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Perspectiva

Las financieras de Wall Street y la estafa en recursos primarios

El miércoles 19 de noviembre, el Subcomité Investigativo Permanente del Senado estadounidense publicó un detallado informe sobre otro aspecto del amiguismo, manipulación de precios, y criminalidad que empapa el sistema financiero de Estados Unidos.

El informe de 400 páginas permite ver algo del poder extraordinario y malévolo de unos pocos bancos y financieras. Estas sociedades anónimas (la más grande de ellas controla recursos que valen miles de millones, quizás millones de millones, de dólares) son las que dominan la economía y controlan el andamiaje político.

Ese documento tiene que ver con el control de bienes primarios (también recursos energéticos y metales) de tres de los más grandes bancos (Goldman Sachs, Morgan Stanley, y JP Morgan Chase). “El nivel actual de intromisión bancaria en vitales recursos primarios no tiene par en la historia de Estados Unidos”, dice el informe.

Como resultado de la desregulación de los mercados de productos primarios al cierre de la década de los 1990 (un aspecto de una desregulación general durante el gobierno de Clinton), hubo una gran expansión en la compraventa de papeles financieros ligados a esos recursos. Se creó una variedad de mecanismos especulativos. Al mismo tiempo, el mercado en estos papeles se deslindó de su función original, de reducir el riesgo (para productores y consumidores) de grandes cambios de precios. Hoy en día, mercados como el Commodities Exchange Market (Mercado de bienes primarios) de Chicago han sido copados por especuladores, que controlan un setenta por ciento de sus finanzas.

Mucho dinero se puede ganar comprando y vendiendo papeles financieros que derivan su precio de los precios de necesidades básicas, como el petróleo y el trigo. Los bancos han logrado controlar más directamente esos recursos primarios para manipular sus apuestas. Las consecuencias para la gente pueden ser fatales. La especulación en la oferta de comida es un importante factor en los vaivenes de precios que pueden causar hambre y pobreza en todo el mundo.

Algunas estadísticas en ese informe pintan un cuadro de lo que ocurre. La especulativa Morgan Stanley “controlaba almacenes para más de cincuenta y cinco millones de barriles de petróleo, cien buques tanques de petróleo, y seis mil millas de oleoductos [diez mil kilómetros]”.

JP Morgan llegó a controlar una tajada importante del mercado de cobre, un “inventario de cobre… representando casi el sesenta por ciento del cobre que pasaba por el mercado más importante” de ese metal. El informe también se refiere a transacciones de uranio, combustible para aviones y a la posesión de minas, y usinas.

El informe del subcomité del Senado también describe el control del mercado de aluminio por Goldman Sachs, acusado por docenas de empresas de manipular el mercado de ese recurso para aumentar precios y lucrar indebidamente.

En el año 2010, Goldman compró Metro International, una compañía de Detroit dueña de bodegas donde van a parar el 85 por ciento del aluminio de Estados Unidos. De inmediato Goldman implementó complejas reglas e incentivos para que su subsidiaria manipulara la oferta de aluminio, aumentara precios y lucrara más.

El banco “aprobó transacciones ‘merry-go-round’ (tiovivo o calesita). Almacenes clientes (entre ellos Deutsche Bank, la especuladora londinense Red Kite y otras financieras) recibían dinero por mudar el aluminio de un almacén a otro”, cosa que causa una escasez artificial y precios más altos, que el banco y su agencia financiera podían predecir, porque lo causaban adrede.

El informe del miércoles 19 es el último de una larga sarta de documentos de las fechorías de las financieras de Wall Street que han aparecido en los últimos tres años y medio (incluyendo tres documentos de envergadura del Subcomité Investigativo Permanente del Senado).

Ningunas de estas revelaciones de crimen acarrea consecuencias. Se ha presentado evidencia detallada y condenatoria que instituciones financieras como JP Morgan, Goldman, Morgan Stanley, Citigroup, etc. (y todos sus gerentes) mintieron, estafaron, desobedecieron leyes, y (por lo general) lucran muchísimo de los desastres económicos y sociales que sus actividades causan. Ninguna financiera, ningún banco ningún ejecutivo, encara procesos judiciales (ni hablar de cárcel para sus ejecutivos). Nada se hace para manear a los bancos, las periódicas acusaciones se han convertido en rituales sin consecuencias. Las financieras y los bancos están por sobre la ley.

Las casas financieras, cuanto más, pagan multas que son una pequeña fracción de sus entradas (mucho menos que los subsidios y dádiva que reciben del gobierno). Estas multas son negociadas a puerta cerradas. Para los bancos son el cositas sueltas, parte de sus costos.

Hace dos semanas un grupo de grandes bancos (JP Morgan, Citigroup, Bank of America, UBS, Royal Bank of Scotland y HSBC) negociaron una multa colectiva de cuatro mil millones de dólares por manipular los mercados de monedas. Estos mismo bancos anteriormente habían llegado a un acuerdo similar sobre su manipulación de la tasa de intereses entre bancos de Londres (LIBOR), la tasa de intereses más importante del mundo.

Hubo acuerdos anteriores sobre la venta de bonos cuyo valor derivaba del mercado de hipotecas (teniendo que ver con el lavado de dinero, engaños y fraudes) y del esconder pérdidas en el comercio en instrumentos financieros derivados, esquemas de pirámide, estafas en la venta de casas, y otros crímenes.

Luego de publicar el subcomité permanente un documento de 640 páginas sobre el colapso financiero del 2008, el presidente del subcomité, el senador Carl Levin (partido Demócrata) declaró que su investigación había descubierto “un nido de víboras, de codicia, conflictos de intereses y fechorías”. El capítulo más largo de ese informe consistía de una detallada descripción de cómo la empresa especulativa Goldman Sachs vendió hipotecas de mayor riesgo en el 2007 y el 2008 sin informarle a los compradores que la compañía al mismo tiempo estaba apostando contra el valor de esas mismas hipotecas que supuestamente respaldaba.

A pesar de todo eso, el gobierno de Obama anunció en el 2012 que cerraba la investigación de Goldman Sachs por manipular el mercado hipotecas de mayor riesgo. No habría acusación alguna contra esta casa de inversiones.

El segundo informe de importancia sobre fraudes bancarios, del 2013, se enfocó en las estafas y engaños de JP Morgan Chase en torno a 6.2 mil millones de dólares en pérdidas a raíz de la compra y venta de papeles financieros (conocida como “la ballena de Londres”). No se responsabilizó a nadie. Nadie compadeció ante ningún tribunal, a pesar que existían documentos demostrando que el gerente en jefe Jamie Dimon, deliberadamente les ocultó a sus inversionistas información sobre la pérdida.

Este reciente informe tendrá los mismos resultados. Se da por descontado que el subcomité del senado que condujo esta averiguación tiene cero intención de lanzar investigaciones criminales. Ni siquiera tomó declaraciones de ningún ejecutivo de los bancos sobre la compra y venta de mercancías por los bancos.

Los agentes que pululan en la máquina del estado (sean partidarios de los partidos Demócrata o Republicano) están directa e indirectamente en la paga de los bancos y sociedades anónimas, y custodian sus intereses. Los supuestos organismos de regulación emplean a ex y futuros testaferros de los mismos bancos que presuntamente vigilan. Protegen a la mafia de las finanzas.

De este pantano de corrupción y crimen no se puede dejar de concluir que no hay reforma que valga para este sistema de finanzas. La dictadura de los bancos y de las casas de finanzas sólo puede acabar mediante la movilización independiente y revolucionaria del proletariado. Una de los primeros actos de un estado obreros será expropiar las empresas financieras y los bancos, transformándolos en compañías públicas controladas democráticamente por la clase trabajadora; acto seguido será el proceso judicial de todos los que acumularon riquezas sin límites mediante el fraude y el parasitismo.

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