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Perspectiva

La crisis capitalista y la defensa de los derechos democráticos

El domingo 15 de mayo, la elección presidencial de segunda vuelta en Austria entre Norbert Hofer del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria y Alexander Van der Bellen del Partido Verde terminó en punto muerto. Los votos por correo impidieron por una muy pequeña margen que Hofer se convirtiera en el primer jefe de Estado de un país europeo desde 1945 cuyo partido remonta su linaje a los Nazis.

Hace treinta años, la revelación de que el presidente austriaco Kurt Waldheim había sido miembro del Partido Nazi desató un escándalo político. Ahora, el ascenso de Hofer es parte de una creciente y cada vez más dominante tendencia internacional que tiene gran apoyo en los círculos gobernantes. En país tras país, fuerzas derechistas y autoritarias están siendo movilizadas para desviar el enojo y frustración de masas de personas contra los partidos tradicionales de la clase gobernante.

Esta tendencia puede ser vista en el ascenso del Frente Nacional francés, la Alternativa para Alemania, el Partido de la Independencia del Reino Unido, las fuerzas neofascistas en Ucrania y la elección de Rodrigo Duterte en Filipinas. Más significativamente, con el inminente nombramiento de Donald Trump como el candidato presidencial del Partido Republicano, uno de los dos partidos principales en Estados Unidos será dirigido por un individuo cuyo programa y orientación son distintivamente fascistas.

Detrás del colapso de las instituciones democráticas está la prolongada crisis económica mundial, el extremo crecimiento del militarismo y guerra, y sobre todo, la intensificación de la lucha de clases.

En la Perspectiva Editorial publicada en mayo 21, el World Socialist Web Site llamó atención a los indicios del resurgimiento de la lucha de clases y al proceso de radicalización política a escala mundial, incluyendo la huelga de 39,000 trabajadores de Verizon en Estados Unidos, las protestas en masa contra de la reaccionaria "reforma" laboral en Francia, la huelga general en Grecia, y huelgas en China e India. El resurgimiento de la lucha de clases, explicamos, está "encontrando expresión política en el giro de los trabajadores en contra de todos los partidos oficiales de la "izquierda" apoyados por los sindicatos."

Las mismas élites gobernantes se sienten sitiadas por todos lados. Saben muy bien que su política de guerra y de austeridad es profundamente impopular y está provocando resistencia en masa. Tratan de prevenir esta radicalización política a través de la movilización de las fuerzas de derecha extrema, al mismo tiempo creando condiciones para más represión violenta y brutal a la oposición social.

En la medida en que las fuerzas neofascistas pudieron ganar amplio apoyo, la responsabilidad política cae bajo el carácter derechista y antiobrero de la "izquierda" nominal. Esto se puede ver más claramente en Francia y Grecia. Los trabajadores y jóvenes eligieron al gobierno del Partido Socialista en Francia que ha impuesto un estado de emergencia en nombre de la lucha contra el terrorismo y una ley que ataca los sueldos y condiciones laborales de los trabajadores. En Grecia, Syriza (la Coalición de la Izquierda Radical), está utilizando a la policía antidisturbios para implementar, frente a la oposición en masa de la clase obrera, la propia austeridad a la que había prometido oponerse.

En Brasil, el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), que durante 13 años lealmente hizo cumplir los decretos de los bancos globales, le allana el camino a una intervención militar 52 años después de que una dictadura autoritaria tomó el poder y puso en marcha un régimen de terror contra los trabajadores y los jóvenes. En la cercana Venezuela, los herederos políticos de Hugo Chávez encaran el aumento de la inflación y la caída de los ingresos del petróleo imponiendo un estado de emergencia que prohíbe que los trabajadores se pongan en huelga por salarios más altos.

En cuanto a Donald Trump, la capacidad de este hombre de negocios multimillonario para ganar el apoyo prometiendo "que Estados Unidos volverá a ser grande", sobre la base del chovinismo y el nacionalismo extremo, está completamente relacionada con la profunda hostilidad popular al sistema bipartidista. En la campaña entre Trump y su probable oponente del Partido Demócrata, Hillary Clinton, será Trump el que se posicionará como el candidato "antisistema" contra una corrupta y odiada representante de Wall Street y del aparato militar y de inteligencia.

Bajo estas condiciones, los representantes de la clase media seudoizquierda argumentan que lo que se necesita es una alianza general de las "fuerzas democráticas" sobre bases capitalistas. Típicos son los comentarios de Yanis Varoufakis, el ex ministro de finanzas del gobierno de Syriza en Grecia, que ha desempeñado un papel central en la traición de la lucha de los trabajadores griegos contra la austeridad.

En una carta abierta publicada en sito Web de la revista International Viewpoint, Varoufakis declara, "Estamos en un momento en la historia muy parecido" a la década de los 1930, con "deflación, xenofobia, supernacionalismo, devaluaciones competitivas, patriotismo, etcétera". Plantea la pregunta "¿Cuál era el deber de los progresivos" en la década de los 1930? "Fue…ponerse por encima a las afiliaciones de partidos y a las fronteras para crear un movimiento paneuropeo de demócratas (radicales, liberales, e incluso conservadores progresivos) en oposición a las fuerzas del mal. Me temo mucho que este es nuestro deber hoy también."

De hecho, la década de los 1930 fue un ejemplo práctico de la quiebra de la política que Varoufakis defiende. En esa década, los partidos comunistas dominados por Stalin respondieron a la depresión, la guerra y el crecimiento del fascismo mediante la promoción del programa del "frente popular"—una alianza con los supuestos elementos "democráticos" de la burguesía en contra del fascismo. Eso demostró ser un desastre para la clase obrera. En 1940, casi toda Europa estaba bajo el fascismo.

De una manera similar a la del frente popular estalinista de los años 1930, el objetivo de la política de Varoufakis de encadenar a los trabajadores a los mismos partidos que están llevando a cabo la austeridad y la guerra es impedir el desarrollo de un movimiento político, contra el crecimiento de las fuerzas ultraderechistas, que en realidad pueda conquistar el apoyo de las masas. Él quiere una campaña para la "democracia" sin cambiar ninguna de las condiciones que han dado lugar al peligro del fascismo. En Estados Unidos, las fuerzas políticas del Partido Demócrata preparan un movimiento político contra Trump sin proponer ningún cambio a la política social que ha producido una transferencia sin precedentes de la riqueza de la población trabajadora a la aristocracia financiera.

Explicando la crisis de la democracia burguesa en el periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, el gran teórico marxista y revolucionario León Trotsky escribió:

Haciendo una analogía con la ingeniería eléctrica, podríamos definir a la democracia como un sistema de interruptores o cortocircuitos de seguridad, como una protección frente a las corrientes excesivamente cargadas de luchas sociales o nacionales. Ningún periodo de la historia humana ha estado, ni de lejos, tan sobre cargado de antagonismos como el nuestro. Cada vez son más los puntos al rojo vivo en la red de alta potencia de Europa. Bajo el impacto de las contradicciones de clase e internacionales, los interruptores de la democracia se funden o explotan. Ese es el significado esencial del cortocircuito que dictaduras representan.

Trotsky basa su análisis en el entendimiento de que el colapso de las formas democráticas es el producto de un sistema social y económico en profunda crisis. La tarea actual, como lo fue en ese entonces, es movilizar a la clase obrera sobre la base de un programa político dirigido hacia la fuente de la sobrecarga eléctrica: el capitalismo.

Llamamos a todos nuestros lectores por todo el mundo a llegar a las conclusiones necesarias. Nada se logrará mediante el intento de apuntalar las instituciones desmoronadas del régimen burgués. Dos alternativas se plantean crudamente: o la clase gobernante y su sistema económico arrastran a la humanidad al abismo de la guerra, depresión y dictadura, o la clase obrera internacional toma el poder y reorganiza la economía global sobre una base socialista.

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