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La "normalización" de relaciones entre Estados Unidos y Venezuela

Este artículo de perspectiva política apareció en inglés el 12 de junio 2013

El presidente venezolano Nicolás Maduro viajará a Roma la semana que viene. Consiguió una audiencia con el Papa Francisco -Jorge Mario Bergoglio- quién como cura derechista en Argentina ha sido cómplice de los crímenes de la guerra sucia de ese país.

Esta vuelta hacia la jerarquía de la iglesia ocurre justo después del acomodamiento público, hace un mes, de Maduro con uno de los capitalistas más adinerados de Venezuela y tras el encuentro privado la semana pasada de su ministro de relaciones exteriores, Elías Jaua, con el secretario de estado de EE.UU., John Kerry, en pos de una "normalización" en las relaciones entre la República Bolivariana y el imperialismo yanqui.

Hace dos meses, siguiendo su ajustada victoria contra el candidato de la derecha venezolana Henrique Capriles, y a medida que se agrava la crisis económica del país -crisis caracterizada por una altísima tasa de inflación de más del 35 por ciento anual, que amenaza convertirse en hiperinflación, por sueldos estancados, y por escaseces crónicas- es evidente que Maduro se está moviendo hacia la derecha para reforzar a su gobierno.

Igualmente importante es el apoyo que han dado a este esfuerzo Washington y los capitalistas venezolanos; representando a éstos está el propietario multimillonario del conglomerado Polar Foods, Lorenzo Mendoza, quién fue invitado a un cordial encuentro con Maduro en el palacio presidencial de Miraflores.
Hay que tener en mente que el gobierno de Obama, fue el único gobierno en el mundo que se rehusó a aceptar los resultados de la elección, después que Madura salió victorioso con un margen de victoria del 1.5 por ciento de los votos. Además el de los Estados Unidos fue el único gobierno que exigió un recuento completo del balotaje del 14 de Abril, sin ninguna evidencia de fraude: una verdadera farsa, dado el lamentable historial de fraudes electorales de EE.UU. país donde se instaló un presidente no elegido en el 2000 y se falsificaron los votos computarizados en Ohio en el 2004.

Mendoza, con su fortuna personal de 4.5 mil millones de dólares, apoyó públicamente el fallido golpe de estado que derrocó por unos días al fallecido Hugo Chávez. Con el fracaso de ese golpe Mendoza tuvo que abandonar la política, aunque sí montó una vehemente defensa de su compañía frente a las acusaciones de Maduro de organizar una "guerra económica" y "sabotajes".

Estos partidarios naturales de la derecha venezolana -Washington y Mendoza- ahora interrumpen la campaña de otros sectores de la derecha de tachar a Maduro de presidente "ilegítimo" para forzar nuevas elecciones.

Igualmente reveladora es la decisión del mes pasado del conglomerado petrolero estadounidense Chevron de invertir 2 mil millones de dólares para financiar un proyecto en sociedad con la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).

Por ahora, tanto el imperialismo estadounidense como los sectores más importantes de los grupos políticos capitalistas dirigentes de Venezuela consideran que estabilizar el gobierno de Maduro es una alternativa preferible a otra explosión política y social; se trata de evitar rebeliones populares como fueron el Caracazo de 1989 -levantamiento urbano masivo contra las políticas del FMI- y la revuelta popular contra el golpe del 2002.

Aunque le hayan fastidiado la política extranjera de Chávez y algunas de sus políticas domésticas, de ninguna manera comparten ellos las ilusiones tan vigorosamente promovidas por las seudoizquierdas pequeño burguesas latinoamericanas e internacionales de que el chavismo, o el poschavismo de Maduro, son genuinas alternativas al imperialismo y caminos viable hacia el socialismo.

Bien saben que Venezuela, a pesar de los 14 años de la "Revolución Bolivariana", sigue siendo un país capitalista y un manantial de súper ganancias para bancos y compañías transnacionales, y para capitalistas venezolanos. El 71 por ciento de la producción está en manos privadas y el sector financiero es uno de los más rentables del mundo; mientras que crecía 31 por ciento en el primer trimestre de este año en el mismo periodo el sector industrial se estancaba y el sueldo real de los trabajadores venezolanos sufría de los recortes causados por la desenfrenada inflación, la devaluación de la moneda y el levantamiento del control de precios.

El país se jacta de tener las reservas de petróleo más grandes del mundo; tiene una economía que depende completamente de las exportaciones de petróleo; que en su mayoría van con destino a los EE.UU.

Aquellos que desde la "izquierda" siguen creando ilusiones en las capacidades de Maduro y del chavismo para montar una auténtica lucha contra el imperialismo y de construir una sociedad socialista, junto con esos otros que consideran que en Venezuela es necesario empujar a Maduro hacia la izquierda, están trabajando noche y día para desarmar políticamente a la clase obrera y sembrar confusión sobre los verdaderos retos que el proletariado encara.

A pesar de toda su retórica sobre "fascistas", "golpes" y "guerra económica", los chavistas - que en verdad forman un movimiento nacionalista burgués- fácilmente pudieron llegar a un arreglo con aquellos a quienes denunciaban tan sólo unos días antes.

En verdad existe una verdadera amenaza de golpe ésta proviene del mismo movimiento chavista y de uno de sus principales pilares: el ejército, de dónde provenía el mismo Chávez. Hay siniestros rumores de que Diosdado Cabello, el presidente de la asamblea nacional y miembro de la "boliburguesía" -capa que utiliza sus conexiones políticas y la corrupción para enriquecerse- que, al igual que Chávez, es un ex militar, se encuentra movilizando apoyo dentro de los cuerpos de oficiales para ajustar cuentas con Maduro.

Y sin embargo, secciones de la "izquierda" se empeñan en empañar esos peligros. Por ejemplo, una reciente declaración de Marea Socialista (MS) -cuyas políticas cuentan con el visto bueno tanto del pablismo como de la Organización Socialista Internacional (International Socialist Organization)- habla de la necesidad de "incorporar activamente también al pueblo bolivariano militar" en una ofensiva política "para poder frenar la tendencia de desilusión e irritación en el pueblo bolivariano." MS, corriente dentro del partido gobernante: el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), asegura a sus lectores de que "hoy no hay posibilidades inmediatas de un golpe de estado contrarrevolucionario" debido al carácter "bolivariano" del cuerpo de los oficiales.

Estalinistas, nacionalistas pequeño burgueses y pablistas, todos, han impulsado idénticas ilusiones una y otra vez en Latinoamérica: desde las declaraciones de que el ejército chileno representaba al "pueblo en uniforme" en vísperas del sangriento golpe de 1973 de Pinochet a las garantías de que el general izquierdista-nacionalista de Bolivia J.J. Torres distribuiría armas de fuego entre los trabajadores contra a la toma de poder por la derecha en 1971. Miles y miles de obreros pagaron con sus vidas por causa de ilusiones como esas.

La candente misión política en Venezuela y en la América Latina es la construcción de un partido revolucionario real, que luche por la independencia política del proletariado, partido firmemente anclado en las experiencias estratégicas del movimiento obrero internacional y de las luchas del movimiento trotskista mundial -que sólo existe en el Comité Internacional- en esta época histórica que acabamos de atravesar. Esa es la única vía al socialismo.

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