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Perspectiva

El presidente Obama y la aristocracia de la finanzas

Esta perspectiva política se publicó en inglés el cinto de septiembre del 2014

En un discurso ante una asamblea organizada por los sindicatos (“laborfest”) el presidente estadounidense Barack Obama dejó escapar lo más esencial de su política económica y la naturaleza fundamental de la estructura capitalista de Estados Unidos.

“Es bueno que las ganancias de las empresas estén en auge,” dijo. “Me agrada que salgan adelante las empresas estadounidenses. Es bueno que la bolsa esté en aumento.”

Obama calló sobre algo que es obvio para un creciente número de personas. Dos medidas del desastre económico de la mayoría del pueblo, son precisamente, el auge en precios de instrumentos financieros y las ganancias record de las empresas. El significado de lo que no dice Obama, es que “es bueno” que ejecutivos y especuladores se enriquezcan enormemente como consecuencia de la destrucción de empleos, sueldos, y programas sociales, combinados con billones de dólares de liquidez de parte del Fondo de Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos, FED).

Tiene valor educativo simplemente comparar las palabras del presidente Obama con las del presidente Franklin Roosevelt (FDR)en su discurso inaugural en 1933. FDR repudió la “acciones de los inescrupulosos mercaderes cambistas”, que “han sido condenados en el tribunal de la opinión pública.” Para FDR, su propia elección a la presidencia demostraba que “los cambistas huyen de sus altos escaños en el templo de nuestra civilización”

FDR propuso “dos seguros que impidan volver a los males del antiguo sistema: hay que poner fin a la especulación con el dinero de otra gente, y debe haber una vigilancia estricta de toda la banca, todos los créditos, todas las inversiones.”

El periodo de FDR coincide con el ascenso económico de Estados Unidos. Cara a cara con una crisis económica y alzamientos revolucionarios, la élite gobernante reaccionó con (modestas) reformas sociales y controlando (con límites) las actividades del capital financiero.

Ahora Obama dice que una bolsa en rápido ascenso “es bueno,”cosa que ilustra el consenso general entre los grupos políticos. Los “inescrupulosos mercaderes cambistas” (los especuladores de Wall Street) ahora son los que mandan, y lo hacen abiertamente. Cada acto importante del gobierno conlleva enriquecer la oligarquía financiera a cambio del empobrecimiento de la población trabajadora.

El discurso de Obama ocurrió sólo días después que el índice de las quinientas compañías más grandes de Wall Street (el S&P 500) sobrepasó los dos mil puntos. Ni en el periodo de especulativo de las compañías dot com (2000) ni durante el frenesí hipotecario del 2008, había ese índice sobrepasado mil seiscientos puntos.

Algunos expertos de la bolsa, preocupados por el ascenso apresurado de los índices, temen que se está produciendo lo que puede ser la peor ola especulativa en la historia. Brett Arends, por ejemplo, en un análisis en MarketWatch señaló que quizás sea el mercado bursátil actual, el más rico de la historia moderna. Describe una inflación en el precio de las acciones. “Las acciones medias se venden por veinte veces las ganancias (1.8 veces las ventas). En la cima de la especulación de los dot com (enero del 2000) la acción media costaba dieciséis veces las ganancias (1.4 veces las ventas).”

La diferencia, según Arends, es que mientras la especulación de dot com sólo involucró compañías de alta tecnología, lo que ocurre ahora afecta a toda la bolsa. Neil Irwin del periódico The New York Times habla de una especulación en todo, en que no existen precios bajos, en medio de un diluvio de dinero de los bancos centrales a las instituciones financieras.

Este crisol financiero es una consecuencia de las políticas del gobierno de Obama. Timothy Geitner, ex secretario del tesoro admitió hace poco que durante el rescate de la banca el gobierno inyectó unos siete billones (siete trillones en EE. UU.) en el sistema financiero que sirvieron para sostener otros treinta billones de productos especulativos (más de dos veces el producto bruto anual de los Estados Unidos). Desde entonces, el FED ha creado más de tres billones de dólares de liquidez a través de su programa de flexibilización cuantitativa (Quantitative Easing Program, QE, ), permitiendo que la tasa oficial de interés (préstamos de un banco a otro) sea cero durante casi seis años.

Esas medidas de compra de grandes cantidades de bonos bancarios para proporcionarles liquidez aumentando tremendamente las reservas de dinero de los bancos, es parte de la inescrupulosa estrategia de los grupos gobernantes. En cara a la crisis del 2008 (que puso en jaque al capitalismo) la burguesía quiso proteger (inyectando liquidez) los precios inflados de sus papeles especulativos. Garantizar esos valores ficticios ahora requiere empobrecer al pueblo recortando sueldos y beneficios, aumentando la tasa de explotación, y barriendo con servicios sociales (redistribuidos a los bolsillos de las mismas élites).

Estas medidas, fertilizan el campo de una venidera crisis, quizás la más grande en la historia humana.

Las peligrosas tácticas económicas de la clase gobernante estadounidense tienen su par en la política exterior. Por los dos lados reluce el mismo bandolerismo, el mismo parasitismo. Estados Unidos y sus aliados se dedican ahora a provocar guerras. La OTAN proyecta nuevos castigos económicos contra Rusia, a la vez que equipa con armas de fuego al gobierno que estableció en Ucrania. Gobiernos ultrarreaccionarios en Europa Oriental cuentan con total apoyo del gobierno de Obama (en base al artículo de guerra número cinco de la OTAN) para detonar un sin fin de provocaciones.

No es posible entender la osadía extraordinaria de la política exterior de Estados Unidos (el peligro inmediato es el de una guerra entre potencias con armas nucleares) sin comprender la crisis extrema del sistema capitalista y la naturaleza social de los que ocupan la cúpula del poder.

No lo dice ni en los anuncios oficiales, ni en los periódicos, pero la burguesía estadounidense bien sabe que se encuentra sobre un barril de pólvora social y económico. Considera que l guerra es una manera de dirigir hacia fuera las inmensas tensiones que se acumulan en Estados Unidos. También considera que, conquistando al mundo, podrá resolver las consecuencias del prolongado declive, y crisis, del capitalismo estadounidense.

La medidas antisociales asesinas y destructivas de la burguesía, dentro y fuera de Estados Unidos, ponen (ante la opinión pública estadounidense y mundial) un interrogante sobre el capitalismo mismo. Todas las cuestiones sociales (yendo de los derechos sociales básicos para los obreros, hasta la lucha contra dictaduras y la campaña contra la guerra) plantean la misma necesidad: ¡acabar con el sistema capitalista!

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