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La campaña política de Kerry y del Partido Demócrata se convierte en farsa

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Por Bill Van Auken, candidato del Partido Socialista por la Igualdad [PSI] a la presidencia

El WSWS publicó este artículo originalmente en inglés el 14 de agosto, 2004.

En Sólo dos breves semanas, la campaña presidencial de John Kerry ha viajado desde el fracaso político a la farsa completa.

Kerry y sus asesores se han metido en una camisa de once varas que a primer vistazo es simplemente increible: en cuanto a la guerra en Irak, Bush ha puesto a su contrincante Demócrata a la defensiva, si se puede creer

este gobierno, que nunca fue elegido y que millones de ciudadanos estadounidenses consideran ilegítimo, ha sido atrapado mintiendo monstruosamente para arrastrar al país a una guerra ilegal lanzada sin provocación alguna. Las revelaciones acerca de la tortura en la prisión de Abu Ghraib, el bombardeo de ciudades enteras, y la desvergonzada corrupción de las empresas que, con vínculos muy íntimos al gobierno de Bush, se han enriquecido con la guerra, han desenmascarado el carácter criminal de toda esta política ante el mismo estados Unidos y el mundo entero.

Año y medio tras Bush declarar que los iraquíes recibirían la invasión con los brazos abiertos, el país entero se ha convertido en una zona de combate. Decenas de miles de iraquíes ordinarios han entablado una resistencia armada contra la ocupación militar impuesta por Estados Unidos y un gobierno títere que carece de toda legalidad. La cantidad de soldados estadounidenses muertos ya casi llega a 1.000 en una situación en que la mayoría de los estadounidenses se ha convencido que la guerra fue innecesaria y que no ha valido la sangre que ha costado.

¿Cómo es posible, pues, que Bush se encuentre a la ofensiva y el desafiador Demócrata caminando sobre arena movediza en cuanto a una guerra tan impopular y desacreditada?

La respuesta a esta pregunta es obvia: el Partido Demócrata acordó por adelantado no hacer la guerra uno de los temas principales de la campaña. Y la razón por la cual tampoco quiere convertir a las elecciones en un plebiscito sobre la guerra también es obvia: Igual que Bush, Kerry se ha comprometido a continuar el baño de sangre.

Desde un principio las diferencias entre los dos partidos en cuanto a Irak se basaron no en principios fundamentales sino en tácticas superficiales: como llevar a cabo una guerra que el pueblo estadounidense nunca quiso ni tampoco aprobó, y como mentir para justificarla.

Puesto que no ha habido ningún debate de importancia acerca de Irak, la campaña ha descendido casi al borde de la estupidez con referencias al “carácter” y a los “valores”, tonterías que ambos partidos usan para anestesiar al electorado y excluir de toda consideración a temas de vital importancia para las amplias masas del pueblo. Resultado: a Bush y a sus compinches les ha sido fácil referirse, no a la guerra misma, sino a todas las piruetas y maromas que la política de Kerry ha dado en cuanto a ella.

Consideremos el problema del candidato Demócrata. Criticó al gobierno de Bush por lanzar una guerra prematura, pero luego, el 2 de octubre del 2002, se unió a otros Demócratas del Senado para votar a favor de entregarle a Bush carta blanca para lanzar cualquier invasión que considerara necesaria.

Durante la trayectoria de las elecciones primarias para nominar al candidato Demócrata a la presidencia, y luego de Howard Dean criticarlo ferozmente por haber votado por semejante autorización, Kerry sugirió que había votado así sólo porque le tenía fe a Bush referente a la presunta existencia en Irak de enormes cantidades de armas para la destrucción en masa. Kerry insistió que había sido engañado.

Le dijo a los votantes del Estado de Iowa que si ellos creían que “yo me habría ido en guerra de la misma manera que Bush, no voten por mí”.

Esta postura—aquí nos vemos obligados a usar el tacto—de crédulo inocentón no convence a nadie. Recordemos que Kerry se expresó de semejante manera cuando millones y millones en todo el mundo, inclusive en estados Unidos, llamaron a george Bush un mentiroso depravado y se lanzaron a las calles para manifestarse en contra de los planes bélicos de Bush.

Una vez nominado, kerry de repente se despremdió de su política anti bélica y declaró por donde quiera que iba su apoyo a la ocupación de Irak y su oposición al sentimiento popular, cada vez mayor, que se retiraran todas las tropas de Irak. Kerry repetidamente declaró que Estados Unidos no “podía abandonar al país y salir huyendo”.

Por último, la semana pasada, en reacción a los ataques directos de Bush, el candidato Demócrata anunció que habría votado por la resolución que autorizó la guerra, aún sabiendo que las justificaciones en que la resolución se basó—las llamadas armas para la destrucción en masa y la presunta colaboración de saddam Hussein con Al Qaida—eran falsas. Su asesor principal sobre cuestiones de seguridad, James Rubin, ex funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, declaró oficialmente que si Kerry hubiera sido presidente “lo más probable” es que Irak ya habría sido invadido”.

Los asesores de Bush están muy conscientes de su rival y la estrategia de su campaña es bien obvia: usar las contorsiones de kerry acerca de la guerra para pintarlo de quejón Hipócrita. Esto tiene dos funciones: cementar la base de votantes que apoyan la guerra y a Bush, y disminuir la cantidad de votantes que potencialmente puedan favorecer a Kerry porque erróneamente creen que votar por el Demócrata significa votar en contra de la guerra. El mensaje de Los Republicanos a éstos votantes es el siguiente: “¿Por qué votar por alguien que esta de acuerdo con nuestro candidato en cuanto a la guerra?”

Puesto que se encuentran a la defensiva y desorganizados, Kerry y sus partidarios protestan que el récord del candidato Demócrata es “consistente”. Y tienen toda la razón: Kerry consistentemente ha hablado con lengua de serpiente.

Por una parte a menudo ha tratado de pasarse por crítico de la guerra y así mantener el apoyo de los millones que se oponen a ella. Por otra, le ha asegurado repetidamente a la clase gobernante y a la facción derechista que domina a su propio partido que él está de acuerdo con el objetivo estratégico del gobierno de Bush—es decir, la conquista colonial de Irak y de su riqueza petrolífera—y el uso de la fuerza militar para lograrlo.

Su campaña ahora sólo consiste ha de acusar a Bush de haber metido la pata. Si resulta electo, seguirá la misma política, excepto que esta vez “la llevará a cabo bien”. Cuando Kerry se ve obligado a elaborar sus pensamientos sobre el tema, declara que tratará de obtener mayor apoyo internacional para esta guerra y todas las del futuro y promover la “igualdad de sacrificio” en la destrucción de personas y normas de vida que las guerras causan.

Es evidente que esta perspectiva derechista es imperialista. Va mano a mano con su afanosa campaña para pintarse a sí mismo como héroe de la Guerra de Vietnam, y ha prometido aumentar los gastos militares, doblar las Fuerzas Especiales de Estados Unidos e intensificar la “guerra mundial contra el terror”.

Esta reaccionaria farsa nos obliga a decirles a todos los que se oponen al militarismo estadounidense y que apoyan a Kerry bajo la insignia, “Todos menos Bush”: ¡despiértense y no desperdicien su tiempo!

No es posible escuchar— sin reírse—las excusas descabelladas de los apologistas liberales e “izquierdistas” de Kerry. Después de Kerry categóricamente respaldar la invasión de un país que no representaba ninguna amenazaba al pueblo estadounidense, varios de sus partidarios que se oponen a la guerra han recurrido a la siguiente sofistería: el voto para autorizar la guerra no significa ningún apoyo a la guerra.

¿Tan inocente e ignorante es el senador del Estado de Massachussets que creyó que el gobierno de Bush, Cheney y Rumsfeld, una vez concedido este poder, no se valdría de él? Todo el mundo en Washington sabía que este gobierno, al tomar las riendas del poder, ya había decidido invadir a Irak y que la armas para la destrucción en masa no eran más que un pretexto.

La verdad es que Kerry y otros dirigentes demócratas aceptaron completamente los informes de espionaje falsos que el gobierno de Bush propagó porque no sólo apoyaban el ataque no provocado contra Irak, sino que buscaban el pretexto detrás del cual esconderse para brindarle su apoyo a la pandilla que domina a la Casa Blanca y al Pentágono.

En todas las pugnas electorales entre los Demócratas y los Republicanos, los socialistas siempre se han basado en el principio de rechazar la lógica del “mejor de los dos males”. Los dos partidos son dos lados de la misma moneda. Pueden que difieran en cuanto a tácticas, pero ambos son instrumentos de la oligarquía que domina la economía de Estados Unidos y están dedicados a defender los intereses oligárquicos. Brindarle apoyo a un candidato supuestamente menos reaccionario sólo sirve para desviar al pueblo trabajador de luchar para establecer su propia independencia política de los dos partidos de las grandes empresas.

Pero en estas elecciones, el “mejor de los dos males” no existe. Durante la última década, el Partido Demócrata, como un perrito jadeando detrás de sus amos Republicanos, se ha movido hacia la derecha y brindado apoyo—con candidatos Demócratas de la índole de Kerry y Edwards—a todos los proyectos políticos más importantes del gobierno actual: desde la guerra contra Irak al Acta Patriota de Estados Unidos de América.

Nosotros en el Partido Socialista por la Igualdad declaramos inequívocamente que no preferimos ni a Kerry ni a Bush y que no nos importa cual de los dos pillos gane las elecciones del 2004.

En todo caso, la explosión del militarismo en el exterior y las agresiones contra los derechos básicos y condiciones sociales continuarán en el interior del país. La política criminal y reaccionaria del gobierno de Bush no es una aberración que nace de la ideología derechista de sus dirigentes. Más bien es el producto de la crisis insoluble del capitalismo estadounidense; crisis que sólo se intensificará luego de las elecciones de noviembre.

Rechazamos que a Bush sólo se le puede derrotar apoyando a Kerry y que toda actividad política ha de subordinarse a la victoria del Partido Demócrata en noviembre. Al contrario; no existe manera de ponerle fin a la política del gobierno de Bush—puesta en práctica con el apoyo de los Demócratas—fuera del establecimiento a un nuevo movimiento de masas de la clase obrera, armado para la lucha con un programa socialista e internacionalista. La preparación política y programática de este movimiento es el objetivo principal de la campaña electoral del Partido Socialista por la Igualdad en el 2004. Esta es una misión vital no sólo para estas elecciones, sino para las grandes luchas que se acercan no importa quien ocupe la Casa Blanca el próximo enero. Le instamos a todos nuestros partidarios y a todos los lectores del World Socialist Web Site [Sitio de la Maya Socialista Mundial] que se unan a nuestra lucha y que apoyen nuestra campaña, que voten por nuestros candidatos, y sobretodo que se hagan militantes del PSI.