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Perspectiva

Charlie Hebdo y el espectro de Vichy: De Laval a Hollande

La semana pasada en Francia: la propaganda racista sistemática por parte del Estado, la invitación para Marine Le Pen, la líder del Front National (FN, neofascista) a una reunión en el palacio Elysée y la resurgencia del FN en los talones del ataque terrorista contra Charlie Hebdo, marcan el compás de una época anterior en la historia francesa: el régimen de Vichy.

Los ejércitos de Alemania nazi, en junio de 1940 (dos meses después de haber iniciado su invasión) derrotaron a las fuerzas armadas francesas e invadieron a un París sin defensas. El 22 de junio Alemania y Francia firmaron un armisticio, dividiendo el país en dos. El norte y oeste fue territorio ocupado por Alemania (su capital era París). El sur no estaba directamente ocupado, y su capital era Vichy, y estaba dirigido por un régimen colaboracionista.

Que los representantes del las empresas y de las fuerzas armadas francesas se hayan rendido tan fácilmente a la penetración alemana fue el resultado de una decisión (como la de setenta años antes, en el tiempo de la guerra entre Francia y Prusia) de acceder a la ocupación para mejor destruir la oposición social. Invasores nazis y colaboradores franceses, ambos, condujeron en paralelo salvajes guerras contra la clase obrera. El gobierno de Vichy no sólo le hizo la guerra a los opositores socialistas de la reacción social y de la guerra imperialista, también participó plenamente en la propaganda racista y antisemita de los fascistas germanos. Ayudo a deportar decenas de miles de judíos a los campos de concentración.

Los dos dirigentes principales del gobierno de Vichy eran el Mariscal Philippe Pétain (jefe de gobierno) y Pierre Laval (vicepresidente del Consejo de Ministros, al principio, luego jefe de gobierno). Pétain incorporaba las reaccionarias y antirrepublicanas tradiciones de la clase de poder francesa y de la casta militar. Fue loado por haber comandado las huestes francesas en la batalla de Verdún y por acabar con las rebeliones antiguerra de las tropas francesas durante la Primera Guerra Mundial. Era un declarado antisemita, conectado con el gobierno de Francisco Franco, el dictador fascista español.

Labal incorporaba la corrupción de la “izquierda” francesa. Fue un hombre cuya carrera política pasó de estar en el Partido Socialista a colaborar con los nazis. En 1924, Laval formó parte del gobierno del Cartel des gauches (Cártel Izquierda [coalición entre socialistas y radicales]), antes de unirse al gobierno conservador durante la gran depresión económica de la década de 1930. Dejó el parlamento y se reinventó, haciéndose parte de la derecha extrema en un periodo de revueltas obreras, para convertirse en uno de los principales colaboradores del fascismo. Alguien notó que Laval es un nombre que se deletrea lo mismo de atrás para adelante, apropiado símbolo de su cobarde oportunismo.

Al fin de la Segunda Guerra Mundial Laval fue condenado a muerte y ejecutado. Pétain también fue condenado a morir, pero su sentencia se suspendió por causa de su avanzada edad. En verdad sólo unos pocos de los colaboradores nazis tuvieron que responder por su rol en el gobierno de Vichy, por la simple razón que muchísimos en la máquina política francesa estuvieron envueltos.

Laval es un ejemplo que ilumina las maniobras reaccionarias de Hollande, otro manipulador sin ninguna integridad moral, entrenado en el periodo que siguió a la huelga general de 1968 por el otrora oficial de Vichy, François Mitterrand. El Partido Socialista se reconstruyó en la década de 1970 para servir de instrumento electoral de un Mitterrand transformado en candidato de izquierda.

Desde hace 35 años, lo que por error se apoda la izquierda francesa se desliza hacia abajo en espiral, como en un tobogán, empantanándose en François Hollande, el presidente actual, y Manuel Valls, el primer ministro (notorio por su proyecto derechista de deportación en masa de la minoría Roma). Por sus medidas derechistas, Hollande es ahora (y con justicia) el presidente más odiado en toda la historia de Francia. Los sondeos indican que sólo un doce por ciento apoya a Hollande (menos que el dieciséis por ciento que apoya al Estado Islámico de Iraq y Siria (EI) afiliado a al Qaeda.

Aunque hay mucho que averiguar sobre el ataque terrorista contra Charlie Hebdo, queda absolutamente claro que el gobierno francés ha decidido manipular esta atrocidad con el fin de darle a la política francesa un empujón aun más a la derecha. Se trata de aprovechar este atroz crimen para implementar ataques contra los derechos democráticos que van mucho más allá de los de hoy en día y de asegurarle a la clase de poder de Francia su participación en la repartija imperialista del resto del mundo.

Crear el andamiaje político de este viraje requiere la movilización de los elementos políticos y sociales más reaccionarios. Por ahora el ataque contra los musulmanes reemplaza a la propaganda antisemítica de Vichy. Charlie Hebdo es una vehículo conveniente para ese proyecto. Las caricaturas que la revista ha publicado y que republicó el miércoles 14 de enero (en una edición que el gobierno pagó) es parte de una deliberado aceleración del racismo antimusulmán.

Colaborando en ese operativo podrido está ese acoplamiento soez de filisteos de clase media que forma la supuesta izquierda francesa, incluyendo al Nouveau Parti Anticapitaliste (NPA, Nuevo Partido Anticapitalista), corriente que desde hace tiempo se presta de sostén al Partido Socialista, que ha apoyado a Hollande y que también tiene estrechos vínculos con Charlie Hebdo.

Beneficiándose directamente es el neofascista Front National. Hollande agasajo a Marine Le Pen, actual líder del FN, en el Palacio de Elysée el 9 de enero, dos días después del ataque terrorista, bajo la consigna de “unidad nacional”. Jean Marie Le Pen, padre de Marine y fundador del FN, en muchas ocasiones ha celebrado la ocupación nazi de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, y ha dicho que el holocausto sólo es un “detalle” histórico.

Haciendo los cambios apropiados, la unión de Hollande y Le Pen, paralela la de Laval y Pétain. Hay mar de fondo en todo esto más allá del oportunismo político de esta nueva alianza. Levanta cabeza nuevamente la esencia de la clase de poder francesa. En un tiempo de cada vez más graves crisis políticas, revive (con nuevas características) todas la inmunda porquería de viejas alianzas con Alemania nazi. El Palacio Elisée apesta a Vichy.

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