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Conferencias celebran el 50 Aniversario de la fundación del Comité Internacional de la Cuarta Internacional

Los principios básicos de su fundación han sido confirmados

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El 16 de noviembre de 1953, el Socialist Workers Party (SWP: Partido Socialista de los Trabajadores) de Estados Unidos lanzó una Carta Abierta, la cual fue un llamado a todos los trotskistas ortodoxos del mundo a unirse a la lucha contra la tendencia revisionista dirigida por Michel Pablo, en esa época Secretario de la Cuarta Internacional. La Carta Abierta, escrita por James P. Cannon, resultó en la fundación del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI).

Las secciones alemana y británica del CICI— el Partei für Soziale Glichheit y el Socialist Equality Party [Partido(s) Socialista(s) por la Igualdad )—llevaron a cabo conferencias en Frankfurt y en Londres el 23 y 30 de noviembre, respectivamente, para conmemorar este evento y repasar el significado de estos últimos 50 años de labor política. Los oradores de ambas conferencias fueron Peter Schwarz, Secretario del CICI y Chris Marsden, Secretario Nacional del SEP en Gran Bretaña.

Abajo publicamos la contribución de Peter Schwarz.

Se necesita un nuevo partido obrero

El acontecimiento que hoy celebramos es la fundación del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, la cual tuvo lugar hace 50 años. No obstante, el significado de ese acontecimiento es de suma importancia para hoy día. La situación mundial de hoy se define por una profunda crisis política. En oposición a la opinión de un apologista del imperialismo estadounidense, quien mantuvo en el principio de la década del 90 que el colapso de la Unión Soviética señalaba "el fin de la historia", la disolución de la Unión Soviética sacó a la luz todos los conflictos y contradicciones del sistema capitalista que habían sido ‘congelados' durante el período de la Guerra Fría.

Hoy día el epicentro de la crisis es Estados Unidos. El país que se consideraba centro de la estabilidad internacional después de la Segunda Guerra Mundial ha pasado a ser el factor más desestabilizador en todo el mundo. Para resolver su propia crisis, el imperialismo estadounidense se siente propulsado a reorganizar el mundo entero según sus propios intereses y de acuerdo a su propia imagen. Al embarcarse por este rumbo, está destruyendo todas las estructuras que en el pasado sirvieron para templar las contradicciones políticas y sociales a nivel nacional e internacional.

Para la década del 80, con la presidencia de Ronald Reagan al mando, la sociedad estadounidense presenció una polarización que se intensificó aún más con la prosperidad de la bolsa de valores durante la década de los 90. Este proceso formó las bases para la redistribución de la riqueza social a manos de un pequeño grupo gobernante. Al mismo tiempo, ciertas formas básicas de la seguridad social fueron destruidas. Resultado: La polarización actual de la sociedad norteamericana no tiene paralelo en la historia. El cuarenta por ciento de la riqueza nacional se concentra en manos del 1% de la población, lo cual es el doble de los 30 años previos. Hoy día, el típico jefe de una corporación norteamericana gana 475 veces el salario promedio de un trabajador.

Estas diferencias tan dramáticas son incompatibles con las relaciones democráticas. El ascenso de una camarilla derechista y casi criminal a los más altos niveles del poder es consecuencia directa de esta polarización social. George W. Bush se basa en los elementos más derechistas y agresivos de esta capa privilegiada de Estados Unidos, quienes disfrutan de los vínculos más íntimos con la derecha cristiana y las fuerzas abiertamente fascistas. Pero entre los Demócratas no se puede encontrar la más mínima oposición seria a esta política. Apoyaron la farsa del juicio político contra Clinton y aceptaron el robo de las últimas elecciones [presidenciales]. Le han concedido a Bush una carta blanca para que lleve a cabo su guerra contra Irak y votaron a favor de todas las medidas para asegurar la ocupación de ese país. Los Demócratas y los Republicanos ambos se arraigan en la misma oligarquía que controla la economía. A medida que las contradicciones entre esta privilegiada oligarquía y las amplias masas intensifican, los Demócratas cada vez más son menos capaces de entablar una oposición seria..

Estados Unidos inexorablemente se dirige hacia un enfrentamiento revolucionario, de paso hundiendo al mundo en el caos y en las contradicciones sociales que se han intensificado enormemente. No hay región del mundo que se escape de este proceso. Todos los países de mundo, de una manera u otra, exhiben esta creciente polarización social.

La antigua Unión Soviética, que en cierta época gozaba de cierta estabilidad relativa, se encuentra entre las sociedades de mayor desigualdad del mundo. Las masas de la población han sido sumidas en la pobreza y en la desesperación al mismo tiempo que 17 individuos se han convertido en billonarios. Un proceso similar está en juego en Europa Oriental, donde las masas preponderantes de la población han sido reducidas a un nivel de subsistencia sin esperanzas a la vez que una pequeña capa, con orígenes en la nomenclatura anterior o en el hampa, ha batallado hasta llegar a la cumbre. El capital financiero sistemáticamente empobrece a las regiones más pobres del mundo en África, Asia y Latinoamérica. Cientos de millones han sido condenados a una vida de hambre, sin agua y sin atención médica. Numerosas víctimas de esas condiciones arriesgan sus vidas todos los días al cruzar las fronteras de los países industrializados con esperanzas de encontrar algún tipo de trabajo ilegal que, a fin de cuentas, termina por esclavizarlos. En Europa Occidental, los gobiernos se han empecinado en lograr —en pocos meses— lo que no pudieron durante la década del 80: la destrucción total del bienestar social. Toda base objetiva para la política basada en la armonía social y los convenios ha dejado de existir.

La guerra contra Irak significa una nueva etapa en la crisis del capitalismo. Para apoderarse de los pozos petrolíferos de Irak—por la fuerza si es necesario—y de la región del Golfo Pérsico, que tan importante es desde el punto de vista estratégico, el gobierno de Estados Unidos violó el derecho internacional; hizo caso omiso a las instituciones internacionales que había establecido con sus propios esfuerzos; y terminó por desacreditarse totalmente a sí mismo con las mentiras más flagrantes.

A pesar de su superioridad militar abrumadora, Estados Unidos no puede ganar esta guerra. La resistencia a la ocupación militar cada día aumenta más. Estados Unidos tampoco puede irse en retaguardia sin perder toda credibilidad y arriesgar una explosión revolucionaria en su propio interior. Ha reaccionado a este dilema como si fuera un niño que hace una pataleta y opta por "quemar la tierra"; política que más y más se enfoca no sólo sobre el pueblo iraquí, sino también sobre los países vecinos y hasta sobre sus propios aliados. En este respecto, la guerra de Irak no es más que el principio de guerras imperialistas más sangrientas. En estas circunstancias, incontables personas de todo el mundo han llegado a comprender que sus más elementales intereses son incompatibles con la sociedad tal como existe. Los partidos políticos y los sindicatos, por los cuales votaron y a los que en el pasado le brindaron su apoyo, han terminado en ruinas.

En Alemania, el Partido Socialdemócrata (SDP: siglas del alemán) dominante y el Partido Verde, los cuales accedieron al poder hace cinco años, se han virado a la derecha de tal manera como para quitar el aliento. En comparación a la "Agenda 2010" actual del Canciller Schröder, la política social de su predecesor, el conservador Hemult Kohl, parece afirmativamente progresista. Al momento, la oposición al SDP se expresa con la pérdida de militantes y votos electorales. Desde principios de la década del 90, 300,000 miembros se han esfumado de sus filas. Y las pérdidas siguen aumentando. El año pasado 26.000 abandonaron el partido y esta año 30.000 se han ido. Estos datos no incluyen la pérdida de los 7.000 miembros que han fallecido. Y las encuestas de opinión pública indican que las pérdidas del SPD serán peores. Por primera vez en las elecciones de un estado de Alemania Occidental, el PSD recibió menos del 20% del voto, según una encuesta reciente en Bavaria. En las elecciones locales más recientes del estado de Brandemburgo, sólo uno de cada diez miembros del electorado votó por el SPD.

La Socialdemocracia en otros países europeos también atraviesa por procesos similares. El New Labor Party [Nuevo Partido Laborista] de Tony Blair es partido sólo en nombre. En Francia, los partidos tradicionales de izquierda han sido incapaces de aprovecharse de que el gobierno derechista ha perdido apoyo con una rapidez galopante.

Pero el aumento de la influencia de los partidos conservadores y ultra derechistas, evidente en recientes encuestas de opinión y en elecciones, no significa que el pueblo en general se ha virado a la derecha. Esto se debe ante todo al deterioro de los viejos partidos obreros reformistas. Esto no significa, sin embargo, que las fuerzas de la derecha no presentan una amenaza. Tenemos el ejemplo del gobierno de Bush, que tampoco goza de amplia popularidad.

Ahora la misión política de mayor importancia es el establecimiento de un nuevo partido que represente los intereses del pueblo trabajador, capaz de articular sus inquietudes. El futuro de la humanidad depende de que esta misión se cumpla.

Durante las últimas semanas y meses, han aparecido claras indicaciones de una creciente oposición al capitalismo mundial, la cual se expresó con las enormes manifestaciones que tuvieron lugar contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) y varias reuniones de jefes de estado. El 15 de febrero del presente, la mayor manifestación internacional contra la guerra de toda la historia tuvo lugar. Las manifestaciones en contra de las medidas para desmantelar los programas de bienestar social también aumentan. El 1º de noviembre, 100.000 personas se congregaron en Berlín para protestar y manifestarse en contra de la "Agenda 2010" del gobierno. Esta cifra fue mucho mayor que la que los organizadores de la manifestación esperaban; manifestación boicoteada por los sindicatos obreros principales.

Las manifestaciones sociales y políticas aumentan más cada día más; anuncian la llegada de un gran movimiento social. Pero este movimiento no puede espontáneamente formular una estrategia política que le facilite a la clase obrera apoderarse de su propio destino. Este es el significado de los 50 años de historia del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

Durante medio siglo, bajo las condiciones más difíciles, el Comité Internacional ha defendido el programa y los principios del marxismo revolucionario. Ha resistido toda embestida para sacrificar los intereses de largo alcance de la clase obrera en el altar del oportunismo político. El Programa de la Cuarta Internacional coincide ahora con un nuevo cambio revolucionario de la clase obrera y forma la base para dirigirlo a la victoria. No es posible establecer un nuevo partido de los trabajadores sin comprender la razón por qué todos los antiguos partidos han fracasado y aprender las lecciones que las experiencias políticas del siglo XX nos enseñan. En este respecto, el CICI representa una experiencia única; su historia es la expresión concentrada de las lecciones del siglo XX.

La lucha contra el Pablismo

El CICI se fundó en 1953 para defender el programa de la Cuarta Internacional contra el Pablismo, tendencia liquidacionista dirigida en esos tiempos por Michel Pablo y luego por Ernest Mandel. Pero, ¿qué era lo que estaba en juego en 1953?

León Trotsky analizó la trayectoria de las derrotas sufridas por la clase obrera internacional al final de la década del 20 y durante la de los 30; todas consecuencias de la política falsa y crecientemente contrarrevolucionaria de la dirigencia estalinista de la Comunista Internacional. Desde la formación de la Oposición Izquierdista en 1923, Trotsky luchó contra el avance de la burocracia estalinista, sometiendo el programa nacionalista de ésta y a sus zigzag tácticos a una implacable crítica. En oposición al concepto de Stalin— el "socialismo en un solo país"—siempre insistió en el carácter internacional de la revolución socialista.

En China, Trotsky se opuso a la subordinación del Partido Comunista al Kuomintang burgués. Su lógica fue confirmada en 1927, pero de manera trágica, cuando el Kuomintang organizó la masacre de los comunistas de Shanghai. En Alemania, Trotsky planteó un Frente Único de comunistas y socialdemócratas para oponerse a los nazis. Advirtió que la política de Stalin y Thaëlman resultaría en consecuencias desastrosas, pues habían catalogado a la socialdemocracia como gemela del fascismo, dividiendo así a la clase obrera y abriéndole el camino a Hitler para que tomara el poder. En Francia y España, se opuso a la política del Frente Popular, la cual amarró a la clase obrera a su propia "burguesía democrática", paralizó al movimiento de los trabajadores y permitió su derrota.

En 1933, luego de la derrota de la clase obrera alemana y el fracaso de la Internacional Comunista en conducir todo debate serio acerca de lo sucedido, Trotsky concluyó que la Tercera Internacional, para todo fin revolucionario, estaba en su lecho de muerte y que era necesario establecer una Cuarta Internacional, la cual por fin se fundó en París en 1938.

El programa de su fundación declara: "Dos factores determinan la orientación de las masas: primero, las condiciones objetivas del capitalismo en decadencia; y segundo, la política traicionera de las viejas organizaciones obreras. Solo la Cuarta Internacional puede resolver la crisis del liderazgo del proletario, que es la crisis de la cultura humana."

Otra sección declara: "La Cuarta Internacional declara guerra implacable contra las burocracias de la Segunda y la Tercera Internacional, así como también contra las Internacionales de Amsterdam y la Anarcosindicalista, y a sus satélites centristas... Todas estas organizaciones no son promesas para el futuro; son vestigios decadentes del pasado".

Los pablistas abandonaron este concepto al principio de los años del 50. Promovieron

una idea completamente diferente al concepto de la revolución social. Dejaron de considerar que la revolución social sería consecuencia de la lucha de la Cuarta Internacional por la independencia política de la clase obrera. Más bien la consideraban como producto de las actividades de los burócratas estalinistas, de los nacionalistas pequeño-burgueses y de otras fuerzas sociales que, bajo la presión de los acontecimientos, se movían hacia la izquierda. Según la idea, la misión de la Cuarta Internacional ya no consistía en luchar por la conciencia socialista en la clase obrera y en la promoción de la estrategia y las tácticas políticas para capacitar a los trabajadores a ejercer su responsabilidad revolucionaria. Los pablistas más bien se definieron a sí mismos como buscadores de tendencias "revolucionarias" dentro de las burocracias estalinistas a las cuales les darían su apoyo. Pero no fue más que una fórmula para liquidar a la Cuarta Internacional.

Los pablistas revisaron el análisis de Trotsky que la burocracia estalinista era contrarrevolucionaria e insistieron que ésta todavía podía jugar un papel progresista. No fue nada sorprendente que reaccionaron de manera superficial e impresionista a los acontecimientos políticos que se dieron luego de la Segunda Guerra Mundial.

Movimientos revolucionarios de la clase obrera surgieron al fin de la guerra, pero fueron traicionados o directamente suprimidos por la burocracia estalinista. Con este fin los partidos comunistas de Italia y Francia ingresaron en los gobiernos burgueses. En la Europa Oriental, que la Unión Soviética había ocupado, aplastaron todo movimiento popular independiente. Pero después de 1948, la burocracia estalinista se vio obligada a reaccionar a la política agresiva de Estados Unidos durante la Guerra Fría. Tomó medidas anticapitalistas en los países de Europa Oriental, donde la industria pesada y el sistema bancario, para no decir el transporte y los medios de comunicación, fueron parcial o totalmente nacionalizados.

Basándose en estos sucesos, Pablo concluyó que las presiones podían obligar al estalinismo a desempeñar un papel revolucionario. Pero al llegar a semejante conclusión, ignoró un hecho incontrovertible: las nacionalizaciones, cuyo objetivo principal era mantener la posición de la burocracia misma, se habían llevado a cabo sin la participación de la clase obrera. Pablo también optó por ignorar que el estalinismo seguía en su papel contrarrevolucionario a nivel mundial y bestialmente suprimió todo movimiento independiente de la clase obrera, tal como sucedió cuando aplastó al levantamiento de los trabajadores en Junio 17, 1953, en Alemania Oriental y a la rebelión popular en húngara de 1956.

Según Pablo, ya no era la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado (en el cual el estalinismo funcionaba como agencia de la burguesía) lo que determinaba la realidad social, sino que— como él mismo escribiera en sus propias palabras— "la realidad social objetiva" consistía del "régimen capitalista" y del "mundo estalinista".

Hasta llegó a decir que el socialismo se lograría luego de "siglos de estados obreros deformados" muy similares a los que se habían desarrollado en Europa Oriental. De acuerdo a esta teoría, ya no había necesidad de establecer secciones de la Cuarta Internacional. Las organizaciones en existencia podían funcionar como asesoras de los partidos estalinistas o disolverse completamente dentro de la maquinaria estalinista. Pablo adoptó una postura similar en relación a los movimientos nacionalistas en las colonias que jugaban el papel de dirigentes en la lucha antiimperialistas. Aunque Trotsky había enfatizado que en aquellos países la clase obrera debía organizarse independientemente de la burguesía nacional y rechazar toda confianza en ella, Pablo abogaba por la completa liquidación en los movimientos nacionales. Eventualmente fue a parar en Argelia donde se convirtió en ministro del gobierno de Ben Bella y asumió la responsabilidad de apoyar y auspiciar los movimientos nacionales en toda África, colaborando así íntimamente con la burocracia de Moscú.

Pesimismo hacia la clase obrera

Si procedemos superficialmente, la línea de los pablistas 1953 parece más "práctica", más "realista" y "optimista" que la del Comité Internacional, el cual insistía que el establecimiento de la sociedad socialista sólo era posible bajo la dirección de la clase obrera y que, además, dependía de la formación de las secciones del CICI. Pero en realidad, el contenido de la línea que los pablistas adoptaron era un profundo pesimismo en el potencial revolucionario de la clase obrera.

Quiero analizar esta cuestión con más detalle porque líneas similares han jugado un importante papel en la evolución de numerosos movimientos políticos, sobretodo en Alemania. De ninguna manera eran las opiniones de Pablo y Mandel aisladas; más bien éstos reaccionaban a tendencias ideológicas más amplias. Después de la Segunda Guerra Mundial hubo numerosas tendencias que expresaron dudas acerca del potencial revolucionario de la clase obrera. Trataron de encontrar las razones para las derrotas de los años de 1920 y 1930 no en las falsas trayectorias políticas de los dirigentes estalinistas y socialdemócratas, sino en el carácter social de la misma clase obrera.

Analizaron varios eventos y llegaron a la conclusión general que la clase obrera, por naturaleza, era incapaz de desempeñar un papel revolucionario: las víctimas y la ruina causada por la Segunda Guerra Mundial; la destrucción de toda una generación revolucionaria a manos del estalinismo; la estrangulación de luchas revolucionarias por la burocracia estalinista; y, por fin, la estabilización político-económica y la fuerza aparente de los partidos estalinistas y socialdemócratas al comenzar la época de los 50.

Un documento escrito durante los últimos años de la guerra y publicado por primera vez en 1947—seis años antes de la escisión en la Cuarta Internacional— es típico de esta perspectiva. El texto es explícito: "La impotencia de los trabajadores no es simplemente una estratagema de la clase gobernante, sino consecuencia lógica de la sociedad industrial".

Esta tesis—que la impotencia de la clase obrera es consecuencia lógica de la sociedad industrial—se desarrolla extensamente y se repite de varias maneras. Por ejemplo:

"Mientras más complicada y precisa la maquinaria social, económica, y científica con la cual el sistema de producción se ha armonizado, menos prácticas las experiencias que puede ofrecer". De esta manera, "la experiencia de las naciones" más o menos se parece a la de los anfibios".

Más adelante, el texto se refiere a "que las masas que han sido educadas acerca de la tecnología están enigmáticamente dispuestas a postrarse ante cualquier despotismo" y que tienen una "afinidad auto-destructiva hacia la paranoia popular". Es decir, la clase obrera es una muchedumbre sin voluntad propia y víctima indefensa de toda demagogia derechista.

Estas oraciones pueden encontrarse en el libro, Dialéctica de la ilustración, de Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, obra clave de la "Escuela de Frankfurt", que hasta ahora ha tenido una prolongada influencia sobre la vida intelectual alemana e internacional. El movimiento estudiantil de 1968 y el Partido Verde fueron, como ya sabemos, influenciados considerablemente por esta escuela de pensamiento.

Horkheimer y Adorno se consideraban críticos izquierdistas del capitalismo. Muchos los llegaron a considerar, erróneamente, marxistas. Sin embargo, ambos rechazaron contundentemente la perspectiva marxista que el papel revolucionario de la clase obrera se basa en su posición objetiva dentro de la sociedad capitalista. Y llegaron a afirmar que la evolución del capitalismo y de sus contradicciones funcionaron cada vez más para paralizar a la clase obrera y rendirla incapaz de acción revolucionaria. Presentaron a la clase capitalista gobernante como todopoderosa y dispuesta a explotar, manipular y engañar a los trabajadores según le diera la gana.

Escriben lo siguiente: "Los gobernados aceptan como necesidad indudable la trayectoria de cierto desarrollo: que con cada aumento en el estándar de vida más indefensos quedan. Y cuando el estándar de vida de los que todavía permanecen empleados para servir a las máquinas puede ser garantizado —es decir, con una porción mínima de las horas laborales a la disposición de los gobernantes de la sociedad—la población sobrante, que es la mayoría, se ve obligada a convertirse en otro batallón, en elemento adicional de los grandes planes del sistema, no sólo en el presente, sino en el futuro. Las masas entonces se convierten en el ejército de desempleados. Para ellos, ser reducidos a meros objetos de la vida administrada, lo cual preforma todo sector de la vida moderna, incluyendo los idiomas y la percepción, representa la necesidad objetiva, contra la cual piensan que no pueden hacer nada".

En este cuadro la clase obrera no juega ningún papel como sujeto revolucionario. La única escapatoria que ofrece este círculo vicioso de Horkheimer y Adorno es el "pensamiento crítico" (es decir, la crítica de la sociedad por intelectuales como ellos).

Pablo y Mandel no cubrieron la distancia de Horkheimer y Adorno, pero es evidente que al virarse hacia la burocracia estalinista, que presentaban como que tenía el potencial de llevar a cabo la revolución, fueron enormemente influenciados por las ideas que los fundadores de la Escuela de Frankfurt habían articulado de manera tan clara. Compartían con estos últimos un profundo pesimismo acerca de la naturaleza revolucionaria de la clase obrera, la cual consideraban simplemente un objeto de la historia, no sujeto de ella.

La relación de fuerzas entre el oportunismo y el marxismo

Las ideas que los pablistas adoptaron tuvieron consecuencias prácticas. Su adaptación al estalinismo y al nacionalismo pequeño-burgués en nombre de la Cuarta Internacional sirvió para apartar a los trabajadores que, con la perspectiva revolucionaria del marxismo, habían entrado en conflicto con las maquinarias burocráticas. Al mismo tiempo los pablistas hicieron todo lo que su autoridad les permitía, inclusive provocaciones y malas jugadas, para aislar a la Cuarta Internacional.

En Sri Lanka, el Partido Lanka Sama Samaja (LSSP), a quienes los pablistas brindaron su apoyo político, entró a un gobierno burgués de coalición, y así capituló al chauvinismo singalés, cimentando así las bases de la sangrienta guerra civil que continúa hasta hoy día. En América Latina miles de jóvenes perdieron sus vidas al obedecer el llamado de los pablistas a integrarse al guerrillerismo. Desde sus bases selváticas, estos luchadores se apartaron de la clase obrera de las ciudades y se convirtieron en presas de los militares y de los escuadrones de la muerte organizados por el estado.

Pero a fin de cuentas, los pablistas pudieron aislar al Comité Internacional sólo porque la situación política era favorable. El hecho que las maquinarias estalinista, reformistas y sindicalistas El dominio de la clase obrera por los estalinistas, los reformistas y las burocracias sindicalistas, junto con el dominio de las masas coloniales por los movimientos nacionalistas, crearon grandes dificultades para el desarrollo de un movimiento independiente de la clase obrera.

Fue en estas circunstancias que el pablismo también tuvo sus repercusiones dentro del Comité Internacional. En 1963, el Socialist Workers Party (SWP: Partido Socialista de los Trabajadores) de Estados Unidos capituló y se reintegró a los pablistas para formar el Secretariado Unificado. En 1971, la Organization Comuniste Internacionaliste de Francia (OCI ) rompió relaciones con el Comité Internacional para luego convertirse en columna de apoyo al Partido Socialista de Francois Miterrand. En los años del 1990, muchos de los cargos más importantes del Partido Socialista—inclusive el de Primer Ministro de Francia—fueron desempeñados, durante un largo período, por ex cuadros de la OCI. Finalmente, durante los años del 1970, el Workers Revolutionary Party [WRP: Partido Revolucionario de los Trabajadores] de Gran Bretaña, cada vez más se encontraba en dirección hacia las perspectivas pablistas.

La escisión con el WRP en 1985-86 significó un cambio en la relación de fuerzas entre el oportunismo pablista y el marxismo revolucionario del Comité Internacional. Esta ruptura a su vez anticipó el colapso de la maquinaria burocrática más poderosa ante la cual el pablismo se había postrado: la burocracia estalinista del Kremlin. Desde ese entonces, los pablistas se han desintegrado o, como en el caso de Brasil, Italia y Francia, están en el proceso de integrarse por completo en la política burguesa. Por otra parte, el CICI y su revista del internet, el World Socialist Web Site [Página de la Red Socialista Mundial], han logrado mayor influencia y se han destacado como la verdadera voz del marxismo.

Esta transformación en la relación de fuerzas se arraiga en procesos objetivos. Los gobiernos burocráticos y las formaciones pequeño-burguesas hacia las cuales el pablismo se orientó han sido destruidos por la polarización que ha sucedido en la sociedad capitalista. Ya no existe la neutralidad entre, por una parte, la reacción burguesa (personificada por el gobierno de Bush en Estados Unidos) y todos los partidos establecidos del mundo, que cada vez más siguen la dirección de Bush, y, por otra, la revolución proletaria internacional que el CICI representa.

La hoja de balance del Pablismo

Cincuenta años después de la publicación de la Carta Abierta, es posible hacer un balance del pablismo. ¿Qué ha sucedido con los "cientos de siglos de estados obreros deformados" de Pablo?

Durante cuarenta años, el Secretariado Unificado Pablista escrupulosamente ha investigado a la burocracia estalinista en búsqueda de corrientes izquierdistas y revolucionarias y siempre encuentra nuevas. Uno sus últimos libros de Mandel, que ardorosamente alaba al dirigente soviético Mijail Gorvachev, fue dedicado a Boris Yeltsin. Apenas se había secado la tinta cuando el verdadero significado de la política de Gorvachev se hizo evidente para todo el mundo: la liquidación de la Unión Soviética, que confirmara las predicciones de Trotsky acerca de la Unión Soviética. Durante la década del 1930, había advertido que la clase obrera tenía que derrocar a la burocracia estalinista o la burocracia terminaría por destruir todas las conquistas de la Revolución de Octubre y restauraría el capitalismo. La clase obrera soviética e internacional ha pagado—y continuará pagando—un precio horrible por esta derrota.

¿Y cuál ha sido el destino de los movimientos nacionales que Pablo y Mandel elogiaron tanto?

Todos sin excepción han buscado las paces con el imperialismo. Ni uno sólo ha podido lograr la menor independencia del imperialismo. En los países donde alcanzaron el poder, han establecido zonas de libre comercio y han abierto sus fronteras a las empresas imperialistas para que éstas exploten a sus propias clases obreras, como es el caso de China, Vietnam, Sudáfrica, Nicaragua. La lista podría continuar indefinidamente. En todos los países donde los movimientos nacionalistas permanecen suprimidos, éstos cortejan el favor de Estados Unidos con las esperanzas de ser recibidos sobre el césped de la Casa Blanca como lo fue Yasser Arafat, pero, tal como muestra el propio destino de Arafat, las esperanzas para lograr el éxito son cada vez más efímeras.

El ejemplo más patético de esta práctica es Abdulah Öcalan, dirigente Partido Obrero Kurdo. Aunque está bajo custodia en las circunstancias más degradantes, continúa ofreciendo sus servicios a la burguesía turca e internacional como garante del orden en el Oriente Medio. Otro ejemplo es el Movimiento de Liberación de los Tigres Tamiles en Sri Lanka, el cual se esmera en negociar un arreglo, que les permita compartir el poder con Singala, cuyo propósito es abrir el norte y el este de la isla a las compañías transnacionales.

Las perspectivas por las cuales Trotsky luchó y el Comité Internacional lucharon han sido vindicadas: la liberación contra la opresión nacional sólo es posible como consecuencia de la revolución proletaria. Las medidas democráticas que todavía están por completarse sólo pueden resolverse bajo la dirección de la clase obrera. Durante toda una época, la subordinación de la clase obrera al nacionalismo burgués, alentado por los pablistas, ha servido de muralla a esta solución.

La política fracasada de las organizaciones pablistas no significa éstas simplemente desaparecerán del mapa. Tal como el colapso de los viejos partidos burocráticos han mostrado, la burguesía depende cada vez más considera que los ámbitos revisionistas pueden ofrecer nuevos reclutas que luego se convertirán en su personal gobernante.

Ya hemos presenciado la manera en que la generación de las manifestaciones del 1968—cuya influencia fueron Adorno y Horkheimer—han asumido puestos importantes en sus gobiernos. Sería demasiado simplista insistir que las ideas de la escuela de Frankfort fueron responsables por la carrera de Joschka Fischer. No obstante, una lógica política común une a este luchador de las calles al ministro de relaciones exteriores de Alemania. La política del luchador de las calles, quien sustituye a la educación de la clase obrera con enfrentamientos con la policía, tiene el mismo desprecio hacia la clase obrera que hoy define al ministro de relaciones exteriores actual; desprecio cuyas bases teóricas se arraigan en Adorno y Horkheimer.

La integración a los gobiernos burgueses no se limita solamente a los antiguos miembros de los movimientos de protesta de 1968, tales como Fischer, quien en la década del 70 giró hacia el Partido Verde. Esta lista también incluye a antiguos y actuales militantes de los llamados movimientos "trotskistas". El más conocido de todos es sin duda el ex Primer Ministro de Francia, Lionel Jospin, que durante dos décadas fue miembro de la OCI.

El editor principal del primer periódico francés, Le Monde, es Edwy Plenel, ex pablista. Fue miembro de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR ) en la década del 70 y fue miembro de su Comité Central y por un tiempo del comité de redacción de su periódico, Rouge [Rojo]. Hace dos años que publicó una biografía en la que orgullosamente admite su pasado político y se jacta de que decenas de miles en Francia han atravesado por la misma escuela.

Los círculos gobernantes de Francia ahora comienzan a familiarizarse con la idea de la alianza electoral que se ha propuesto entre la LCR y Lucha Obrera (LO); alianza que podría lograra un éxito considerable en las elecciones europeas y regionales que van a tomar lugar el próximo año. Ya han habido varios indicios que el LCR estaría dispuesto a asumir puestos en el gobierno burgués. En la primavera del 2002, esta organización había llamado a un voto por Jacques Chirac en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Toda organización que aboga para que el pueblo vote por un político burgués no titubeará en integrarse a un gobierno burgués.

En otros países, organizaciones afiliadas al Secretariado Unificado pablista por un tiempo han jugado un importante papel en la política burguesa. En Brasil, los pablistas se disolvieron dentro del Partido Obrero de "Lula" ( Luis Ignacio da Silva ), quien ahora es presidente del país. Los pablistas tienen un ministro en el gobierno y varios miembros del parlamento, así como también numerosos miembros en puestos dirigentes a nivel local y regional.

En Italia los pablistas han estado activos durante un período prolongado dentro del Partido Rifondazione Comunista (PRC). Livio Maitán, quien se convirtió en dirigente máximo del Secretariado Unificado después de la muerte de Mandel, es miembro del Comité Central del PRC y uno de los asesores más destacados del líder del partido, Fausto Bertinotti. Entre 1994 y 2001, Rifondiazone tuvo un papel clave en mantener al gobierno de centro-izquierda en el poder cuando este se comprometió a reducir el presupuesto nacional como precondición para integrarse al sistema de moneda única de la Unión Europea, acción que exigió el desmantelamiento enormes porciones del bienestar social. En varias ocasiones, el gobierno de centro-izquierda tuvo que enfrentarse a votos de confianza por parte del parlamento y tuvo que depender del PRC para sobrevivir.

Hasta en Estados Unidos, probablemente el más anticomunista de los países occidentales, es posible verificar la integración de los pablistas en la política oficial burguesa. En las recientes elecciones para la destitución y el reemplazo del gobernador de California, el candidato principal del Partido verde fue Peter Camejo, quien en otra etapa de su carrera se había postulado para la presidencia como candidato del Partido Socialista de los Trabajadores [SWP: siglas en inglés]. En la década del 60, Camejo jugó un papel importante en la expulsión—de la organización juvenil del partido—a los simpatizantes del Comité Internacional. Durante la campaña electoral [en California], los círculos gobernantes reaccionaron de manera sorprendentemente amistosa hacia su candidatura. En un país que muestra pocos escrúpulos en revelar los más íntimos detalles de la vida privada de una persona para denigrarla, nadie se molestó en mencionar el pasado "trotskista" de Camejo.

El hecho de que la burguesía ahora se ve obligada a necesitar de los servicios de los pablistas es un indicio de la profundidad de su crisis. El abismo que separa al Comité Internacional del pablismo es el abismo que existe entre el poder obrero y el dominio burgués.

El Comité Internacional todavía no es un movimiento de masas, pero su programa le da voz a la clase obrera internacional y es su expresión consciente. Esto lo confirma la creciente número de lectores del WSWS, que lo ha establecido como el más popular de todos los sitios internacionales socialistas del internet. Los "principios de fundación" citados por James P. Cannon hace 50 años, han sido confirmados y mantiene su validez. Permítanme en mi contribución citar estos principios tal como los formuló la Carta Abierta:

"1. La agonía de muerte del sistema capitalista amenaza con destruir la civilización con peores depresiones, guerras mundiales y fenómenos barbáricos como el fascismo.

"2. El descenso al abismo solamente puede evitarse reemplazando al capitalismo con la economía planificada del socialismo a nivel mundial y así continuar el progreso en espiral que el capitalismo abrió en su inicio.

"3. Esto únicamente se puede lograr bajo la dirección de la clase obrera en la sociedad. Pero la clase obrera se enfrenta a una crisis de liderazgo, aunque la relación mundial de fuerzas sociales nunca ha sido tan favorables como hoy para que los trabajadores tomen el camino al poder.

"Para organizarse y alcanzar este objetivo histórico mundial, la clase obrera de cada país debe formar un partido socialista revolucionario cuyo modelo fue establecido por Lenín ; es decir, un partido de combate capaz de integrar dialécticamente la democracia y el centralismo".