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Perspectiva

Trece años después del once de septiembre del 2001

La CIA, las torturas, la "guerra contra el terror"

Esta perspectiva se publicó en inglés el 11 de septiembre del 2014

Hoy se cumple el decimotercer aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 A los pocos días de esos acontecimientos el gobierno de Bush le declaraba la "guerra al terror." Esta supuesta guerra ha continuado en diferentes formas hasta la actualidad.

Desde el principio, la "guerra" fue una mentira. Los actos de terrorismo (cuyas circunstancias y antecedentes nunca han sido objeto de una investigación seria) se utilizaron como pretexto para la implementación de una estrategia, mucho tiempo en preparación, de agresión militar en el extranjero y de destrucción de los derechos democráticos en Estados Unidos.

Más de una década después, el gobierno de Obama vuelve a empaquetar esta guerra como el casus belli para una campaña de bombardeo masivo en el Medio Oriente, usando las acciones del Estado Islámico de Irak y Siria (E. I.), grupo que en sí fue creado por el apoyo estadounidense a los fundamentalistas islámicos en las intervenciones imperialistas en Libia y Siria.

Que la política estadounidense recurra a la tortura revela la esencia profundamente reaccionaria y antidemocrática de la "guerra al terror." Los acontecimientos recientes demuestran que los niveles más altos del gobierno de Estados Unidos y de las agencias estadounidenses de espionaje autorizaron, supervisaron y trataron de encubrir las formas más bárbaras de tortura (actos que son violaciónes claras del derecho internacional y nacional, así como de la constitución de los Estados Unidos).

El diario británico Telegraph publicó detalles las tortura apodada “submarino” (waterboarding) contra al menos tres prisioneros en manos de los Estados Unidos: Khalid Sheikh Mohammed, presuntamente implicado en la planificación de los ataques del once de septiembre; Abu Zubaydah, un presunto colaborador de Osama bin Laden; y Abd al Rahim al Nashiri, acusado de haber planeado el atentado del buque naval USS Cole en el 2000.

"No estaban tirandoles agua sobre la cabeza o sobre un paño," (la definición estándar de la CIA del “submarino”) una fuente le dijo al Telegraph. "Los ahogaban bajo el agua casi hasta la muerte ... era una verdadera tortura." De acuerdo con otra fuente no identificada que está familiarizada con un informe del Comité de Inteligencia del Senado, todavía secreto, de las torturas de la CIA, los métodos brutales empleados si fueran revelados "conmoverían profundamente" al público.

El lunes ocho de septiembre la senadora Dianne Feinstein (Partido Demócrata), anunció que un resumen del informe del Comité de Inteligencia, que se tendría que haber hecho público hace un mes, podría no estar listo antes que el Congreso entre en receso a fin de este mes, impidiendo así que la tortura sea un factor en las elecciones de noviembre. Feinstein citó conflictos con la CIA sobre redacciones exigidos por la agencia, pero el retraso es políticamente conveniente para todas las partes.

El informe en el Telegraph ha sido ignorado por los medios de información estadounidenses. Ni The York Times o The Washington Post ni las principales agencias de noticias de televisión estadounidenses han dicho nada. Mientras que las imágenes de la decapitación de los periodistas James Foley y Steven Sotloff por E. I. han sido reimpresos en periódicos en todo el país acompañado de denuncias de "bárbarie,” no aparece ninguna información sobre estas salvajes acciones de los funcionarios de la CIA que operan bajo la dirección del gobierno estadounidense.

Del mismo modo, los medios de comunicación ya casi no mencionan la crisis constitucional que estalló a principios de este año entre el Senado y la CIA. A finales de julio, la propia Oficina del Inspector General de la CIA concluyó que la agencia intervino las computadoras (los ordenadores) de empleados del Senado cuando estos elaboraba el informe de torturas de la CIA para el Comité de Inteligencia, sin embargo, nadie ha sido sancinado por esa abierta violación de la ley estadounidense y de la separación constitucional de poderes.

Este silencio no es de extrañar. Los crímenes revelados envuelven no sólo al régimen de Bush, sino a toda la clase política.

Las torturas de Zubaydah (capturado en marzo del 2002), al-Nashiri (capturado en noviembre del 2002), y Mohammed (capturado en marzo del 2003) marcaron una etapa crítica en la fila de medidas antidemocráticas implementado como parte de la "guerra al terror. "

Los abogados del Departamento de Justicia prepararon documentos secretos de justificación seudolegal para la tortura, en base a que la "guerra al terror" le daba al presidente, como comandante en jefe, poderes desenfrenados (por encima de todas las restricciones legales y constitucionales). Estos argumentos fueron la referencia para justificar la guerra interminable, el espionaje interno, los tribunales militares, la detención indefinida de ciudadanos estadounidenses y de no ciudadanos sin cargos y muchas otros atropellos a fundamentales derechos democráticos.

Los documentos de la tortura pintan un cuadro jurídico de dictadura presidencial. En base a ellos el gobierno de Obama justificaría la ampliación de los poderes de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y el asesinato de cualquier persona que sea declarada "terrorista", incluyendo ciudadanos estadounidenses, sin ningún proceso judicial.

El gobierno de Obama no ha escatimado esfuerzos para encubrir a los torturadores de la CIA y a sus jefes. Poco después de su inauguración 2009, Obama anunció que los programas de tortura habían terminado, pero que no habría sanciones. Era necesario "mirar hacia adelante en lugar de mirar hacia atrás,” dijo.

En noviembre de 2010, el Departamento de Justicia indicó que no se juzgaría a nadie por la destrucción de cientos de horas de interrogatorios grabados (que incluían tortura) de Zubaydah y Al-Nashiri. Esos videos habían sido vistos por los principales funcionarios del gobierno de Bush, probablemente incluyendo al mismo George W. Bush.

En el 2012, la Casa Blanca anunció que se abandonarían los dos únicos casos que estaba considerando sancionar. Se trataba de la tortura hasta la muerte de un prisionero en Afganistán (Gul Rahman, acusado de parte de la insurgencia contra la ocupación estadounidense, que murió después de haber sido encadenado a un muro de hormigón en temperaturas cercanas al nivel de congelación a una prisión de la CIA), y la de un preso en Iraq (Manadel al-Jamadi, cuyo cadáver fue fotografiado empacado en hielo después de su muerte a manos de la CIA en el 2003).

Finalmente, el Departamento de Justicia anunció a principios de este año que no habría ninguna acusación judicial contra la CIA como consecuencia de la revelación de que esa agencia espiaba al Senado.

La única persona procesada en relación con torturas de la CIA fue John C. Kiriakou, ex funcionario de la CIA, el primero en hablar abiertamente sobre el submarino en el 2007. Kiriakou fue acusado por el gobierno de Obama en el 2012 bajo la Ley de Espionaje y se declaró culpable de violar la Ley de Protección de Identidades de Inteligencia (espías). Actualmente cumple una pena de prisión de 30 meses.

En todo esto se ve la mano del complejo militar y de espionaje que se esconde detrás de las formalidades de la democracia para envolverse con impunidad en acciones criminales. Las diversas instituciones del Estado y los principales partidos políticos operan en representación de esa máquinaria y de la aristocracia financiera que obedece. Los medios de comunicación son apólogos y propagandistas pagados que ayudan a esconder todos esos crímenes, mientras buscan crear el marco político e ideológico que les dé legitimidad.

El objetivo fundamental de todas estas acciones no es " el terrorismo." Es la oposición a la estrategia política de la aristocracia financiera estadounidense tanto en el extranjero como dentro del país. La salvaje tortura (que Cesare Beccaria, jurista y filósofo de la Ilustración, condenaba como un acto "digno de caníbales") pone el dedo en la herida en la visión social y la esencia reaccionaria de la clase gobernante de Estados Unidos y en los métodos que se están alistando contra de la clase obrera en defensa del capitalismo.

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