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Perspectiva

Nacionalismo económico, guerra y la lucha por el socialismo internacional

Están siendo suscitadas cuestiones fundamentales de perspectiva y orientación de la clase obrera internacional por la promoción del nacionalismo económico, que está asumiendo un papel cada vez más prominente en la vida política de un país tras otro, bajo condiciones de un agravamiento de la crisis económica, desempleo masivo y empeoramiento en las condiciones sociales.

En la campaña sobre el ‘Brexit’ —el referéndum del 23 de junio para decidir si Gran Bretaña debe permanecer o no dentro de la Unión Europea— ambos lados, que representan a diferentes secciones de la burguesía británica, los de "Irse" y de "Quedarse", están formulando sus argumentos en términos de qué es "mejor" para Gran Bretaña. En los Estados Unidos, las campañas en la elección presidencial del principal contendor del Partido Republicano Donald Trump y del candidato del Partido Demócrata, que se hace pasar por "socialista", Bernie Sanders, están haciendo apelaciones con base en un programa económico nacionalista.

Intentado aprovechar la legítima ira y hostilidad de los trabajadores por la destrucción de puestos de trabajo y de sus condiciones de vida, conforme se cierran fábricas y se subcontratan puestos de trabajo a zonas de empleo más barato, Trump promete "hacer grande a los Estados unidos de nuevo” y denuncia acuerdos comerciales "desleales", mientras que Sanders se arremete en contra de los acuerdos comerciales con China y México por "robar puestos de trabajo americanos."

A pesar de sus diferencias, ambas partes comparten una plataforma común. Buscan parcializar la cuestión de "exportación de empleos" fuera de sus fundamentos—el sistema capitalista en sí y su afán de lucro.

Ellos no hablan por los trabajadores estadounidenses; al contrario, expresan los intereses de las secciones de la clase dominante que se sienten desfavorecidas por las grandes corporaciones transnacionales y que pretenden explotar a la clase obrera no menos despiadadamente que sus rivales.

No hay duda que los supuestos tratados de "libre comercio" no tienen como objetivo promover mejores condiciones económicas o sociales; más bien, están diseñados para beneficiar a las corporaciones gigantescas, permitiéndoles situar sus operaciones con el fin de garantizar un máximo beneficio a costa de la clase trabajadora.

Sin embargo, de esto no se concluye que, al oponerse a estos acuerdos y a sus disposiciones reaccionarias, los trabajadores deberían rechazar de manera nacionalista lo mismo que los sectores dominantes de la élite empresarial y financiera aprueban. Ellos deben desarrollar una perspectiva independiente basada en un arduo análisis científico.

Dicho análisis comienza por plantear la pregunta: ¿Hacia dónde se dirige la campaña del nacionalismo económico? ¿Cuáles serían las consecuencias del retorno de economías nacionales aisladas? La historia de tortura y sangre del siglo XX nos da la respuesta.

Se recurre al nacionalismo económico como respuesta a la ruptura del orden capitalista mundial señalada por la crisis financiera del 2008. La última gran ruptura del sistema capitalista, que comenzó con el estallido de la Primera Guerra Mundial y condujo a la Gran Depresión, pronostica hacia dónde se dirige el capitalismo actual. El surgimiento del nacionalismo económico durante la década de 1930, cuando cada país buscaba protegerse de la caída del mercado mundial a través del despliegue de impuestos y barreras arancelarias, creó un desastre.

Entre la introducción de la ley proteccionista Smoot-Hawley en los Estados Unidos en junio de 1930 hasta finales de 1932, se calcula que el comercio mundial se contrajo entre la mitad y dos tercios, conduciendo a la desintegración, no al avance, de las economías. El resultado inevitable fue la Segunda Guerra Mundial y la recaída en la barbarie.

La lógica reaccionaria del nacionalismo económico quedó demostrada más claramente en el caso de Alemania. Adolf Hitler llegó al poder basándose en un programa de autarquía económica. Pero dentro de un breve plazo de tiempo, se desarrolló una crisis económica conforme esta política se veía restringida dentro de las limitaciones del estado nación alemán. Un mayor desarrollo económico nacional, por lo tanto, requeriría expansión territorial — Lebensraum — y, a partir de 1936, toda la política económica del régimen de Hitler se basó en conquistas militares, un programa que condujo directamente a la Segunda Guerra Mundial y a todos sus horrores subsecuentes.

En la elaboración de su enfoque, la clase obrera debe basarse en un amplio entendimiento del papel del capitalismo en el desarrollo histórico de la humanidad.

La ascensión de la humanidad, tal como Marx y, tras él, Trotsky enfatizaban continuamente, se basaba en el desarrollo de la productividad social del trabajo, que es el cimiento de todo progreso social y económico. Al destruir las constricciones del particularismo feudal y al establecer estados nación, el capitalismo le brindó un gran trampolín al desarrollo de las fuerzas productivas y sentó las bases para la civilización moderna.

Pero el crecimiento de las fuerzas productivas no se detuvo en las fronteras de los estados nación. En los últimos 175 años, ha asumido un carácter cada vez más global a través de la expansión del comercio internacional, la ampliación de la inversión a todos los rincones del mundo y, en las últimas tres décadas, el desarrollo de la producción globalizada basada en el desarrollo de la división internacional del trabajo.

La globalización de la vida económica es en sí un desarrollo enormemente progresivo. Aumenta la productividad social del trabajo y consecuentemente sienta las bases materiales para el desarrollo de una sociedad en la que, por primera vez en la historia, los intereses económicos y culturales de todas las personas del mundo, en lugar de los de unos pocos privilegiados, pueden ser alcanzados y avanzados.

Sin embargo, este enorme potencial no puede realizarse dentro del marco asfixiante del lucro capitalista y del sistema de estados nación. Por el contrario, estas limitaciones conducen inevitable e inexorablemente a la guerra y al descenso en la barbarie.

La gran tarea histórica, por lo tanto, no es intentar devolver las fuerzas productivas al marco reaccionario y obsoleto del sistema de estados nación —como los partidarios del nacionalismo económico, ya sea de la derecha o de la "izquierda", proponen— sino liberar las fuerzas productivas aboliendo el marco social y político reaccionario que las restringe.

Este no es un ideal utópico. La base material para su realización ha sido creada por la misma globalización de la producción. Ha creado una enorme fuerza social, la clase obrera internacional, unida objetivamente por el proceso de producción capitalista y opuesta en cada país, por su situación de vida, a las depredaciones del sistema de lucro.

Su tarea es derribar los muros y las barreras del sistema de estados nación, revocar el sistema de lucro y tomar el poder político en sus manos con el fin de establecer un nuevo y superior orden socioeconómico basado en el desarrollo armonioso de las fuerzas productivas a escala mundial, a través de una economía planificada, democrática y regulada conscientemente.

Los escépticos y los apologistas del capitalismo se burlan de tales perspectivas y declaran que violan la llamada naturaleza humana, cuya más alta expresión, insisten, es el mercado y el sistema de lucro capitalista —un auténtico insulto a la raza humana.

Pero tal como el capitalismo ha creado a su propio sepulturero en la forma de la clase obrera internacional, también ha forjado los cimientos materiales para una economía socialista planificada. No hay una sola empresa transnacional o institución financiera internacional en el mundo hoy que no planea sus operaciones globales por minuto, o incluso por segundo. En su búsqueda de ganancias, el sistema capitalista ha establecido un vasto sistema de información y tecnología que abarca todo el mundo.

Este sistema complejo y globalmente integrado de producción y su información asociada y otras tecnologías han sido creadas y son mantenidas, no por el puñado de personas extremadamente pudientes que en la actualidad cosechan sus beneficios, sino por el trabajo físico e intelectual colectivo de miles de millones de trabajadores —de los trabajadores en la línea de producción a quienes mantienen y diseñan las tecnologías para su regulación.

Al haber creado esta enorme fuerza productiva, la clase obrera internacional debe ahora arrebatar el control de la misma y utilizarla para el desarrollo de la sociedad en su conjunto.

La perspectiva del nacionalismo económico, avanzado por los Trumps y los Sanders de este mundo, representa un intento de arrastrar a la humanidad hacia una nueva edad oscura.

La perspectiva del socialismo internacional es la siguiente etapa en el avance de la humanidad. Pero puede realizarse sólo si se lucha conscientemente, y eso requiere la decisión de unirse a y construir el Comité Internacional de la Cuarta Internacional como líder revolucionario de la clase obrera internacional.

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