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Guardia Nacional de Venezuela ataca a obreros del acero

Este artículo se publicó en inglés el 13 de agosto del 2014

El lunes 11 de agosto la Guardia Nacional de Venezuela (GNB) arremetió con armas de fuego contra una manifestación de trabajadores siderúrgicos en la zona industrial de Ciudad Guayana en el estado Bolívar que se sitúa al sur este de esa nación.

Tres obreros fueron heridos por tiros de rifle y escopeta en el enfrentamiento. Otros fueron víctimizados por gas lacrimógeno, usado para desbandar a los trabajadores que protestaban que el régimen del presidente Nicolás Maduro no haya llegado a un acuerdo sobre un contrato laboral que caducó hace más de cuatro años.

Los soldados, con el apoyo de tanquetas, primero atacaron a los obreros que se congregaban frente a los portones de la planta siderúrgica, y después cuando intentaban obstruir la carretera que une a Ciudad Guayana con el resto del país.

Los obreros heridos de bala son William Castillo, Johan Pérez, y Jesús Verde. Uno de los informe dice que Pérez recibió un balazo en el pecho. Los otros fueron heridos con proyectiles de escopeta.

La Guardia arrestó al menos catorce siderúrgicos luego de perseguirlos adentro de la planta. Fuerzas del gobierno también allanaron los hogares de por lo menos dos oficiales sindicales. En una acción de puro rencor, los soldados armados también dañaron parabrisas, llantas y dañaron vehículos propiedad de los obreros.

La batalla continuó el martes doce de agosto. Esta vez obreros de otras industrias se unieron en solidaridad con cientos de obreros del acero. Todos marcharon hacia la sede del la GNB en Guayana, exigiendo que se soltara a todos los detenidos del día anterior. Cuando los trabajadores intentaron obstaculizar un camión de la Guardia, los soldados nuevamente les dispararon con escopetas y gas lacrimógeno. Otros tres obreros sufrieron heridas. Seis más fueron detenidos.

El embate armado contra los obreros de la Siderúrgica del Orinoco (SIDOR) revela la verdadera naturaleza clasista del gobierno de Maduro y del programa mal llamado del “socialismo del siglo XXI,” del presidente anterior, Hugo Chávez. La represión había sido preparada durante varias semanas. Incluía calumnias y acusaciones contra los trabajadores. Se trataba de suprimir e intimidar a todos los obreros venezolanos para imponer un programa capitalista de “reajuste.”

Diosdado Cabello, quien es el presidente de la Asamblea Nacional, inició esa campaña pública. Cabello es un antiguo oficial del ejército. Estuvo envuelto en el fracasado golpe de Chávez contra el presidente Carlos Andrés Perez. Posiblemente es el miembro más adinerado del grupo gobernante de Venezuela. Tiene fuertes vínculos con dos de las cofradías más importantes de la “revolución bolivariana”, los militares y la tal boliburguesía. Los primeros controlan la mayor parte de los puestos más importantes del gobierno. Los segundos son el estrato capitalista que participa de los ingresos petroleros, los contratos del gobierno y la corrupción oficial. Se considera que Cabello es el principal rival de Maduro.

El 23 de julio, a una hora del comienzo de una junta de negociaciones, Cabello, por televisión y acompañado por otros oficiales del gobierno, anunció que el gobierno no negociaría con una “mafia sindical” culpable, según él, del estancamiento del contrato y del colapso de la producción de la planta de SIDOR. Luego acusó a los dirigentes sindicales, que habían aparecido como partidarios del régimen chapista, de ser traidores y matones.

También acusó al sindicato de pedir ochocientos mil bolívares (127 mil dólares) para cada obrero antes de firmar el contrato. Esa es una grosera falsificación el la demanda real de ochenta bolívares (menos de trece dólares).

Las palabras de Cabello enfurecieron a muchos de los obreros industriales de la región. Los trabajadores respondieron con una enorme marcha en Ciudad Guayana, desafiando la exagerada presencia militar dentro de la ciudad.

El mismo presidente Maduro amplió las acusaciones de Cabello contra los obreros de SIDOR. Se convirtieron en el tema principal del congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a fines de julio. Maduro se refirió a lo que ocurre en la Siderúrgica del Orinoco, alegando que “está secuestrada” por obreros que la “tienen al borde de la quiebra.” También ha dicho que los obreros de SIDOR son “anarcosindicalistas” y “pagados por la embajada de EE. UU.” que están “haciéndole el juego a la derecha;” esta última acusación es una alusión a los partidos derechistas que organizaron violentas manifestaciones contra el gobierno a principios de este año, resultando en cuarenta y tres muertes.

En verdad, detrás de todas esas palabras seudosocialistas, fue Maduro el que reaccionó dando un giro a la derecha luego de esas manifestaciones pidiendo de las grandes empresas y de los sectores financieros “paz” y “diálogo.” A la misma vez atacaba con saña al proletariado. Propuso mejorar las ganancias con medidas que incluyen crear zonas de libre empresas como en China.

El desmoronamiento de SIDOR no se debe a sus obreros sino al gobierno que la ha privado de recursos, repuestos e inversiones. Partes de este ingenio están inservibles. Por esas causas sufre la producción de acero. La planta produjo apenas un millón y medio toneladas de acero en el 2013, comparado con 4.3 millones en el 2007. El gobierno de Chávez nacionalizó esa empresa el año siguiente para resolver una larga y tumultuosa huelga contra la compañía Italo Argentina Ternium Techint.

Esa fue la segunda nacionalización de la empresa que había sido creada como empresa del Estado en los años 1950 durante la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, para suplir la industria petrolera nacional. Fue privatizada en 1997.

Los gobiernos de Chávez y Maduro han destruido gran parte de la infraestructura industrial del país. Dependen de altos precios de petróleo y de empréstitos financieros para proteger al país de la quiebra. En el caso de SIDOR, el gobierno ahora importa tubería de acero de una compañía china; antes era fabricada por la siderúrgica venezolana.

Supuestamente el gobierno de Chávez destinó trescientos catorce millones de dólares en el 2012 para SIDOR. La gerencia de la empresa dice que sólo recibió el veintisiete por ciento de esa cantidad. Otros dicen que todo el dinero desapareció.

Diosdado Cabello fue miembro de la dirección de esa empresa (que sí parece ser una verdadera mafia), sin haber ido a ninguna reunión, o siquiera visitar la fábrica.

Los trabajadores de SIDOR también demandan que el gobierno explique documentos que salieron a la luz hace un mes, que sugieren que se trama un acuerdo contratar una compañía capitalista china par manejar la empresa. Muchos creen que se trata de una intriga del gobierno para quebrar la resistencia obrera, privatizando a SIDOR nuevamente.

El enfrentamiento tiene consecuencias más amplias, sin embargo. Una de las cuestiones claves del congreso del PSUV de hace unas semanas es aumentar el precio de la gasolina, en Venezuela, la más barata del mundo. Esa medida sería parte de un “programa de ajuste” coordinado de eliminar controles de precios y de devaluar la moneda nacional, el bolívar.

Dada una inflación del sesenta por ciento, esas medidas la subirían más. Según un observador, los ingresos reales descenderán catorce por ciento no bien ocurra ese ajuste.
Todo indica, por lo tanto, que la violenta batalla contra los obreros de SIDOR es el comienzo de una confrontación explosiva entre el régimen de Maduro y el proletariado de Venezuela.

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