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Perspectiva

El paro de los petroleros estadounidenses y la clase obrera mundial

El paro de obreros petroleros empleados por las refinerías estadounidenses lleva ya más de cuatro semanas, y ejemplifica la creciente ofensiva de los obreros en la lucha por empleos, salarios, seguridad en el trabajo y condiciones laborales. La huelga, de seis mil quinientos trabajadores es la más grande en la industria petrolera desde 1980. Es parte de un arrojo mucho más general abarcando a estibadores, automotrices, y otros sectores obreros, en rechazo del declive de niveles de vida que ya lleva décadas de duración.

El sindicato de trabajadores siderúrgicos (United Steel Workers, USW) quiere limitar la huelga (sólo una quinta parte de los treinta mil obrero de refinería participa en el paro, con piquetes en sólo 12 de las 63 refinerías). USW tiene lazos muy estrechos con el gobierno del presidente Obama, y hace todo lo posible para impedir que el paro se transforme en una batalla contra la Casa Blanca, que la semana pasada actualizó sus recursos en contra de un paro de los veinte mil estibadores de la costa del Pacífico estadounidense.

Frente a sólo parciales interrupciones de producción, Shell, ExxonMobil, BP, Chevron y los otros oligopolistas del petróleo no ceden a las muy modestas demandas de los trabajadores, en torno a sueldos, largos y peligrosas jornadas de trabajo, y el uso de trabajadores tercerizados en reemplazo de los trabajadores a tiempo completo.

¡Urge ampliar el paro más allá de los límites que impone USW! El primer paso deber ser cerrar todas la refinerías del país, seguido por un llamado a todos los sectores de la clase obrera para defender a los petroleros de la probable intervención rompe huelgas del gobierno de Obama y de los tribunales.

Eso sería sólo el comienzo. Tanto los petroleros como el resto de la clase trabajadora requieren una estrategia política de más largo alcance.

El problema que golpea a los petroleros estadounidenses deriva de la crisis nacional (internacional en realidad). En todos los países las empresas multinacionales y casas financieras atacan a la clase obrera, con el apoyo de los gobiernos (tanto de “izquierda” como de derecha). La ofensiva antiempleos, antisueldos, antipensiones, y antibeneficios sociales, sea en Atenas o Detroit, ocurre luego de décadas de cierres de empresa y recortes de sueldo. Desde la gran depresión económica de los 1930, nunca habían estado tan empantanados los salarios en Estados Unidos.

Ese ataque combinado del gobierno y las grandes empresas se acelera después del crac de Wall Street del 2008: Las élites de poder en Estados Unidos y el resto del mundo imponen medidas para que la clase obrera pague por el rescate multibillonario de la aristocracia financiera.

Por todos los países del mundo, se ha impuesto una brutal política de austeridad (parte de las supuestas “reformas de estructura”) con el objetivo de destruir lo que quede de las conquistas sociales de los obreros en cien años de lucha. Se levantan todas las restricciones sobre la explotación de los trabajadores y el robo de la sociedad por los bancos y las grandes empresas.

La consecuencia es el enorme empobrecimiento de la comunidad obrera en paralelo con ganancias record para las empresas, precios de acciones por las nubes, e ingresos para la gerencia de decimos y hasta cientos de millones de dólares. La actual desigualdad social es comparable a la de fines del siglo diecinueve. Por ejemplo: Ochenta megamillonarios amasan más riqueza que el 50 por ciento más pobre de la humanidad (3.5 mil millones de personas).

Cada vez que los obreros oponen resistencia, en Europa, Asia, América del Sur, o del Norte, se estrellan contra barreras y sabotajes sindicales. Los sindicatos dedican todos sus esfuerzos para suprimir la lucha de clases; se han transformado en instrumentos de las empresas y del Estado.

La misma caída de precios de petróleo, ejemplo en sí de la crisis del sistema de lucro, se ha convertido en arma para un ataque global contra los obreros del petróleo. Al mismo tiempo que los monopolios de petróleo premian a sus accionistas con miles de millones de dólares –en forma de dividendos activos y compras de acciones— libran una cruel ofensiva contra puestos de empleo, sueldos y condiciones de trabajo.

Los obreros del petróleo encaran una industria internacional. En el Mar del Norte, se propone recortar quince por ciento los salarios de unos veinte mil obreros de construcción y de obreros de plataformas petroleras. También se les pide 28 días más de trabajo anual en el mar sin remuneración adicional mientras que se reduce en un veinte por ciento el número de puestos de trabajo. BP, Marathon Oil, Canadian Natural Resources, buscan obligar a sus obreros a cumplir con el mismo trabajo matador que los obreros estadounidenses ya hacen en el Golfo de México. Los trabajadores del Mar del Norte contestarán con un voto de huelga programado para esta marzo.

Que los obreros de las refinerías se resuelvan a resistir es una señal de un incipiente movimiento internacional de los trabajadores. Miles de conductores de tren alemanes están en huelga contra los despidos, los recortes de sueldo, y otros asaltos en su contra. En el oeste australiano (donde el desmoronamiento del auge minero causó el despido de miles) los conductores de los trenes de carbón se van en huelga, cosa que sigue la huelga de los obreros de los trenes de la Canadian Pacific que acabó luego de la intervención rompehuelgas del gobierno de Harper.

Los trabajadores de todo el mundo ahora encaran la quiebra de una estructura económica total –el capitalismo. También encaran la quiebra de los sindicatos. Estas organizaciones están permanentemente mancornadas al sistema capitalista y al estado nacional. En cama con sus propias clases burguesas, colaboran con ellas para destripar empleos y niveles de vida supuestamente para hacer más competitivas a las empresas de sus propios países.

Leo Gerard, presidente de USW, se especializa en el más malicioso nacionalismo estadounidense. Acusa a China de manipular su moneda y a las empresas siderúrgicas de Corea del dumping de acero, demandando medidas proteccionistas so pretexto de la seguridad nacional y de los preparativos bélicos. En torno a ese nacionalismo económico USW justifica colaborar con la patronal siderúrgica para destruir puestos de trabajo y pensiones para cientos de miles de trabajadores.

Estas traiciones no son simplemente el resultado de cobardías y de la corrupción de algunos. Enredado en el fracaso de los sindicatos de Estados Unidos y del mundo es la incapacidad de proponer una estrategia internacional para rechazar al andamiaje capitalista.

Los petroleros de Estados Unidos y Europa, los conductores de tren en Alemania y Australia, todos los sectores en pie de lucha, necesitan una perspectiva y una estrategia que tome en cuenta los procesos históricos, económicos y políticos que subyacen esta crisis y los ataques inmediatos que encaran.

Sólo en base a una política internacional contra el sistema capitalista es posible triunfar sobre las empresas transnacionales que operan a escala mundial. Es más, ese conjunto de medidas internacionales es el requisito para juntar a los obreros dentro de cada país y para vencer los constantes amagues de las clase de poder para dividir al proletariado con el racismo, la religión, el idioma, etcétera.

Los obreros de Estados Unidos y del mundo deben responder a esta arremetida globalmente coordinada contra sus puestos de trabajo y sus niveles de vida con una estrategia que amalgame a la clase obrera contra el sistema capitalista. Para eso se necesita la construcción de nuevas organizaciones de lucha, que sean independientes de los sindicatos nacionalistas y pro capitalistas, para abrazar a los más amplios sectores de la clase obrera, dentro de este país y en el mundo.

Hay que construir una nueva dirección que una a la clase obrera mundial y que ligue sus luchas a una estrategia política internacional por la toma del poder y para reorganizar la vida económica en base a las necesidades humanas, y no al lucro particular. ¡Esa es la perspectiva internacionalista socialista del Partido Socialista por la Igualdad estadounidense y de nuestros partidos fraternos del Comité Internacional de la Cuarta Internacional!

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