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El amague de Estados Unidos en el Mar de China y el espectro de tercera guerra mundial

La penetración naval del 27 de octubre del límite de doce millas náuticas que reclama China en el Mar de la China, fue una provocación deliberada y descabellada que puede detonar un enorme conflicto entre estas dos potencias con armas atómicas.

Son falsas las declamaciones del gobierno en Washington que es una simple cuestión de hacer valer sus derechos internacionales de libre navegación. A diferencia de China y muchos otros países, Estados Unidos nunca aceptó las normas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CNUDM), que pretende defender. Una vez más el imperialismo norteamericano inventa pretextos para empujar sus proyectos imperialistas. En este caso, intenta sostener su hegemonía sobre Asia y someter a China a los intereses estratégicos y económicos estadounidenses.

El secretario de defensa estadounidense Ashton Carter defendió durante una audiencia del congreso estadounidense toda la prepotencia con que Estados Unidos actúa e indicó que seguirán las maniobras del programa mal llamado ‘Libertad de Acción’. “Volaremos, navegaremos y nos asentaremos donde lo permita el derecho internacional”, dijo. “Han ocurrido maniobras navales en esa región en días recientes; habrán más en las semanas y en los meses que vienen”.

Ian Storey, analista estratégico del Instituto de Estudios del Sureste Asiático en el Instituto de Estudios del Sudeste de Asia, en Singapur, puso el dedo en la raya del significado de haber seleccionado la fragata de mísiles teledirigidos USS Lassen para entrar en esta zona en disputa. “Van por lo amenazante; no hay nada más amenazante, que no sea un portaviones”, le dijo al Guardian londinense.

En verdad, la armada estadounidense cuenta con dos portaviones muy cercanos a la zona en disputa. El USS Theodore Roosevelt, había zarpado del Medio Oriente con destino a Singapur. El USS Ronald Reagan está anclado en Japón.

Fue una camarilla de los grupos de poder de las fuerzas armadas y de política exterior la que decidió arriesgar guerra con China. Este grupo exixte fuera de todo control democrático; opera a espaldas del pueblo de Estados Unidos, que está totalmente opuesto a la política de guerra del gobierno. Los líderes del Comando Pacífico estadounidense por meses han estado llevando una campaña propagandística repudiando los reclamos chinos en el Mar Chino. Sin duda el presidente Obama aprobó esta maniobra.

James Stavridis, comandante retirado de la armada estadounidense, entrevistado por el Financial Times, indicó que había objetivos más amplios. Dijo que Estados Unidos está decidido a “nunca ceder aguas internacionales cerca de China, a una potencia rival”. El gobierno en Washington no sólo no está dispuesto a concederle ni un centímetro a Beijing, sino que se ha envuelto en una estrategia militar, económica y diplomática (el “pivote hacia Asia”) con el propósito de doblegar a China, y convertirla en una semicolonia.

Ahora Estados Unidos deliberadamente amaga detonar peligrosos polvorines, como en el Mar de la China, para justificar su agresión militar en toda la región y para insertar una cuña entre China y sus rivales de Asia oriental. Todo comienza a mediados del 2010 cuando, después de haber ignorado Estados Unidos una larga crónica histórica de diferencias in esa región oceánica, Hillary Clinton, la secretaria de estado estadounidense de entonces, declara provocativamente que el interés nacional de Estados Unidos era la libertad de navegación en las aguas disputadas.

Transcurren cinco años, durante los que el gobierno en Washington transforma pequeñas disputas en una causa de guerra contra China, alentando especialmente a Filipinas y Vietnam, contra los reclamos chinos. La ofensiva diplomática va mano con mano con la obtención de bases militares en Australia y Filipinas, con el fortalecimiento de vínculos militares en toda la región, y con la distribución de tropas. El plan es que el sesenta por ciento de la armada y de la fuerza aérea se concentre e los Océanos Pacífico e Índico para el 2020.

El envío de navío USS Lassen a la región marítima que China reclama, es la primera etapa en el proyecto guerrerista del Pentágono en repudio de la supuesta táctica china de antiacceso. Ese proyecto es parte de una estrategia más amplia de batallas navales y aéreas, un ataque desgarrador, con aviones y mísiles, si China rechaza la incursión.

El entorno de los amagues de guerra estadounidenses es la agravante crisis del capitalismo mundial. La clase de poder estadounidense reacciona a su anémica posición global con descabellada fuerza militar para socavar a sus rivales. Al mismo tiempo acelera sus ataque a los derechos democráticos y niveles de vida de los obreros de Estados Unidos. A la vez que declaraba que Estados Unidos ampliaría sus maniobras en el Mar de China, Unidos el secretario de defensa Carter indicó que Estados Unidos iba a escalar su guerra en el Medio Oriente, enviando a elementos de combate de la infantería estadounidense. Hay más, las provocaciones en Asia del gobierno en Washington ocurren al mismo tiempo que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) prepara en Europa Oriental la guerra contra Rusia. Todo el mundo está sobre un barril de pólvora. El menor acontecimiento, en cualquier rincón del mundo, puede ser la chispa que lo detone. Si bien la respuesta china ha sido defensiva, las acciones del gobierno chino son totalmente reaccionarias. La naturaleza del régimen chino lo hace incapaz de movilizar a la clase obrera, china o internacional. La clase burocrática de poder de Beijing, que representa los intereses de un muy pequeño sector ultra rico de oligarcas, recurre al militarismo y a azuzar el nacionalismo chino, aumentando así la posibilidad de guerra. Un editorial del 27 de octubre en una periódico guerrerista chino, Global Times, aconseja a los dirigentes chinos a “prepararse para lo peor”, y demostrarle a la Casa Blanca que China “no teme una guerra en esta región contra Estados Unidos”.

El clima político mundial actual se asemeja cada vez más al que existía poco antes de la Primera Guerra Mundial. León Trotsky, entrevistado en septiembre 1938, poco antes de la Conferencia de Munich, presentó su análisis de la lógica objetiva de los acontecimientos que causarían la guerra. “Posiblemente otra vez la diplomacia pueda llegar a algún carcomido compromiso. Éste no durará. La guerra es inevitable y está muy cerca. A cada crisis internacional le sigue otra. Estas convulsiones son como las contracciones de parto de la guerra que se avecina. Cada nueva convulsión será más grave y peligrosa”, dijo.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) publicó una declaración en julio del 2014 llamada “El socialismo y la lucha contra la guerra imperialista” que explica que las mismas contradicciones fundamentales del capitalismo –entre la economía global y el sistema caduco de estados naciones, por un lado, y entre la producción socializada y la propiedad privada de los medios de producción, por el otro— estaban encarrilando al mundo a otra guerra mundial. “Más que posible, es inevitable otra carnicería imperialista a menos que la clase trabajadora internacional intervenga armada con un programa marxista revolucionario”, pronostica la declaración. Ese documento del CICI esboza los cimientos políticos de un movimiento antiguerra del proletariado mundial. “Todos los grandes problemas que enfrenta la clase trabajadora –el crecimiento de la desigualdad social, el empleo de formas autoritarias de gobierno— son componentes inseparables de esta lucha. No puede haber una lucha por el socialismo sin una lucha contra la guerra y no puede haber lucha contra la guerra sin una lucha por el socialismo. La clase trabajadora debe oponerse a la guerra imperialista, poniéndose en este proceso a la cabeza de la juventud y las masas oprimidas, sobre la base de un programa socialista: la lucha para tomar el poder político, expropiar a los bancos y las grandes corporaciones y comenzar la tarea de construir una federación mundial de estados obreros”.

Un año después ese propósito es aún más urgente. Lo más esencial es la construcción de la CICI, la imprescindible dirección revolucionaria para liderar el movimiento antiguerra.

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