trabajadores. Los movimientos de “liberación nacional”—como se conocían en ese entonces—gozaban de enorme prestigio internacional. Con la ayuda económica de la Unión Soviética—que consideraba a estas organizaciones como medios para contrarrestar la influencia mundial de los Estados Unidos—la “lucha armada” que los nacionalistas radicales emprendían en el llamado Tercer Mundo ganaron admiradores y seguidores entusiastas en amplios sectores de los estudiantes, de los intelectuales y de otras capas de la clase media. La década del 70 fue el apogeo de los movimientos nacionales de liberación: el ERI, el MPLA, la OLP, los Sandinistas, el Farabundo Martí, Frelimo, y otros tantos.

Nuestra crítica de estos movimientos; los análisis que ofrecimos de los verdaderos intereses sociales que la política de los nacionalistas burgueses expresaba; y nuestras advertencias que estos movimientos eran incapaces de resolver los problemas relacionados al dominio imperialista, al atraso económico y a la opresión nacional frecuentemente se encontraban con hostilidad. “Ustedes los trotskistas”, nos decían con desprecio, “viven en el mundo de la teoría y siempre están criticando a los movimientos que dirigen las luchas verdaderas”.

Hubo tremenda presión para que nuestro movimiento se adaptara y amoldara a la política popular de la pequeña burguesía radical. Infortunadamente, una sección de nuestro movimiento internacional se doblegó ante la presión. Para mediados de la década del 70, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en Inglaterra comenzó a adoptar los mismos conceptos a que se había opuesto cuando anteriormente luchara contra el oportunismo del Partido Socialista de los Trabajadores. Y el hecho es que, durante la reunión conmemorativa que celebramos luego del asesinato de Tom en octubre, 1977, escuchamos—con una mezcla de sorpresa, alarma y consternación—a Mike Banda, secretario general del PRT, ¡transformar la elegía de Tom en un elogio desvergonzado de la Organización para la Liberación de Palestina! Alabando la política de Arafat, Banda declaró que los dirigentes de la OLP, al tratar de lograr una Palestina democrática y socialista, “no trataban buscar ni atajos ni la conveniencia pragmática...”

Durante los últimos veinte años, Arafat y la OLP han tratado de encontrar “atajos” y “conveniencias pragmáticas”. Y no sólo pocas. Creo que las visitas a la Casa Blanca, el viaje a Oslo para recibir el Premio Nobel de la Paz, e incontables reuniones secretas con varios primeros ministros israelís se pueden calificar de “conveniencia pragmática”, para no decir que son exactamente “atajos”. De todo modo, Arafat y la OLP ya hace tiempo que abandonaron el objetivo de una “Palestina democrática y secular” y en su lugar se han conformado con (como se reconoce en el lenguaje internacional diplomático) una “entidad” en la cual las masas palestinas viven en la pobreza total y sin derechos, oprimidos no solamente por el gobierno israelí, sino también por la policía de la llamada “Autoridad Palestina”. He recordado el discurso de Banda y hecho hincapié a la OLP para darles una idea como la historia ha completamente reivindicado los principios políticos y el programa por los cuales el Comité Internacional, la Liga Obrera y Tom Henehan lucharon.

Durante la fundación de la Cuarta Internacional, Trotsky grabó un discurso en el cual se refirió a las poderosas organizaciones de masas de la época—los partidos y sindicatos obreros bajo el control de los estalinistas y los socialdemócratas—y predijo que los sucesos históricos—”que ni piedras quedarán de estas organizaciones”—las dejaría en añicos. Durante los años que han transcurrido desde la muerte de Tom Henehan, esta predicción se ha convertido en hecho verídico. Una tras otra, estas organizaciones, que hasta hace poco parecían tan poderosas, se han despedazado. El régimen estalinista en la Unión Soviética implosionó. El régimen maoísta en China preside sobre un sistema de explotación económica bestial que se ha convertido en una de las piedras angulares de la producción capitalista mundializada. Fidel Castro, privado de las subvenciones soviéticas, pone el destino de la economía cubana en la promoción de un turismo que ha creado escualidez y corrupción modernas muy similares a las de la era de Batista.

Al examinar la vida de Tom Henehan, es necesario considerar la validez de la causa y de los principios por los cuales luchó. Escuchamos por todos lados que el socialismo yace muerto. Pera esto se basa en la falsa y cínica identificación del régimen estalinista de la Unión Soviética con el marxismo y el socialismo. La irreconciliable oposición del marxismo al estalinismo fue la premisa fundamental del programa político y la perspectiva de la Liga Obrera. Para Tom, la lucha por el socialismo obligatoriamente tenía que proceder a través de la batalla contra el estalinismo y la política de la burocracia soviética. El colapso de la Unión Soviética significó el fin, no del socialismo, sino del régimen reaccionario que utilizaba la fraseología marxista para traicionar y desacreditar el marxismo.

Por supuesto, no se puede negar que el estalinismo le ha dado golpes terribles a la causa del socialismo. Existe, inevitablemente, una diferencia entre nuestra crítica científica de las causas del estalinismo y la manera en que las amplias masas de la clase obrera actualmente comprenden la desaparición de la URSS. A las masas le tomará tiempo asimilar y comprender las complejas experiencias políticas del Siglo XX. Nadie puede predecir cuanto va a durar ese período de asimilación y re educación. Pero aunque la confusión política puede que por cierto período atrase la evolución del movimiento socialista, todavía existen contradicciones en la estructura misma del modo de producción capitalista, de las cuales el socialismo es expresión inevitable y, en el sentido histórico, imborrable.

Estas contradicciones encontrarán su expresión directa y posiblemente explosiva en el papel dominante de la empresa transnacional, en la integración mundial de la producción y en la mundialización del proceso de mano de obra del capitalismo. Como consecuencia directa del desarrollo del capitalismo internacional, los últimos veinte años han presenciado una vasta expansión del proletariado. Otro fenómeno de los últimos veinte años ha sido la extraordinaria polarización, en la sociedad capitalista, entre los fabulosamente ricos, que forman un porcentaje menor de la población, y las amplias masas de los pueblos, que viven, de cierto manera u otra, en la incertidumbre y la angustia. El proceso es muy lamentable, pero incontrolable dentro de los límites del capitalismo.

Las fuerzas productivas se expanden cada vez más y más, y la tecnología es más y más asombrosa. En la esfera de la ciencia, todo parece ser posible. Pero en la esfera social, sin embargo, lo rutinario parece haber atrapado a la humanidad. Si algo tiene que aprenderse del estudio científico de la historia, ello ha de ser que una situación así no puede durar mucho. Tarde o temprano las barreras al progreso tienen que estallar. Por debajo de los eventos superficiales, no obstante la confusión y la desorientación predominantes, poderosos procesos objetivos echan las bases para una nueva explosión de cataclismos revolucionarios.

La muerte de Tom Henehan fue una pérdida trágica para su familia, para sus camaradas, para sus amigos y para la causa del pueblo trabajador. Creo que puedo hablar en nombre de todos los que personalmente atravesamos por las experiencias de octubre, 1977, cuando digo que fueron los días más tristes de nuestras vidas. La sensación de haber perdido algo no sólo se sigue grabada con nosotros hasta hoy día, sino que es aún más profunda hoy. Luego de haber pasado por los cataclismos y convulsiones de los últimos veinte años y presenciado el impacto que han tenido sobre la sociedad, hoy podemos apreciar, con mayor comprensión, lo que perdimos cuando Tom murió.

Si los años y la experiencia nos han enseñado algo, es que la conciencia socialista en el proceso histórico moderno tiene un significado enorme. La guerra interminable que la burguesía ha desatado contra el marxismo por tantos lados es una expresión que reconoce el poder del pensamiento socialista y el peligro que su diseminación representa. Las condiciones objetivas proveen a la clase obrera con la posibilidad del socialismo, pero no la garantizan. Los fundadores de nuestro movimiento nunca sospecharon hasta que punto el destino del socialismo y, por lo tanto, de la humanidad, llegaría a depender de la expansión de los horizontes intelectuales de la clase obrera.

En este sentido, el socialismo no significa meramente la movilización de la clase obrera a base de un conjunto de exigencias económicas y políticas, sino también a base de un vasto movimiento cultural del proletariado. Pero este movimiento no puede crearse espontáneamente. Es solamente a través de los cuadros que la política y la cultura socialistas pueden introducírsele a la clase obrera. Los cuadros—hombres y mujeres cuyo objetivo principal de sus vidas es la lucha por el socialismo—son los portadores humanos de la única doctrina científica para la emancipación social universal. Lo que deploramos con la muerte de Tom Henehan no es que perdimos a un camarada y amigo, sino a un instrumento, valioso e irreemplazable, del esclarecimiento social y del progreso humano.

Al concluir, me gustaría dirigirme a la joven generación, la cual tiene mucho que aprender del ejemplo de Tom Henehan. No se puede culpar a la juventud por haber sido desvinculada del espíritu revolucionario que tanto abarcaba durante los tres primeros cuartos del siglo anterior, y de las grandes tradiciones intelectuales que inspiraron a las jóvenes generaciones de antaño que tanto se sacrificaron al participar de manera tan profunda en las luchas sociales. Más bien, la juventud de hoy es objetivo y víctima de las feroces agresiones contra el pensar social crítico. De formas incontables y con variaciones sin fin, los voceros oficiales de la opinión pública—en el gobierno, la prensa y sobretodo en las universidades—pregonan el mismo mensaje lúgubre: la aceptación ciega y la satisfacción. Proclaman que el dinero es el criterio de todo. La vida no tiene otro propósito que vivir lo más posible para acumular todo lo posible. La decisión más importante en la vida del individuo no es la causa por la cual ha de luchar, sino las inversiones por los fondos mutuos.

La historia muestra que cuando estos conceptos tan egoístas y triviales dominan a la sociedad, ésta va en decadencia y camino a la desaparición. Los jóvenes tienen que liberarse a sí mismos, intelectual y prácticamente, de este ambiente tan podrido. Tienen que pensar en el futuro y asumir responsabilidad por él. Tienen que preguntarse por qué están vivos y para qué. Tom Henehan se hizo estas preguntas, y actuó con seriedad y pasión sobre las respuestas que encontró. Y al hacerlo, vivió la vida con significado perduradero.

En el clima cínico que prevalece hoy día, no cabe duda que existe gente que cree que morir tan joven, a tan temprana edad, no es más que una calamidad personal y que ninguna causa merece semejante sacrificio. La misma gente poco piensa en que su propia comodidad maravillosa, que valoriza más que todo lo demás, depende de una estructura económica en la cual millones incontables son condenados a la privación y a la muerte temprana. Todos deseamos que Tom estuviera vivo. Pero a la vida hay que medirla no por la longevidad y otros criterios superficiales y convencionales del éxito personal, sino por lo que ha contribuido a la mejoría de la condición humana. El hecho que a Tom lo recuerden tantas personas, que todavía es fuente de inspiración para gente que proviene de todo el mundo, es el verdadero criterio que le da valor de su vida.

Se ha dicho que la juventud es la mejor época en la vida de una persona, cuando los ideales dominan. Si la persona no tiene ideales cuando joven, entonces nunca los tendrá y su vida nunca llegará a nada. A esa gente hay que tenerle pena, pues se han condenado a sí mismos, conscientes de ello o no, a vidas que no significan nada.

Pero hay otro elemento en este concepto de lo que significa ser joven. Es la relación entre la juventud y lo que queda de la vida. La calidad moral de la vida de un individuo se determina mejor si fijamos hasta que punto ha sido leal a los ideales de su juventud. Es una prueba difícil, no sólo para individuos, sino también para los partidos políticos.

Tom Henehan formó parte de la juventud de este partido. Fue ejemplo de los ideales que le dieron ímpetu al partido en su juventud. Durante los últimos veinte años, nuestro partido ha atravesado por muchas experiencias, inclusive la amarga escisión política que nos separó para siempre del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Hemos aprendido y madurado mucho. Transformamos a la Liga Obrera en el Partido Socialista por la Igualdad. Pero durante todas estas experiencias, y en medio de los cataclismos que han puesto al mundo al revés, hemos permanecido leales a los principios revolucionarios que una vez le sirvieron a Tom de inspiración y le encendieron la imaginación.

La flexibilidad de este partido, su compromiso firme con los principios de su fundación, y la confianza que tiene en el futuro provienen, a fin de cuentas, de la fortaleza de su perspectiva histórica y el conocimiento de las contradicciones insolubles del sistema capitalista mundial. El capitalismo es solamente una etapa en la evolución histórica de la humanidad; el mercado no es la expresión final y más elevada del genio humano. La labor humana, de la cual el capital proviene, todavía es la esencia del hombre. Y el movimiento de la historia, a pesar de todas sus complejidades y tragedias, inexorablemente nos dirige hacia el socialismo.

Los años que han transcurrido desde la muerte de Tom han sido, para nuestro partido en el interior y el exterior de los Estados Unidos, así como también para nuestras secciones internacionales, un período de desarrollo político e intelectual. Pero a pesar de todos los cambios necesarios en nuestra práctica diaria, Tom Henehan, si estuviera vivo hoy, todavía reconocería a su partido en este movimiento. Su labor perdura en nuestro movimiento. Esa es la razón por la cual el Partido Socialista por la Igualdad y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional pueden celebrar este aniversario y elogiar la memoria de Tom sin el menor vestigio de inquietud. Este es el partido del marxismo verdadero y del socialismo revolucionario, y llamamos a la juventud a que tomen un paso adelante y nos ayude a formar el movimiento que le pondrá fin a toda forma de injusticia y explotación.