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Perspectiva

El estado de emergencia en Ferguson, Missouri

Este artículo de perspectiva política se publicó el 18 de agosto del 2014

La declaración de un estado de sitio y de un toque de queda en el suburbio obrero de Ferguson Missouri representa un peldaño significativo en la represión paramilitar de las manifestaciones condenando el asesinato policial, el nueve de agostode Michael Brown, un adolescente afroamericano desarmado.

El estado de emergencia que el gobernador Jay Nixon (Partido Demócrata) impuso el sábado 16 de agosto incluye más policías antimotines con armas semiautomáticas y con gas lacrimógeno, con tanquetas y helicópteros militares. Fueron detenidos siete ciudadanos más el domingo por la mañana por desobedecer el toque de queda que va de la media noche hasta las cinco de la mañana. Una persona fue gravemente herida.

La agravación de la represión estatal indica que era un fraude el llamado al “dialogo” y a la “transparencia” de parte de Nixon y de Ron Johnson (capitán de la patrulla de caminos de Missouri). Nixon encargó a Johnson de los operativos de seguridad en este suburbio de St. Louis. Asistido por otros políticos del Partido Demócrata y de agentes políticos como Al Sharpton y Jesse Jackson, Nixon, coordinando sus acciones con el gobierno de Obama, maniobró para ganar tiempo.

Tras las nuevas medidas que suspenden las libertades civiles y que aumentan los poderes del gobernador y más aún de la policía, ya no es posible sostener que la violenta represión por la policía de Ferguson de principios de semana fue un acto fuera de control de elementos policiales desobedientes.

La represión por la policía militarizad y la suspensión de derechos democráticos en Ferguson no son cuestiones limitadas a esa ciudad. Tampoco son en su esencia estos acontecimientos una cuestión de raza, aunque no se cansen de así decirlo los medios de información. El capitán Johnson (afroamericano, nacido en Ferguson) no se demoró en recurrir al estado de sitio, toque de queda y la vuelta de las tanquetas y la policía paramilitar antimotines contra los manifestantes, que en su mayoría son afroamericanos.

Lo que pasa en Ferguson es una destilación del estado real de relaciones sociales y políticas dentro de los Estados Unidos, país escindido por tensiones entre las clases. Los trabajadores y la juventud de pueblos como Ferguson y tantos otros a través de esta nación, encaran enormes niveles de desocupación, la disminución de sus salarios y niveles de vida, y la destrucción de servicios sociales básicos.

Al mismo tiempo crece una nueva aristocracia parasítica, con características casi criminales, cuya inmensa fortuna se enraíza en la especulación financiera, que agarra una tajada cada vez más grande del ingreso nacional, de la riqueza nacional. Esta nueva oligarquía le tiene terror al espectro de oposición social proletaria. Desde hace tiempo se prepara para eso.

Desde hace varias décadas, la burguesía dominante ha estado erigiendo una maquinaria militar, policial y de espionaje para defender sus intereses económicos y sociales, tanto bajo gobiernos del Partido Demócrata como del Partido Republicano. En los últimos quince años ha transformado a los departamentos de policía de todo el país en fuerzas paramilitares, que poco se diferencian del ejército mismo.

El Pentágono y otras agencias del Estado han distribuido equipos militares con un valor de miles de millones de dólares: helicópteros de ataque, tanquetas, aviones, drones, rifles de asalto, lanza granadas, chalecos antibalas, y anteojos de visión nocturna. Han entrenado a la policía metropolitana para que trate de enemigo a la clase obrera, para sangrientamente suprimirla con las tácticas de guerra urbana.

Muchos estudios de agencias militares, de espionaje, y de catedráticos han desarrollado técnicas para reprimir a las masas dentro de los Estados Unidos. Según un reciente estudio del Pentágono, la “disparidad radical de ingresos” es el “detonador principal de inestabilidad.”

Un ensayo catedrático del 2006 titulado “Un cíclope policial paramilitar” (A Paramilitary Policing Juggernaut) le pone el dedo a la “infame empresa de seguridad, Blackwater [que cambió su nombre a Xe en el 2009], que se encarga de entrenar oficiales de la policía en los aspectos más técnicos de guerra urbana.” Los mercenarios de esta misma compañía mataron a un gran número de personas en Irak.”

Más y más se entrena a la policía estadounidense a tratar a la población de sus localidades como la tropas del ejército yanqui trataron a la gente de Falluja. Sí la burguesía responde de esa forma a las manifestaciones en un pequeño suburbio de Missouri de 21,000 habitantes, cabe imaginarse lo que se está preparando para grandes ciudades como Nueva York, Chicago o Los Ángeles.

La militarización de la policía es sólo un aspecto de la construcción de una máquina Estatal represiva. Se han destripado todos los derechos democráticos fundamentales, so pretexto de la guerra al terror. La ley Patriot le abrió el camino al espionaje sistemático por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), la FBI, la CIA, coordinado con policías estatales y metropolitanas. El Departamento de Seguridad Patria (Homeland Security Department) ha asignado muchísimo dinero y centralizado los esfuerzos para acrecentar las fuerzas policiales del país. El Comando Norte de las FF. AA., impuso, por primera vez en la historia, control militar sobre los Estados Unidos.

Bajo Obama todo esto ha escalado. Este presidente se jacta de otorgarse el derecho de apresar y de asesinar a ciudadanos estadounidenses sin ningún proceso judicial.

La militarización de los Estados Unidos y la creación de los andamios de un Estado policial van mano con mano con un sin fin de guerras y amenazas militares. No hay muro que separa las medidas internas de la política externa. El militarismo y la criminalidad externa, inevitablemente amamantan la destrucción de la democracia dentro del país. A la misma vez que se dedica a la guerra contra otras naciones, la burguesía dominante considera que Estados Unidos también es un campo de batalla, donde el enemigo es el proletariado.

Lo que detona la guerra imperialista y la destrucción de la democracia es el desmoronamiento de la posición económica mundial del capitalismo estadounidense, que ha sido intensificada por la quiebra del capitalismo, norteamericano y mundial, después del crac del 2008; cosa que continúa seis años después.

Asombra que entre los incesantes comentarios mediáticos sobre los eventos de Ferguson no existe ninguna mención de las condiciones catastróficas económicas y sociales debajo de la represión policial y de la respuesta colérica popular. Uno nunca sabría que St. Louis es una ciudad muy pobre, o que el cierre a raja cincha de fábricas de automóviles, de cerveceras y de otras fábricas produjo el éxodo de dos tercios de la población de St. Louis desde 1950, o que el 47 por ciento de los varones afroamericanos entre 16 y 24 no tienen trabajo.

Los adinerados comentaristas, abogados, religiosos, y políticos (en su mayoría afroamericanos) que aparecen ante las cámaras de televisión ni se atreven a mencionar esas cosas. Los petrifica plantear cualquier cuestión que sugiera la división de clases en Estados Unidos. El sistema capitalista, económico y político, que defienden no tiene ninguna solución para la crisis social.

A diferencia de los 1960s cuando la burguesía estadounidense respondió con modestas reformas sociales a los disturbios urbanos, en la actualidad no ofrece nada que no sea más austeridad y más represión.

Lo que pasa en Ferguson debe ser una alarma para todos. Se prepara una dictadura. Las cuestiones de asesinatos policiales, y de todos los otros ataques contra los derechos democráticos son una crisis política que encara a toda la clase obrera.

La clase obrera se opone a la aceleración de la desigualdad, de la guerra y de la represión. La defensa de los derechos democráticos deben ser ligada a la lucha contra la guerra imperialista y a la lucha por fundamentales derechos sociales para la clase trabajadora (el derecho a buenos empleos, educación, salud, vivienda, cultura, y jubilaciones seguras).

Hay que barrer con la represión policial y el espionaje ligado al Estado policial, acabando con el Departamento de Seguridad Patria, con el Comando Norte, la NSA, CIA, el FBI y el Pentágono.

Las manifestaciones de Ferguson son sólo el preaviso de revueltas sociales. Urge un claro programa revolucionario contra la guerra, la desigualdad social, y la amenaza de dictadura. Le toca a los obreros con conciencia de clase, a la juventud y a los estudiantes decidirse a unirse y construir el Partido Socialista por la Igualdad.

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