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El significado de las nacionalizaciones en Venezuela y Ecuador

Este artículo apareció en nuestro sitio web, en su inglés original, el 18 de enero, 2007.

Exhortaciones al “socialismo” y la “revolución” destacaron las inauguraciones presidenciales en Venezuela y Ecuador la semana pasada.

Durante la ceremonia inaugural el 10 de enero en Caracas, el presidente reelecto, Hugo Chávez, anunció sus planes para nacionalizar la compañía telefónica nacional, CANTV, privatizada en 1991junto con la industria energética. También anunció planes para aumentar el control estatal de los campos petrolíferos.

“Todo aquello que fue privatizado, nacionalícese", declaró Chávez. “Nada ni nadie será capaz de desviarnos del camino hacia el socialismo”, añadió, declarando que “Yo soy muy de la línea de Trotsky: la revolución permanente”.

En Ecuador, Rafael Correa asumió las riendas del poder el 15 de enero en una ceremonia en la que anunció planes para iniciar una “revolución radical” y se declaró partidario del “nuevo socialismo”, el cual, según aseveró, ya se extendía por toda la región. Ha amenazado con limitar los pagos incurridos por la aplastante deuda exterior del Ecuador y renegociar los contratos extranjeros relacionados con el petróleo. Además, ha amenazado con cerrar la base militar de Estados Unidos en Manta.

Dirigiéndose a un público que incluía a 17 líderes de estado—inclusive Chávez, el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, Daniel Ortega de Nicaragua (el jefe sandinista había sido inaugurado pocos días antes), Evo Morales de Bolivia y Mahmoud Ahmadinejad de Irán. Correa declaró que, “La revolución ciudadana ha comenzado, pues el pueblo ha dicho claramente: Basta de los mismos de siempre”.

Estas inauguraciones consecutivas, bajo el manto de una retórica radical y hasta “socialista” para criticar ferozmente a Washington, junto con la gira del presidente iraní en búsqueda de aliados, ocasionaron una nueva ola de periodismo sensacionalista en Estados Unidos acerca del “viraje hacia la izquierda” de Latinoamérica

Vale notar que uno de los predecesores de Correa, Luciano Gutiérrez, ex coronel del ejército ecuatoriano, había sido considerado como integrante de ese viraje cuando obtuvo la presidencia en 2002 basándose en una plataforma política bastante parecida a la de Correa. Tan solo dos años y pico después de asumir el poder, enormes manifestaciones, impulsadas por la adopción de una política económica derechista, sus estrechas relaciones con Washington y la corrupción excesiva de su régimen, lo hicieron correr del palacio presidencial.

El anuncio de Chávez acerca de las “nuevas nacionalizaciones” precipitó una caída que batió el récord en la bolsa de valores de Caracas, en la que CANTV es la mayor compañía pública por acciones. También precipitó fuertes presiones sobre las acciones venezolanas vendidas en Wall Street.

No cabe duda que los eventos de la semana pasada comprueban de manera aún más obvia el cambio político actual en la América Latina, generado parcialmente por la devastación económica y social causada por el modelo “Consenso de Washington”, basado en privatizaciones al por mayor y una política determinada por el libre mercado. Este cambio en Latinoamérica también encuentra sus raíces en el deterioro relativo del capitalismo estadounidense en relación a sus rivales europeos y asiáticos, y en las grandes preocupaciones que las aventuras militares de éste en el Oriente Medio han ocasionado.

El resultado ha sido una derrota de los partidos derechistas tradicionales y la victoria de candidatos que se auto denominan “izquierdistas” o que históricamente se identifican así, no solamente en Venezuela y Ecuador, sino también en Bolivia, Brasil, Perú, Uruguay, Argentina y Nicaragua.

Aunque estos gobiernos tienen diferentes orígenes políticos y tienen grandes desacuerdos en lo que a la política se refiere, todos se valen, de una forma u otra, de la retórica populista para criticar severamente al “neo liberalismo” y a la política de Estados Unidos. Se han basado en la ira popular contra la desigualdad social abrumadora que satura al continente y, en la mayor parte de los casos, han iniciado programas de asistencia social de poco alcance para asegurar el apoyo de los sectores más pobres de la sociedad.

A la misma vez, a pesar de las declaraciones como las de Chávez y Correa—que van a introducir el “socialismo del Siglo XXI”—estos gobiernos, sin excepción, han defendido la propiedad privada capitalista debido a las exigencias generales de las instituciones internacionales de finanzas. También han mantenido intactas las fuerzas tradicionales represivas militares de los estados que dirigen.

En muchos sentidos, la política avanzada por Chávez—ex teniente coronel paracaidista y dirigente de un golpe de estado—muy lejos de representar un renacimiento del socialismo, significan una repetición del tipo de nacionalismo económico y populismo militar relacionados tipos tales como Juan Perón en Argentina o, en una época más reciente, los generales Omar Torrijos de Panamá y Juan Velásquez Alvarado del Perú.

En cuanto a las “nacionalizaciones” venezolanas, éstas tienen menos significado de lo que aparentan. Aunque Chávez pintó sus propuestas como cuestión de Venezuela querer “recuperar la propiedad de sectores estratégicos”, las empresas actuales que el gobierno ha puesto en sus miras para nacionalizar son de relativamente poca importancia.

De ninguna manera es CANTV un monopolio telefónico. Las líneas terrestres de la compañía apenas cubren un 11% de la población, aunque su afiliado a cargo de los teléfonos celulares, Movilnet, ha llegado a controlar el 35% de este mercado, que es mucho más extenso y lucrativo.

El mayor accionista en CANTV es la empresa estadounidense, Verizon Communications Inc., con una capitalización de 28,5%. En abril del año pasado, Verizon inició un acuerdo para vender sus acciones al dueño millonario de Telmex, Carlos Slim, quien ha adquirido una significante porción del mercado de telecomunicaciones en Latinoamérica.

Telmex se ha encontrado con tremenda competición por parte de la empresa española, Telefónica, que, aunque es accionista minoritaria en CANTV, controla su propia empresa de teléfonos celulares en Venezuela, Movistar. que ha acumulado 48% del mercado. Se ha conjeturado que puede que la nacionalización se deba, en parte, a un esfuerzo a un esfuerzo para descarrilar el acuerdo con Slim y favorecer a la Telefónica española y protegerla de su rival principal.

Otra razón para apoderarse de la CANTV es sacar a la mayor compañía pública por acciones del mercado. Sus acciones, que se intercambian tanto en Caracas (por bolívares) como en Wall Street (por dólares), han servido como medio que financieros venezolanos usan para enviar capital fuera del país y convertir dichos activos en dólares en el extranjero, contribuyendo así al agotamiento del capital y a la tasa de inflación del país, que sube al 18%.

En cuanto a la nacionalización del sector energético, ya gran parte de éste está en manos de dos compañías estatales. La principal compañía privatizada afectada sería Electricidad de Caracas, controlada por la empresa AES Corp, basada en Estados Unidos.

Indemnización total para los accionistas

Funcionarios del gobierno han dejado claro que los accionistas de CANTV, tanto como los de toda empresa energética que sea nacionalizada, serán totalmente indemnizados con los fondos que el estado ha acumulado de los ingresos petrolíferos de Venezuela. El Ministro de Finanzas le puntualizó al diario venezolano, El Universal, que los accionistas recibirían “el precio justo” del valor de sus acciones.

Cuando se trata de un sector verdaderamente estratégico para la economía venezolana—el petróleo y el gas— es obvio que el gobierno chavista de ninguna manera contempla la “nacionalización,” por lo menos no en el sentido en que la practicaron en otra época los gobiernos nacionalistas de Juán Perón en Argentina o Cárdenas en México.

Venezuela es el quinto exportador del petróleo mayor del mundo. Se ha comprobado que sus reservas alcanzan 78 billones de barriles y reservas con un potencial de 1.200,000,000,000 barriles de petróleo en la región petrolífera del Orinoco. Estados Unidos consume el 60% de la producción venezolana.

La iniciativa de Chávez en el sector petrolífero tiene mucho en común con la “nacionalización” proclamada por el Presidente Evo Morales en cuanto a las reservas de de gas natural en Bolivia, aunque Chávez ha descartado el dramatismo de enviar tropas a los campos petrolíferos. Esta iniciativa es, a fin de cuentas, un esfuerzo para negociar con las empresas energéticas multinacionales que funcionan en la zona del Orinoco—ExxonMobil, Conoco, Chevron y la empresa francesa, Total—una mayor porción de la producción petrolífera para la empresa estatal PDVSA y una porción mayor de las ganancias obtenidas por sus exploraciones colectivas.

Se espera que los gigantes energéticos basados en Estados Unidos lleguen a un acuerdo para llevar a cabo tales negociaciones con fin de mantener el control—aunque

reducido—obre las reservas petrolíferas venezolanas, fuente de ganancias enormes.

El Ministro de Petróleo del país, Rafael Ramírez, aclaró el lunes que el gobierno no tenía ninguna intención de hacer cambios a los contratos sobre el gas natural en vigencia, firmados por el propio gobierno de Chávez en 1999, cuando abrió ese sector a la inversión privada y a la explotación.

Los empresas financieras principales de Wall Street recibieron las proclamaciones de Chávez acerca del “socialismo en el Siglo XXI” y la “revolución permanente” con un grano de sal bastante grande.

“Todavía no tenemos entendido que Chávez tiene la intención de eliminar todo el sector privado en Venezuela; la nacionalización de CANTV y las otras utilidades ex públicas lleva un peso simbólico”, dijo JP Morgan.

“No vemos ninguna abolición absoluta de la propiedad privada,” concurrió Merrill Lynch.

Eso es una declaración que se queda en corto. Durante el año pasado, la tasa del crecimiento del sector privado de Venezuela ha sido de de 10,3%; es decir, se ha expandido más del doble de la tasa de crecimiento del sector público. Durante el mismo período, la expansión del sector de la manufactura fue mínima, con una tasa oficial de desempleo de aproximadamente 10%.

El desarrollo principal ha sido en el sector financiero del país, que goza de las mayores ganancias en todo el mundo. Como notara sardónicamente el Financial Times el agosto pasado, “Tradicionalmente, los banqueros van al paredón en tiempos de revolución. Pero en Venezuela están de fiesta”.

El artículo continúa, “...en vez de nacionalizar los bancos, la distribución ‘revolucionaria' del dinero petrolífero ha engendrado a individuos ricos quienes más y más convierten a Caracas en un imán para atraer a los banqueros suizos e internacionales. Y no son solamente los banqueros que dependen de la revolución”.

El diario notó que en 2005, los positivos bancarios en Venezuela aumentaron en un 33%, de $29,300,000,000 a $39,800,000,000,00.

En otras palabras, no obstante los programas de bienestar social que Chávez ha podido financiar con los enormes ingresos incrementales del petróleo, los sectores más importantes de la economía venezolana han quedado bajo el firme control del capital financiero internacional y criollo.

El carácter bonapartista de su gobierno, que cada día reluce más—entre sus propuestas se encuentra un proyecto de ley relacionado con su estadía en la presidencia y otro que le permitiría gobernar por decretos durante 18 meses,— refleja la inmensa desigualdad social entre la riqueza y la pobreza que todavía domina a la sociedad venezolana.

Las medidas sociales de Chávez, que son tan limitadas, junto a su retórica anti-imperialista, provocan una ira enorme en Washington. Durante el testimonio que presentara ante del Congreso la semana pasada acerca de las “amenazas globales,” el director del espionaje nacional, John Negroponte, se refirió a Chávez como una amenaza a “la democracia.”

En 2002, Washington respondió a esta “amenaza” conspirando con golpistas derechistas, pero el golpe murió debido a la enorme oposición de los trabajadores y los pobres de Venezuela.Es cierto que la CIA actualmente desarrolla planes para llevar a cabo otro esfuerzo para derrocar al gobierno de Chávez.

No se sabe si la familiaridad que Chávez ha exhibido en cuanto a la teoría de revolución permanente de León Trotsky es resultado de un solo vistazo a palabras impresas en el forro de un libro. Cual sea el caso, la perspectiva central de esta teoría es tan acertada para Venezuela como para toda Latinoamérica.

Es imposible que estos países se libren de las garras imperialismo en base a una revolución nacionalista dirigida por este que otro sector de la burguesía o sus representantes, inclusive funcionarios militares radicalizados. Esa tarea sólo puede lograrse por medio de la movilización independiente política de la clase obrera como parte de una clase internacional revolucionaria que tiene que acabar con el capitalismo.