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Historiadores al servicio de la “Gran Mentira”:

Análisis crítico de la biografía sobre Trotsky por el Profesor Robert Service

Publicamos aquí una charla presentada por David North el 13 de diciembre, 2009, en la Friends Meeting House [Casa de Reuniones Para Amigos] en Londres. El Sr. North es presidente de la Junta Editorial internacional del World Socialist Web Site. También es presidente nacional del Partido Socialista por la Igualdad (Estados Unidos). La charla de North enfoca y desarrolla su crítica a las falsificaciones de Robert Service; crítica que se inició en la reseña, “In the Service of Historical Falsification: A Review of Robert Service's Trotsky: A Biography”.

El Evening Standard [Inglaterra] ha reportado que el Profesor Robert Service, refiriéndose a su nueva biografía sobre la vida de León Trotsky, dijo que “Todavía le queda vida al viejo Trotsky, pero si el picahielos no sirvió para matarlo de una vez por todas, yo espero haberlo logrado”. El Profesor Service aparentemente pronunció estas palabras durante una reunión celebrada el 22 de octubre para lanzar en público la nueva biografía.

Es razonable que uno se pregunte que tipo de historiador—y qué tipo de hombre—puede describir a su propia obra de tal manera y con tanta satisfacción. ¿Debería ser el propósito verdadero de un biógrafo serio perpetrar un crimen literario? Todas las interpretaciones posibles acerca de esta declaración ponen al Señor Service en tela de juicio. León Trotsky fue asesinado de una manera totalmente espantosa y horripilante. El asesino enterró en su cráneo el lado boto de un picahielos alpino. Su esposa, Natalia, se encontraba cerca cuando el crimen ocurrió. Oyó el grito del hombre que había sido su compañero durante 38 años. Corrió al estudio y vio como la sangre corría a cántaros por la frente y los ojos del hombre. “¡Mira lo que me han hecho!” le gritó Trotsky a Natalia.

Muchos consideraron que la muerte de Trotsky fue una pérdida insoportable. En la Ciudad de México, 300,000 personas le rindieron homenaje con un desfile funeral que se desplazó por las calles de la capital. El novelista estadounidense, James T. Farrell, escribió una carta privada que nos ofrece una idea del impacto traumático que tuvo este homicidio: “Este crimen no tiene nombre. No existen palabras para describirlo. Me siento atolondrado, herido, amargado y con una ira impotente. Era el hombre más grande de sus tiempos, y los mataron. El gobierno de Estados Unidos le tiene miedo hasta a sus cenizas. ¡Dios! [1]

Un biógrafo serio de Trotsky no haría chistes acerca del picahielos, icono detestable de la política retrógrada. Puede que el Señor Service proteste que su biografía ha asesinado a Trotsky sólo en el sentido de ponerle fin a todo interés en —y todo debate acerca de— semejante individuo. Pero, ¿es ésta una ambición legítima? Toda persona verdaderamente erudita vive con las esperanzas de que sus obras contribuyan al desarrollo, no a la supresión, del debate acerca de la historia. Pero ésta claro que ésta no fue la intención del Señor Service. Como declara al Evening Standard, él espera que esta biografía logre lo que Stalin no pudo conseguir con el asesinato; es decir, “matar” a Trotsky como figura histórica de gran importancia. Si mantenemos esto en mente, podemos imaginar como Service enfocó la composición de esta biografía.

Parece que el comentario de Service durante la reunión que ayudó a lanzar el libro refleja una psicología bastante general en el ambiente reaccionario en que se desenvuelve. Norman Stone, historiador británico derechista y admirador de Margaret Thatcher y Augusto Pinochet, escribió una crítica analítica de la biografía titulada, “Ahí viene el picahielos”. Otra crítica entusiasta por el escritor Robert Harris, publicada en la edición dominical del Sunday Times de Londres, felicita a Service por “efectivamente haber asesinado a Trotsky de una vez por todas otra vez”.

La gente que usa este tipo de lenguaje debe tener problemas personales y políticos. Hace setenta años que Trotsky murió y todavía le tienen pavor al espectro del gran revolucionario. Sólo la imagen del hombre basta para motivar pensamientos homicidas. Pero, ¿creen estos hombres en realidad que el libro de Service puede lograr lo que el estado policíaco y totalitario de Stalin nunca pudo? Sólo con pensar esto, el Señor Service y sus admiradores revelan lo poco que entienden a Trotsky y las ideas a las que consagró su vida.

León Trotsky—co-líder de la Revolución de Octubre, adversario de Stalin, y fundador de la Cuarta Internacional—fue asesinado por un agente de la GPU, policía secreta soviética, en agosto de 1940. Había pasado los últimos once años de su vida en el exilio. Trasladándose de Turquía a Francia y luego a Noruega y por fin a México, Trotsky vivía en lo que llamó “un planeta sin visa”. Los años entre su expulsión de la URSS y su llegada a México vieron el feroz desarrollo de la reacción política internacional: en Alemania, la toma del poder por Hitler; en Francia y España, la estrangulación de los movimientos revolucionarios de la clase trabajadora por las burocracias estalinistas y los socialdemócratas bajo la bandera del “Frente Popular; y en la URSS, los Juicios de Moscú, seguidos por el Gran Terror y el exterminio de casi todos los representantes de la política marxista y cultura socialista.

El primero de los Juicios de Moscú tomó lugar en agosto de 1936. Entre los 16 acusados se encontraban importantes dirigentes de la historia del Partido Bolchevique, tales como Gregorio Zinoviev y Leo Kamenev. A todos se les había acusado de confabular asesinatos y varios actos de terrorismo. Pero, aparte de las confesiones de los acusados, la causa no presentó un solo indicio de prueba. De todos modos, el tribunal los sentenció a todos a pena de muerte. A pocas horas de concluir el juicio, las apelaciones de los acusados fueron desechadas y éstos fueron ejecutados el 25 de agosto de 1936. Los dos acusados más importantes del juicio no habían comparecido ante el tribunal: León Trotsky y su hijo, León Sedov.

Desde su exilio en Noruega, Trotsky vigorosamente criticó al juicio como “uno de los mayores y más torpes complots criminales de la policía secreta en contra de la opinión mundial”. [2]

Bajo la presión del régimen soviético, el gobierno socialdemócrata de Noruega confinó a Trotsky para evitar que continuara desenmascarando la trampa asesina que Stalin le había tendido a los dirigentes bolcheviques. Fue detenido durante casi cuatro meses; so podía comunicarse con nadie. Estuvo casi totalmente desvinculado del mundo mientras el régimen estalinista difundía terribles calumnias acerca de él. Su detención en Noruega no concluyó hasta diciembre 19 de 1936, cuando fue puesto en un buque de carga con rumbo a México, cuyo gobierno le había ofrecido asilo.

Trotsky dirigió su último mensaje antes de partir a su hijo mayor, Lev Sedov. Sin saber lo que le esperaba durante el viaje a México, Trotsky le informó a Lev que él y Sergei, su hermano menor, eran sus herederos con derecho a todas las regalías que provinieran de sus obras. Trotsky hizo notar que no le pertenecían más bienes. Su carta termina con una conmovedora petición a León Sedov: “Si alguna vez llegas a verte con Sergei, dile que nunca lo hemos olvidado y que nunca lo olvidaremos ni siquiera por un solo instante”. [3] Pero Lev Sedov nunca llegó a encontrarse o hablar con su hermano menor otra vez; bajo órdenes de Stalin, Sergei fue ejecutado el 29 de octubre de 1937. Lev tampoco pudo reunirse de nuevo con su madre y padre. Murió el 16 de febrero de 1938, asesinado por agentes de la policía secreta soviética.

Trotsky y Natalia Sedova arribaron en México el 9 de enero de 1937. Vivieron como invitados de Diego Rivera en su famosa “Casa Azul” en Coyoacán, suburbio de la Ciudad de México. Trotsky inmediatamente se lanzó a la lucha para desenmascarar los chantajes y mentiras de Stalin. El segundo juicio de los Viejos Bolcheviques estaba a punto de empezar. Esta vez eran 21 los acusados, entre ellos Yuri Pyatakov y Karl Radek. En un discurso filmado el 30 de enero, 1937, el cual se puede ver en el Internet, Trotsky declaró lo siguiente:

“El juicio contra mí se basa en confesiones falsas, extorsionadas con métodos modernos tipo Inquisición, para defender los intereses de la pandilla que gobierna. No existe crimen en la historia más horroroso en su intención o ejecución que los juicios de Zinoviev-Kamenev y Pyatakov-Radek. Estos juicios no son resultado del comunismo o del socialismo, ¡sino del estalinismo; es decir, del despotismo irresponsable que la burocracia ejerce sobre el pueblo!

“¿Cuál es ahora mi tarea principal? Revelar la verdad. Hacer contar y mostrar que los verdaderos criminales se esconden bajo el velo misterioso de los acusadores”. [4]

Trotsky lanzó un llamado para la formación de una comisión internacional de investigación que hiciera una decisión acerca de las acusaciones del régimen soviético. Prometió presentarle a esta comisión “todos mis archivos y miles de cartas personales y abiertas que reflejan día a día el progreso de mi pensar y mis acciones, sin que falte nada. ¡No tengo nada que esconder!” Trotsky declaró que no había las más mínimas manchas políticas o personales en su honor.

En menos de tres meses, el 10 de abril, 1937, la Comisión convino en Coyoacán. El presidente era John Dewey, famoso filósofo estadounidense. Los estalinistas y sus legiones de amigos liberales—inclusive lumbreras tales como Lillian Hellman, Malcom Cowler y Corliss Lamont—ejercieron enormes presiones para que dicha comisión no se estableciera. Cuando fracasaron en sus objetivos, trataron de sabotear las diligencias. Durante una semana entera, Trotsky prestó testimonio ante la comisión. Contestó veintenas de preguntas en relación a las acusaciones del régimen estalinista. Nadie que lo vio dar fe hora tras hora jamás pudo olvidar la experiencia. James T. Farrell observó los procesos y luego recordó en sus escritos que la presencia de Trotsky tenía una fuerza moral abrumadora. Pronunció su último discurso en inglés, y durante cuatro horas dejó a los integrantes de la comisión profundamente conmovidos. Cuando Trotsky concluyó su presentación, Dewey dijo, “Todo lo que yo pueda decir ahora está demás”. [5] En diciembre de 1937, la Comisión Dewey falló a favor de Trotsky y lo exoneró. También dictaminó que los procesos jurídicos en Moscú habían sido un “chantaje”.

El fallo de la Comisión Dewey representó una gran victoria moral para Trotsky. Pero no abatía la poderosa tormenta de la política reaccionaria. En el interior de la Unión Soviética, la policía de Stalin asesinaba a diario a más de 1,000 personas. En España, la política contrarrevolucionaria del Partido Comunista y el frenesí homicida de la policía de Stalin aseguraban la victoria de Franco. La clase trabajadora europea, paralizada por las traiciones estalinistas, no pudo contener al fascismo y la trayectoria hacia la guerra. Trotsky concentró sus energías en fundar la Cuarta Internacional. “La situación política general”, escribió a principios de 1938, “se caracteriza principalmente por la crisis histórica de la dirigencia del proletariado”. [6]

Los estalinistas reaccionaron a los esfuerzos de Trotsky. Intensificaron la violencia contra sus colegas y partidarios. En julio de 1937, Erwin Wolf, uno de los secretarios políticos de Trotsky, fue asesinado en España. Dos meses después, Ignacio Reiss—quien había desertado a la GPU, criticado a Stalin acérrimamente y declarado su alianza a la Cuarta Internacional—ambas acciones en público—fue asesinado en Suiza. En febrero de 1938, la GPU asesinó a Sedov. Y en julio de 1938, Rudolph Clement, secretario de la Cuarta Internacional, fue secuestrado en París y luego asesinado.

A pesar del reino de terror estalinista, la Cuarta Internacional celebró su conferencia de fundación en septiembre de 1938. En un discurso grabado un mes después, Trotsky declaró que el objetivo de la Cuarta Internacional era “la liberación material y espiritual de los trabajadores y explotados por medio de la revolución socialista”. Se burló del terror impuesto por la burocracia estalinista. “En su torpe estupidez y cinismo, los verdugos creen que es posible asustarnos. ¡Se equivocan! Los martillazos nos hacen más fuertes. La política bestial de Stalin no es más que la política de la desesperación”. [7]

A Trotsky le quedaban menos de dos años de vida luego de fundar la Cuarta Internacional. Pero no disminuía su creatividad intelectual o su perspicacia acerca del futuro.

No solo comprendió la inevitabilidad de la Segunda Guerra Mundial, sino que predijo que Stalin trataría de formar una alianza con Hitler para estricarse de las desastrosas consecuencias de su política internacional. Cuando se firmó el Pacto de No Agresión entre Stalin y Hitler en agosto de 1939, el análisis de Trotsky probó ser justificado. Pero Trotsky también advirtió que la traición de Stalin no salvaría a la Unión Soviética de los horrores de la guerra. Era solo cuestión de tiempo antes de que Hitler lanzara sus fuerzas militares contra la URSS.

Durante los últimos meses de su vida, con la Guerra tronando en la Europa Occidental, Trotsky defendió la perspectiva histórica del socialismo en medio del escepticismo y la desesperanza que lo rodeaban. En ningún momento trató de tranquilizar la indecisión de sus partidarios con profecías de revolución inminente.

En vez de ofrecer profecías, Trotsky planteó la siguiente cuestión: “¿Podrá la necesidad histórica objetiva encontrar, a fin de cuentas, el camino a la conciencia de la vanguardia de las clase trabajadora? Es decir, mediante el transcurso de esta guerra y las enormes sacudidas que deberá ocasionar, ¿se podrá establecer una dirigencia revolucionaria capaz de dirigir al proletariado a la conquista del poder?

Trotsky comprendía que las muchas derrotas que la clase trabajadora había sufrido habían creado un gran escepticismo acerca de su capacidad revolucionaria. Hubo muchos que culparon a la clase obrera misma por estas derrotas y exoneraron a sus dirigentes políticos. La condición histórica de la humanidad sólo podía parecer desesperante a los que creían que las derrotas del pasado “comprobaban” que la clase trabajadora era incapaz de tomar y mantener el poder estatal. Pero en antítesis a la desmoralización y al desespero, Trotsky ofreció otra perspectiva. “El caso se presenta de una manera totalmente diferente a aquel que ha clarificado en su propia mente el profundo antagonismo entre, por una parte, ese insuperable y profundo impulso de las masas para zafarse del sangriento caos capitalista, y, por otro, el carácter conservador, patriótico y totalmente burgués de los dirigentes obreros que viven en el pasado”. [8]

Trotsky tenía una idea de que no iba a sobrevivir la guerra. Presumió que Stalin se valdría de toda artimaña para exterminarlo antes de que la Unión Soviética fuese arrastrada al conflicto abierto con la Alemania nazi. Durante la madrugada del 24 de mayo de 1940, un escuadrón de la muerte, con el pintor David Alfaro Siqueiros a la cabeza, penetró el recinto donde vivían Trotsky y Natalia. Sheldon Harte, agente secreto estalinista que funcionaba dentro del recinto, había abierto los portones de la casa. Los sicarios estalinistas entraron a la recámara de Trotsky y Natalia y descargaron una cortina de balas con sus ametralladoras. Fue casi de milagro que los dos sobrevivieron el ataque. Pero Trotsky sabía muy bien que este ataque de mayo no sería el último. Comprendía mejor que nadie el peligro al que se enfrentaba. “En una época reaccionaria como la nuestra”, declaró, “todo revolucionario se ve obligado a nadar contra la corriente. Estoy haciendo lo mejor que puedo. La presión de la reacción mundial se ha expresado quizás de la manera más implacable en el destino personal mío y en el de aquellos que son mis íntimos. Esto no se debe a ninguna cualidad meritoria mía: todo esto se debe al entrelazamiento de circunstancias históricas”. [9]

El 20 de agosto de 1940, el agente de la GPU asaltó a Trotsky, quien falleció al otro día de las heridas que había sufrido. Tenía 60 años de edad.

Varios meses después del asesinato, Max Eastman escribió un homenaje final a Trotsky. Sorprendentemente, fue publicado en Foreign Affairs [Relaciones Exteriores], prestigiosa revista burguesa. Eastman había conocido a Trotsky bastante bien por casi 20 años. Había escrito la biografía de Trotsky y traducido al inglés muchas de sus obras más importantes, inclusive La historia de la Revolución Rusa. Eastman admiraba a Trotsky, pero desde un punto de vista análitico. Durante ciertos períodos, conflictos severos marcaron la relación entre los dos. Durante los últimos años de la vida de Trotsky, Eastman repudió sus propias tendencias radicales, rechazó definitivamente el marxismo y se viró más y más pronunciadamente hacia la derecha. Cuando Eastman y Trotsky se encontraron en México por última vez en febrero de 1940, no fue como camaradas; fue como viejos amigos cuya amistad se había enfriado. En ese momento ninguno de los dos se interesaba en convencer al otro de lo correcto de visión.

El hecho que Eastman ya no tenía ningún vínculo político con Trotsky le da a su elogio final una particularidad excepcionalmente probatoria. Su ensayo conmemorativo, “El carácter y destino de León Trotsky”, comienza de la siguiente manera:

“Trotsky le hizo frente glorioso a los golpes del destino durante estos últimos quince años: a la degradación, al rechazo, a las distorsiones calumniosas sistemáticas, a las traiciones de los que lo habían comprendido, a los atentados contra su vida por aquellos que no lo habían entendido, a la certeza de que algún día por fin sería asesinado. Sus colegas, sus secretarios, sus parientes, sus propios hijos fueron cazados hasta la muerte por un enemigo sádico y burlón. Sufrió en privado de manera indescriptible, pero su disciplina monumental nunca se tambaleó. Nunca perdió la cabeza ni por un segundo.... Nunca permitió que los golpes embotaran su sagacidad, su lógica o su estilo literario. Con pesadumbres que habrían enviado a otros artistas creativos al manicomio y luego a la tumba, Trotsky con firmeza siguió desarrollando y mejorando su arte. Su obra inacabada acerca de Lenín, que yo parcialmente había traducido, habría sido su obra maestra. Nos dio, durante una época en que nuestra raza penosamente necesita reconstituyentes de este tipo, una visión de la humanidad.

“De eso no cabe más duda que de su gran lugar en la historia. Su nombre vivirá junto con los de Espartaco, los [hermanos] Gracchi, Robespierre y Marat como revolucionario supremo: el audaz capitán de las masas en rebelión”. [10]

Estas palabras nos dan un sentido del significado perdurable de la vida de Trotsky. Eastman le comunicaba a sus lectores que Trotsky, 2000 años después, todavía sería recordado como uno de los grandes luchadores por la libertad humana.

Pero henos aquí, setenta años después del asesinato de Trotsky, en medio de una campaña intelectual deshonesta y reaccionaria para privarlo de su “gran lugar en la historia”. La publicación de la biografía acerca de Trotsky por Robert Service marca un hito en esta campaña de distorsiones y falsificaciones históricas cuyo propósito es desacreditar las acciones e ideas de esta figura clave de la historia moderna.

Antes de proceder con la crítica analítica de Trotsky [del libro de Service] nos incumbe hacer varios comentarios preliminares acerca de cómo los historiadores han tratado a Trotsky dentro y fuera de la URSS. Claro, dentro de la URSS durante la dictadura de Stalin, Trotsky era anatema total. Desde principios de los 1920, la lucha política de la naciente burocracia soviética contra Trotsky se basó ante todo en la falsificación de la historia; es decir, la historia de la evolución del Partido Socialdemócrata Obrero Ruso; del prolongado conflicto entre las facciones bolchevique y menchevique; del papel de las diferentes tendencias e individuos en esa lucha generalmente acérrima; y, por fin, de la Revolución de Octubre. El papel que Trotsky jugó en esta última y en la guerra civil que siguió fue tan enorme que la campaña para desacreditarlo, que comenzara formalmente en 1923, tuvo que recurrir a la falsificación sistemática de la historia.

La campaña de falsificación comenzó entre 1923 y 1924 con acusaciones de que Trotsky “menospreciaba al campesinado”. Este absurdo alegato, que reflejaba las diferencias programáticas antes del 1917 así como también las diputas que aparecían en el estado soviético en cuanto a la política exterior y sobre la economía, le abrió paso a un ataque generalizado contra la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky. Ésta había ofrecido las bases estratégicas para la conquista del poder estatal por los bolcheviques y su objetivo era lograr la revolución socialista mundial. La lucha contra Trotsky reflejó como una burocracia, que más y más ponía sus esfuerzos en defender sus privilegios sociales dentro de un marco nacional, repudió al programa internacionalista de la Revolución de Octubre. Existía, por lo tanto, una relación simbiótica entre las críticas cada vez más feroces contra las presuntas herejías de Trotsky—con el apoyo de una tergiversación de los conflictos facciosos antes de 1917 entre Lenín y Trotsky—y la promulgación del programa del “socialismo en un solo país”. Las mentiras que comenzaron en 1923 terminaron en trágicas consecuencias. Tal como escribiera Trotsky en 1937, las artimañas jurídicas de los Juicios de Moscú para incriminar a personas inocentes se basaban en lo que aparentemente habían sido “pequeñas” distorsiones históricas.

Aún después de las revelaciones de los crímenes de Stalin en 1956, la burocracia soviética fastidiosamente resistió la rehabilitación histórica y política de Trotsky. Aún cuando ya no sostenía, por lo menos oficialmente, que él había estado en liga con la Gestapo, el régimen soviético y sus aliados defendieron y apoyaron la lucha contra el “trotskismo” que Stalin había emprendido durante los 1920. La falsificación sistemática del papel de Trotsky en la historia del socialismo ruso, en la dirección de la Revolución de Octubre, en la creación del Ejército Rojo y su victoria en la Guerra Civil y, sobre todo en la lucha contra la burocracia soviética, continuó hasta la disolución de la URSS. El Señor Service sostiene que Gorvatchov ordenó la rehabilitación póstuma de Trotsky en 1988 [pág. 2]. Éste es solo uno de los errores incontables del Profesor Service. El gobierno soviético nunca rehabilitó a Trotsky oficialmente.

Fuera de la URSS, a Trotsky lo trataron de manera muy diferente. Se conoce muy bien el papel que jugó la trilogía escrita por Isaac Deutscher—El profeta armado, El profeta desarmado, El profeta desterrado—en despertar interés en Trotsky. Pero hemos de notar que el relato de Deutscher acerca de la extraordinaria vida de Trotsky encontró un público muy receptivo y amplio entre los intelectuales, quienes, aunque a menudo hostiles al marxismo, aceptaron como hecho irrefutable el enorme papel que Trotsky había jugado en la historia del Siglo XX. Hasta el historiador Richard Pipes, quien nunca se mostró receptivo a las ideas de Trotsky, tuvo que admitir, en un análisis crítico del “magnífico” segundo volumen de la obra de Deutscher, que: “No cabe duda que Trotsky fue una persona valiente y de un intelectualismo honesto. En eso difiere marcadamente de otros que luchan por el patrimonio de Lenín, pero quienes han mostrado ser unos cobardes y engañosos hasta llegar a asombrar”. [11]

La creciente apreciación del papel de Trotsky en la historia soviética de ninguna manera se debió solamente a la biografía escrita por Deutscher. Las obras de otros importantes historiadores de las décadas de los 1950, 1960 y 1970 contribuyeron significantemente a una comprensión más profunda de la historia revolucionaria de Rusia y el papel que Trotsky jugó en ella. Las obras de intelectuales eruditos, tales como E. H. Carr, Leopold Haimson, Moshe Lewin, Alexander Rabinovitch, Richard Day, Pierre Broué, Robert V. Daniels, Marcel Liebman y Baruch Knei-Paz, son de gran significado.

Significantemente, un cambio fundamental en cuanto al estudio de Trotsky apareció durante los últimos años de la URSS y luego de su disolución. Primero, a medida que la crisis del régimen estalinista se intensificaba dentro de la URSS, era inevitable que las viejas falsificaciones históricas perdieran su credibilidad. Como había de esperarse, este proceso favorecería la reputación histórica de Trotsky. La verdad es que después de 1956, elementos disidentes estaban hambrientos por cualquier información que pudieran averiguar acerca de él. Sin embargo, desde principios de los 1970 en adelante, el movimiento de los intelectuales soviéticos se viró a la derecha. El archipiélago Gulag, de Solszhenitsyn, obra que prestó poca atención a la oposición izquierdista que desafió a Stalin, se convirtió en el texto cumbre del movimiento de los disidentes. Esta oposición no rechazó al estalinismo como perversión del marxismo; más bien rechazó al marxismo y a todo el proyecto revolucionario. Por lo tanto, la hostilidad hacia Trotsky ya era bien marcada en la literatura de los “disidentes” de los 1970 y principios de los 1980.

Por lo general no se le dio mucho énfasis a su oposición al estalinismo, pero sí a la presunta continuidad entre la política de Trotsky y la que Stalin puso en práctica después de la expulsión de Trotsky del Partido Comunista y su exilio de la URSS. Este tipo de razonamiento llegó a ejercer una influencia abrumadora durante la era de Gorvatchov, cuando, por primera vez, documentos históricos verídicos, relacionados con el papel de Trotsky e inclusive varias de sus obras, se hicieron asequibles. Como si hubiera querido contrarrestar la impresión favorable que estos libros y documentos tendrían sobre un público que se preguntaba si alguna vez había existido una alternativa a Stalin y al estalinismo la nueva oposición a Trotsky asumió la forma de comentarios desfavorables acerca de su personalidad. Otra expresión, cada vez más común, que el anti trotskismo adquirió durante los últimos años de la URSS y luego de su disolución, fue el énfasis abierto y vehemente antisemita que se le dio la herencia judía de Trotsky.

El ambiente reaccionario de triunfalismo político luego del colapso del régimen estalinista se reflejó no menos marcadamente en la manera en que Trotsky fue considerado fuera de la ex URSS. Se inició una campaña para socavar y hasta destruir la imagen histórica de Trotsky como representante de la alternativa histórica al estalinismo. A principios de la década de los 1990, la Universidad de Glasgow auspició la publicación de Journal of Trotsky Studies [Revista de Estudios Sobre Trotsky]. Pero pronto quedó claro que el objetivo de esta publicación era desacreditar a Trotsky; afirmó que Trotsky no merecía su reputación histórica; que ésta se basaba en una aceptación poco análitica de la narrativa basada en los escritos del mismo. Se aseveró que estos escritos no sólo se basaban en una perspectiva egocéntrica al servicio de los intereses de su escritor, sino que eran falsos. El blanco principal de este ataque fue la autobiografía del Trotsky mismo, Mi vida, la cual había alcanzado, durante muchas décadas, la reputación como una de las obras maestras de la literatura del Siglo XX.

Todas las fases de la carrera de Trotsky—tal como se había presentado en su autobiografía y en las obras de otros historiadores—fueron puestas en tela de juicio. ¿Qué Trotsky dirigió la insurrección de Octubre? Pues no fue así. Pasó esa noche tan decisiva, cuando los bolcheviques tomaron el poder, prestándole atención a funciones secretariales insignificantes. ¿Qué Trotsky dirigió el Ejército Rojo a la victoria? No; él era un lo-he-visto-todo a quien le encantaba pavonearse vestido de militar. ¿Qué Trotsky se opuso a la burocracia? No; era un sectario empedernido y alborotador a quien simplemente le encantaba discutir.

Ian Thatcher fue el especialista más destacado en tergiversar la historia. Una vez fue co-editor del Journal of Trotsky Studies en la Universidad de Glasgow. Eso fue antes de cambiarse a la Universidad de Leicester y luego a la Universidad de Brunel en el sector occidental de Londres. Casi toda la carrera de Thatcher se basó en crear toda una corriente de falsificaciones anti trotskistas. El punto cumbre de sus esfuerzos relacionados con esta actividad fue una biografía acerca de Trotsky publicada por Rutledge en 2003. No es necesario que hoy yo le consagre mucho tiempo a la obra de Thatcher, puesto que yo ya he escrito un análisis bastante extenso sobre esta miserable mezcla de distorsiones y mentiras. Su importancia en nuestra charla de hoy sólo se debe a que fue precursor e inspirador principal de la biografía escrita por Service. En el prefacio, el Señor Service le rinde un homenaje muy especial a Thatcher. Tanto así que escribe: “Ian ha pasado su carrera escribiendo acerca de Trotsky. Yo aprecio la generosidad de su espíritu por haber escudriñado mi primer borrador y darme sugerencias” [pág. xx]. A decir verdad, no es nada sorprendente que el “espíritu” de Thatcher invada la obra de Service. Si Service bien sostiene que la autobiografía de Trotsky es “evasiva y lo engrandece”, la de él fundamentalmente ha plagiado totalmente el método de Thatcher.

En la introducción a su obra, Service la describe como “la primera biograf?ía completa acerca de Trotsky escrita por alguien fuera de Rusia que no es trotskista”. [pág. xxi]

¿Qué significa “completa”? ¿Simplemente que es larga? Por lo general, el término “biografía completa” se refiere no sólo la extensión de un libro, sino a su alcance y profundidad. Toda biografía importante analiza el sujeto en cuestión en el contexto de la época en éste o ésta vivió. No sólo relata las acciones de ese individuo; también analiza los orígenes y el desarrollo de sus pensamientos. Se esmera en descubrir y explicar las influencias—subjetivas y objetivas—que causaron las cualidades emocionales e intelectuales del sujeto. La biografía que Service ha escrito no logra nada de esto, y no simplemente porque su autor es patológicamente hostil al sujeto (aunque, para decir la verdad, ésa es una flaqueza bastante seria). Simplemente, el Señor Service desconoce, en gran parte, la vida y el pensamiento de Trotsky. Tan poco tiempo y esfuerzo intelectual le ha consagrado a la preparación del libro que a éste ni siquiera se le puede llamar una chapucería.

El intelectual auténtico—que posee los conocimientos necesarios, la audacia—y quizás hasta la temeridad para tratar de escribir la biografía “completa” de una figura histórica de gran trascendencia—debe hacerse exigencias enormes a sí mismo o misma. El biógrafo debe estar preparado hasta lo máximo para recrear mentalmente la vida del sujeto. Para el biógrafo, emprender semejante proyecto casi siempre termina en fatiga y por lo regular requiere años de estudio, investigación y escribir. Desde el punto de vista intelectual y emocional, es una tarea rigurosa, no solo para el autor, sino también para los que viven y trabajan con él o ella. De ahí la razón por la cual tantos historiadores incluyen en sus prefacios o prólogos expresiones de gratitud a sus esposos o esposas, hijos, amigos y colegas que le brindaron apoyo intelectual, moral y emocional.

Como ejemplo de este proceso podemos citar la biografía por el Profesor Samuel Baron sobre de G.V. Plejanov. Muchos años después de esta obra ser publicada en 1963, Baron escribió un ensayo en el que describe el arduo proceso por el cual atravesó. El proyecto había comenzado en 1948, cuando eligió cierto aspecto de la obra de Plejanov como tema principal de su tesis doctoral. Le llevó cuatro años para completarla, pero Baron decidió que el enfoque de su tesis era demasiado estrecho para ésta merecer publicación. Escribió lo siguiente:

“Con poca apreciación de la implicaciones, resolví escribir una biografía completa. Debido a que las fuentes eran tan vastas, el sujeto tan complejo y mi tiempo libre tan limitado, me tomó once años completar el proyecto. Durante esos años yo tenía grandes responsabilidades con mis deberes de enseñanza, hogar y familia, pero Plejanov rara vez desaparecía de mi mente. Durante mis labores como profesor—y durante muchos fines de semana, días feriados y vacaciones—pasé muchas noches investigando y escribiendo... Mis sueños y mis horas despiertas a menudo se llenaban de reflexiones y refracciones sobre el tema. La tarea que me había impuesto a mí mismo parecía ran interminable que a veces me preguntaba en voz alta si la obra iba a acabar conmigo antes de yo acabar con ella. Pero no albergaba ninguna idea de darme por vencido, pues había puesto demasiado de mi parte. Continué, pues, tenazmente con mi labores de Sísifo” [12]

¿Cuánto tiempo le llevó al Profesor Service investigar y escribir su biografía de Trosky? Previamente había escrito un espeso volumen—divagante e insípido—titulado Camaradas: historia del comunismo mundial, publicado en 2007. Y anterior a eso, en 2004, había publicado una biografía de Stalin. No voy a hacer referencias a la calidad de ambas obras, pero sí quiero dejar claro en breve que ambas son pésimas. Pero dejemos ese problema a un lado para otra ocasión. Lo que aquí nos interesa es que Service ha publicado su biografía “completa” de Trotsky solo dos años después de publicar su Historia del comunismo mundial. Para ese entonces—si analizamos el contenido del volumen anterior—su conocimiento de la vida de Trotsky era bastante limitado. Las alusiones a Trotsky son bien pusilánimes y contienen varios errores que dejan a uno perplejo. Se equivoca de fecha en relación al primer atentado contra Trotsky por David Alfaro Siqueiros. Éste ocurrió en mayo de 1940; Service escribe que sucedió en junio. Y aunque parezca mentira, también se equivoca acerca de la fecha en que Trotsky murió.

Pero solo dos meses después de la publicación de Camaradas, la biografía por Service acerca de Trotsky llega a las librerías. Consideremos los problemas que se presentan al escribir la biografía de esta persona. Su carrera política dura 43 años. Juega un papel estelar como presidente del soviet [consejo revolucionario de trabajadores] de Petrogrado durante la Revolución de 1905. Luego de regresar a Rusia y unirse al Partido Bolchevique en 1917, Trotsky de nuevo es presidente del soviet de Petrogrado. También se convierte en presidente del Comité Militar Revolucionario, el cual, bajo su mando, organiza y dirige la insurrección de octubre de 1917 que lleva a la clase trabajadora al poder. En 1918, es Comisario de Relaciones Militares y, en ese puesto, juega el papel principal como organizador y comandante del Ejército Rojo. Entre 1919 y 1922, Trotsky, junto con Lenín, es la figura política de mayor influencia en la Internacional Comunista. La Oposición de Izquierda se forma hacia fines de 1923 y Trotsky emerge como figura principal en la lucha contra la burocracia estalinista. Luego de ser expulsado de la Unión Soviética en 1929, Trotsky inspira el establecimiento de la Oposición de Izquierda Internacional y, entre 1933 y 1938, elabora las bases teóricas y programáticas de la Cuarta Internacional.

Además del enorme alcance de sus actividades prácticas y políticas, Trotsky fue de los escritores más prolíficos del Siglo XX. Se calcula que la colección completa de sus obras publicadas fácilmente llegaría a más de cien volúmenes. Hasta hoy día, una porción bien substancial de sus escritos, inclusive cartas y diarios, no se ha publicado ni sido traducida al inglés. El punto es éste: al erudito concienzudo le llevaría años de labor rigurosa escribir la biografía completa de Trotsky.

Además, el biógrafo tendría que tener un profundo conocimiento del ambiente social e histórico dentro del cual el sujeto vivió y de las premisas políticas y teóricas que formaron las bases de su perspectiva. El Profesor Service le da gran importancia al hecho que su biografía no fue escrita por un trotskista y se refiere con desprecio al fallecido Pierre Broué—quien estaba afiliado políticamente al movimiento trotskista—como un “idólatra”. Además de que Broué fue, aparte de sus compromisos políticos, un historiador sobresaliente, existe muy buena razón por qué su participación personal en la política socialista, como la de Deutscher (quien no fue trotskista), le fue de gran provecho para escribir la biografía de Trotsky. Antes de emprender sus labores, tanto Broué como Deutscher, estaban verdaderamente familiarizados con la cultura marxista y socialista, la cual habían adquirido durante los muchos años que participaron en la política.

A Service le falta la capacidad que se requiere para escribir una biografía de Trotsky. Hay que aceptar que la falta de participación directa en el movimiento marxista no presenta una barrera absoluta a la producción de semejante biografía. Más bien pueda permitir el “distanciamiento” erudito que un historiador comprometido a cierta política podría lograr. Pero el profesor Service ni se ha distanciado, ni ha permanecido políticamente neutral. Puesto que ha escogido describir a Broué como “idólatra”, a Service se le puede describir, con mayor justificación, como “enemigo”. Y el odio subjetivo y vengativo como el que obviamente motiva a Service es incompatible con una erudición verdadera. Además, hay otro defecto que le quita el derecho al Señor Service a ser biógrafo e historiador: tienen una carencia total de integridad y curiosidad intelectual.

Yo ya he escrito una crítica analítica de la biografía por del Profesor Service que circuló ampliamente en noviembre durante la conferencia de la Asociación Norteamericana para el Progreso de Estudios Eslavos (AAASS) [siglas en inglés] celebrada en noviembre. Asistieron varios miles de expertos sobre la historia rusa. Una buena cantidad de esos historiadores obtuvieron y leyeron mi análisis. En conversaciones que después tuve con ellos, varios se expresaron inconformes con mi tono severo, pero ninguno se opuso o contradijo siquiera un hecho.

Esta crítica analítica—“Al servicio de la falsificación histórica”— fue publicada y constó de más de 10,000 palabras. Es posible que uno podría preguntarse: ¿Qué más se puede decir acerca del libro de Service? La verdad es que mi análisis inicial apenas tocó la superficie de las falsificaciones, distorsiones, verdades a medias y mentiras descaradas del Profesor Service.

Hoy no es mi propósito repetir simplemente los temas que ya he planteado. Pero sí quiero hacer un resumen de las distorsiones del Profesor Service al re examinar la cuestión que juega un papel tan importante en su biografía; es decir, la herencia judía de Trotsky. Como puntualizara en mi análisis anterior: “Seamos francos y directos: hay algo desagradable y sospechoso acerca de las inquietudes de Service pertinentes a esta materia. El hecho que Trotsky fuera judío ocupa un lugar central en la biografía de Service. Éste nunca se aleja de su mente. Constantemente le recuerda a sus lectores esta verdad, como si le inquietara que la puedan olvidar”. [13] Como ya noté, sus descripciones de Trotsky están repletas de estereotipos étnicos (ejemplo: Trotsky “era de astucia impulsiva y no dejaba de expresar sus opiniones. Nadie lo podía intimidar. Estas características eran más desarrolladas en él que en todos los demás judíos”. “...Él estaba muy lejos de ser el único judío que visiblemente gozaba de las oportunidades de promoverse a sí mismo ante el público”...”su verdadera nariz ni era larga ni doblada”, etc., etc.)

Service depende de una de sus técnicas favoritas: presentar actitudes claramente anti- semitas sin citar apropiadamente. Ejemplo: “Se alegaba ampliamente que los judíos dominaban el Partido Bolchevique”. Pero, ¿quién alegaba esto? El uso intencional del reflexivo para presentar una postura sin referencia a su origen le permite a Service introducir su comentario racista sin asumir ninguna responsabilidad por ello. Este no es un error inocente. Hay reglas bien definidas que rigen las obras académicas. Service, quien por décadas ha funcionado como historiador profesional, infracta estas reglas deliberada y repetidamente.

Me gustaría señalar otro ejemplo de los esfuerzos de Service para darle énfasis a la herencia judía de Trotsky y a los cuales no me he referido previamente. Tiene que ver con su referencia sistemática al joven [Trotsky] como “Leiba Bronstein”. Service escribe que “Trotsky era Leiba Bronstein hasta la edad de los veintitrés años, cuando adoptó su famoso pseudónimo”. [pág. 11] Y durante las primeras 40 páginas de la biografía, Service se refiere al joven sólo como “Leiba”. En la página 41, Service por fin anuncia un cambio mayor. “Leiba”, ya con dieciocho años de edad y una participación cada vez mayor en las actividades revolucionarias, forma nuevas amistades en el pueblo provincial de Nikolaev: Ilya Sokolovski, Alexandra Sokolvskaya y Grigory Ziv. Eran judíos, escribe Service, “pero no hablaban, leían o escribían yiddish. Además, tenían nombres rusos y les gustaba ser llamados por sus diminutivos: Ilyusha por Ilya; Sasha, Shura o Suruchka por Alejandra; y Grisha por Grigory. Leiba, puesto que quería imitarlos, decidió que quería ser conocido como Lëva [Lyova]. Desde el punto de vista semántico, no tenía que ver nada con el nombre Leiba, que era yiddish, pero éste era bastante común y sonaba un poco yiddish”. [pág. 42]

El relato de la transformación de Leiba en Lëva robustece uno de los temas principales de Service: que Trotsky se avergonzaba de ser judío y hasta trató de menospreciar su herencia en su autobiografía (un ejemplo de sus “graves errores”). Así pues, Service quiere que sus lectores crean que él ha descubierto la verdadera historia por medio de la cual el pequeño “Leiba Bronstein” - hijo de ese valiente judío, David Bronstein—se convirtió en Lyova Bronstein y, algo después, en Lev Trotsky.

Interesante cuento, pero ¿es verídico? En su autbiografía, Trosky recuerda que a él le llamaban Lyova desde temprana edad. En Mi vida, en una nota de pie escrita por el traductor Max Eastman, se lee: “El nombre original completo de Trotsky era Lev Davydovich Bronstein. El nombre de su padre era Davyd Leontiyevich Bronstein. “Lyova” es uno de los muchos diminutivos de Lev, el cual literalmente significa “León”. En inglés y francés a Trotsky se le conoce como León, y en alemán como Leo”. [14]

Service no ofrece ninguna prueba documentada que al joven muchacho alguna vez se le conoció por otro nombre que no fuera Lyova u otro diminutivo, tal como Lyovochka. La familia Bronstein no hablaba yiddish; lo que hablaban era una mezcla de ruso y ucraniano. No había, pues, ninguna razón para llamarlo Leiba.

¿Y qué del cuento de Service que el joven “Leiba” se denominó “Lëva” para que su nombre sonara ruso como los de sus amigos? Para este cuento, Service, en una nota de pie, se refiere a dos datos: 1) las Memorias, llenas de amargura y hostilidad, de Grigory Ziv, entre los primeros colegas del joven Trotsky en el movimiento revolucionario; y 2) una carta escrita por el joven Trotsky en noviembre de 1898 a su amada, Alejandra Sokovskaya.

Todo lector razonablemente presumiría que estos documentos referentes al relato de Service reflejan los hechos. Sin embargo, la mayoría de los lectores no disponen ni del tiempo, ni los medios, para obtener acceso a los documentos originales. Ninguno de los dos documentos existe en inglés. El libro de Ziv, publicado en 1921, puede conseguirse en varias bibliotecas en el ruso original. La carta a Sokolovskaya, también está escrita en ruso, existe en microficha en los archivos del Instituto Hoover en la Universidad de Stanford [California].

No obstante, un análisis de estos documentos ha facilitado la siguiente revelación: no incluyen en absoluto ninguna información que compruebe el relato de Service, lo cual no es nada sorprendente. El primer capítulo de las Memorias de Ziv, que relata sus roces iniciales con el joven Trotsky, se titula “Lëva”. No dice nada acerca de que Trotsky cambió su primer nombre de “Leiba” a Lëva” o “Lev”. Al joven que llegó a conocer lo llamaban “Lëva”. El nombre “Leiba” no aparece ni siquiera una sola vez en las Memorias. Aún cuando Ziv escribe con gran detalle acerca del cambio en apellido de su ex camarada—de Bronstein a Trotsky (que ocurrió cuando el joven revolucionario se escapó del exilio y aparentemente adoptó el nombre de su ex carcelero)—no hay ninguna razón para creer que a Ziv simplemente se le olvidó el nombre “Leiba”. Ziv no escribió acerca de ese nombre porque nunca lo oyó referente a Lëva.

¿Y qué del segundo documento que Service cita; es decir, la carta de Trotsky a Sokolovskaya en noviembre, 1898? Esta es una carta intensamente íntima y personal de un joven a una joven de quien está profundamente enamorado. Esta carta es un documento importante al cual Service se refiere en varias ocasiones. Es esta carta tan personal, ¿explica el joven Trotsky a su amor como llegó a adoptar el nombre “Lëva”? La respuesta es “¡No!” No existe nada acerca de semejante transformación. La carta, por cierto, la firma “Lëva”, nombre por cual había sido conocido durante toda su juventud.

Hasta que el Profesor Service pueda presentar la documentación debida para este relato acerca de la transformación de “Leiba” en “Lëva”, tenemos el derecho a presumir que simple y fraudulentamente lo inventó todo.

El tema del nombre original del nombre de Trotsky tiene un significado histórico y político. Se sabe muy bien que llamar a Trotsky “Bronstein”, nombre que no había usado desde 1902, se hizo más y más común a mediados de la década de los 1920 cuando la burocracia estalinista intensificaba su campaña en contra de la Oposición de Izquierda. Los estalinistas se convirtieron en espacialistas para llamar a Trotsky “Bronstein” (y a Zinoviev “Radomyslsky” y a Kamenev “Rosenfeld”). Durante los Juicios de Moscú, Trotsky señaló el antisemitismo que existía como subtexto de las diligencias, en las cuales se encontraban entre los acusados tantos judíos. Curiosamente, muchos burgueses liberales de origen judío en Estados Unidos, inclusive el destacado rabino Stephen Wise, criticó a Trotsky acérrimamente por llamar la atención a este aspecto de los juicios. Esta actitud de guardar un silencio culto y civilizado acerca de la peste antisemita que emanaba del Kremlin no era más que el reflejo de la actitud indulgente de los liberales hacia el estalinismo durante la era del Frente Popular.

Décadas después, durante el glasnost de los 1980 y luego después de la disolución de la URSS, la herencia judía de Trotsky se convirtió en la enorme obsesión de ciertos antisemitas rusos. Como ha señalado el destacado historiador, Walter Lacqueur, “...sería un error menospreciar el odio que varios sectores de la derecha rusa y los neo estalinistas realmente sienten hacia Trotsky. Él fue la personificación del todo lo malo, y como comunista y judío era doblemente vulnerable. Sus enemigos siempre enfatizaron con gran afecto que su ‘nombre original' era Leiba Bronstein, lo que en otra época era monopolio de los nazis. Nadie jamás habría soñado con llamar “Ulyanov” a Lenín, “Peshkov” a Gorky o “Kirov” a Kostrikov”. [15] En una nota de pie, Lacqueur escribe que el nombre de Trotsky durante su niñez había sido Lyova.

En varias reuniones celebradas para tirar la biografía, el Profesor Service ha sido interrogado acerca de la manera en que ha tratado el origen jud?ío de Trotsky. En vez de explicarse de manera profesional, Service ha reaccionado belicosamente, como si amenazara con demandar a alguien a la justicia: ¿Uste me acusa de ser antisemita?” Solo Service y quizás varios de sus colegas saben cuales son sus sentimientos más íntimos acerca de los judíos. Pero en realidad ese no es el asunto importante. Todo individuo que por alguna razón recurre a prejuicios antijudíos, que los fomenta o los explota practica el antisemitismo. No importa que entre los amigos de Service se encuentren judíos. Es un hecho histórico muy conocido que Karl Lüger, fundador de la organización antisemita, el Partido Socialista Cristiano, y alcalde de Viena, Austria, a finales de siglo, contaba con cierto número de amigos judíos. Para Lüger, el antisemitismo era una artimaña política para unificar a la amargada pequeña burguesía detrás de su llamado político reaccionario. Cuando se le preguntó como él podía reconciliar su demagogia antisemita con sus cordiales cenas con judíos, Lüger contestó cínicamente: “En Viena soy yo el que decide quien es judío”. El Profesor Service practica la misma moral doble.

Un punto final acerca de este asunto. En su biografía de Stalin, publicada en 2004, el Profesor Service enfatiza que absuelve a Stalin de antisemitismo. Cita un comentario que Stalin hizo al concluir uno de los primeros congresos del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia [POSDR]. Stalin notó que había un porcentaje mayor de judíos entre los mencheviques que entre los bolcheviques y dijo: “No nos vendría mal si nosotros, los bolcheviques, lleváramos a cabo un pequeño pogrom [persecución de judíos] en el partido”. Service se muestra asombrante indulgente cuando observa que estas palabras de Stalin “luego se usaron contra él como prueba de su antisemitismo. Fueron palabras groseras e insensibles, pero apenas presagian un odio hacia todos los judíos...Por mucho años venideros él sería amigo, colega y líder de innumerables judíos”. [pág. 77; énfasis mío] ¡Vaya explicación tan extraordinariamente generosa de la actitud de Stalin hacia los judíos! ¡Puesto que él no odiaba a todos los judíos y hasta incluía a judíos entre sus amigos, Stalin no era antisemita! A propósito, hemos de hacer notar que la cita de Service referente a las palabras de Stalin durante la conferencia del POSDR omite el siguiente pasaje: “Lenín está colérico que Dios le ha enviado tales camaradas como los mencheviques. Pero en realidad, ¿qué tipo de gente son éstos? Martov, Dan, Axelrod, todos judíos circuncisos...¿Es que verdaderamente los trabajadores de Georgia no saben que los judíos son unos cobardes que no sirven para pelear?” [16]

El objetivo principal de la biografía escrita por Service—y éste continúa donde su mentor, Ian Thatcher, paró—consiste en desacreditar a Trotsky no solo como figura política, sino como persona. Hasta cierto punto, Service se concentra sobre la personalidad de Trotsky porque, como biógrafo que no tiene suficiente sentido para darse cuenta que le falta perspicacia intelectual, no puede analizar las ideas de Trotsky. Más fácil es atacar a Trotsky como persona y tergiversar sus acciones y motivos.

Una cantidad innumerable de críticos derechistas han recibido con una gran bienvenida el retrato que Service ha pintado de Trotsky. Por ejemplo, Robert Harris ha escrito lo siguiente en el Times de Londres: “Si es posible uno imaginar al estudiante radical más repugnante de la clase media que hayamos conocido—rencoroso, burlón, arrogante, egoísta, “gallito”, cruel, superficial, testarudo y con aires de superioridad—y si uno congela esa imagen y la transporta a principios de siglo con una pinza, a quien tenemos es a Trotsky”.

Me imagino que la gran mayoría de adjetivos que el recalentado Señor Harris ha usado bien podrían describir a él mismo.

El verdadero propósito de este retrato tan grotesco de Trotsky que Service ha pintado—y que reverbera por toda la prensa burguesa y eventualmente ha de encontrar su sitio en obras pseudo históricas del futuro (que servilmente citarán la “autoridad” y la “brillantez” de la obra de Service”)—ha sido inventar una personalidad histórica totalmente nueva. Todo vestigio del Trotsky verídico—tal como lo describieron sus camaradas y amigos y, sobre todo, como él mismo se expresó en palabra y acción—tiene que ser borrado, obliterado y reemplazado con algo tan monstruoso y grotesco que no se parece en nada a al ser humano que en realidad existió. Hay que reemplazar la personalidad histórica de un gran revolucionario, genio político, líder militar y maestro de la palabra escrita con algo abominable y despreciable. Según Service, ¡Trotsky es uno de los monstruos de la política del Siglo XX! ¡Esto es lo que Service y sus compinches tienen en mente cuando se refieren a este libro como el segundo asesinato de Trotsky!

A razón que este brebaje falsifica groseramente a la realidad, el autor se pierde en sus propias incontables contradicciones. Extrañamente, el libro comienza con un resumen bastante objetivo y sincero del papel que Trotsky jugara en la Revolución Rusa. En el párrafo de apertura, Service escribe lo siguiente:

“Trotsky se movió como un cometa por el firmamento político. Fue el mejor orador de la Revolución Rusa. Dirigió el Comité Revolucionario Militar que organizó el derrocamiento del Gobierno Provisional en octubre. Hizo más que todos los demás por fundar el Ejército Rojo. Perteneció al buró político del partido y tuvo una gran influencia sobre su estrategia política, económica y militar. Fue de las figuras principales de la Comunista Internacional durante sus primeros años. El mundo entero atribuyó el impacto de la Revolución de Octubre a su avocación con Lenín”. [pág. 1]

No obstante, apenas una página después, Service comienza a repudiar la primera página. Nos dice que Trotsky “exageró su importancia personal. Sus ideas antes de 1917 de ninguna manera fueron tan originales y de tanto alcance como a él le placía creer. Su contribución a la conquista del poder por los bolcheviques fue importante, pero no hasta el punto que el afirma”. Estas dos valoraciones no son compatibles. Si Trotsky hizo todo lo que Service dice en el primer párrafo de la biografía, ¿cómo es posible entonces que “exageró su importancia personal”?

Después del primer párrafo, Service amontona los insultos, indiferente a su acumulación de contradicciones e idioteces. ¡Hasta a veces logra decir algo en una oración que luego contradice en el mismo párrafo! Escribe que “A Leiba no le remordía la conciencia vivir de su padre mientras odiaba las esperanzas y valores de éste”. Las dos oraciones que siguen declaran lo siguiente: “Además, el hijo era tan testarudo como su padre. Ya no iba aguantar lo que le dijera y antes de doblegarse a la voluntad de su padre, se fugó de su cómodo apartamento y se alojó en la casa de Shvigovski”. [pág. 41] Por lo tanto, contrario a lo que Service había declarado en la primera oración—que a “A Leiba no le remordía la conciencia vivir de su padre”—¡el lector lee en la tercera oración que el joven abandonó las comodidades del hogar para seguir sus ideales!

Service sostiene una y otra vez que Trotsky editaba los borradores de su autobiografía para expurgar material que le podría ser vergonzoso. Pero la verdad es que no nos muestra un solo ejemplo de semejantes escisiones. Al contrario. Service hace notar que en uno de los primeros borradores de la autobiografía, Trotsky relata un anécdota en la que muestra una excepcional valentía personal y física al desafiar al cruel y sádico alcaide de la prisión. Trotsky le dijo al guardián cara a cara que ya no iba a tolerar sus comentarios tan abusivos. Pero fue el carcelero que se fue de retaguardia. En la versión de Mi vida que se publicó, este relato, para el cual no hubo testigos oculares, fue omitido.

Service comenta: “Igual que otros episodios semejantes en su vida tan audaz, Trotsky no incluyó esta información en las memorias que publicó. Escritores que lo admiraban lo obligaron a relatarla. Aunque le gustaba aparecer gallardo en público, no le gustaba jactarse: prefería que otros lo hicieran por él. Era escandaloso y e vanaglorioso. La gente no tenía que esperar mucho para descubrir lo vano y egocéntrico que era en realidad”. [pág. 56; énfasis añadido]

Por medio de un torpe truco, ¡Service encuentra la manera de insultar a Trotsky por su modestia y aversión a la fanfarronería!

Service dedica un espacio enorme a vilipendiar a Trotsky como esposo infiel que cruelmente abandonó a su primera esposa y a sus dos hijos. “Como esposo”, escribe Service, “él [Trotsky] trató a su primera esposa de manera muy fea. Ignoró las necesidades de sus hijos, sobre todo cuando sus intereses políticos intervenían. Esto tuvo consecuencias catastróficas hasta para aquellos que no estaban activos en la vida pública soviética, y su hijo Lev, quien lo siguió al exilio, posiblemente pagó con su vida por colaborar con su padre”. [pág. 4]

Si uno acepta la manera en que Service relata la historia, apenas se sabría que las condiciones opresivas de la Rusia zarista, tanto como las persecuciones luego llevadas a cabo por Stalin, tuvieron algo que ver con el trágico destino de la familia de Trotsky y sus seres queridos. De hecho, lo que Service hace en realidad es criticar a Trotsky por culpar al régimen soviético de la muerte de su hija Zina en 1933.

Pero las circunstancias de las muertes de sus hijos y su primera esposa poco le interesan a Service. Lo que le interesa es pintar a Trotsky como un tipo mujeriego, irresponsable e insensible, que sin ninguna consideración y de manera egoísta abandonó a su esposa, Alejandra Sokolovskaya.

Service trata la relación entre Trotsky y Alejandra con una grosería que verdaderamente ofende. Repetidamente trata de arrastrar al joven Lyova y a Alejandra a su propio nivel.

En este respecto, la manera en que Service usa la carta de noviembre de 1898—a la cual ya me he referido—tiene un significado especial. Esta carta la escribió Lyova a Alejandra a la edad de los 19 años; ambos eran prisioneros en Odesa. No se podían comunicar en persona. Lyova se encontraba enfermo y deprimido cuando escribió esta carta. Había pasado un año desde el arresto de ambos. Trotsky había pasado varios meses de encarcelamiento en detención solitaria.

Service cita un breve trozo de esta carta, en la cual Trotsky admite que había pensado en suicidarse pero que había rechazado esta acción, y hace el siguiente comentario:

“Estos sentimientos expresaban cierta fanfarronería e inmadurez. Era un joven hombre ensimismado. Inconscientemente trataba de obligar a Alejandra a que lo amara más que con amor. Quería que ella lo comprendiera y lo cuidara. Quizás al admitir estas flaquezas podría convencerla. La verdad es que nunca fue suicida; esto lo dijo para obligarla a querer protegerlo. Él se dio cuenta que había sido altanero e insensible hacia ella. ¿Qué mejor, pues, que admitir que él no podía expresar sus sentimientos y que ‘lloraba lágrimas' por ello?” [pág. 52]

Este hábito de rendir simplista a un análisis psicológico, aún con las mejores intenciones, no tiene mucho valor. Pero sí adquiere una maldad absurda cuando el trozo en que el análisis se basa ha sido falsificado. Trotsky, nos dice Service, está tratando de aprovecharse astutamente de la vulnerabilidad de Alejandra al confesar sin ninguna sinceridad que el “lloraba lágrimas” por no poder “expresar sus sentimientos”.

El problema con esta “interpretación” es que Service ha tergiversado el texto de la carta de Lyova. Es necesario que citemos el trozo completo y correctamente para mostrar esta falsificación. He aquí lo que el que el joven revolucionario escribió:

“Sasha [Alejandra] es tan buena, y cuando me dan ganas de besarla y acariciarla mucho...Pero todo eso no está a mi alcance; más bien sufro de soledad, insomnio, y pensamientos repugnantes acerca de la muerte...brrr...La hora de redención llegará. ‘La gente cantará himnos y nos recordará con lágrimas. Visitará nuestras tumbas'. Nuestras tumbas, Sasha. Nuestras t-u-m-b-a-s. ¡O, con qué horror hablarán en algún momento acerca del orden social de hoy día! En este mismo momento, puedo escuchar más allá de mis puertas, el sonido de metal familiar de tantas cadenas: Después de todo, la gente va atada con ellas. Sasha, ¿cuánto nos hemos acostumbrado a esto? Pero que horrible es todo. Gente encadenada...Y todo esto va de acuerdo con la ley. ¿Te sorprende mi arrebato de Weltschmerz? He desarrollado cierta sensibilidad que para mí es rara. Me he vuelto capaz de “vertir lágrimas” al leer el poema civil de P. Ya/en ‘MirB' o cuando leo obras de ficción...Simplemente sufro de tensión nerviosa en lo extremo; eso es todo. La taiga de Siberia atenuará esta tierna sensibilidad cívica. Por otra parte, qué felices estaremos ahí, como si fuéramos dioses del Monte Olimpo. Siempre, siempre estaremos inseparablemente juntos. Cuántas veces he repetido esto yo siempre, pero todavía me dan ganas de repetirlo una y otra vez...Tú y yo hemos atravesado por tanto juntos, hemos sufrido tanto que definitivamente merecemos nuestra hora de felicidad”.

Esta carta, en sí, es un documento extraordinario que nos conmueve profundamente. Adquiere un gran significado cuando se considera que su autor fue el futuro dirigente de la Revolución de Octubre. La interpretación de esta carta como una expresión de “fanfarronería” e “inmadurez” más bien destaca el cinismo y la insensibilidad del propio Service. No obstante, desde el punto de vista profesional, la manera en que Service trata esta carta es deshonesta. Es una treta engañosa.

En primer lugar, Trotsky admite que “vertir lágrimas”, frase que coloca entre comillas, no se refiere a que llora por esforzarse en esconder su “exterior inflexible”, sino a la manera en que reaccionó a la poesía de Pyotr Yakubovich. Si Service fuera un historiador serio, le explicaría a sus lectores, luego de haber reflexionado cuidadosamente sobre este tema, el significado de esta alusión. Yakubovirch (1860-1911) fue un poeta importante y revolucionario activo en La Voluntad del Pueblo, movimiento populista. Su poesía, que evocaba el heroísmo y la tragedia de la lucha—condenada al fracaso—de los terroristas revolucionarios contra el zarismo, tuvo un gran impacto sobre la juventud de los 1890. Trotsky evoca en su carta a Alejandra las imágenes que Yakubovich usa en su poesía, sobre todo aquellas acerca de la muerte y el sacrificio. Ella, claro, habría comprendido estas alusiones muy bien. Un historiador concienzudo debería darse cuenta que esta complicada carta—de la cual sólo he citado un pequeño trozo— es material de gran valor para desarrollar la comprensión de su sujeto y sus tiempos. Pero esto a Service simplemente no le interesa.

Una indiferencia y pereza que apestan emana del libro entero. El autor no muestra nada de curiosidad acerca de cuales fueron las fuentes que motivaron la creatividad intelectual y artística de Trotsky. Sus comentarios acerca de los primeros esfuerzos literarios de Trotsky, escritos mientras se encontraba en exilio en Siberia, son por lo general tan banales y superficiales que parece que su propósito es añadirle páginas al texto para darle publicidad como biografía “completa”. Un ejemplo típico del talento de Service para escribir comentarios intelectuales “penetrantes” es la alusión a que Trotsky “adoraba las novelas francesas, admiraba a Ibsen, y había quedado impresionado por Nietzsche. Los trató a todos como ejemplos de la cultura mundial contemporánea”. [pág. 207; énfasis añadido] ¿De veras? ¿Quién pudo haberse imaginado esto? Pero algo parece fuera de lugar. La referencia a Nietzsche causa dudas. Es posible que al lector le de la tentación de preguntarse: ¿Qué fue lo de Nietzsche que impresionó a Trotsky?

Si el lector que usa sus facultades analíticas se encuentra en una situación en que pueda investigar el tema, podrá descubrir un ensayo, escrito por Trotsky poco después de fallecer Nietzsche en 1900. El ensayo se titula, “Algo acerca de la filosofía del Overman”. Al repasar este ensayo, el lector pronto se da cuenta que Trotsky está muy lejos de quedarse impresionado por Nietzsche. Trotsky se dio cuenta que la filosofía acerca del overman era una justificación para cierto nuevo tipo social cada vez más poderoso: los aventureros financieros, overmen de la bolsa de valores, extorsionistas políticos y periodistas sin escrúpulos. Es decir, esa masa entera del proletariado parasítico que se ha atado carne y uña al organismo burgués y que de una manera u otra vive—y usualmente bastante bien—a costillas de la sociedad sin tener que pagar nada...Pero el grupo entero (bastante numeroso y siempre creciendo) todavía necesitaba una teoría para darle el derecho a los intelectuales superiores a ‘atreverse'. Esperaba a su apóstol y lo encontró en Nietzsche”.

Trotsky concluye su ensayo observando que la esfera social del cual el nietzscheanismo surgió “ha resultado ser decadente, maligno y contagioso...” [17]

¿Todavía parece que Nietzsche impresionó a Trotsky? ¿O no es mucho más probable que Service no se molestó en leer el ensayo de Trotsky y que simplemente no sabe de lo que habla? Para Service e individuos de semejante calaña, la deshonestidad intelectual es inseparable de la ignorancia y la charlatanería.

Como he hecho notar anteriormente, un repaso exhaustivo de todos los errores y las declaraciones falsas que aparecen en este volumen necesitarían un libro “completo”, por lo menos ran largo como la biografía escrita por Service. No exagero cuando digo que casi no hay una página en la cual el lector bien informado no encuentre pasajes reprensibles según los criterios básicos de la erudición histórica. Ni siquiera es posible aceptar, sin llevar a cabo una investigación directa, de las alusiones y las citas del autor. Una y otra vez, las fuentes del material informativo que Service cita no sostienen sus alegatos.

Para concluir este análisis, es justo regresar a la manera en que Service trata la relación entre Trotsky y Alejandra Sokolovskaya. La distorsión de las circunstancias que causaron la separación de los dos juega un papel estelar en los esfuerzos de Service por desacreditar a Trotsky como esposo, padre y hombre. Todos los críticos de la prensa derechista británica han repetido el tema con gran entusiasmo.

Hablando de las circunstancias de su primer escape del exilio siberiano en 1902, Trotsky escribe lo siguiente en Mi vida:

“En aquella época ya teníamos dos hijas. La más joven tenía cuatro meses de edad. La vida bajo las condiciones de Siberia no era fácil, y mi escape sería una carga doble sobre los hombros de Alejandra Lvovna. Pero ella se opuso a esta objeción con dos palabras: ‘Debes hacerlo'. Para ella, la lealtad a la revolución eclipsaba todo lo demás, sobre todo a las consideraciones personales. Fue ella la primera en proponer la idea de mi escape cuando nos dimos cuanta de las enormes tareas nuevas. Ella borró todas mis dudas.

“Durante varios días después de mi escape, ella escondió mi ausencia de la policía. Desde el exterior [del país], apenas podía mantener correspondencia con ella. Luego fue exilada por segunda vez; después nos encontrábamos sólo ocasionalmente. La vida nos había separado, pero nada podía destruir nuestra amistad y afinidad intelectual”. [18]

Service, quien realmente no cita esta declaración de Trotsky, escribe:

“Él [Trotsky] luego sostuvo que Alejandra había aprobado su fuga totalmente. Es difícil aceptar esto en serio”. [pág. 67]

Service, quien en verdad no cita las palabras de Trotsky, escribe:

¿En qué se basa este alegato? Service no presenta un solo índice de prueba—documentos, cartas, testimonio personal—que contradiga el relato de Trotsky, el cual, debemos enfatizar, fue escrito en 1929 cuando Alejandra todavía estaba viva. Ella no lo contradijo, aunque—dado el hecho que Trotsky había sido exilado de la Unión Soviética y fue castigado en público como el peor enemigo del pueblo soviético—al régimen estalinista le habría encantado oírla criticar a su ex esposo acérrimamente.

Service emplea toda una serie de frases tendenciosas para pintar las acciones de Trotsky como las peores imaginables: “Bronstein planeaba abandonarla en algún lugar remoto de Siberia...No acababa de engendrar un par de hijos cuando decidió escapar sus responsabilidades”. [pág. 67] No obstante, Service procede a desacreditar sus propios—e improbables—alegatos cuando admite que Trotsky “actuó de acuerdo al código apropiado para revolucionarios. La ‘causa' era todo para los revolucionarios. Las responsabilidades matrimoniales y hacia sus hijos eran importantes, pero no tanto como para prevenir a los jóvenes militantes de cumplir con lo que sus conciencias políticas le ordenaban”. [pág. 67] Si ese habría sido el caso, tal como Service admite explícitamente, ¿entonces en qué se basa él para alegar que es difícil aceptar, al pie de la letra, que lo que Trotsky dijo acerca de Alejandra apoyar y hasta sugerir que se escapara del exilio?

El hecho es que la condena de Service a la acción de Trotsky no se basa en una sincera valoración del contexto histórico dentro del cual los dos jóvenes revolucionarios vivieron. Hay que añadir que Service, cuando alude a que Alejandra fue “abandonada”, se basa en una conjetura motivada por la malicia. De hecho histórico, hay buenas razones para creer que se hicieron esfuerzos para ayudar a Alejandra y a los niños. Efectivamente, en un capítulo después, Service incluye material que indica que la familia Bronstein jugó un papel muy importante en ayudar a mantener a los hijos de Trotsky. Durante un viaje a Europa Occidental para visitar a Trotsky, sus padres le llevaron a su hija Zina. Service hace notar que la familia de Trotsky “vivía una existencia complicada”. En esa época, Zina vivía con la hermana [de Trotsky], Elizabeta, y su esposo en su hogar familiar en la Calle Gryaznaya en Kherson. Alejandra les escribía regularmente”. [pág. 108]

Parece entonces que Trotsky no “abandonó” a su familia. Como revolucionarios, tanto Lev Davidovitch como Alejandra Lvovna lideaban la situación como mejor podían en circunstancias excesivamente difíciles. Algún día del futuro, a medida que se descubran documentos adicionales, puede que sea posible reconstruir con exactitud los detalles de sus complicados arreglos personales. Pero no será Robert Service el que se encargará de esa tarea.

Finalmente, en cuanto a la relación personal entre Trotsky y Alexandra, existe un documento que prueba lo profundos y perdurables que eran sus lazos como camaradas y amigos. Es una carta escrita por Alexandra a Trotsky el 9 de agosto de 1935. El acto final de la horrible tragedia humana ya casi empieza. Alexandra dirige su carta al “Querido Lyova”. Le cuenta a Trotsky acerca de la difícil situación en que se encuentran diferentes miembros de su familia. Alexandra incluye lo siguiente en referencia a los esfuerzos de Trotsky para ayudar a mantenerla: “Estoy muy conmovida, como siempre, por tu consideración hacia mí”. Se despide con “Amor y abrazos, atentamente, Alexandra”. [19]

Lev Davidovirch Trotsky y Alexandra Lvovna Sokolovskaya fueron seres humanos extraordinarios, representantes de una generación revolucionaria cuya capacidad para sacrificarse por la humanidad parecía no tener límites. ¡Qué tontos son el Profesor Service y otros de su calaña al creer que con sus insultos, mentiras y calumnias podrán rebajar a estos titanes a su miserable nivel!

Notas:

1. Citado en James T. Farrell: los años socialistas revolucionarios por Alan M. Wald (University Press de Nueva York, 1978), pág. 87
2. Ibid, pág.. 413.
3. Ibid, pág. 502.
4. Escritos de León Trotsky, 1936-1937 (Nueva York, Pathfinder, 1978), pág. 179.
5. El caso de León Trotsky, Informe de la Comisión Preliminar de Investigaciones sobre los cargos imputados contra él durante los Juicios de Moscú (Merit Publishers, Nueva York, 1968), pág. 585.
6. El programa de transición para la revolución socialista, (Nueva York, Pathfinder, 1977) pág. 137.
7. Escritos de León Trotsky, 1938-39, (Nueva York, Pathfinder, 1974) págs. 93-94.
8. En defensa del marxismo, (Londres, New Park, 1971) pág. 15.
9. Escritos de León Trotsky, 1939-40, (Nueva York, Pathfinder, 1973) pág. 299.
10. Foreign Affairs, Volume 19, No. 2 (January 1941, p. 332).
11. The American Historical Review, Vol. 54, No. 4 (Julio,1960), pág. 904.
12. Mi vida con G.V. Plejanov, pág. 188.
13. “Al servicio de la falsificación histórica: análisis crítico de Trotsky: una biografía, por Robert Service” (Mehring Book. Oak Park, 2009), pág. 15.
14. Mi vida, (Nueva York, Pathfinder, 1970), pág. 3.
15. Stalin: Las revelaciones de Glasnost (Nueva York: Charles Scribner's Sons, 1990), págs. 59-60.
16. Citado en Stalin, por Hiroaki Kuromiya (Londres: Longman, 2005), pág. 12.
17. L. Trotskii, Obras, Series 6, Volumen 20, Cultura del Viejo Mundo, M.-L., State Publishing House, 1926, págs. 147-162. (nueva traducción del texto original en ruso)
18. Mi vida, págs. 132-133.
19. El diario de Trotsky en exilio,1935 (Nueva York, Atheneum, 1963) págs. 159-160.

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