Español
Perspectiva

Pánico por venta masiva en los mercados financieros mundiales

La venta masiva en los mercados de valores en todo el mundo -que comenzó la semana pasada con la sorpresiva decisión de China de devaluar su moneda- se aceleró el jueves y el viernes en una ola de ventas de cuasi pánico, desplomando los mercados desde Asia y Europa hasta Estados Unidos y América Latina.

Fuera de China, donde el índice compuesto de Shanghai cayó 4,3 por ciento el viernes, los descensos más agudos se encontraban en Estados Unidos. El Índice Industrial Dow Jones se desplomó 531 puntos, o un 3,12 por ciento, con lo que las pérdidas de la semana suman más de 1.000 puntos. La caída de los índices S&P 500 y Nasdaq fue aún más pronunciada, 3,19 por ciento y 3,52 por ciento, respectivamente.

La crisis en los mercados accionarios responde a señales de que la economía mundial se desliza hacia una nueva recesión o depresión. El punto focal de la desaceleración es China, la segunda economía más grande del mundo, que esta década ha sido responsable de un tercio de la expansión de la economía mundial. Esto es casi el doble de la contribución de Estados Unidos y más del triple de los impactos de Europa y Japón.

El gobierno chino ha asignado unos US$ 90 mil millones para rescatar a los mercados de valores del país. Sin embargo, esto no ha podido detener una crisis en la que los precios de las acciones han caído más de un 30 por ciento desde junio. El desorden evidente de las autoridades chinas, junto con un crecimiento de la conflictividad laboral y el descontento alimentado por eventos como la explosión del almacén de Tianjin, está avivando las preocupaciones en directorios corporativos y gobiernos imperialistas sobre la estabilidad política del régimen en el que se han basado para extraer altas ganancias en base a salarios de pobreza y la intensa explotación de los trabajadores chinos.

La desaceleración del crecimiento en China -reflejada en las cifras de producción, exportaciones e importaciones, inversión empresarial y precios del productor- está impulsando un casi colapso en las llamadas "economías emergentes" que dependen del mercado chino para las exportaciones de materias primas. La semana pasada se dio una caída de los precios de las acciones y tipos de cambio en Rusia, Turquía, Brasil, Sudáfrica y otros países. Estas economías se están viendo afectadas por una salida masiva de capitales, poniendo en duda su capacidad para cumplir con sus obligaciones de deuda.

La expresión más cruda del crecimiento de las presiones deflacionarias es la paliza que están recibiendo los mercados de productos básicos. El viernes 21 de agosto se aceleró la caída de meses de los precios del petróleo, carbón y una gama de metales industriales. El desplome de los precios de las materias primas reflejan una disminución de la demanda, lo que, a su vez, refleja un descenso de la producción y la inversión productiva, junto con la saturación de los mercados.

La anarquía del mercado capitalista se puede ver gráficamente en el caos de los mercados energéticos. Los precios del petróleo continúan cayendo, alimentando recesión, despidos masivos y guerras comerciales y monetarias. Sin embargo, todos los principales productores de petróleo, entre ellos Estados Unidos, siguen bombeando petróleo en los niveles actuales o incluso mayores, para atiborrar aún más los mercados mundiales. Lo hacen con el fin de asegurar las ventas y maximizar las ganancias en un mercado en contracción, como una cuestión no sólo de ganancias empresariales, sino también de divergentes intereses geoestratégicos entre estados nacionales capitalistas en competencia.

El principal desencadenante de la venta masiva del viernes fue un reportaje que señala un descenso de la producción fabril en China. El índice preliminar de directores de compras de manufacturas de China, el Caixin, llego a su nivel más bajo desde marzo de 2009 – comparable a la crisis económica provocada por la caída de Wall Street en septiembre de 2008.

En los últimos días, Japón ha reportado una contracción en su producción económica en el segundo trimestre de año, y la zona euro ha reportado un crecimiento a paso de tortuga.

A pesar de la posición de Estados Unidos como el supuesto "punto brillante" en la economía mundial, el crecimiento de Estados Unidos está en su nivel más bajo en más de tres décadas. Los salarios están aumentando a su ritmo más lento desde la década de 1980, y la productividad está estancada. Millones de personas han dejado de buscar trabajo y millones más se han visto obligadas a aceptar trabajos a tiempo parcial. El número de empleos a tiempo completo en Estados Unidos de hoy es de 0,7 por ciento, 822.000 menos, de lo que era hace ocho años.

Estos desarrollos exponen el vacuo carácter de la supuesta recuperación de la crisis recesiva de 2007-2009. La Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos y los otros bancos centrales de la Unión Europea, Gran Bretaña y Japón han inyectado miles de millones de dólares en los mercados financieros para rescatar a los banqueros y oligarcas financieros y aumentar sus riquezas, al mismo tiempo que los gobiernos capitalistas imponían brutal austeridad y recorte de salarios a la clase trabajadora.

El principal mecanismo para este proceso de saqueo económico ha sido el mercado de valores. Los precios de las acciones estadounidenses se triplicaron desde su punto más bajo en marzo del 2009, y el valor de las acciones alcanzaron máximos históricos en Europa a pesar de que la inversión productiva se redujo y la economía real se estancó.

En un comentario publicado el martes 18 de agosto en el Financial Times, Christophe Donay, jefe de colocación de activos en Pictet Wealth Management, con sede en Suiza, describió la manera utilizada por gobiernos y bancos centrales para inflar las acciones y mantener sus precios extraordinariamente altos a pesar del crecimiento lento o inexistente en la economía real, prácticamente sin hacer referencia al crecimiento de los ingresos reales de las empresas, que, señaló, "sigue siendo baja."

Bajo la rúbrica de "asignación asimétrica del precio de los activos", que incluye tasas de interés cercanas a cero y la "flexibilización cuantitativa" (imprimir dinero) del banco central. Estas políticas, explicó, fueron diseñadas para poner un piso bajo los precios de las acciones, pero no un techo (de ahí la asimetría). El objetivo era crear un "efecto riqueza", es decir, aumentar la riqueza de la aristocracia empresarial-financiera.

El pánico incipiente en los directorios corporativos se deriva en gran parte del temor de que este mecanismo puede desmoronarse bajo el impacto de presiones de la recesión mundial.

Todas las políticas llevadas a cabo por la burguesía desde el crac de Wall Street de 2008 han sido diseñadas para cubrir las contradicciones que llevaron al colapso a la vez que facilitaban un mayor enriquecimiento de la élite corporativa-financiera. La crisis se ha utilizado para diseñar una masiva reducción de los niveles de vida de los trabajadores y las condiciones de trabajo, mientras que la clase dominante ha utilizado los sindicatos y sus aliados de pseudo-izquierda para aislar, disipar y reprimir la resistencia de la clase obrera. Pero estas políticas sólo han exacerbado las contradicciones que subyacen a la crisis económica.

Cualquiera que sea el resultado a corto plazo en el mercado de valores -ya sea que la venta de esta semana marque el inicio de una caída a gran escala o que los financistas de los gobiernos logren diseñar una temporal recuperación- no habrá solución progresista a la crisis, aparte de la victoria de la revolución socialista mundial. Ha llegado el momento de la clase obrera y la construcción de su dirección revolucionaria.

Loading