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Perspectiva

Estados Unidos agrava matanzas en el Medio Oriente

El general Martin Dempsey, comandante en jefe del comando militar del Pentágono estadounidense, le dijo a un comité del Congreso el miércoles 4 de marzo que las fuerzas armadas estadounidenses invadirían Siria para luchar acompañando a los supuestos rebeldes que quieren derrocar el gobierno del presidente Bashar al-Assad.

“Si algún general en el campo de guerra nos pidiera, a mí o al Secretario de Defensa, pidiendo operativos especiales para acompañar a fuerzas de Irak o de Siria… si nosotros fuéramos de la opinión que eso es necesario para lograr nuestros objetivos, lo recomendaríamos”, declaró Dempsey ante el subcomité de defensa del Comité de Apropiaciones de la Cámara de Representantes.

Antes de hablar Dempsey, declaró ante el mismo subcomité Ashton Carter, el Secretario de Defensa. Éste admitió que en torno a la “campaña siria” la estrategia de Estados Unidos es “establecer una tercera fuerza que combata al ISIL (las siglas preferidas del gobierno cuando habla del Estado Islámico de Irak y Siria [EI en español]) y fertilizar el terreno del fin de Bashar Assad”.

John Kerry, el Secretario de Estado, al día siguiente, durante una visita a Arabia Saudita para asegurarles a los oligarcas del Golfo Pérsico que no afectarían las negociaciones sobre asuntos nucleares con Irán la alianza contrarrevolucionaria con estas monarquías petroleras, dijo más o menos lo mismo.

Kerry reiteró el objetivo estadounidense de cambio de gobierno en Siria: “Se necesitará una combinación de diplomacia y presión para llevar a cabo una transición política,” dijo a la prensa, “posiblemente se requiera presión militar”.

Se siente que, seis meses después del anuncio del presidente Barack Obama de una nueva guerra en Irak y Siria, está por comenzar otra enorme matanza de las gentes de la región.

En Irak, esa posibilidad está muy cerca, con el sitio de la ciudad de Tikrit, de donde era Saddam Hussein (derrocado por la invasión yanqui del 2003 y colgado cuando Estados Unidos ocupaba el país).

Alrededor de treinta mil soldados –dos tercios de los cuales son milicianos chiítas iraquíes apoyados por Irán— están tratando de rodear esta ciudad sunni, 160 kilómetros al norte de Bagdad, a orillas del Tigris. El sitio ocurre en anticipación de una campaña que será aún más grande contra Mosul, la segunda ciudad de Irak.

Unos treinta mil refugiados, temiendo morir, ya se han ido de Tikrit. Miles más sufren bajo una lluvia diaria de bombas. El liderazgo chiíta ha declarado que esta batalla sería una oportunidad de venganza contra la masacre que EI llevó acabo cuando capturó la ciudad.

Las fuerzas armadas de Estados Unidos no participan en el sitio de Tikrit, supuestamente porque el gobierno no ha pedido su ayuda. En realidad el gobierno de Washington ha descartado toda colaboración militar con el gobierno de Irán, otro objetivo futuro potencial de una invasión estadounidense.

Oficiales del gobierno de Estados Unidos han cautelado a los gobiernos de Irán y del Primer Ministro iraquí, Haider al-Abadi, no tomar medidas sectarias. “Eso desgarraría la tela nacional y debilitaría la habilidad de iraquíes de encarar esta amenaza a su país”, dijo Josh Earnest, portavoz de la Casa Blanca.

¡Cuánta hipocresía! Las tensiones sectarias son la consecuencia de la guerra y ocupación estadounidense (causaron la muerte de más de un millón, desgarraron la destruyeron la sociedad y provocaron conflictos comunales) que conllevó la táctica deliberada de agravar existentes divisiones internas para mejor dominar el país.

EI, el supuesto blanco de la intervención de Estados Unidos, es un Frankenstein nacido de la invasión de Irak y del proyecto estadounidense de cambio de gobierno en Siria. Tanto EI como otras guerrillas sunnis reciben dinero, armas y apoyo logístico de los aliados regionales de Washington, todo coordinado por la agencia central de espionaje (CIA).

El pretendido propósito político del gobierno de Washington (armar y entrenar a las fuerzas supuestamente moderadas tanto en contra de EI como en contra del gobierno de Assad) es una táctica cada vez más criminal y cínica.

A principios de mes, lo que quedaba de los moderados sirios, armados, equipados y pagados por la CIA –el movimiento Hazm (“intransigente”)— se disolvió luego de una dura derrota a manos del frente Al-Nusra, afiliado sirio de Al Qaeda. Sofisticadas armas incluyendo mísiles TOW (Tube-launched, Optically tracked, Wire-guided, potentes cohetes antitanques guiados con alambres) fueron capturadas por Al Nusra, al que también se unieron ex miembros de Hazm.

Ahora hay indicios de que el gobierno de Washington se alista para pactar con Al Nusra, lo que equivale a aliarse a Al Qaeda, fuente de las finanzas de Al Nusra, contra EI (que originalmente era parte de Al Qaeda). El gobierno de Catar, importante donante de Al Nusra, está presionando a ese grupo a desafiliarse formalmente de Al Qaeda para facilitar ese pivote norteamericano.

El abierto cinismo con que la locomotora militar y de inteligencia y espionaje, y su testaferro Barack Obama, llevan a cabo su “guerra al terror” fue ilustrado con gran claridad por el James Clapper, director de inteligencia nacional, ante el Consejo de Relaciones Exteriores la semana pasada.

“Es un moderado estos días cualquiera que no esté con EI”, dijo. También señaló que oficiales de espionaje y militares “escogen gente que no sólo son moderados (lo que sea que esa palabra signifique) y se esfuerzan por obedecer las reglas legales internacionales, algo difícil en estas circunstancias”.

Claro está que el imperialismo estadounidense desde hace más de una década actúa en el Medio Oriente (Irak, Libia, Siria, etcétera) escupiéndole al Codex internacional, que, desde los procesos antinazis de Nuremberg, prohíbe guerras de agresión para avanzar los intereses de Estado.

Clapper en realidad sólo se refería a la veda internacional de armar a Al Qaeda, una veda que se puede evadir fácilmente no bien Al Nusra se desafilie formalmente de Al Qaeda.

Quien quiera intente, en base al palabreo de representantes del gobierno de Estados Unidos, destilar la lógica de la estrategia yanqui en el Medio Oriente, enmaraña su cerebro en un sin fin de contradicciones. Mientras que en Irak, el gobierno de Washington establece alianzas con Irán y los sectarios chiítas contra EI, en Siria se enreda con guerrillas islámicas sunnis que supuestamente le hacen la batalla tanto a EI como al gobierno sirio, respaldado por Irán. Después de casi catorce años de “guerra al terror,” Estados Unidos está al punto de transformar a una rama de Al Qaeda en punta de lanza “antiterrorista” y “pro democrática”.

La única estrategia coherente imaginable es la de añadirle leña al fuego a guerras e inestabilidades políticas por doquier, fomentando una lucha de todos contra todos para debilitar a todos los países y a todos los gobiernos, y así más fácilmente imponer su hegemonía sobre esta región, rica en petróleo. Esta estrategia regional es parte de una proyecto mucho más horrible de guerras contra los aliados de Damasco, Irán y Rusia.

Para la gente del Medio Oriente, todo esto significa el comienzo de otro capítulo en su largo choque contra el imperialismo de Estados Unidos. Para el proletariado estadounidense, se trata de una estrategia con la que no tiene nada que ver, impuesta sin debates, sin apoyo popular, un presagio de venideras catástrofes.

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