English

Informe sobre las perspectivas latinoamericanas

Segunda parte

Este informe, presentado por Bill Van Auken durante una reunión del Comité de Redacción Internacional (CRI) del World Socialist Web, apareció en nuestro sitio en su inglés original en dos partes el 18 y el 20 de marzo, 2006, respectivamente. La reunión se efectuó en Sydney, Australia, del 22 al 27 de enero del presente. Bill Van Auken es integrante del CRI y del Comité Central del Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.).

La primera parte fue publicada ayer. La segunda y últime parte sigue abajo.

¿Cómo se define el gobierno de Chávez en Venezuela? Sus orígenes políticos se encuentran en el movimiento conspirativo de unos jóvenes oficiales militares que surgieron de la oposición a la corrupción del viejo sistema politico venezolano y de la ira contra la manera que el ejército había sido usado para suprimir el Caracazo de 1989. En 1992, el fracasado golpe militar contra el gobierno de Acción Democrática de Carlos Andrés Pérez puso a Chávez en el mapa nacional.

Chávez había sido preso por breve tiempo. Luego de ser puesto en libertad, forjó alianzas con varios elementos de la izquierda venezolana. Fue elegido por voto popular en 1998.

Las bases ideológicas del movimiento de Chávez definen el carácter ecléctico que todo populismo burgués tiene en común. Él mismo dice que los regímenes del General Omar Torrijos de Panamá y el gobierno militar “revolucionario” del Gen. Juan Velásquez Alvarado del Perú (hacia fines de la década del 60 y a principios de los 70) inspiraron su carrera política.

Entre sus primeros asesores políticos se encontraban un ex dirigente del Partido Comunista de Venezuela y un semi fascista antisemita argentino exilado por su propia cuenta que cantaba las virtudes de los gobiernos militares.

Aquellos que llaman al gobierno de Chávez “socialista” están distorsionando la realidad, pues éste no surgió de ningún movimiento independiente de la clase obrera. Además, hoy la economía venezolana se encuentra más en manos del capital privado y extranjero que durante el apogeo de la Acción Democrática treinta años atrás. La distribución de la tierra del país todavía es una de las más desiguales del continente latinoamericano.

Un artículo de último momento cita a Ramón Mayorga, representante venezolano en el Banco Interamericano de Desarrollo, quien caracteriza de gran provecho la colaboración entre los bancos privados del país y el gobierno de Chávez.

Mayorga ha declarado que los bancos han estado recibiendo enormes ganancias. El año pasado, el aumento de las ganancias, luego de cobrarse los impuestos al sistema bancario, sobrepasó el 30%, casi el más alto del mundo. Los beneficios bancarios de Venezuela han triplicado desde que Chávez tomara las riendas del poder.

En Venezuela éstas riendas permanecen en manos del capital financiero de manera tan fija y firme como antes, aunque cierta porción de los ingresos petrolíferos del país se han utilizado para ayudar a los pobres con la alfabetización, la salud y varios programas para la distribución de alimentos, y el establecimiento de empresas cooperativas.

El gobierno venezolano continúa luciéndoselas con los orígenes militares del movimiento de Chávez, e incluye entre sus funcionarios principales numerosos oficiales retirados y varios que todavía sirven en las fuerzas armadas.

Latinoamérica tiene una larga historia de tendencias militares “izquierdistas” similares y de estalinistas, revisionistas y nacionalistas de izquierda que se han adaptado a ellos oportunísticamente. Con frecuencia se les ha considerado como un atajo al poder, y se ha descartado la necesidad de movilizar las masas y educar políticamente a la vanguardia proletaria.

Las experiencias de Velasco en Perú, J. J. Torres en Bolivia y Torrijos en Panamá todos terminaron en la traición de la clase obrera. En casi todos los casos, estos regímenes resultaron ser preludios a gobiernos derechistas, o, en el caso de Panamá, a una invasión por parte de Estados Unidos a quien nadie se opuso.

El carácter reaccionario de esta tendencia militar quizás se haga más evidente si analizamos el candidato que Chávez respalda en el Perú: Ollanta Humala, oficial ex militar nacionalista quien, igual que Chávez, comenzó su política con un golpe militar fracasado contra el corrupto y reaccionario régimen de Alberto Fujimori; régimen que se desplomara apenas un mes después.

Pero ahora Humala es el favorito para ganar la elecciones de abril. Dirige un partido llamado Movimiento Etnocaceristas, en nombre del presidente del Perú durante el Siglo XIX, Andrés Avelino Cáceres, héroe de la guerra contra Chile. El prefijo “etno” se refiere a la promoción por el movimiento del nacionalismo indígena.

Entre los antecedentes políticos de Humala se encuentra el movimiento que su padre fundó, que abogaba por que sólo a la población indígena del Perú se le concediera ciudadanía total y que a los blancos, orientales y negros se les excluyera. Vale la pena notar que los periodistas que visitaron el pueblo donde la familia residía descubrieron que la población nativa consideraba a los Humalas blancos, porque eran terratenientes importantes.

Humala está haciendo campaña basándose en un anti chilenismo furibundo y aboga por la expulsión del país de todos los negocios chilenos. Igualmente, ha pedido que se le conceda la amnistía a todos los integrantes de las fuerzas armadas del Perú acusados de participar en las masacres, los asesinatos y la tortura durante la guerra sucia contra el Sendero Luminoso y los guerrilleros del MRTA durante las décadas del 80 y el 90 para así ponerle fin al enjuiciamiento de los peores de estos casos criminales.

Al mismo tiempo, estos regímenes incluyen entre sus funcionarios dirigentes ex guerrilleros y sus partidarios del período de las décadas del 60 y del 70, tales como el vicepresidente de Bolivia, Linares, y José Dirceu, dirigente máximo del Partido Obrero del Brasil, quien recientemente se vio obligado a renunciar cuando fue acusado de fraude electoral y coima.

Los oportunistas pablistas preparan nuevas traiciones

La palabra “gobernabilidad” aparece con frecuencia en las descripciones y la manera en que los gobiernos latinoamericanos relacionados con el “viraje hacia la izquierda” se caracterizan a sí mismos. Los viejos partidos tradicionales han quedado totalmente desacreditados, no solamente en Venezuela sino en todo el continente. “Todos afuera”, insignia que dominaba en las rebeliones argentinas cinco años atrás, se ha repetido en país tras país.

Los partidos e individuos que se identifican con la izquierda han sido llevados al poder como manera de reestabilizar el dominio capitalista. Esta tendencia surgió primero y de manera más obvia en Brasil con el surgimiento del Partido Obrero como instrumento político principal del gobierno burgués. La clase gobernante brasileña tenía necesidad de dicho movimiento bajo condiciones en que cada otro partido estaba implicado en la dictadura y en la enorme corrupción y reacción social que siguió después.

Entre los revisionistas pablistas, quienes jugaran un papel tan crucial en la traición de los desarrollos revolucionarios en Latinoamérica durante la década del 70, existe una continuidad política muy definida con las posturas de ese período, cuando se recibieron con los brazos abiertos a los movimientos nacionalistas de izquierda, empezando con el peronismo y el MNR en Bolivia, y luego el castrismo y el guerrillerismo. En esa época, tal como ahora, rechazaron la necesidad de un movimiento revolucionario consciente e independiente de la clase obrera. Y ahora se han convertido en defensores e instrumentos del estado capitalista.

Un caso que ejemplifica este punto es el grupo boliviano POR-Combate y su reacción a la elección de Morales. Afiliado al Secretariado Unificado pablista, recientemente lanzó una declaración en la que lamenta el hecho que la Confederación de Obreros Bolivianos (COB) había criticado a Morales y que con cierta justificación había quedado escéptica hacia las intenciones de Morales en cuanto su promesa de nacionalizar los recursos naturales de Bolivia.

En resumen, la declaración puntualiza que a los reformistas, revolucionarios, nacionalistas y socialistas es imperante analizar y debatir entre sí y sobretodo el papel que el proletariado debe jugar y las alianzas que puede establecer, y entonces hablar de la estrategia para tomar el poder y construir el socialismo. Todo lo demás, sigue la declaración, son errores e irrelevancias. Añade que hoy las fuerzas del MAS y del COB están desafortunadamente muy lejos de los objetivos planteados por este documento y esa táctica.

Lamenta el fracaso del COB en integrarse totalmente al régimen burgués nacionalista de Morales, quien recientemente se inauguró luego de una gira mundial llevada para asegurarle al capital extranjero que podía depender de su gobierno para defender la propiedad privada y las ganancias. Su perspectiva — que los revolucionarios socialistas buscan la aprobación de los reformistas nacionales, es decir, de los representantes de la burguesía, en cuanto al “papel que el proletariado debe jugar y las alianzas que puede establecer” — es una fórmula muy clara para subordinar a los obreros bolivianos al capitalismo y abrirle paso a otra traición y derrota.

Aunque la influencia de los pablistas ha disminuido, esta postura es un eco exacto de las grandes traiciones que esta tendencia revisionista cometió en las décadas de los 60 y los 70, desde Sri Lanka hasta Chile y Argentina, y nos recuerda el viejo dicho que cuando la historia se repite, la primera vez lo hace como tragedia y la segunda como farsa.

Entre los aduladores más desvergonzados del gobierno de Chávez se encuentra Alan Woods, dirigente del grupo centrista británico establecido por Ted Grant. En una reciente declaración, en la cual responde a críticas que lo acusan de relaciones oportunistas con el gobierno venezolano, Woods escribe: “Si los marxistas venezolanos no han de ser condenados al aislamiento y a la impotencia, tienen que colaborar para establecer lazos con el gobierno boliviano, para empujarlo hacia la izquierda y tratar de ganarlo a la política y al programa del marxismo”.

Continúa con que “Las masas en Venezuela siguen a sus líderes en quienes tienen fe. Las ideas marxistas todavía no las han convencido”.

Este lenguaje repite casi palabra por palabra las justificaciones de los dirigentes del Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos (SWP) a principios de la década del 60 para justificar su propia adaptación oportunista al castrismo. Ese partido advirtió que oponer una perspectiva marxista, basada en la independencia política de la clase obrera, al castrismo corría el riesgo de aislar, sin esperanza alguna, a todos los partidos de la Cuarta Internacional en Latinoamérica.

Esta perspectiva de idealizar el castrismo y el guevarismo significó que toda lucha para establecer partidos revolucionarios en la clase obrera tenía que abandonarse. Terminó en la destrucción de los cuadros trotskistas y, por último, en las derrotas catastróficas de la clase obrera latinoamericana. Las perspectivas planteadas por estos pablistas de hoy día en relación a Venezuela no difieren en nada.

El fracaso de esta perspectiva se detalla claramente en una declaración del 2004 lanzada por el grupo de Grants-Wood. Se titula, “La revolución venezolana en peligro,” y representa la siguiente valoración de la situación actual de la Venezuela de Chávez:

“...el sistema de justicia todavía está firmemente en manos de la reacción. Esto se mostró evidentemente cuando la Corte Suprema de Justicia dictó que no hubo ningún golpe de estado en abril. 2002, sino un ‘vacío de poder'...

“La oligarquía venezolana y las empresas multinacionales todavía tienen un control firme de los medios de prensa, de las empresas privadas y del sistema bancario. Usan la propiedad de estas palancas claves de la sociedad para sabotear la voluntad de la mayoría y confabular otro golpe reaccionario...

“Aunque muchos oficiales del ejército se fueron del ejército cuando se declararon en rebelión, muchos todavía están activos...y la estructura tradicional burguesa del ejército se ha quedado, en gran parte, intacta...

“Los ministerios y la maquinaria del estado por lo general siguen llenos de reaccionarios que constantemente sabotean el proceso revolucionario. Estas instituciones capitalistas tienen que desaparecer y ser reemplazadas por la elección popular de funcionarios públicos...”

Esta declaración no solo detalla los peligros, sino que también nos obliga a hacer la siguiente interrogante: ¿Cuál precisamente es el carácter de esta “revolución” que ha dejado todas las palancas principales del estado y de la economía en manos de sus adversarios burgueses reaccionarios? Esta descripción de la situación confirma, aunque de manera inconsciente, la absoluta necesidad política de formar un partido revolucionario de la clase obrera independiente del, y en oposición al, gobierno de Chávez.

Y tenemos la situación en Brasil, donde el papel reaccionario y oportunista de los pablistas es aún más abierto, si es posible. El año pasado, el Secretariado Unificado pablista lanzó una declaración titulada, Sobre la situación brasileña, en la que trató de hacer una hoja de balance de los dos primeros años de del gobierno del Partido Obrero bajo su líder, el Presidente Luis Inacio “Lula” da Silva.

La autocrítica incluye una admisión que el gobierno del PO fielmente cumplió la política dictada por el Fondo Monetario Internacional, la cual consistió de agresiones contra las pensiones, los salarios y los derechos básicos de los trabajadores brasileños a la vez que preparaba medidas aún más reaccionarias, tales como la privatización de las universidades estatales.

“La orientación general del gobierno convierte a los ministros izquierdistas en meras pólizas de seguro o en rehenes de una política general que no son suyas”, dice la declaración. “Estos dos años de experiencia muestran claramente que el establecimiento de un bloque sociopolítico obrero, anti neoliberal y anti capitalista, es contradictorio a un apoyo al, y a una participación en el, gobierno actual”.

Los pablistas se ven cara a cara con un hecho desagradable: su dirigente principal en Brasil, Miguel Rossetto, precisamente juega semejante papel de “póliza de seguro” y “rehén” de la política derechista del gobierno de Lula al seguir sirviendo en su capacidad como ministro de la reforma agraria. Aunque ahora afirma que tenía sus dudas acerca de la integración de Rossetto en el gobierno, la dirigencia pablista sostiene que había “evitado plantear el tema de la participación en el gobierno de Lula en términos dogmáticos”.

Pero si ahora ha decidido anunciar sus escrúpulos es porque el programa reaccionario y la flagrante corrupción del gobierno de Lula ha conducido no solo al descontento de grandes sectores de la clase obrera brasileña, sino también de las tendencias pequeño-burguesas radicales revisionistas dentro de las cuales los pablistas maniobran. Militantes dirigentes de su propia sección en Brasil han sido expulsados del PT y se han integrado a esfuerzos para formar otro partido electoral de centro izquierda — el PSOL, Partido del Socialismo y la Libertad - que sirva de parachoques entre la clase obrera y el gobierno del PT.

Enfrentándose a una situación en la que la facción principal de su grupo brasileño permanece en un gobierno que ha expulsado del partido gobernante a militantes de la organización, quienes a su vez han decidido abogar por la creación de un nuevo partido en oposición a este gobierno, el consejo del Secretariado Unificado es “vivir y dejar vivir”. Declara que su intención es “promover el diálogo” entre los expulsadores y los expul dados.

A sus propios militantes brasileños ahora organizados en oposición unos a otros, los pablistas aconsejan lo siguiente: “...aún si hoy día se encuentran involucrados en diferentes alternativas y dinámicas, deberían hacer el esfuerzo de no quemar las naves y mantener las opciones del futuro abiertas”.

“No quemar las naves” y “mantener las opciones abiertas”: no puede haber una elaboración de la perspectiva esencial del oportunismo más ordinaria.

El hecho que la burguesía en Latinoamérica tiene que depender de semejantes elementos previamente relacionados con el trotskismo para defender su dominio tiene un significado histórico inmenso. Están siendo reclutados para servir en los regímenes en existencia como parte de los esfuerzos de la burguesía para contener la explosión de la lucha de clases.

Lo que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y el World Socialist Web Site hagan en esta situación es decisivo. Evidentemente, las oportunidades que se presentan para el establecimiento del CICI en Latinoamérica son enormes, y debemos desarrollar la labor del WSWS de acuerdo.