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Perspectiva

Elecciones y criminalización política en Estados Unidos

Ahora que las campañas preliminares estadounidenses entran a su etapa final, los dos partidos de la élite gobernante estadounidense, el Demócrata y el Republicano, están por presentar candidatos que posiblemente podrían estar en el banquillo por sus crímenes entre ahora y el balotaje presidencial este noviembre.

Donald Trump probablemente sea el candidato del Partido Republicano. Este es un hombre que hizo sus miles de millones de dólares por medio de varias estafas y negociados con información secreta. La semana pasada la prensa norteamericana detalló los métodos fraudulentos que utilizó para aumentar su fortuna. Varios ex alumnos de Trump University afirman ante los tribunales que fue una ficción el supuesto entrenamiento en compra y venta de propiedades de parte de esa institución.

Se trató de un fraude en dos niveles. Por un enorme precio, de hasta $35.000, por el programa “Élite Dorada”, a los alumnos se les enseño poco más que “compren a bajo precio” y “vendan a alto precio”. Unos 5.000 alumnos pagaron un total de $40 millones por esa inútil instrucción, que, según la prensa, podría haberse obtenido con una simple búsqueda en el Internet.

Los documentos muestran que Trump no desempeño ningún papel en el programa “educativo” excepto dejar que su nombre y cara fueran utilizados para promover la operación, y después cobrar los cheques— su tajada del botín fue por lo menos 5 millones de dólares

Eric Schneiderman, procurador del estado de Nueva York, apareció en dos programas de entrevistas de televisión el jueves pasado y dijo, “Tenemos leyes contra el manejo de una universidad ilegal y no autorizada. Esto nunca fue una universidad. El fraude comenzó con el mismo nombre de la organización … Esto fue un fraude desde el comienzo”, declaró.

Aunque La Universidad de Trump representa sólo una pequeña fracción de la riqueza personal de este magnate de bienes y raíces, los métodos que se usaron forman parte de su “modelo de negocios” en conjunto, y ahora de su campaña presidencial. Al igual que la “universidad” el enfoque de su campaña política es atraer a los sectores cada vez más desesperados de trabajadores y de la clase media baja, ofreciendo al personaje del millonario Trump como la solución a sus crecientes aflicciones económicas.

Es extraordinario que uno de los principales partidos de la clase gobernante se prepare a nombrar a un individuo como Trump su candidato presidencial. A pesar de las hipócritas críticas iniciales a sus declaraciones vulgares y racistas, casi todo el liderazgo del Partido Republicano se ha reconciliado con Trump, lo que ahora culmina con la declaración de Paul Ryan, Presidente de la Cámara de Representantes, diciendo que lo apoyará.

Eso solo se puede explicar en el contexto de las amplias tendencias sociales que han producido una inmensa degradación en la política estadounidense. Trump personifica el descenso de las corporaciones estadounidenses a métodos cada vez más descarados de especulación, estafa y robo. Esas mismas tácticas causaron la crisis económica del 2008. Durante los últimos 40 años, las operaciones de la clase gobernante estadounidense se han vuelto cada vez más parasíticas, usando una sarta de operaciones financieras que encubren un descenso industrial de largo plazo.

En el lado del Partido Demócrata, Hillary Clinton está siendo investigada por usar un servidor particular de correo electrónico como vehículo para todas sus comunicaciones gubernamentales, cuando era la Secretaria de Estado de Obama, un arreglo claramente intencionado a mantener su correspondencia bajo su control, en contra de las disposiciones de la Ley por la Libertad de la Información (Freedom of Information Act). Más tarde este verano se anticipa que la FBI la entrevistará, lo que podría llevar a acusaciones criminales por el mal manejo de materiales clasificados o por perjurio.

Clinton representa una versión más pulida del mismo proceso que ha creado a Trump. Bill y Hillary Clinton han amasado una fortuna personal de más de $150 millones dando discursos a foros corporativos, junto con sus manibras de “recaudación de fondos” para la Fundación Clinton (Clinton Foundation), la cual conecta a donantes corporativos y a organizaciones de caridad a cambio de cuotas lucrativas.

La fundación se ha convertido en el centro de una red internacional de tráfico de influencia que vincula a los Clinton con sus verdaderos electores, los megamillonarios del mundo, haciéndolos fabulosamente ricos.

Clinton está directamente asociada con los crímenes del Estado y con el aparato militar y de inteligencia. La criminalización de la aristocracia financiera estadounidense tiene su reflejo en la política exterior —echa a un lado toda legalidad, reemplazándola conde la tortura, asesinatos y “la guerra preventiva” como estrategia para hacer valer los intereses en el extranjero de la clase gobernante.

Es significativo que en momentos en que la viabilidad de su candidatura está siendo cuestionada como resultado de los éxitos continuos de su rival, Bernie Sanders, Clinton decide enfocar un importante discurso en San Diego, California en una crítica a los puntos de vista de Trump sobre política exterior. Clinton le comunica al ejército, alegando que ella, y no Trump (o Sanders, o ningún otro candidato) sería el “comandante en jefe” más efectivo del imperialismo estadounidense.

Clinton centró su discurso en la decisión del Presidente Obama y sus principales asesores militares y de política exterior, incluyendo a la misma Clinton, de autorizar la incursión de la fuerza naval 6 que asesinó a Osama bin Laden. Como era de suponer, la candidata no hizo ninguna referencia al fiasco de política exterior con el que está más cercanamente identificada, el bombardeo de EE.UU. y de la OTAN sobre Libia, aunque ambos acontecimientos “lograron” el mismo propósito. El líder libio Muammar Gaddafi fue asesinado en su ciudad natal de Sirte por rebeldes apoyados por Estados Unidos, un evento que Clinton celebró en aquel entonces con el chiste infame “Venimos, vimos y murió,” provocando carcajadas entre el los acólitos que viajan con ella.

Trump y Clinton son productos del mismo proceso: la criminalización de la élite de poder de Estados Unidos. Los métodos de la mafia han llegado a predominar tanto en las operaciones de Wall Street como en la práctica imperialista del “arte de gobernar".

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