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Perspectiva

La bancarrota de Detroit, nuevo peldaño en la guerra contra los obreros

La aprobación oficial el viernes 7 de noviembre del fin del proceso de bancarrota de Detroit es un acontecimiento histórico con ramificaciones nacionales e internacionales. En su declaración de fallo, el juez federal de bancarrota Steve Rhodes declaró que la quiebra de Detroit es un modelo a seguir para toda la nación.

Una ciudad estadounidense, centro industrial del capitalismo mundial, a sido víctima de un proceso de bancarrota, maniobrado por un “interventor de emergencia” que tiene poderes dictatoriales, para imponer un proyecto de reestructuración (que es muy impopular) de acorde con las demandas de las grandes casas financieras y de los mayores rentistas.

Los obreros de Detroit recién se comienzan a dar cuenta de las catastróficas consecuencias que les esperan. El proceso de bancarrota que fue aprobado por el tribunal ataca las pensiones de 23,500 obreros (negando la constitución del estado que garantiza los beneficios de jubilación de obreros públicos). Los beneficios de cuidado médico de estos obreros han sido prácticamente eliminados.

El proyecto de entregar el Instituto de Arte de Detroit a fundaciones particulares y de vender otras propiedades municipales a los mismos bancos predadores de Wall Street cuyas tretas de préstamos hundieron la ciudad, crea las condiciones para aumentar los cierres de agua a las familias de Detroit que estén atrasadas en sus pagos, acto cruel que tiene el propósito de atraer inversionistas y facilitar la privatización de departamento de agua.

La clase de poder está contentísima. Los medios de difusión campanean las declaraciones eufóricas del juez Rhodes que la implementación de la salvaje austeridad es algo “casi milagroso”. Entusiasmado el diario Detroit News escribió que “el trajín por el proceso de bancarrota ha sido todo un triunfo”. Otro diario, el Detroit Free Press, escribió “con los ojos del mundo fijos en todos los pasos, Detroit ha saltado con vítores por sobre la más alta de todas las vallas de los últimos cincuenta años”.

El nombramiento de un interventor de emergencia, bajo una ley antidemocrática (inicialmente rechazada en referéndum por los votantes del estado de Michigan) fue elogiado por círculos internacionales. El proceso de bancarrota fue un “ejemplo clásico de eficiencia y pragmatismo”, escribió la revista inglesa Economist. El interventor Kevyn Orr había hecho buen uso de su autoridad de “dictador benevolente”, escribió.

Como sugiere el Economist, para la clase de poder no sólo fue importante lo que se hizo en Detroit sino cómo se hizo: derogando las formas democráticas de gobierno.

Cuando acababa su declaración, Rhodes dijo que “ha llegado la hora de devolverle la democracia al pueblo de Detroit”. Habemos aquí un juez federal, que juró defender la constitución de Estados Unidos, admitiendo tácitamente que durante 20 meses se había suspendido la democracia en una importante ciudad norteamericana.

La noción de que la democracia se puede conceder como maná del cielo, que es un regalo que se puede retirar cuando se le de la gana al estado, es en sí un rechazo de la democracia misma. Indica una falta de comprensión y un repudio a los principios democráticos de la Ilustración que fueron la base de las revoluciones americanas y la repúblicas que resultaron de esta. La Declaración de Independencia de Estados Unidos declara que todos los ciudadanos tienen “derechos inalienables” y que la autoridad del gobierno deriva del “consentimiento de los que son gobernados”.

Cuando un periodista del World Socialist Web Site le preguntó sobre esa contradicción, Rick Snyder gobernador de Michigan (y un megaespeculador financiero), respondió que para su enfoque sobre la democracia era “menos filosófico y más pragmático”. Dijo que la ciudad atravesaba por una “emergencia financiera”. Ahora que Detroit había sido reestructurado, podría volver a su “acostumbrada forma de gobierno”, dijo.

Se creó una Comisión de Revisión Financiera para establecer una dictadura perpetua sobre Detroit. La comisión estará integrada por nueve miembros que representan intereses financieros e inmobiliarios. Tendrán la autoridad de vetar acuerdos laborales municipales, contratos y decisiones de gastos durante los próximos veinte años.

Desde el 11 de septiembre del 2001, se han manipulado la “guerra al terror” y emergencias de seguridad nacional para iniciar guerras ilegales, engordecer un enorme aparato de espionaje doméstico, e ocupar con el ejército a las ciudades de Boston y Ferguson, Missouri. De la misma manera supuestas “emergencias financieras” serán el instrumento para suspender “las acostumbradas formas de gobierno” e imponer dictaduras bancarios.

Se nota un gran sentimiento de alivio entre los oficiales de Detroit. Por ahora parecen haberse salido con las suyas (con su enorme crimen).

Entrevistado hace una semana, Orr le dijo a un medio de difusión que le había preocupado el peligro de “levantamientos populares”. El mismo juez Rhodes reconoció que “un gran número” de ciudadanos estaban muy enojados que “a ustedes le habíamos sacado su ciudad y que la habíamos puesto en bancarrota”.

¿Cómo fue que se suprimió la oposición?

Primeramente, todos los grupos de poder estuvieron unidos. Eso quedó bien demostrado en la conferencia de prensa que siguió el fin del proceso de bancarrota (organizada para adular a Rhodes). Asistieron representantes de todos los grupos de poder: el gobernador Rick Snyder (Partido Republicano), El interventor de emergencia Kevyn Orr (Partido Demócrata), el presidente de la junta municipal Brenda Jones y el alcalde Mike Duggan (ambos del Partido Demócrata) y una sarta de otros testaferros de varias organizaciones.

También (entre telones más que nada) el gobierno de Obama apoyó el proceso de bancarrota de Detroit. Uno de sus principales consejeros económicos, el ex presidente del banco central de Estados Unidos (El Fondo de Reserva Federal), Paul Volker, es el principal proponente de la mentira de que los costos de jubilación para los obreros municipales “no se pueden sostener”.

Por último, el papel de los sindicatos (de suprimir, disipar y desorientar la resistencia de las bases) fue crucial. Un supuesto “gran acuerdo” fue negociado, con un enorme soborno (control sobre 500 mil dólares en fondos de pensiones) para la Federación de Empleados del Estado, del Condado y del Municipio (American Federation of State, County and Municipal Employees, AFSCME), el Sindicato de Trabajadores de Automóvil (United Auto Workers, UAW) y otros sindicatos,

Con este proceso de bancarrota se establece un precedente (nacional e internacional) para incrementar la actual contrarrevolución social que tiene por objeto destruir todas las conquistas obreros (entre ellas el derecho a una jubilación después de una vida de labor). Por eso cuenta con el apoyo de todos los grupos de poder empresariales y políticos, también de los sindicatos, de las organizaciones de “derechos civiles” y de los grupos seudoizquierdistas en órbita alrededor del Partido Demócrata.

Sólo el World Socialist Web Site y el Partido Socialista por la Igualdad luchan para movilizar la fuerza de la clase obrera contra la dictadura de los bancos y casas financieras. Nosotros hacemos hincapié en que la clase obrera no confíe en las instituciones oficiales (incluyendo el tribunal de bancarrota). La alternativa que proponemos es que los obreros, jubilados y jóvenes se organicen independientemente en contra de todo el andamiaje económico y político.

Esa fue la base de la protesta que el PSI organizó el 4 de octubre del 2013 en el Instituto de Arte, la única manifestación de oposición proletaria al proceso de quiebra. También fue la base de la investigación obrera del 15 de febrero del 2014, que desenmascaró las fuerzas políticas detrás del complot y demostró el significado histórico e internacional de la campaña en Detroit para toda la clase trabajadora. A principios de este años, el PSI estableció el Comité de Acción Obrera de Detroit, cuya función es abogar por una lucha independiente, industrial y política.

En Detroit, en todo Estados Unidos y en todos los países, la clase obrera tiene que combatir la dictadura de los bancos con la lucha por una democracia genuina (un gobierno de los trabajadores dedicado a la transformación socialista de la economía para satisfacer las necesidades de la gran mayoría, en vez de enriquecer a una pequeña élite aristocrática).

El fin del proceso de la bancarrota no es el fin de la historia de luchas de clase en Detroit. La resistencia sin duda aumentará. El Partido Socialista por la Igualdad llama a los obreros del área metropolitana de Detroit a unirse a, y construir el Comité de Acción Obrera. Llama a obreros en otros lugares a luchar por el socialismo.

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