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La caída del muro de Berlín: un balance

El domingo 9 de noviembre se cumplieron 25 años desde que cayó el Muro de Berlín, acontecimiento que anunció el fin de la (estalinista) República Democrática Alemana (Alemania Oriental, DDR) luego de 40 años en existencia.

La celebración culminó al cerrar la tarde con la liberación al cielo de Berlín de 7.000 globos luminosos distribuidos a lo largo de 15 kilómetros de lo que fue el trazado del muro, mientras se oía por todas partes el coro a la novena sinfonía de Beethoven (el himno a la alegría; y el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven). La misma música fue interpretada por la Staatskapelle de Berlín en la Puerta de Brandenburgo conducida por Daniel Barenboim acompañados por las veteranas estrellas de la música pop Udo Lindberg y Peter Gabriel.

La emisora de televisión regional RBB le dedicó un día entero a la caída del Muro. En una previo aviso a la prensa la emisora había dicho que sus programas del día tenían “la intención de revivir la infinita alegría y hacer sentir la locura de esos tiempos”.

El presidente alemán Joachim Gauck habló en Leipzig en una conferencia antes del 9 de noviembre llamada “Veinticinco años de revolución pacífica”. Allí comparó las manifestaciones contra el régimen de Alemania Oriental con las grandes revoluciones del siglo XVIII en América y Francia, y con el “movimiento de libertad” en Alemania en 1848.

“Decenas de miles de personas vencieron su temor a los opresores porque su deseo de libertad era mayor que su miedo”, declaró Gauck. “Comenzando con unos pocos valientes esa corriente se transformaría en un enorme movimiento que inexorablemente produciría una revolución pacífica”.

La campaña de presentar el fin de la DDR como una “revolución liberal” y de tratar de revivir la atmósfera de euforia que rodeó la caída del Muro de Berlín tiene un solo propósito: impedir un balance serio de la reunificación germana (un análisis de lo que fue lo que realmente pasó en el otoño de 1989). Cuanto más gris es el presente (cuanto más se desintegra la sociedad, cuanto más tambaleé el andamiaje democrático, cuanto más se acelere el regreso al armamentismo) más luminosa debe aparecer la restauración capitalista en Alemania Oriental y la reunificación debe brillar con el sol de la “revolución liberal”.

C ontrarrevolución social

El fin de la DDR no fue una revolución social; fue una contrarrevolución. Con el capitalismo regresaron el desempleo, la explotación masiva, la desigualdad social y la pobreza extrema.

Prácticamente fue demolida la desarrollada base industrial de la DDR (donde se garantizaban empleos de por vida y buenos beneficios). El instituto de privatizaciones, THA (Treuhandanstalt), se encargó de catorce mil empresas. Las que no fueron vendidas fueron cerradas (la mayoría). A lo largo de tres años el setenta y un por ciento de los obreros del este quedaron sin trabajo y tuvieron que buscar otros empleos. El número de empleos industriales en el este es ahora una cuarta parte de lo que era en 1989.

El resultado fue una ola de migración. En muchas zonas de este sólo quedan los viejos. En 1989 vivían 16.7 millones en la DDR. En el 2006 la población (14.6 millones) había bajado un trece por ciento. Se fueron los jóvenes, la tasa de natalidad cayó, y la edad media de la población ascendió dramáticamente.

Se destruyó el avanzado programa de educación y de previsión social de la DDR (y también su densa red de instituciones culturales). Tan solo en Sajonia (provincia de 4 millones de habitantes) se cerraron más de mil escuelas.

Las “reformas” (léase, recortes) de programas de previsión social y la crisis financiera del 2008 han echado abajo el anuncio de que todo eso simplemente se trata de una transición, un periodo de ajuste.

Aún veinticinco años después las condiciones de vida son muy diferentes en el este. En el 2013, el ingreso medio de un obrero del este era 25 por ciento menos que él de un obrero del oeste. El valor de las posesiones de una familia típica en el este sumaba sesenta y siete mil euros, menos de la mitad de las de una familia del oeste (153 mil euros).

La convergencia que sí ocurre toma la forma de una baja de sueldos en el oeste al nivel de los sueldos del este. Según estadísticas del Buró Federal de Estadísticas, el salario real alemán en el 2013 estuvo por debajo del de 1995. Mientras que el sueldo por hora de los más pobres ha declinado 20 por ciento desde 1995, los ingresos más altos han subido notablemente.

La fuerza represiva del estado

La dictadura del SED y de Stasi se rindió a la dictadura de las casas financieras y de las empresas, que también cuentan con sus soplones pagados, medios de difusión controlados, y reaccionarios aparatos de espionaje.

Cuando uno examina el aparato de seguridad que existía en la DDR (y lo compara con el NSA estadounidense o con la maquina de espionaje alemana de hoy), se ve como una operación amateur, como ha dicho el denunciante Edward Snowden, quien reveló información recolectada ilegalmente por las agencias de Estados Unidos y de Alemania. Comparado con el edificio central en la calle Chausseestraße de la agencia alemana BND de espionaje internacional, la antigua sede de Stasi en la calle Normannenstraße se ve modesta en extremo.

La Oficina de Protección de la Constitución (Verfassungsschutzämter, OPC), servicio de espionaje que reemplazó al Stasi, es toda una cueva de reaccionarios; en un proceso legal para prohibir el partido NPD, de derecha extrema, los tribunales se negaron a actuar en parte porque uno de cada siete empleados de esa agencia pertenecía al NPD. Por lo tanto era un “asunto de estado” (Sache nach um eine Veranstaltung des Staates) la existencia del NPD. La OPC de Turingia amamantó con cien mil euros a las corrientes reaccionarias de extrema derecha de la provincia, de donde surgió el grupo terrorista NSU.

El muro (cuya caída se celebró el domingo 9 de noviembre) ha sido reemplazado por otro muro, que rodea a toda Europa. En contraste con las cien o ciento cincuenta personas que perdieron sus vidas intentando atravesar el primer muro entre 1961 y 1989, están los veinticinco mil muertos desde 1990, intentando cruzar el Mar Mediterráneo para refugiarse en Europa.

Están bajo ataque hoy, los mismos derechos democráticos que fueron sagrados e intocables durante muchos años. Dos días antes de los actos conmemorativos de la caída del muro de Berlín, la gerencia de la ferroviaria Deutsche Bahn AG, apoyados por las autoridades federales impuso una veda contra una huelga de operadores de trenes que, en verdad, acabará con el derecho a la huelga. El proyecto de ley de unidad de negociaciones (Gesetz zur Tarifeinheit) del gobierno le dará a la Federación Alemana de Sindicatos (DGB) un monopolio sobre las negociaciones, igual al que tenía su par en Alemania Oriental, la FDGB. Todas las formas de lucha de los trabajadores que no cuenten con el visto bueno de la DGB serán prohibidas por esta nueva ley.

La consigna de “elecciones libres” que movilizó a muchísimos en 1989 se ha convertido en una mentira. Antes había una lista única de candidatos por los que votar; ahora existen múltiples listas de candidatos que comparten las mismas ideas políticas. Todos obedecen los intereses de las grandes empresas y casas de finanzas. Como resultado la participación popular en el balotaje (en estas últimas elecciones federales) ha sido menor al 50 por ciento, un mínimo histórico.

Vuelve el armamentismo

Lo más terrible de la reunificación bajo el capitalismo es el regreso del militarismo alemán.

En 1914 y en 1939 Alemania (para resolver sus contradicciones y convertirse en potencia mundial) intentó conquistar a Europa. Puso sus miras hacia el este, con la misión de doblegar a Rusia. En la actualidad, las élites de poder germanas toman ese mismo camino.

La clase de poder, con el apoyo de los medios de difusión y de todos los partidos políticos principales, ahora toca el clarín del “fin de los límites” al uso de las armas. Organizó un putsch en Ucrania junto con la descendientes políticos de los que colaboraron con los nazis en la segunda guerra mundial, e instaló un gobierno de derecha pelele de la UE. Crecen los amagos de guerra contra Rusia. Una guerra atómica contra Rusia no es más una hipótesis teórica, sino algo que podría ser real. En el Medio Oriente, el gobierno germano contribuye a pertrechar a la milicia kurda (Peshmerga) para demostrarle al mundo que Alemania también participara en la violenta repartición de esa región.

Lecciones de 1989

Las manifestaciones ligadas al fin de la DDR, no fueron parte de ninguna revolución libertadora. Indudablemente futuros historiadores las presentarán como un ejemplo de movimientos (surgidos de un sentimiento general de desesperación hacia el gobierno) que por carecer de alguna perspectiva viable son manipulados y paralizados políticamente.

Contradiciendo la mitología oficial, la verdadera máquina de la restauración del capitalismo en la Unión Soviética, Europa Oriental, y sobre la Alemania Oriental (DDR) fue la misma burocracia estalinista, casta privilegiada que en los años 1920 usurpó el poder. Desplazó, persiguió, suprimió y finalmente liquidó la oposición marxista.

Los cimientos de su dominio fueron las más modernas relaciones de propiedad social (establecidas por la Revolución de Octubre de 1917). La burocracia se colocó sobre éstas como un parásito que le chupa la vitalidad a su anfitrión hasta matarlo. Por lo tanto tuvo que acabar con la democracia obrera y ahorcar la creatividad de la propiedad socializada. Junto con los partidos Comunistas en su órbita, socavó toda expresión revolucionaria de los obreros en todas las partes del mundo.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la burocracia estalinista se convirtió en un verdadero garante del estatus quo. Aseguró la estabilidad de las clases de poder capitalistas del mundo. Negoció con las naciones aliadas (de occidente) el derecho de dominar y abolir la propiedad capitalista en Europa Oriental, suprimiendo, claro está, todos los movimientos independientes de la clase obrera (como cuando aplastó el levantamiento de los trabajadores de Alemania Oriental el 17 de junio de 1953.)

Fueron circunstancias que no podían durar para siempre. León Trotsky el luchador marxista más importante contra el estalinismo, ya había anticipado en 1938: “O bien se convertirá más y más la burocracia en agente (dentro del los estados obreros) de la burguesía mundial, barrerá con las nuevas formas de propiedad e instalará al capitalismo, o la clase obrera aplastará a la burocracia y abrirá el camino al socialismo”, escribió Trotsky en el programa de fundación de la Cuarta Internacional.

La mundialización económica y financiera de los años 1980 sonó la marcha fúnebre para las economías nacionales en crisis de todos los países estalinistas. Como había vaticinado Trotsky, para mejor proteger sus privilegios la burocracia busco construir nuevos cimientos en que basarse: restaurando el capitalismo. De ahí deriva la importancia de la selección de Gorbachov como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1985.

Por más que Erich Honecker (Secretario General del SED) titubeara en seguir los pasos de Gorbachov, los mandamás del la dirección del SED hacía tiempo habían emprendido el camino del capitalismo y de la reunificación. A tres semanas de la caída del muro de Berlín, el Comité Central destituye a Honecker y lo reemplaza con Egon Krenz. Éste, poco más tarde, sería reemplazado con Hans Morrow.

Modrow, el último primer ministro del gobierno del SED (Sozialistischen Einheitspartei Deutschlands [renombrado PDS, Partido Democrático Socialista, con la reunificación]), quien organizó el fin de la DDR, reconoció más tarde en sus memorias lo siguiente: “En mi opinión, la reunificación no tenía marcha atrás y que había que proceder de manera decisiva”. Günter Mittag, que por muchos años dirigió la política económica del DDR, le diría al periódico Der Spiegel que en 1987 se daba cuenta que “se habían perdido todas las opciones [de dar marcha atrás]”.

Las manifestaciones que detonaron a través de todo el territorio en octubre de 1989 se no se toparon con ningún obstáculo. Analistas occidentales ya se daban cuenta de eso: “Sería un gran error pensar que, como acto divino, un rayo hubiese caído sobre la plaza de Leipzig y transformado el mundo”, declaraba en el 2001 el canciller germano Helmut Kohl a su biógrafo Heribert Schwan. Ese concepto (de intervención divina) “viene del cerebro ignorante de Thierse” (líder político del SPD, de Alemania Oriental. Ha decir verdad la decisión fue de Moscú: “Al hacer sus cálculos Gorbachov debe de haberse dado cuenta que no se podía detener el colapso del régimen”.

En ese momento, las muchas corrientes derechistas burguesas que aparecían de un día al otro, campaneaban, al igual que las burocracias estalinistas, su propósito restaurador. No bien aparecían se juntaban con el SED alemán (estalinista) en “mesa redonda” para proyectar junto con el gobierno de Modrow (al que muchos luego se unieron), el andamiaje de una Alemania capitalista venidera. Eran reclutas de la pequeña burguesía, pastores, artistas, abogados. Lo que les molestaba de la DDR, no ere la sujeción política de la clase obrera, sino la ausencia de oportunidades y carreras de lucro, como sus colegas occidentales. Por ese camino político dieron sus primeros pasos Angela Merkel, y Joachim Gauck, los actuales canciller y presidente federales.

Los manifestantes, que el otoño de 1989 exigían elecciones libres con cánticos de Wir sind das Volk (“Nosotros somos el pueblo”) no entendían bien el álgebra de todos estos acontecimientos. Expresaban su inquina hacia la burocracia. Este movimiento, que, había comenzado con una huida de gente a Europa Occidental, socialmente heterogéneo, con confusión de política y confusión de propósitos, nunca entendió las fuerzas sociales con que chocaba. Ende se dejó manipular y mal dirigir hacia fines opuestos a los que indudablemente hubiera querido.

La perspectiva del PSG

Tan solo un partido pronosticó hace 25 años las futuras consecuencias: EL Bund Sozialistischer Arbeiter (BSA, Liba de Trabajadores Socialistas) que ahora se llama Partei für Soziale Gleichheit, o PSG. En muchas declaraciones, artículos y folletos (eventualmente publicados en un libro [Das Ende der DDR, “el fin de la Alemania Oriental”] lanzamos la alarma de las terribles consecuencias sociales de la restauración del capitalismo.

Sobre el militarismo alemán auguramos: “El auge del imperialismo germano deriva del colapso de la posibilidad de expansión económica por vías pacíficas. Ese colapso es la máquina que nos encarrila al mecanismo tradicional del expansionismo alemán, que es el militarismo”.

El BSA no tuvo la suficiente influencia política en la DDR para impedir la restauración del capitalismo. Durante muchos años el gobierno del SED había perseguido al movimiento trotskista e impedido una crítica marxista del estalinismo.

Mil novecientos ochenta y nueve sorprendió a la clase obrera de Alemania Oriental. Las falsificaciones estalinistas la había separado de su historia. Se le prohibía discutir e intercambiar ideas libremente. Por ende no carecían del entendimiento político; carecían de la claridad programática necesarios para acabar con el capitalismo.

Todos esos problemas permanecen irresueltos. En todo el mundo el proletariado encara ingresos cayendo en pique, desempleo, recortes de previsiones sociales, mayor represión de parte del estado y amagues de guerra.

Son importantes requisitos para la lucha de hoy contra el capitalismo reaccionario hacer un balance de estos pasados 25 años, de lo que la DDR, y del papel que jugó el estalinismo.

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