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Perspectiva

Muertes por policía y el fin de la democracia en Estados Unidos

Cada vez es más notable en las comunidades de la clase trabajadora a través de Estados Unidos, que la policía actúa como si fuera un escuadrón de muerte, golpeando y matando a la gente con impunidad legal.

Esta realidad quedó confirmada una vez más el viernes 6 de marzo con el asesinato de Anthony Terrell Robinson de 19 años de edad, en Madison, Wisconsin. El lunes 10, mil quinientas personas, entre ellas cientos de estudiantes de secundaria, se concentraron dentro del edificio del capitolio estatal en repudio del asesinato.

Matt Kenny, del Departamento de Policía de Madison (con doce años de antigüedad), entró en la casa donde se hospedaba Robinson y le disparó varias balas al adolescente (que no estaba armado). El oficial, que posteriormente declaró que Robinson lo había atacado, había disparado y matado a otro hombre en el 2007, pero fue exonerado e incluso recibió un encomio de honor.

Robinson acababa de graduarse de la escuela secundaria y se disponía a asistir al Milwaukee Area Technical College para estudiar administración de empresas.

Cada día, millones de trabajadores y jóvenes estadounidenses encaran amenazas, humillaciones, palizas y asesinatos a manos de policías, que actúan con licencia para matar. La violencia arbitraria y el terror por parte de la policía son ahora parte de la vida, junto con el desempleo masivo y crónico, el empeoramiento de la pobreza y la disminución de las oportunidades educativas.

En lo que va del año Robinson es la persona asesinada número 192 por la policía de Estados Unidos. Tres días desde su muerte, ha habido cinco víctimas más. Según estadísticas del gobierno, el número de estadounidenses muertos por policías en 2013 fue el más alto en décadas.

La madre de Robinson dijo que el joven hablaba constantemente en rechazo de la brutalidad policial. Las protestas del verano pasado contra la violencia policial en Ferguson, Missouri tuvieron un gran impacto sobre él.

Que el Estado otorga impunidad de facto y por anticipado a las muertes por policía había quedado claro sólo unos días antes de la muerte de Robinson cuando el gobierno de Obama anunció que no pondría en el banquillo a Darren Wilson, el oficial de policía Ferguson que disparó y mató a Michael Brown, de 18 años de edad (otro joven estadounidense negro que no portaba arma alguna), en agosto del 2014.

Al hablar ante los estudiantes en un evento en Columbia Carolina del Sur justamente el viernes en que asesinaban a Robinson el presidente Obama defendió la decisión del Departamento de Justicia de no procesar a Wilson, que le metió al menos seis balazos a Brown en plena luz del día. Obama alabó a la policía por cumplir con su función "de manera justa” y “con heroísmo."

"El agente Wilson", declaró Obama, "como cualquier otra persona que está acusado de un delito, tiene derecho a un procedimiento debido y a un estándar de razonable duda. Y si hay incertidumbre sobre lo que pasó, entonces uno no puede simplemente acusarlo sólo porque lo que ocurrió fue trágico ".

La definición de Obama tergiversa el orden de procedimiento debido, como lo define en la Constitución de Estados Unidos, el resultado práctico de eso prácticamente impide todo proceso contra agentes de policía, no importa brutales hayan sido sus crímenes. El mundo está al revés para Obama. Para acusar a Wilson sólo se requiere suficiente evidencia. Para condenarlo se requiere que no haya duda de su culpa (que no haya “incertidumbre de lo que pasó”). Es una parodia de justicia sustituir la evaluación de la evidencia requerida para poner a una persona en el banquillo, por la culpabilidad –más allá de toda duda razonable— necesaria para condenarla. Wilson nunca fue puesto en el banquillo.

En verdad, existen más que suficientes "causas probables" para acusar a Wilson de asesinato, incluyendo múltiples declaraciones de testigos del crimen. También lo había para acusar al agente de la policía de Nueva York que fue grabado en video asfixiando Eric Garner hasta la muerte, sin embargo él también se fue de rositas.

Con esto la Casa Blanca le concede a la policía la inmunidad de facto que gozan los principales testaferros del estado capitalista (los torturadores de la CIA y sus superiores, y aquellos, como Obama mismo, que ordenan el asesinato extrajudicial de presuntos terroristas, incluyendo ciudadanos estadounidenses). La impunidad también le toca a los criminales de Wall Street que empantanaron al mundo y a Estados Unidos en una crisis económica y han utilizado ese desastre de su propia creación para engañar y robar con aun más, haciéndose muy ricos.

Mientras Obama exige certeza de la culpabilidad antes de acusar a policías asesinos, sus víctimas no tienen absolutamente ningún derecho. La elocuente frase de la Declaración de Independencia de sobre el derecho a "vida, libertad y búsqueda de la felicidad" deja de tener sentido en una sociedad donde la policía actúa como juez, jurado y verdugo, libre para apagar la vida de jóvenes como Tony Robinson, con la certeza de que no tendrá que rendir cuentas.

El mismo informe del Departamento de Justicia sobre el abuso policial sistemática en Ferguson (publicado el mismo día del anuncio de que oficial de Wilson no iría al banquillo) pone el dedo en que la policía se comporta en muchas partes de Estados Unidos como si fuera una fuerza paramilitar de contrainsurgencia y de ocupación.

Según ese informe "los funcionarios desobedecen la Cuarta Enmienda [de la Constitución] deteniendo a personas sin sospecha razonable, arrestándolas sin causa probable y usando fuerza excesiva". Señaló que "las personas son castigados por contestarles mal a los oficiales, por grabar las actividades públicas de la policía y por protestar dentro del marco de la ley injusticias percibidas ".

El documento habla por ejemplo de un incidente en que la policía soltó un perro contra un niño de catorce años de edad e inmediatamente después "lo golpeó mientras estaba en el suelo, uno de ellos le piso la cabeza con su bota." Después los oficiales "carcajearon sobre lo que había ocurrido ".

En contraste al reclamo de Obama de que el régimen de terror en Ferguson no es "típico" en Estados Unidos, el propio gobierno federal ha emitido informes similares en el último año sobre los departamentos de policía de Cleveland y Albuquerque, Nuevo México. Las mismas condiciones existen en Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Detroit y todas las demás ciudades del país.

¿Cómo analizar la creciente ola de violencia y asesinato policial? Es ridículo atribuir la situación a unos pocos "malos individuos" o a la mera corrupción. Un fenómeno de virulencia a tan grande escala debe resultar de factores objetivos profundamente arraigados en el andamiaje social. Aún si la raíz fueran las tendencias homicidas y atraso social (y el racismo) de policías individuales, ¿cómo es que tantos de ellos son reclutados en los departamentos de policía del país?

Estados Unidos está desgarrado por contradicciones sociales y de clase que rebasan las estructuras de la de la democracia burguesa. Primero y principalmente está el aumento cada vez más acelerado de la desigualdad social. Esto va de la mano con la creciente violencia y agresión militar a nivel internacional. El belicismo y el saqueo son la manera en que la clase de poder de Estados Unidos busca compensar su decadencia económica.

La guerra sin fin y el militarismo en el extranjero amamantan la militarización de la sociedad nacional. La burguesía estadounidense considera que la clase obrera de Estados Unidos es su principal enemigo. Vive en constante temor de la detonación de oposición social a la desigualdad, la guerra y la represión. Esa es la raíz de la militarización de la policía y del creciente uso de los mismos métodos de contrainsurgencia (asesinato y represión) empleados en Irak, Afganistán y otros países contra los trabajadores y los jóvenes dentro de las fronteras de Estados Unidos.

En Madison, la capital del estado de Wisconsin, ocurrieron enormes manifestaciones de trabajadores y jóvenes en 2011 en contra de los amagues del gobernador Scott Walker, (Partido Republicano, que ahora quiere ser candidato a presidente de Estados Unidos), para recortar el gasto social, recortar las pensiones de los empleados públicos, y quitarle a los obreros sus derechos sindicales.

El mes pasado, Walker, refiriéndose a la guerra de Estados Unidos contra las milicias del Estado Islámico, declaró: "Al igual que pude batallar 100.000 manifestantes, lo mismo podré hacer en todo el mundo," implícitamente un signo de igualdad entre manifestantes obreros y los grupos terroristas que Estados Unidos tiene la intención de destruir.

Las palabras de Walker revelan la realidad de las relaciones de clase en Estados Unidos. Ponen el dedo en que la división social fundamental en Estados Unidos es entre clases socioeconómicas, algo deliberadamente oscurecido por el enfoque individualista y racista de la élite política y de los medios de difusión, y de las corrientes de seudoizquierda que orbitan en su derredor.

Mientras que el racismo sin duda está presente en la violencia de la policía, los intentos de presentar la cuestión ante todo como una cuestión de raza es una táctica que sirve para impedir que la clase obrera reconozca que la causa fundamental de la represión y la pobreza es el sistema capitalista, y que la defensa de los derechos democráticos requiere la unidad de todos los sectores de la clase obrera y la lucha por el socialismo.

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