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Munich: El poder humanizador del arte

Esta crítica apareció en el WSWS el 30 de diciembre de 2005. Publicamos esta traducción en castellano hoy con motivo de que la versión DVD de la película apareció hace poco. Es además una película que, aunque tiene sus defectos, es de gran interés para el público mundial.

Munich, dirigida por Steven Spielberg; guión de Tony Kushner y Eric Roth, basado en el libro, Venganza, por George Jonas.

Munich, la más reciente película de Steven Spielberg, trata de los esfuerzos de un escuadrón de espías israelíes para atrapar y asesinar a los líderes palestinos que presuntamente planearon, durante los juegos olímpicos en Munich en 1972, el secuestro y asesinato de once atletas israelíes. A medida que el sangriento acto de venganza se desarrolla, los integrantes del escuadrón comienzan a dudar de su misión y a cuestionar la moralidad y eficacia de sus acciones.

Todos podemos tener sentir ambivalencias hacia esta cinta, pero a fin de cuentas me parece una película honesta, relativamente complicada, muy humana y, puesto que no le va a ofrecer ninguna consolación a los que defienden el status quo, en Israel o en cualquier otra parte del mundo, increíblemente extraordinaria. Las hostiles y a veces verdaderamente violentas reacciones de capas reaccionarias sugieren que Munich es una película que requirió mucho valor para producir. Esta no fue una cinta filmada para hacer dinero. Más que una persona célebre, Spielberg tiene un punto de vista serio y, además, un gran compromiso hacia a su arte. Esta última cualidad tiene sus consecuencias. Siempre que el artista base su arte en en la honestidad y la sinceridad, se ve obligado a escoger alternativas que lo llevan más allá de los límites impuestos por su propia filosofía sociopolítica.

En Munich Avner (Eric Bana) es agente de la Mossad, hijo de un héroe de la guerra y ex guardaespalda de la Primer Ministro, Golda Meir. Avner espera el nacimiento de su primer hijo. Meir (Lynn Cohen) afirma que la tragedia de Munich "cambia todo", palabras que obviamente recuerdan a la retórica del gobierno de Bush luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre y de las cuales ahora se vale Meir para justificar un plan para asesinar a los dirigentes palestinos que se encuentran en varios rincones del mundo. Meir se basa en la siguiente filosofía: "Todas las civilizaciones necesitan comprometer sus valores". Le pide a Avner que dirija un escuadrón de la muerte,

que eventualmente incluye a Avner, al principio el más joven y escéptico; Steve (Daniel Craig), sangriento sudafricano; Robert (Mathieu Kassowitz), fabricante de juguetes belga judío ahora a cargo de fabricar bombas; Hans (Hanns Zischler), anticuario y experto en falsificación de documentos; y Carl (Ciarán Hinds), cuya labor es "preocuparse" por todo y por todos y no dejar ninguna pista.

El escuadrón, que no tiene ningún vínculo oficial a Mossad, actúa con autonomía y comienza su labor en Europa. Sin entrar en más detalles de lo necesario, el grupo de Avner lleva a cabo una serie de acciones en Roma, París, Chipre, Beirut, y Atenas. Al principio, Avner es el más susceptible acerca de la naturaleza de la misión, pero las experiencias cumulativas lo van endureciendo. Cuando un integrante del escuadrón comenta cuan extraño es "considerarse a sí mismo un asesino", Avner cínicamente le replica, "En ese caso considerate alguna otra cosa". Pero los eventos mismos comienzan a desgastarlo y su coraza comienza a derrumbarse.

Avner y los otros comienzan a dudar la evidencia de que las personas que tienen que asesinar son las que realmente planearon la matanza en Munich. Todos menos el sudafricano, tipo fascista, quien declara que la "única sangre que me importa es la sangre judía". En contraste, Hans indica que los palestinos no inventaron ni el derrame de sangre ni el terrorismo. "¿Cómo creen ustedes que nosotros le sacamos de su tierra en primer lugar?"

Mientras se encuentran en Atenas, Avner y su escuadrón se hacen pasar por izquierdistas europeos e inesperadamente se encuentran compartiendo un cuarto con un grupo de guardaespaldas palestinos. Avner entra en conversación con uno de los palestinos—Alí (Omar Metwally)—en uno de los pasillos del edificio. Alí le dice que los "rojos europeos" no comprenden que significa no tener territorio. Dice Alí: "Nosotros podemos esperar para siempre. Ustedes no saben lo que significa no tener territorio. Tener territorio lo es todo". Los dos grupos comparten una misma ideología basada en la tierra y la sangre.

Eventualmente, los palestinos se percatan de las actividades del equipo israelí. Los cazadores son cazados. La duda comienza a penetrar el grupo de Avner cada vez más. Sus integrantes caen víctimas a varios ataques. Uno de ellos parece suicidarse (luego de argüir que "el que nuestros enemigos hagan mal no es causa para nosotros los judíos el hacer mal también; se supone que nosotros somos los rectos".)

En Israel, la madre de Avner (Gila Almagor), cuya familia fue muerta a mano de los nazis, justifica las acciones de su hijo sin saber precisamente lo que son, y defiende completamente la fundación de Israel: "Tuvimos que apoderarnos de esta tierra porque nadie nos la hubiese dado. No importa los sacrificios pasados o futuros. Por fin poseemos un lugar en la tierra:

"Pero Avner, quien ha enviado a a su esposa e hija a Brooklyn, no encuentra sosiego y llega a la siguiente conclusión: "No habrá paz cuando esto termine". En un encuentro en Nueva York con Ephraim (Geoffrey Rush), su jefe de la Mossad, Avner otra vez exige pruebas de que los hombres asesinados habían sido los responsables de la matanza en Munich. Recibe explicaciones muy nebulosas y rechaza las súplicas de Ephraim.

La historia antes de Munich

Es posible encontrar muchas flaquezas con Spielberg y el escritor principal del guión, Tony Kushner (Ángeles en América). Aunque hay referencias a los orígenes del estado de Israel, la película tiende a sugerir que la historia de la violencia en la región comenzó en Munich en 1972. En realidad, el establecimiento del estado zionista de Israel requirió la expulsión de aproximadamente 800,000 palestinos. En 1946, los judíos eran dueños de menos del 12% de la tierra de la región que se convirtió en territorio israelí. Esa cifra aumentó al 77% luego de la guerra de 1948-1949.

Los palestinos abandonaron sus tierras en gran parte debido a miedo inculcado por la violencia zionista. En la famosa masacre en Deir Yassin en abril, 1948, Menachem Begin y su grupo Irgun masacraron a 250 hombres, mujeres y niños. Este episodio, que recibió muchísima publicidad, tuvo la intención de aterrorizar a los árabes y a despoblar a Palestina. Durante un período de dos años, entre el 1947 al 1949, los zionistas destruyeron o despoblaron más de 400 pueblos árabes y sistemáticamente los reemplazaron con comunidades judías. Por lo tanto, para 1972 masas de palestinos habían pasado más de dos décadas en condiciones miserables en campamentos para refugiados esparcidos por toda la región. No hacía mucho que habían recurrido a las armas en contra de la situación en que se encontraban.

La matanza de los atletas israelíes fue una atrocidad (todavía no se sabe cuantos fueron muertos por los palestinos y cuantos por los francotiradores de la policía alemana), pero en última instancia los verdaderos responsables de esa violencia, fueron las autoridades zionistas y sus partidarios en Washington y doquier.

Además, es lógico presumir—y las investigaciones aparentemente respaldan lasospecha—que la decisión que Meir tomó se debió solo parcialmente a los eventos de Munich; que más bien éstos proporcionaron el pretexto moral y político para que los israelíes eliminaran a toda una capa de la dirigencia palestina, muchos quienes no tuvieron nada que ver con el rapto de los rehenes durante las Olimpiadas. Avner plantea este argumento durante la película, pero de nuevo la alusión es efímera.

El concepto de una imperecedera superioridad moral judía, de la cual el escuadrón de la muerte es representante, es una noción nociva que hay que rechazar. El hecho que importantes sectores de los intelectuales y proletarios judíos se habían vinculado a movimientos sociales progresistas (lo cual le dio gran ímpetu al anti semitismo de los nazis), se debe a circunstancias socio históricas muy específicas y no ‘raciales'. Irónica y trágicamente, la evolución de la sociedad israelí, con su racismo oficial y opresión de los palestinos, ha destruido una vez por todas, por lo menos en el sentido social, la idea que los judíos son el "pueblo escogido". Sucede que hay judíos ricos y judíos pobres, judíos oprimidos y judíos opresores, judíos revolucionarios y judíos pro fascistas, así como hay semejantes categorías en todos los grupos étnicos en la faz de la tierra.

Aún tomando todo lo anterior en cuenta, hay que decir que Munich es considerablemente más que la suma de todas sus obvias y no inesperadas limitaciones. Spielberg y Kushner han logrado algo importante y de valor. La película es como un dedo acusador contra la política de represalia y venganza. Detalladamente muestra como los asesinatos de semejante índole dejan las huellas más horribles para la víctima y para el perpetrador. Que Spielberg siga esa línea sin hacer excepciones sin duda enoja a sus críticos derechistas: las víctimas también son seres humanos que mueren en formas dolorosas y terribles. Todas las muertes son horribles, inclusive, por supuesto, las de los atletas israelíes en Munich. Spielberg y Kushner filman a cada víctima y cuidadosamente la despachan. La muerte de la mujer asesina en Holanda es devastadora. Es de las escenas más escalofriantes del cine reciente. Esta película ha sido meticulosamente planificada con mucho cerebro y sentimiento.

La película plantea esta interrogante: ¿cómo pueden seres humanos como Avner y sus colegas proceder con semejantes asesinatos, sobretodo si comienzan a dudar las razones oficiales que los justifican? Según indican las notas de producción de la película, los miembros del escuadrón comienzan a preguntarse: "¿Quiénes son exactamente los que estamos matando? ¿Puede justificarse? ¿Van nuestras acciones a ponerle paro al terrorismo?" ¿No son estos temas de gran importancia hoy, especialmente en Estados Unidos? Si los adversarios "izquierdistas" de la película creen que estas preguntas son insignificantes o que no valen la pena, que se expliquen ellos mismos.

Críticos afirman que los integrantes que realmente formaron parte de los escuadrones de la muerte de la Mossad (cuyos agentes, casualmente, asesinaron en 1976 a un hombre totalmente inocente: un inmigrante marrueco que vivía en Noruega) nunca sintieron los escrúpulos de Avner y su equipo. Lo único que uno puede contestarles es que debieron haberlos sentido. Esto es algo que los artistas han contribuido, y es algo mucho a su favor.

De todo modo, la existencia del movimiento de los miembros de las fuerzas militares israelíes que rehusan participar en la ocupación de los territories ocupados, que incluye a más de 1,200 soldados y reservas, que han rehusado el servicio en los Territorios Ocupados, revela que este es un tema candente. Uno de un grupo de 27 pilotos de la Fuerza Aérea israelí en 2003, que publicaron una carta que declara que se rehusaban participar en las actividades militares en Cisjordania y en la Franja de Gaza, le declaró a un reportero: "Algo profundo quedó destrozadpo dentro de mí. No duermo bien de noche. ¿Cuántos más tenemos que matar para darnos cuenta que estamos cometiendo crímenes?" ¿No es éste Avner? Spielberg y Kushner evidentemente son muy susceptibles a todo esto.

Spielberg ha hecho todo lo possible, a pesar de elementos pro zionistas que lo han criticado, para afirmar su amor por Israel y su dedicación a su existencia. Otra vez, esto es de esperarse. Pero la película no ennoblece la causa zionista para nada. ¿Se supone que celebremos cada muerte violenta? Sólo los elementos más depravadaos del público pensarán así. No importa cuales hayan sido las intenciones del director, Munich es una crónica de la trayectoria oficial de la violencia y la criminalidad que sólo engendra mayor y peor violencia.

Evidentemente, los sucesos del 11 de septiembre y sus consecuencias retumban enormemente en la película. Un sector de los intelectuales liberales estadounidenses ha concluido que los ataques terroristas en Nueva York y Washington justifican las actividades más siniestras y deplorables de la maquinaria estatal del gobierno de Estados Unidos.

¡"Todo está justioficado!"

Y Spielberg y Kushner quieren dar una idea de la ideología que hace que algunos israelíes y sus partidarios a través de todo el mundo justifiquen la violencia—y sus orígenes históricos—contra los palestinos. Hay que prestarle atención sobretodo a las palabras de la madre de Avner, quien explica su llegada a Palestina luego del Holocausto: "Hicimos lo que tuvimos que hacer y haremos lo que tendremos que hacer..." Esta dureza trágica, cuyo origen tiene sus raíces en los campos de concentración, se puede comprender y es hasta trágica, pero es un punto de vista perverso y envenenado. Existe una proporción de las víctimas que a duras lograron escapar los horrores de Europa que llegó a la siguiente conclusión: "¡No más con esas tonterías acerca de la bondad humana! ¡Miren lo que nos sucedió a nosotros! Nosotros sí sabemos lo que es la humanidad: podrida y cruel. Bueno, nosotros también podemos ser podridos y crueles. ¡Todo está justificado!" En una terrible ironía del destino, algunas de las víctimas del peor crimen de la historia absorbieron el mismo pensar de sus atormentadores. Esta gente echan por la ventana al humanismo, a la Ilustración, a las tradiciones del socialismo y al pensamiento progresista. Hacen un nuevo llamado a la sangre, pero esta vez es a la "sangre judía".

En un sentido muy doloroso, los israelíes y los palestinos son víctimas de la historia, del Siglo XX y de sus decepciones. Seguro que Avner no se deja llevar por la ambición o de la venganza personal. Algo duro, severo y terrible se escapó de los campos de concentración. La cara de su madre es la cara de una mujer profunda e irreparablemente lastimada por el pasado. Uno queda con la impresión que ese tipo de gente siempre está tratando de convencerse a sí misma con todas las fuerzas de su ser de que su causa tiene razón, a veces, afortunadamente, sin éxito. Kushner explica que Munich "fue convirtiéndose en la historia de un hombre cuya decencia no lo iba a perdonar fácilmente".

El llamado zionista a la sangre y a la patria también retumba en el movimiento nacionalista palestino. Cuando Alí rechaza el programa de los "rojos europeos", el internacionalismo y el socialismo, comparte la misma filosofía reaccionaria degradante de los zionistas. Quizás sin darse cuenta, Munich, pone el dedo en el renglón que el terrorismo, como método de lucha para los oprimidos, es una callejón sin salida. En ese nebuloso mundo del terrorismo y el contra terrorismo internacional que la cinta representa, uno nunca sabe precisamente quien es quien. Avner nunca sabe con certeza si la información que recibe de "papá" y su grupo proviene de la CIA , de la misma Mossad (con una apariencia oficialmente separada de la actividades del escuadrón), de un sector del movimiento palestino que quiere desquitárselas con otro sector, etc.

El terrorismo actual está inevitablemente relacionado con la política del tribalismo y el comunalismo y, a fin de cuentas, con los esfuerzos para poner presión sobre las grandes potencias con el objetivo de lograr privilegios especiales para esta o aquella burguesía o pequeña burguesía nacional. En cambio, la lucha de la clase obrera por el socialismo requiere la mayor franqueza, claridad, conciencia y participación de las masas.

La derecha ataca

Fuerzas derechistas en Estados Unidos e Israel le han caído encima a Munich como serpientes venenosas, sobretodo en Estados Unidos. Como explica Michelle Goldberg en su artículo, "La guerra contra Munich" (Spiegel Online), la campaña comienza mucho antes que que la película apareciera en los cines. Leon Wieseltier, crítico literario de New Republic, revista liberal ferozmente pro zionista, comenzó a atacar a Spielberg a principios de diciembre.

El "tedium" de la cinta, declara Wieseltier, "se debe en última instancia a que, a pesar de toda la vanidad de su coraje, la película se teme a sí misma. Está empapada con la idea de querer ser igualmente justa con todo el mundo". Continúa diciendo que "el guión fue en su mayor parte escrito por Tony Kushner, cuya mano se puede reconocer fácilmente en la calidad vulgar y esquemática del trama y en algo más también. La película no tiene a Israel en ningún rincón de su corazón...El zionismo en esta película es simplemente anti anti semitismo. Admite que el estado judío es necesario, pero la legitimidad de esa necesidad es muy débil".

Wieseltier percibe la peligrosa aplicación de la película a Estados Unidos pos 11 de septiembre, 2001. "La reacción de Israel al [grupo terrorista palestino ligado a los atentado de Munich] Septiembre Negro marcó el comienzo del contraterrorismo contemporáneo, y es difícil uno no darse cuenta que Munich es una parábola de la política de Estados Unidos desde el 11 de septiembre". "Todas las civilizaciones tienen que comprometer sus valores", dice lugubriamente Golda Meir a principios de la película. Pero la película proclama que los terroristas y los contraterroristas son iguales. Uno de los hombres de Avner ( Daniel Craig) declara que "¡Cuando aprendamos a actuar como ellos, los derrotaremos!" . Peor aún, Munich prefiere prestarle mayor atención al contraterrorismo que al terrorismo; o quizás cree que ambos son la misma cosa. Esta es una opinión que sólo la puede tener gente que no es responsable por la seguridad de otros".

Es de presumir que la gente "responsable por la seguridad de otros" son seres de la calaña de George W. Bush y Ariel Sharon, dos de los principales piromaníacos políticos del mundo.

David Brooks, columnista derechista del New York Times, se plega a la defensa de Wieseltier del "contraterrorismo" estadounidense e israelí y de la política de agresión y represión en el Oriente Medio. Brooks afirma que Spielberg no comprende al Oriente Medio muy bien porque niega la existencia del mal tal como existe, y ese mal es el radicalismo islámico. Brooks hace el siguiente comentario: "Debido a que él no admite la existencia del mal tal como es, Spielberg no comprende la realidad...En el Oriente Medio de Spielberg, la única manera de lograr la paz es renunciando la violencia. Pero en el Oriente Medio real, la única manera de lograr la paz es por medio de la victoria militar contra los fanáticos junto con un acuerdo entre los elementos razonables de cada parte". Desde la seguridad de su escritorio en el Times, Brooks promulga la solución más brutal y sangrienta.

Tan nerviosos se pusieron los críticos hostiles con las insinuaciones de la película de Spielberg que comenzaron a atacarla antes que se estrenara; cuando se estrenó su película anterior, Guerra de los mundos, el julio pasado, Edward Rothstein, también del Times, se quejó de Munich simplemente basándose en rumores. "Se dice", escribía el Sr. Rothstein, "que comienza con la matanza en 1972 de los atletas olímpicos israelíes por terroristas palestinos, en un ataque con ambiciones cuasi marcianas. Pero los comentarios del Sr. Spielberg sugieren que la analogía sera socavada: que las injusticias sufridas por los agresores tendrán que ser comprendidas y las tácticas de las víctimas tendrán que ser puestas en tela de juicio". El columnista del Times no dejaba de agregar que "quizás el concepto de terroristas con causa y defensores con dudas también influyó la incomodidad que también se siente en la película del momento [Guerra de los mundos]". Deberíamos añadir que a principios de semana, como se podía haber predicho, Rothstein siguió con su propio ataque ignorante contra Munich en las páginas del Times.

Esta campaña reaccionaria habla muy bien de Spielberg y Kushner. Este último se ha descrito a sí mismo como un judío "que cree en Dios pero que es también un materialista histórico, un socialista, humanista y agnóstico. Quiero que el estado de Isrel exista (porque ya existe)...y al mismo tiempo...creo que la fundación del estado de Israel fue para el pueblo judío una calamidad histórica, moral, y política". Estas son las ambigüedades que piden a gritos ser resueltas y que a la vez contienen la posibilidad de conocimiento en oposición al "escuadrón de la muerte" ideológico que Wielseltier, Brooks y Rothstein representan.

¿Celebración de la maquinaria asesina israelita?

Críticos árabes y de la izquierda también han atacado a Munich. No niego que al punto de vista liberal de la película se le puedan hacer muchas críticas. Tiene serias omisiones en cuanto a la historia de Israel y el sufrimiento de los palestinos. Pero sugerencias y comentarios que Spielberg y Kushner no han producido otra cosa que una "celebración de la maquinaria asesina israelita" son absurdos, sin valor alguno. Quien sostenga esa postura demuestra que no se ha fijado en las imágenes de la película y simplemente parte de sus propios conceptos y de los cuales no se mueve.

A Munich la han acusado de que lo único que hace es "humanizar a asesinos israelíes". Eso es totalmente falso, pero de todos modos, el arte, alas, no tienen opción sino humanizar. El arte serio no puede funcionar de ninguna otra manera. Desempeñar a un ser humano sincera y profundamente requiere un gran sentido de objetividad artística. ¿Qué pedimos del artista? Precisamente que él o ella nos haga susceptible a la personalidad y a la condición humana en toda su complejidad. Si no es eso lo que buscamos, ¿entonces qué? La gente que desea lo contrario de la humanización quiere películas de propaganda, las cuales tienen un valor muy limitado.

Nos dirán: ¡Ajá! ¡Así que lo ustedes quieren es humanizar a Bush y a Sharon! Pero ‘humanizar' no es lo mismo que ‘justificar'. Las acciones que Avner y su grupo llevan a cabo son horribles y criminales, y la trama hace que esto sea obvio a cualquier espectador sensible. Si los eventos de la película no repelen al espectador—si el espectador los encuentra atractivos o de alguna manera atrayentes—recomendamos que se ponga en manos de un psiquiatra. De todos modos, un agente de Mossad no es lo mismo que los autores intelectuales de la política imperialista. Hasta cierto punto, Avner también es víctima de circunstancias históricas y a fin de cuentas reacciona de acuerdo. Nos gustaría preguntarles a todos esos críticos que acusan a Munich de ser una mera disculpa zionista: basándose en sus propios conceptos, ¿qué tipo de película realizarían ustedes?

Críticas de esta índole son iguales a las moralejas vacuas de los liberales y los anarquistas. ¿No hemos de filmar películas acerca de soldados estadounidenses en Irak debido a los crímenes que se han cometido allí? Esos soldados, aún los que cometen actos horribles, también son víctimas del imperialismo. Si sus historias y los horrores que ocurren no son representados, ¿cómo vamos a inculcar repugnancia y vergüenza en las masas del pueblo estadounidense?

Por supuesto que hay que ver y escuchar el punto de vista palestino. Paradise Now [Paraíso ahora], dirigida por el palestino Hany Abu-Assad, acerca de la conversión de dos bombas-suicidas en los Territorios Ocupados, merece un público mayor del que la verá en América del Norte. Una película acerca de las víctimas de Deir Yassin, o del destino de Qibya, pueblo jordano cuyos habitantes fueron masacrados por la unidad 101 de Sharon en octubre, 1953, no estaría de más.

Sin embargo, si los judíos, como pueblo de Israel, son culpables de pecados tan tremendos—como la población de Estados Unidos lo es presuntamente en el caso de Irak—es decir, que ni siquiera pueden ser representados en obras de arte, entonces llegamos a las conclusiones más pesimistas y desoladas. Preferimos cien Munichs, con todas sus defectos, que dicho pensamiento "izquierdista" tan disparatado y angustiado.

Spielberg tiene sentimientos instintivos por la historia. Su próximo proyecto es acerca de Abraham Lincoln. El pueblo estadounidense se radicaliza. Será difícil frenarlo. Una vez que el pueblo comience a investigar ideas, la política y la historia, la radicalización se hará cada vez más contagiosa.