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Perspectiva

La repartija de Detroit

En tiempos más prósperos Detroit era la capital automotriz del mundo. Ahora atraviesa por las últimas etapas de la mecánica de quiebra (una verdadera conspiración de los bancos contra los habitantes de la ciudad). Esta semana acaba el proceso judicial, cosa que es un mero ritual legal para que un juez apruebe el salvaje plan de reestructuración municipal.

La supuesta reestructuración de Detroit desuella las pensiones y programas de salud de más de treinta mil trabajadores municipales (incluyendo a los que ya se han jubilado), y pinta una hoja de parra dizque legal para cerrar servicios esenciales (de agua y otros más) en los barrios obreros.

En la semana del 13 de octubre, alrededor de 200 inversionistas especuladores estadounidenses se reunieron en el Centro de Capital de riesgo y de Finanzas privadas de la Universidad de Michigan con el propósito de discutir las oportunidades de negociados que se presentan ahora de un Detroit descuartizado.

Los principales oradores de esa conferencia fueron Kevyn Orr y Kenneth Buckfire. El primero es el abogado de quiebras del bufete legal Jones Day e interventor municipal de emergencia (léase dictador defensor de los bancos). El segundo es el ex vicepresidente (número uno) de Lehman Brothers y cofundador de la empresa de inversiones Miller Buckfire.

Ambos conspiraron en el complot que resultó en la quiebra de Detroit, y en la desautorización sin precedentes de protecciones constitucionales estatales (en este caso del estado de Michigan) de pensiones municipales. Orr recibió ocho millones de dólares “asesorando” a la ciudad durante la bancarrota.

Luego de una espléndida cena, se les ofreció otro menú a los inversionistas especuladores. Orr y Buckfire les presentaron un Detroit listo para faenar.

Entre las oportunidades de lucro que los dos listaron se encuentran “terrenos y compañías quebradas que se pueden adquirir por poco dinero”, la existencia de cuarenta y cuatro mil lotes que se “podrían renovar”, y la proximidad de Detroit a los Grandes Lagos, con su acceso al agua dulce (cosa de futura importancia cuando se seque el sudoeste de Estados Unidos).

Orr blasonó que las oportunidades de lucro son más grandes que las que había notado en Miami, Nueva York, y Washington. Ambos se refirieron al negociado reciente de la ciudad con la aseguradora de bonos Finance Guarantee Insurance Co. (FGIC) que serviría para tranquilizar a todos los especuladores titubeantes.

Para cancelar la demanda, FGIC recibirá 161 millones de dólares en créditos y otros pagos y tres hectáreas y media de la más codiciada propiedad del litoral de la ciudad. La ciudad pagará por la demolición de la Arena Joe Louis (que ocupa esos terrenos) para que FGIC construya viviendas de lujo, un hotel y un centro comercial y de convenciones que le llenarán los bolsillos por muchos años.

La compensación para FGIC supera el negociado previo con la aseguradora Syncora. Ésta última recibió mitad del Tunes Detroit-Winsdor, millones en dinero y créditos, y varios garajes de estacionamiento público. La suma que recibirán las aseguradoras de bonos (un descarado chantaje) es para resolver las exigencias de los bancos de Wall Street, que engatusaron a la ciudad con negociados desastrosos que todos sabían eran ilegales.

La mafia financiera, luego de hundir a Detroit desarmando la industria automotriz y a la misma vez exigiendo millones de dádivas de la ciudad (en reducciones de impuestos), ahora se aventaja de la crisis que resultó de esas medidas para empobrecer a los trabajadores municipales para enriquecerse más.

De acuerdo con la reestructuración, lo más que Detroit podrá gastar anualmente en programas sociales (que ya se encuentran muy deteriorados) es 140 millones de dólares. Un comité estatal de control financiero podrá rechazar (para mejor beneficiar a rentores de bonos municipales) nuevas deudas o “generosos” gastos. Todos los dineros extraídos del tronchado de pensiones municipales y programas de salud fluirán a Wall Street.

En la conferencia, Buckfire (dueño de varias mansiones multimillonaria en la avenida neoyorkina de Park Avenue, y en el barrio rico de Greenwich, Connecticut) dijo que los ciudadanos de Detroit ya no tenían “ninguna excusa” para no pagar las cuentas de sus ciudad.

El saqueo sinvergüenza de Detroit es el cenit del capitalismo buitre. Es ejemplo máximo de la avaricia y de la ambición de la aristocracia financiera y del desprecio de ella al bienestar de la mayoría de la gente de Estados Unidos.

La quiebra de Detroit cuenta con el apoyo incondicional de todas las agencias del la clase de poder (tribunales, los partidos Demócrata y Republicano, el gobierno de Obama, los medios de difusión, las organizaciones de “derechos civiles” y los sindicatos).

No defienden los sindicatos (United Auto Workers, American Federation of State, County and Municipal Employees (AFSCME) y otros) los intereses de la clase obrera. Están del lado de la quiebra y quieren su tajada.

Codeándose con personas de Blackstone y de Credit Suisse en la Conferencia de Participación Privada de Michigan, estaba Brian Gimotty, testaferro del fondo de pensiones del sindicato United Auto Workers (automotriz) de 55 mil millones de dólares.

Lo que pasa en Detroit confirman la prognosis del World Socialist Web Site. En nuestro comentario de perspectiva política del 20 de julio del 2013 dijimos lo siguiente:

“Lo mismo que se usó la austeridad de Grecia como modelo para atacar a los obreros de Europa y otros lugares, la quiebra de Detroit (que va aún más allá de las medidas griegas) representa un nuevo peldaño en la escala de ataques contra la clase obrera estadounidense y mundial. Peligra todo lo que la clase obrera ha obtenido durante más de cien años de enormes (y a veces sangrientas) batallas y sacrificios”.

Existe sólo una fuerza política que se opone a ese ataque, el Partido Socialista por la Igualdad (PSI). En contraste a las organizaciones (dizque de izquierda) ligadas al Partido Demócrata y a los sindicatos, el PSI advierte a los obreros no confiar para nada ni en el tribunal de quiebra ni en ninguna otra agencia del estado capitalista. Sólo el PSI lucha por la clase obrera y en contra de la conspiración de la bancarrota.

La campaña en defensa de los derechos fundamentales de obreros y jóvenes exige construir un movimiento político de la clase trabajadora para barrer con el andamiaje capitalista (económico y político). El proletariado necesita arrancar del control privado a los bancos y a las mayores empresas e imponer su control democrático. Hay que rechazar todas las deudas a los parásitos de Wall Street. Hay que confiscar todas las fortunas que resultaron del fraude y de los ataques contra los empleos y condiciones de vida y usar esos recursos para reconstruir a Detroit y otras ciudades de Estados Unidos.

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