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Brasil: Rousseff del Partido de los Trabajadores fue reelegida en la votación más estrecha desde el fin de la dictadura militar

La presidente Dilma Rouseff del Partido de los Trabajadores (PT) obtuvo una estrecha victoria en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil el domingo pasado, superando a su rival de derecha, Aecio Neves del Partido Social Democracia (PSDB) por apenas tres puntos porcentuales.

Mientras que el voto da Rousseff a un segundo mandato de cuatro años, extendiendo el dominio del PT en la presidencia a 16 años, el margen fue el más estrecho desde la restauración de un gobierno civil después de 20 años de dictadura militar hace más de tres décadas. Rousseff ganó con 51.64 por ciento (54.5 millones de votos), mientras que Neves obtuvo un 48.36 por ciento (51 millones de votos).

Veintiún por ciento del electorado no votó, a pesar que en Brasil el voto es obligatorio, y más del 7 por ciento votó en blanco en protesta por las opciones que se ofrecían.

Cuando fue elegida por primera vez presidente en 2010, Rousseff había derrotado a su oponente del PSDB por un margen de doce por ciento.

Los mercados financieros respondieron a la victoria de Rousseff con la caída del valor del real brasileño (a su mínimo de los últimos nueve años y medio) y con una caída del 2.7 por ciento del Bovespa, el índice bursátil de São Paulo. Los inversionistas extranjeros y grandes sectores de las finanzas de Brasil y de las grandes empresas habían respaldado una victoria de Neves como el mejor medio para empujar mayores políticas de libre empresa.

"Cambio" fue el lema de la campaña electoral más polarizadas en 25 años. Esto fue parte del intento de canalizar detrás del programa derechista de ambos partidos burgueses la inmensa ira expresada en las protestas masivas que llevaron a millones a las calles el año pasado por la caída de los niveles de vida, la falta de puestos de trabajo decentes y el deterioro de los servicios públicos.

En primer lugar, tomó la forma de la candidatura de Marina Silva, quien se convirtió en la candidata presidencial del Partido Socialista Brasileño, un partido político burgués de derecha, después de que su principal líder, Eduardo Campos, muriera en un accidente aéreo. A principios del mes pasado, las encuestas tenían a Silva superando a Rousseff en la primera vuelta de las elecciones. Cuando se emitieron los votos en la primera ronda, sin embargo, Silva solo logró un distante tercer lugar, con apenas el 20 por ciento del voto.

Neves insistió en que él representaba "el cambio", afirmando que "las políticas más favorables a los inversores" podrían revertir la profundización de la crisis económica de Brasil, que se caracteriza por tener un crecimiento menor a menos de 1 por ciento y una tasa de inflación que ha superado el techo de 6.5 por ciento asignado por el gobierno.

Rousseff hizo campaña con el lema de "nuevo gobierno, nuevas ideas". En su discurso de victoria la noche del domingo, ella declaró que estaba "siendo reelegida a la presidencia para hacer los grandes cambios que la sociedad demanda de Brasil".

Insistió en que "el diálogo" con la derecha brasileña sería su máxima prioridad. Esto después de una campaña donde el ex presidente del PT, Luis Inácio da Silva (Lula) advertía que la política de Neves era "atacar gente [pobre] como lo hicieron los nazis en la Segunda Guerra Mundial". Por su lado, Neves comparó el equipo de campaña del PT al ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels. Neves también acusó a Rousseff de "terrorismo electoral", una disimulada referencia a encarcelamiento y tortura de ella en la década de 1970 por haber participado en un grupo guerrillero contra la dictadura militar.

Rousseff expresó su esperanza "que el choque de ideas termine en algún consenso", y dijo que sus "primeras palabras van a ser un llamado a la paz y la unidad." Ella insistió: "En lugar de ampliar las diferencias y crear una grieta, tengo firme esperanza de que podemos utilizar esta energía para construir puentes".

Detrás del llamado de Rousseff a la unidad, el gobierno se está preparando para poner en práctica las medidas de ajuste económico a lo largo de líneas defendidas por sus opositores de derecha. Los "puentes" que quiere construir, o más exactamente, su reparación, son los que vinculan el gobierno al capital financiero brasileño y extranjero y a los más poderosos intereses comerciales.

Se espera que el primer indicio de este cambio en su política venga con el nombramiento de un nuevo ministro de Hacienda para reemplazar a Guido Mantega, que fue duramente criticado por la oligarquía financiera y corporativa. Se espera el nombramiento de una persona más a gusto de la oligarquía.

Rousseff expresó su compromiso con las "reformas", (léase, ataques reaccionarios sobre las condiciones sociales de la clase obrera). Se trata de una reforma laboral para imponer una mayor "flexibilidad" y permitir acelerar la destrucción de los derechos laborales y de una reforma tributaria destinada a impulsar las ganancias corporativas a costa de la clase obrera. También se comprometió a "hacer mejoras en el campo de la responsabilidad fiscal", en otras palabras, de imponer nuevas medidas de austeridad contra la población trabajadora.

Rousseff ganó la reelección por un mínimo margen en gran medida debido a los temores entre los sectores más oprimidos de las masas trabajadoras que una victoria de Neves significaría el fin de los mínimos programas de asistencia social, como Bolsa Familia (subsidio familiar), que han reducido los niveles de pobreza extrema. Brasil sigue siendo un país donde aproximadamente el 40 por ciento de los hogares viven con menos de US$700 al mes.

Las mayores victorias del PT ocurrieron en los estados más atrasados y pobres, sobre todo en el noreste. En Maranhão, el estado más pobre de Brasil, Rousseff obtuvo 78.7 por ciento de los votos, mientras que Neves recibió sólo 21.2 por ciento. En São Paulo, el estado más industrializado, donde el PT fue fundado bajo el liderazgo del dirigente sindical metalúrgico Lula, Neves obtuvo el 64.3 por ciento de los votos, frente a 35.7 para Rousseff.

Políticamente, su segundo mandato ya se ve abatido por un escándalo continuo sobre sobornos masivos a Petrobras, la empresa petrolera estatal y la corporación más grande de Brasil. El ex director de Petrobras, Paulo Roberto Costa, y el operador de divisas, Alberto Youssef, han testificado que cada contratista que trabaja para Petrobras pagó un 3 por ciento del valor de su contrato en comisiones ilegales que fueron en gran parte a las arcas del Partido de los Trabajadores. Costa reafirmó la entrega de dinero en efectivo directamente al tesorero del PT, Joao Vaccari Neto, mientras que Youssef declaró que tanto Rousseff y el ex presidente del PT, Lula, estaban al tanto de los sobornos.

Mientras Neves y el PSDB intentaron hacer del escándalo de corrupción un punto central en la campaña contra el PT, resultó menos exitosa, ya que el PT fue capaz de contrarrestar las acusaciones de corrupción generalizada en virtud de los gobiernos estatales del PSDB, entre ellos el del propio Neves en Minas Gerais. La respuesta general del electorado brasileño parecía ser la resignación al hecho de que todos los principales partidos políticos son organizaciones profundamente corruptas.

Rousseff también sacó partido de la ausencia de cualquier oposición transcendente de izquierda. Los grupos que se identifican a sí mismos como oposición de izquierda al gobierno del PT incluyen el PSOL (Partido Socialismo y Libertad), fundado por funcionarios del PT que fueron expulsados por oponerse a una reforma de derecha de las pensiones implementada bajo el gobierno de Lula, y el PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unidos), el partido morenista brasileño, que también fue fundado por una tendencia que pasó una década en el PT antes de ser expulsado.

Estos dos partidos, que orbitan alrededor de la PT y la burocracia sindical, presentaron sus propios candidatos a la presidencia mientras que (en los estados) participaban en maniobras destinadas a la formación de "frentes de izquierda" con el grandemente moribundo Partido Comunista Brasileño (PCB), a veces absurdas, y carentes de principios.

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