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Perspectiva

Lecciones para la clase obrera de la postración de Syriza

La pequeña burguesía, “como veremos, es sólo capaz de frustrar cualquier movimiento que confíe en su dirección”. –Federico Engels (1852)

Al gobierno de Syriza en Grecia, bajo el primer ministro Alexis Tsipras, solo le bastó un mes para rechazar su programa electoral contra la austeridad y traicionar completa y totalmente, a la clase obrera empobrecida cuyos votos le dieron el poder.

Aún en la infeliz historia de la política pequeña burguesa “de izquierda”, es difícil encontrar otro ejemplo de engaño, cinismo, y repugnante cobardía que iguale la acción de Tsipras. Tan sólo teniendo en cuenta el corto periodo entre las elecciones y la traición, el gobierno de Syriza ha establecido una nueva marca mundial.

En las horas que siguieron el acuerdo (una capitulación total a la Unión Europea), Tsipras lanzaba otra descarga de embustes, intentos patéticos para negar la enormidad de la postración de Syriza y para cubrir su propia quiebra política.

“Hemos salido con la frente alta y preservado la dignidad griega”, dijo Tsipras, en una declaración televisada que no tenía nada que ver con la realidad. Dijo que el acuerdo con el Eurogrupo “cancelaba la austeridad”. Añadió Tsipras: “En pocos días, logramos mucho. Todavía nos queda un largo camino. Hemos dado un paso clave para un cambio de curso en la zona del euro”.

Nada de eso es verdad. El acuerdo que firmó Sirias con el Eurogrupo obliga al gobierno griego a “evitar medidas de recorte de deuda o cambios unilaterales al programa y a las reformas estructurales”. Léase: El gobierno griego continuará con la completa política de austeridad de los gobiernos anteriores.

Es más, Syriza se compromete a proponer nuevas “medidas de reforma, según arreglos existentes”, especificados en el odiado Memorándum que anteriormente prometía Tsipras repudiar. A pesar que Syriza había prometido luchar por una reducción de la enorme deuda griega, el acuerdo con el Eurogrupo dice que Grecia “cumplirá total y puntualmente con sus obligaciones financieras”.

En vez de romper cadena con la troika, el gobierno ahora promete “colaborar estrechamente con las instituciones y socios europeos e internacionales”. Se menciona específicamente al Banco Central Europeo (BCE) y al Fondo Monetario Internacional (FMI) que, juntos con la Unión Europea (UE), forman la troika. Al igual que antes, “la distribución del dinero programado por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera” depende de un visto bueno por las “instituciones”. En fin, Grecia sigue acogotada por la troika.

Aunque Tsipras y los testaferros de Syriza pinten esta miserable entrega como una victoria heroica, la prensa capitalista de Europa y Estados Unidos pregona la enormidad de la capitulación del primer ministro.

“Si se trataba de confrontar la ortodoxia económica de Alemania, fue un fracaso”, dice el Financial Times londinense. “Los germanos cantaron victoria en todas las cuestiones de importancia”.

Declara el Frankfurter Allgemeine Zeitung: “Con un gobierno controlado por el izquierdista partido Syriza, Grecia continúa su viejo programa de rescate. Habrá dinero sólo si ese país sigue emprendiendo reformas”

Le Monde, sin pelos en la lengua, dice: “Atenas promete completar el propósito del previo gobierno conservador de Antonis Samaras, actualizando las reformas impuestas por al trío de acreedores (FMI, BCE, UE) que todavía estén pendientes.

Por su parte el Wall Street Journal (gozando de la rendición de Tsipras) pronostica más humillaciones. En un artículo titulado “Tsipras tendrá que tragarse el pan de la humildad” ese pregón del capitalismo estadounidense dice: “El señor Tsipras se postró varias veces la semana pasada… tendrá que aceptar aun muchas derrotas más si toma en serio poner fuera de duda la permanencia de Grecia en la zona del euro”.

Desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera, el acuerdo que firmó el gobierno de Syriza es una traición criminal. Desde el punto de vista de los verdaderos intereses sociales y económicos del régimen de Syriza –sectores de la clase de poder griega y de la clase media acomodada— el negociado no es más que una decepción. Dejando de lado la demagogia de Tsipras –diseñada para engañar y desorientar a la clase trabajadora— la estrategia en de Syriza en estas negociaciones derivó de su subordinación a las exigencias del capitalismo.

La clase de poder de Grecia y la clase media superior posiblemente albergaban la esperanza de suavizar las condiciones que obstaculizan el acceso a los créditos financieros a empresas griegas, pero no deseaban una confrontación con los banqueros de la UE y rechazaban fuertemente todas las medidas que pudieran desestabilizar al capitalismo europeo, ni hablar de sus propios intereses empresariales y financieros dentro de Grecia.

Yanis Varoufakis dejó en claro el verdadero proyecto social de gobierno de Syriza, en una reunión secreta del Eurogrupo el 11 de febrero. “Estamos resueltos a cumplir con serias reformas estructurales”, dijo. Añadió que el gobierno de Syriza estará “entre los más orientados a reformas en la historia moderna de Grecia, y entro los más entusiastas reformadores de Europa”.

Para que no hubieran equivocaciones en torno a la determinación del gobierno de Syriza para proteger los intereses burgueses, dijo Varoufakis: “Nuestro gobierno no toma ninguna posición dogmática sobre privatizaciones y sobre empresas del estado; vamos a evaluar cada propuesta sólo en consideración de sus méritos. Son totalmente falsos informes de los medios de difusión de que hemos cancelado la privatización de puerto de El Pireo [nuestro énfasis].

Varoufakis se refirió a, y rechazó, “informes engañosos” que han causado “malos entendidos con nuestros socios, sugiriendo que hemos dado marcha atrás a reformas existentes y aumentado nuestro presupuesto fiscal”.

Sin la menor intención de romper con la zona del euro, Varoufakis les garantizó a sus “estimados colegas” que, para Syriza, Europa es “integra e indivisible, y el gobierno griego considera que Grecia es un miembro permanente e inseparable de la Unión Europea y de nuestra unión monetaria”.

Veroufakis terminó asegurando a los ministros financieros que no tenían que preocuparse por Syriza. Expresó decepción que la victoria de Syriza haya inquietado a algunos: “A ellos les digo que, sería una oportunidad perdida considerar que somos contrincantes”, dijo Varoufakis.

La verdad es que Varoufakis tuvo tanto éxito convenciendo a los ministros de la sumisión completa de Syriza ante la troika, que sus integrantes no sintieron necesario hacer concesión alguna. Sin temor al gobierno de Syriza, lo trataron con la misma combinación de desprecio y crueldad que cualquier banco utilizaría contra algún pequeño comerciante en quiebra.

Los acontecimientos de este mes pasado son una experiencia importante para la clase obrera de Grecia, de Europa y de todo el mundo. El papel que juega Syriza es una contundente revelación de la naturaleza esencialmente reaccionaria de la supuesta “política izquierdista” que surgió de las ruinas de radicalismo estudiantil de los 1960 y 1970. Al mismo tiempo que las viejas organizaciones estalinistas, socialdemócratas y reformistas conducían al proletariado a una derrota tras otra, una parte de la clase media se beneficiaba, directa e indirectamente, de la explosión de precios en las bolsas financieras que siguió al ascenso al mando de Thatcher y Reagan y a la imposición a través del mundo de medidas neoliberales, especialmente luego de la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo en China.

A la medida que se enriquecía, la actitud política y social para con la clase obrera de sectores de la clase media privilegiada pasaba de la alienación al rechazo. Ejemplifica este proceso socioeconómico el repudio ideológico de este sector al marxismo; al que no puede aceptar por estar ligado a la lucha revolucionaria de la clase obrera.

La clase media acomodada reemplazó la política de la lucha de clase del proletariado con una sarta de “proyectos de identidad” –raciales, étnicos, de igualdad y orientación sexual— programa político con que impulsar sus intereses. Para nada le interesa acabar con el capitalismo a esta rica capa social o a sus partidos. Su principal preocupación es una distribución más equitativa de la fortuna dentro del diez por ciento más rico de la sociedad. Envidia a los extremadamente ricos y odia a la clase obrera.

Syriza es la más saliente entre muchísimas organizaciones políticas que ha dado luz este proceso socioeconómico. La única diferencia que tiene con el Linkspartei alemán y Podemos en España que haber ascendido al poder primero

Que el World Socialist Web Site use la palabra “seudoizquierda” para esos partidos no es ninguna oratoria demagógica, es una precisa descripción política. Esos son partidos burgueses que representan a una clase media acomodada que rechaza ácidamente a los obreros. No son organizaciones con que aliarse; son enemigos que hay que tratar con intransigencia. Los obreros deben separarse de ellos y luchar para borrar la influencia que tengan sobre la clase obrera.

Los apologistas de Syriza que hasta hace sólo unas semanas loaban su ascensión al poder como “una nuevo amanecer para el pueblo griego”, y un “poderoso paso hacia delante”, sin duda declararán ahora que no le quedaba otra alternativa. Con su apoyo a Syriza revelan sus propios intereses de clase.

Habiendo dado su sello a un programa de austeridad y reacción, Syriza ahora se coloca en un conflicto frontal contra la clase obrera. Tsipras tendrá que recurrir cada vez más directamente al Estado y a la policía para suprimir las manifestaciones de rechazo de la clase obrera. Se adaptarán también a esa política las fuerzas de la seudoizquierda que vienen apoyando al gobierno de Syriza.

Es fútil que el proletariado exija medidas radicales de gobiernos organizados por de Syriza o por otros partidos de la seudoizquierda. Para defenderse necesita construir nuevos partidos obreros que tengan total independencia de todas las capas burguesas, en base a un programa revolucionario e internacionalista, con el objeto de conquistar el poder para la clase obrera, abolir el capitalismo y crear una sociedad socialista mundial. Esa es la misión histórica a la que se dedica el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

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