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¡No a la guerra imperialista! ¡Volver a las tradiciones revolucionarias del Primero de Mayo!

Esta declaración se publicó en inglés el 12 de abril del 2014

El domingo 4 de mayo, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional actualizará una manifestación internacional en el Internet para celebrar el Primero de Mayo. El propósito de esta reunión, a disposición de los oyentes de todo el mundo, es retomar las tradiciones socialistas revolucionarios de este día histórico de solidaridad internacional del proletariado.

La clase obrera debe aprender de las experiencias por las que atraviesa, y el Primero de Mayo de este año, está lleno historia. Hace cien años en 1914 el Primero de Mayo se celebró a sólo tres meses del que estallara la Primera Guerra Mundial, la catástrofe inicial del siglo XX. Los miles de trabajadores, que se movilizaron en todas las grandes capitales de Europa para participar en las manifestaciones en ese ominoso día de fiesta en 1914 pregonaban abiertamente su oposición al imperialismo y al belicismo capitalista. Las grandes organizaciones obreras de esa época -sobre todas, el Partido Socialdemócrata de Alemania y el Partido Socialista en Francia— habían estado previniendo durante años que el conflícto incesante de las principales potencias capitalistas entre sí por colonias y esferas de influencia, en combinación gastos en armamentos que iban en aumento, llevarían a la guerra.

Apenas 18 meses antes de la guerra, en noviembre de 1912, la Segunda Internacional tuvo un congreso en Basilea, Suiza donde asistieron delegados de los partidos socialistas de todo el mundo. Allí se aprobó un llamado a todos los partidos y organizaciones de la clase obrera a hacer todo lo posible para impedir la guerra. Pero si ésta llegara a ser inevitable, los delegados de la Segunda Internacional se comprometieron a aprovechar la venidera "crisis económica” para "acelerar la caída de la clase capitalista, es decir, para explotar las dificultades que la guerra crea los gobiernos y la indignación de las masas, para la revolución socialista", promesa que en poco tiempo se pondría a prueba. En el verano de 1914 occurre un incidente político en la ciudad bosnia de Sarajevo (el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria). Casi de sorpresa se desencadena una crisis a escala europea que en cuestión de semanas se transforma en una guerra entre Alemania y el Imperio austrohúngaro por un lado, y Francia, Gran Bretaña y Rusia por el otro.

Frente a la realidad de la guerra, los líderes de los principales partidos socialistas de Alemania, Francia, Gran Bretaña y Austria repudiaban sus programas y declaraban su apoyo a las acciones militares de sus propias burguesías nacionales. El martes 4 de agosto de 1914, en una traición política del proletariadosin precedentes, los delegados socialdemócratas en el Reichstag alemán votaron unánimemente a favor de los créditos necesarios para financiar la guerra.

Como consecuencia de esta traición morirían decenas de millones de personas durante cuatro años de guerra imperialista. ¡La flor de la juventud obrera mundial perecería bañada el la carnicería de la lucha de los poderosos intereses capitalistas nacionales (en particular los de Alemania, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, que entró en la guerra en 1917) para dominar el mundo! Durante esos cuatro años de guerra, ríos, ciudades e incluso una península: Somme, Marne, Ypres, Verdún y Gallipoli se convirtieron en sinónimos de grandes matanzas .

No todos los socialistas perdieron su integridad. Como opositores a la traición de la Segunda Internacional, los más grandes marxistas de la época condenaron la guerra, y a la vez explicaron sus causas esenciales. Vladimir Lenin, el líder del partido bolchevique ruso, enseñó que la guerra surgió inevitablemente de las contradicciones del sistema imperialista mundial dominado por el capital financiero y por los enormes monopolios. León Trotsky, quien se había hecho famoso como un importante líder de la Revolución de 1905 en Rusia, declaraba que la guerra era la manifestación explosiva de la contradicción entre el desarrollo de la economía mundial y el sistema arcaico de los estados nacionales.

Lenin y Trotsky predijeron que las mismas contradicciones objetivas que causaron una guerra imperialista mundial causarían también la revolución socialista mundial. Fue sobre la base de esta perspectiva que propusieron la creación de una nueva internacional revolucionaria y establecieron las bases políticas para el triunfo de la primera revolución socialista, en Rusia en octubre de 1917.

La victoria de la Revolución de Octubre provocó un gran movimiento de la clase obrera europea e internacional que obligó a poner fin a la guerra imperialista. Pero en ausencia de una dirección marxista comparable al Partido Bolchevique en Rusia, la oleada revolucionaria de la posguerra fue empujada hacia atrás y el capitalismo europeo sobrevivió con la asistencia de un capitalismo estadounidense dominante.

En la Unión Soviética, aislada como consecuencia de las derrotas sufridas por la clase obrera europea, la burocracia conservadora liderada por Stalin gradualmente le arrebata el poder político a la clase obrera. Los principios internacionalistas revolucionarios en los que se había basado la Revolución de Octubre fueron sustituidos por el programa nacionalista reaccionaria de Stalin de "socialismo en un solo país". Este rechazo del internacionalismo marxista produjo una escisión entre el destino de la Unión Soviética como un Estado obrero y la victoria de revoluciones socialistas fuera de sus fronteras.

El programa de Stalin significó la subordinación de la clase obrera internacional a los intereses nacionalistas de la burocracia soviética, antes que nada con la defensa de sus privilegios dentro de la URSS. Ejerciendo inmensa influencia política a través de los partidos comunistas de la Tercera Internacional, el estalinismo desorienta y engaña a la clase obrera , lo que resulta en una serie de importantes derrotas, el más catastrófica de ellas fue la llegada al poder del partido nazi de Hitler en Alemania en enero de 1933.

León Trotsky, que había sido expulsado del Partido Comunista de Rusia en 1927 y deportado de la URSS en 1929, reconoció que la victoria del fascismo en Alemania daría lugar a una segunda guerra mundial mucho más terrible que la primera. Nada podría evitarla que no fuera el derrocamiento del capitalismo. Pero el logro de esta tarea requeriría la construcción una vez más de una nueva internacional: de la Cuarta Internacional.

En el documento de fundación de la IV Internacional, publicado justo un año antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Trotsky nos ofrece una perspectiva concisa y devastadoramente exacta del estado del capitalismo mundial:

La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas, van de una quiebra a la otra. La burguesía misma no ve una salida. En los países en que se vio obligada a hacer su última postura sobre la carta del fascismo marcha ahora con los ojos vendados hacia la catástrofe económica y militar. En los países históricamente privilegiados, vale decir, aquellos en que pueden aún permitirse el lujo de la democracia a cuenta de la acumulación nacional anterior (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos) todos los partidos tradicionales del capital se encuentran en un estado de confusión que raya, por momentos, con la parálisis de la voluntad. El “New Deal,” pese al carácter resuelto que ostentaba en el primer período sólo representa una forma particular de confusión, posible en un país donde la burguesía ha podido acumular inmensas riquezas. La crisis actual que está lejos aún de haber completado su curso, ha podido demostrar ya que la política del “New Deal”, en los EE. UU. como la política del frente popular en Francia, no ofrece salida alguna del impasse económico. El cuadro de las relaciones internacionales no tiene mejor aspecto. Bajo la creciente presión de ocaso capitalista los antagonismos imperialistas han alcanzado el límite más allá del cual los conflictos y explosiones sangrientas (Etiopía, España, Extremo Oriente, Europa Central...) deben confundirse infaliblemente en un incendio mundial. En verdad la burguesía percibe el peligro mortal que una nueva guerra representa para su dominación, pero es actualmente infinitamente menos capaz de prevenirla que en vísperas de 1914.

Trotsky resume su caracterización de la crisis mundial del capitalismo con una advertencia: "Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe”. Esta advertencia fue confirmada en cada una de sus trágicas dimensiones. Hace setenta y cinco años, en septiembre de 1939, comienza la Segunda Guerra Mundial. Nunca fue una lucha entre "democracia" y "fascismo". Al igual que la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra, en esencia, fue una lucha entre las potencias imperialistas por el dominio geopolítico y económico del planeta, en el que cada uno de los principales beligerantes buscaron efectuar un nuevo reparto de los recursos globales más favorables para sí mismo. Hitler se diferencia de sus adversarios capitalistas de la Gran Bretaña y los Estados Unidos sólo en la medida en que expresa, en la forma más brutal posible, los delitos de los que el imperialismo era capaz. La guerra acaba con el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón. Así ponía al mundo en sobreaviso el presidente estadounidense Harry Truman (Demócrata, un sastre de modales suaves de Missouri) que el dictador nazi por más loco que fuera nunca monopolizó todas las técnicas de hecatombe. Fue un momento de triunfo para el imperialismo yanqui.

Sobre los escombros de la Segunda Guerra Mundial, y a un costo de aproximadamente sesenta millones de vidas, la economía global se vuelve a expander. Había, después de todo, mucho que reconstruir. Durante las siguientes tres décadas de reformismo estatal ocurre un aumento significativo en los niveles de vida, no sólo dentro de los países capitalistas avanzados, sino también en la Unión Soviética. La revolución china ponía fin a la dominación imperialista directa de un país brutalmente oprimido. Una ola de luchas anticoloniales en masa se extendía a través del "tercer mundo ".

Pero nunca fue resuelto el problema histórico fundamental del siglo XX. El capitalismo había logrado sobrevivir treinta años de crisis devastadora de 1914 a 1945. Los años de prosperidad de la posguerra acompañaron la más intensa degeneración oportunista de las burocracias estalinistas y social democráticas del movimiento obrero. A medida que el crecimiento de la posguerra se atenuaba y la tendencia hacia la crisis se reafirmaba (en primer lugar en los Estados Unidos) las burocracias además de no tener ni la capacidad ni la voluntad de luchar contra el capitalismo; tomaban medidas para neutralizar cada intento de la clase trabajadora de elaborar una respuesta revolucionaria a la crisis en desarrollo del capitalismo.

Dada su naturaleza, las burocracias cuidan de lo suyo. Pero el factor decisivo detrás la impotencia de las viejas organizaciones obreras, los sindicatos y los partidos políticos, es la quiebra de sus programas nacionales reformistas en un contexto histórico nuevo, caracterizado por la integración económica global y sin precedentes del sistema capitalista. Utilizando los avances revolucionarios en la tecnología, con todas sus vastas consecuencias para el proceso de producción, con los Estados Unidos a la cabeza, la burguesía internacional inició en los años 1970 una ofensiva implacable contra la clase trabajadora. Las burocracias se rindieron ante esa ofensiva. Ese proceso culmina con la disolución de los regímenes estalinistas de Europa del Este y de la propia Unión Soviética entre 1989 y 1991. Durante el mismo período, la masacre de estudiantes en la Plaza Tiananmen en junio de 1989 y la subsiguiente salvaje represión contra la clase obrera jugaron un papel fundamental en la represión de la enorme oposición popular a la restauración del capitalismo en China.

A finales de 1980, mientras se preparaba el terreno para la disolución de la URSS, la burocracia estalinista soviética bajo Gorbachov hacía alarde de sus "nuevas ideas" geopolíticas internacionales y burla del concepto "imperialismo"; cosa que Gorbachov y sus colegas ya habían descartado dizque por ser ficción inventada por Lenin. Con el fin de la Unión Soviética comenzaría una nueva era de paz universal.

La realidad ha barrido con esas patéticas e ignorantes fantasías. Los más de 20 años que han seguido a la disolución de la URSS han sido marcados por un interminable conflicto mundial que continua creciendo. Aún antes que la burocracia estalinista llevara a cabo la disolución de la URSS, el presidente George Herbert Walker Bush proclamaba, mientral lanzaba la primera invasión de Irak, el nacimiento de un "nuevo orden mundial".

La "guerra contra el terror",desatada en 2001, se ha transformado en una campaña belicista mundial sin restricciones con el fin de subordinar todas las partes del mundo a los intereses del imperialismo yanqui. Desde la caída de Wall Street de 2008 este proceso se ha agudizado. Sólo el año pasado, Estados Unidos intensificó las operaciones militares para sitiar a la China, amenazó hacerles guerra a Siria e Irán, y, ahora acaba de organizar un golpe de estado en Ucrania con la intención de provocar una confrontación con Rusia.

Los Estados Unidos no está solo. Toda la Unión Europea respalda con entusiasmo el enfrentamiento con Rusia, especialmente Alemania. A medida que avanzaba la crisis en Ucrania, el presidente alemán Joachim Gauck declaraba que había llegado la hora de que Alemania jugara un papel en los asuntos mundiales en congruencia con su poder económico. Se refería claramente a la acumulación y el despliegue del poderío militar alemán. Desde entonces, los medios de comunicación alemanes han emprendido una virulenta campaña anti-rusa en torno a la crisis en Ucrania. Parte de esa campaña consiste en constantes y amargos ataques contra el antibelicismo arraigado del pueblo alemán.

La confrontación con Rusia sobre Ucrania representa un nuevo y peligroso giro en la orientación de las potencias imperialistas. ¡Los dioses de la guerra imperialista tienen sed de sangre! Al igual que en los años que precedieron a la Primera y Segunda guerras mundiales, se está preparando una nueva división del mundo.

Aquellos que creen que la guerra con China y Rusia es un imposible (de que las principales potencias imperialistas "no arriesgarán la guerra", contra potencias nucleares) se engañan. La historia del siglo XX, con sus dos devastadoras guerras mundiales y sus innumerables y muy sangrientos conflictos regionales, da suficientespruebas del riesgo que las burguesías imperialistas están dispuestas a tomar. De hecho, están dispuestas a arriesgar el destino de toda la humanidad y del planeta mismo.

Cien años después del estallido de la Primera Guerra Mundial y 75 años después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, la clase obrera internacional encara la lucha contra el peligro de un tercer cataclismo imperialista.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional ahora organiza esta celebración del Primero de Mayo a través de las redes del internet para hacer sonar la alarma y luchar por la unidad mundial de la clase obrera en la lucha renovada contra el imperialismo.

¡Únase a nosotros el domingo 4 de mayo! Transformemos una vez más el Primero de Mayo como día de solidaridad internacional de clase y de lucha por el socialismo mundial.

[Regístrece a la manifestación del Día de Mayo: visite: internationalmayday.org.]

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