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Los reveladores comentarios de un banquero central

Los recientes comentarios del gobernador del Banco de Japón Haruhiko Kuroda en los cuales compara los esfuerzos de los banqueros centrales en mantener a flote el sistema financiero global a la habilidad de volar del personaje ficticio Peter Pan de J. M. Barrie, son reveladores.

Kuroda hizo recordar que Peter Pan era capaz de volar sólo porque continuaba creyendo que podía. Una vez que entrase la duda, él perdería esa capacidad. De esta misma manera, los banqueros centrales tenían que seguir creyendo en que podían resolver cualquier problema que emergiese en el sistema financiero, pero sólo en la medida de que -como Peter Pan- pudieran permanecer confiados en hacerlo.

El hecho de que uno de los tres principales banqueros centrales -los otros son la presidenta de la Reserva Federal estadounidense Janet Yellen y el presidente del Banco Central Europeo Mario Draghi- comparase sus acciones, y presumiblemente las de sus contrapartes, a la magia de esparcir "polvo de hadas" dice algo sobre el estado de desconcierto en las sedes de las autoridades financieras supuestamente en cargo de la economía mundial.

Esto mismo tiene una significancia política decisiva. Desenmascara de manera instantánea las afirmaciones de la burguesía y de su casta de sumos sacerdotes -los banqueros centrales, las autoridades financieras, los consejeros académicos- de que ellos gestionan la economía por virtud de un conocimiento especial. Haciendo una analogía con otro cuento de hadas, se podría decir que el emperador no lleva ropas.

El poder de las varias autoridades económicas y financieras no deriva de sus conocimientos, sino de la manera en que sirven los intereses de clase de los dueños de la riqueza -el minúsculo estrato de las élites corporativas y financieras- cuyos dictados ellos imponen de manera salvaje ante la clase trabajadora y las masas.

Sus acciones dejan esto claro. Luego de haber rescatado a los bancos y firmas financieras -cuya desenfrenada especulación desató la crisis financiera del 2008- han tirado ellos más gasolina al fuego al haber otorgado miles de millones de dólares en dinero ultra barato creando las condiciones para otro colapso, al cual responderán con mayores ataques a las condiciones sociales -desempleo en masa y empobrecimiento- junto con formas de gobernar cada vez más autoritarias y dictatoriales.

La continua catástrofe económica plantea la necesidad inmediata de la lucha por el socialismo internacional. La clase trabajadora, literalmente como cuestión de vida y muerte, debe tomar el poder político y poner la economía global bajo su control para que la riqueza y los recursos que ha creado por medio de su trabajo puedan ser utilizados para el progreso social en vez del lucro.

Pero para poder lograrlo, debe afrontar y superar las mistificaciones que juegan un rol importante en mantener el poder de las élites gobernantes corporativas y financieras.

Uno de los medios principales mediante la cual las clases gobernantes mantienen su control ideológico es el promover la idea de que la economía capitalista moderna es tan compleja que la propiedad social, el planeamiento consciente y el control democrático son imposibles. De esta manera, la "magia del mercado", supervisado por los Kurodas del mundo, debe prevalecer.

Las clases gobernantes despliegan inmensos recursos financieros y de otros tipos -en los colegios, escuelas, universidades y en los medios de masas- para argumentar que el socialismo es totalmente imposible. Pero hay algo más que simplemente esfuerzos propagandísticos, tan importantes como sean.

Las mismas ilusiones promovidas tan diligentemente por las clases gobernantes y sus sirvientes ideológicos tienen su correspondiente base objetiva en la misma estructura de las relaciones sociales de la sociedad capitalista y la operación de aquellas leyes económicas, peculiares a estas, que generan sus mistificaciones.

Marx puso al descubierto estos orígenes en el primer capítulo de El Capital. En éste, analizó lo que él llamó el "fetichismo de las mercancías", esto es, la habilidad de una cosa -la mercancía, un producto del trabajo humano- para adquirir un poder social sobre sus productores.

Este poder, él mostró, derivaba de la propia forma de la mercancía. Cada sociedad humana debe asignar trabajo humano para funcionar. Sin trabajo humano y su asignación social, la sociedad colapsaría de la noche a la mañana.

Pero en un sistema de producción de mercancías -la base del capitalismo- esta asignación no ocurre de acuerdo a la costumbre y a la tradición, o algún sistema de castas. Está determinado, a fin de cuentas, por las relaciones entre diferentes mercancías, o sea, cosas.

Cada gasto del poder del trabajo humano (human labor power) en la producción de una mercancía es parte del conjunto de la capacidad de trabajo de una sociedad. En la ausencia de algún plan social, y en dónde la producción toma lugar de manera privada y en separado, el carácter social del trabajo puede ser establecido sólo mediante las relaciones entre los productos del trabajo -esto es, mercancías- durante el intercambio. De esta forma, estas cosas adquieren un poder social.

Tal como escribió Marx: "La relación de los productores a la suma total de su propio trabajo [lease, el conjunto del trabajo social, N.B.] toma la forma ante ellos de una relación social que existe no entre ellos mismos, sino entre los productos de su trabajo".

Esto significa que una "forma social determinada entre hombres adopta ante sus ojos la forma de una relación entre cosas".

Marx observaba, haciendo una analogía con la religión, que mientras en ese entorno el hombre es gobernado por productos de su propio cerebro, en el contexto de la producción de mercancías, éste se encuentra gobernado por el producto de su propia mano.

El productor de mercancías que lleva el producto de su propio trabajo al mercado, solamente descubre allí si su trabajo ha sido socialmente necesario, dependiendo de la cantidad de mercancías que recibe a cambio de aquellas que ha producido.

Marx comenzó su análisis del fetichismo examinando las relaciones del simple intercambio de mercancías, la base de la economía capitalista. De ahí demostró cómo con el completo desarrollo del capitalismo, el fetichismo, que ya existe en forma celular en aquella sociedad, tomaba cada vez más formas fantásticas.

El lucro parece emerger no de la explotación del poder del trabajo humano, sino de una cosa: la maquinaria. La tierra, por su propia naturaleza de tierra, supuestamente engendra riqueza en forma de renta, y el dinero aparentemente crea más dinero por sí mismo en el sistema financiero, cuyas operaciones determinan el destino de sociedades enteras y de miles de millones de personas. El trabajador es despedido, o recibe salarios menores o mayores, en función de la relación de las cosas que él o ella produce con las otras cosas en el mercado, donde el dinero y la tasa de su acumulación, en la forma de lucro, son los intermediarios.

El análisis del fetichismo de la mercancía de Marx revela los orígenes de una de las más importantes mistificaciones del capitalismo. Las relaciones sociales establecidas por medio de las relaciones entre cosas parecen necesariamente tener un carácter natural, y por lo tanto eterno. Esta es la base de la campaña ideológica ejercida día tras día por la burguesía y sus representantes ideológicos de que el socialismo -la forma de sociedad en la que la amplia riqueza creada por el trabajo de la clase trabajadora, los productores del mundo, está bajo su consciente control- es inherentemente imposible porque viola supuestas leyes naturales.

Pero Marx, poniendo al descubierto las fundaciones objetivas del fetichismo, también mostró cómo, de manera histórica, sería superado.

"La figura del proceso social de vida", él escribió, "esto es, del proceso material de producción, sólo perderá su místico velo nebuloso cuando, como producto de hombres libremente asociados, éstos la hayan sometido a su control planificado y consciente. Para ello, sin embargo, se requiere una base material de la sociedad o una serie de condiciones materiales de existencia, que son a su vez, ellas mismas, el producto natural de una prolongada y penosa historia evolutiva”.

En otras palabras, el progreso de las fuerzas productivas bajo el capitalismo haría posible disipar las ilusiones que genera. Adicionalmente, este mismo desarrollo crearía una crisis social y económica que convertiría al socialismo, y al control consciente de las fuerzas productivas de la humanidad, no sólo en una posibilidad, sino en una necesidad.

Este momento llegó hace mucho. Hace cien años, en su libro Imperialismo, escrito en medio de la carnicería desatada por la Primera Guerra Mundial, Lenin estableció la necesidad del socialismo internacional. Señaló que la emergencia de empresas gigantescas, que surgen de la lucha competitiva en el mercado, implicaba una profunda socialización del trabajo en el que las actividades de estas corporaciones eran decididas por una planificación consciente en medio de la anarquía de la producción capitalista en general.

Las tendencias que analizase en su tiempo se han desarrollado en una enorme escala. Las gigantescas corporaciones multinacionales que dominan la economía global conscientemente planean y regulan sus operaciones. Al mismo tiempo, el sistema financiero funciona como un amplio sistema de información global, el cual entrega resultados en cuestión de nanosegundos.

Estos mecanismos son utilizados para la apropiación de las ganancias a expensas de la clase trabajadora mundial, la cual ha producido la riqueza sobre la que ellos descansan. Pero su creación indica el hecho de que el "prolongado y penoso proceso de desarrollo" -que Marx insistió que era el prerrequisito objetivo para que la humanidad asumiera un control consciente de la riqueza que crea y la usase para las necesidades humanas y el progreso- ha verdaderamente sido completado.

Por otra parte, las contradicciones inherentes del capitalismo, derivados de la intensificación del conflicto entre el crecimiento de las fuerzas productivas a escala mundial y las relaciones sociales basadas en la propiedad privada y el sistema de Estado nación, han creado una crisis histórica.

Esta adquiere la forma del belicismo, debido a que cada potencia capitalista, con Estados Unidos a la cabeza, busca afirmar su dominio sobre la economía mundial. Esto evoluciona junto con el colapso del sistema de lucro que por su parte se manifiesta a través de crisis financieras y económicas cada vez más profundas. Estas dos tendencias interactúan e se impulsan mutuamente hacia adelante.

El profundo colapso del sistema capitalista y su naturaleza históricamente condenada encuentran expresión en los comentarios de Kuroda. Se suele decir que los dioses deben primero volver locos a aquellos a los que buscan destruir. Se podría añadir también que con la invocación de la economía de Peter Pan, deben primero volverlos ridículos.

Las cimientos del sistema de lucro y de todos el edificio ideológico sobre el cual el dominio capitalista ha descansado, junto con las mistificaciones que la sostienen, se encuentran en un estado avanzando de decadencia y desintegración

Empero, aun cuando su bancarrota histórica aparece cada vez más claramente, la burguesía no tiene la intención de abandonar el escenario. Al contrario, su destructiva economía política se intensificará.

La clase trabajadora como la única fuerza social que puede asegurar el progreso histórico debe fomentar su propia economía política llevando a cabo una ofensiva por el socialismo internacional. La punta de lanza de esta lucha es la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional como el partido mundial de la revolución socialista.

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