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El tiroteo en Múnich y la americanización de la sociedad alemana

El tiroteo de Múnich ha desatado una ola de consternación y solidaridad en toda Alemania. Fue un acto atroz. En la tarde del viernes 22 de julio, un joven de 18 años de edad, mató a tiros a nueve personas, principalmente jóvenes, hiriendo a otros 27, diez de gravedad, en un restaurante McDonald en un popular centro comercial.

Después del tiroteo siguió una respuesta masiva de la policía. Algunos 2.300 miembros de las fuerzas de seguridad fueron llevados a la ciudad, incluyendo unidades especiales de otros estados federales, la unidad GSG 9 antiterrorista de la policía federal y el Grupo Cobra austríaco. También se desplegaron vehículos blindados y helicópteros. El sábado, se hizo evidente que la ministra de Defensa Ursula von der Leyen también había considerado el uso de la Bundeswehr (fuerzas armadas alemanas), colocando a una unidad de policía militar en estado de alerta, aunque tales despliegues son inconstitucionales.

Las fuerzas de seguridad llevaron a la ciudad de Múnich, con una población de 1,5 millones, a un punto muerto. La Estación Central fue acordonada, el tren y el tráfico subterráneo y los tranvías fueron inmovilizados y se dieron instrucciones a sus chóferes hacer que los pasajeros se apearan y los vehículos regresaran a sus galpones. Miles terminaron en las calles sin ningún medio de transporte para llegar a sus hogares. Todo eso ocurrió pese a que la policía había hecho un llamado a la población para vuelva a su casa por razones de seguridad. La situación sólo se calmó después que los residentes de Múnich, en una iniciativa espontánea bajo la etiqueta #PuertaAbierta (#offenetür), ofrecieran llevar a sus casas a aquellos que se habían quedado varados.

En el pánico provocado por el enorme operativo policial, comenzaron a circular informes de otros tiroteos en la ciudad; todos esos resultaron ser falsos. Entre las 6 de la tarde y la medianoche, la policía registró 4.310 llamadas de emergencia, tanto como las que generalmente reciben en cuatro días.

El domingo, cuando la policía finalmente anunció que el ataque había sido un tiroteo común y corriente, llevado a cabo por una sola persona sin antecedentes políticos ni vínculos con el ‘Estado Islámico’, la población sintió “algo parecido al alivio”, según el periódico de Múnich, Süddeutsche. A raíz de los recientes ataques en Niza y Würzburg, muchas personas temían claramente que un círculo vicioso similar al que se presentó en Francia se podría desarrollar, eslabones en una cadena de sucesos –ataques terroristas seguidos por los poderes estatales más severos, la destrucción de los derechos democráticos y el crecimiento de las fuerzas de extrema derecha— cada uno deviniendo en el otro.

Este asalto asesino por un individuo en Alemania plantea problemas sociales y políticos fundamentales. Un acto tan brutal cometido por un adolescente no puede entenderse sino en el entorno de acontecimientos sociales más amplios. La respuesta de la policía, así como la reacción de muchos medios de comunicación y de los políticos, muestra que el trágico suceso está siendo utilizado para justificar una nueva campaña de ley y orden.

El joven infractor de 18 años de edad, David S., quien se quitó la vida después de la masacre, portaba pasaportes de Alemania y de Irán; creció en Alemania. Vivía con sus padres en el barrio acomodado de Maxvorstadt, en Múnich, donde también existen áreas de vivienda pública. Su padre trabaja como taxista, y los vecinos describen a la familia como “informal y amable”. De David se decía que era tranquilo, que había tenido problemas en la escuela y, de acuerdo con el fiscal, que había sufrido de una enfermedad depresiva.

En su habitación, la policía encontró documentos que sugieren que el adolescente estaba fascinado por fusilamientos en masa en Alemania. El hecho de que el viernes pasado fue el quinto aniversario del ataque por Anders Breivik, que mató a 77 personas en Noruega, ha llevado a los investigadores a creer que hay una conexión.

También hay indicios de que David S. utilizaba una cuenta falsa de Facebook, bajo el nombre de "Selina Akim," para atraer a los adolescentes al restaurante McDonalds donde comenzó la masacre, lo que indica que la había planeado y preparado cuidadosamente. Ocho de sus nueve víctimas tenían edades entre los 14 y 20 años de edad.

Poco se sabe en este momento acerca de los motivos del agresor. En un intercambio con un residente local, que filmó a David S., él grita, “Gracias a que he sido acosado durante siete años. He tenido que comprar un arma para dispararles a todos ustedes".

La masacre de Múnich no es la primera en Alemania: en el 2002, un adolescente mató a 17 personas en una escuela de Erfurt. Cuatro años más tarde, un caso similar ocurrió en Emsdetten. El mismo año, un menor de edad apuñaló a 30 personas en un tren subterráneo de Berlín. En 2009, un joven de 17 años de edad, mató a 15 personas en Winnenden, y sólo la semana pasada, un joven de 17 años de edad atacó con un hacha a varios pasajeros en un tren regional en Würzburg. Sin embargo, la frecuencia de este tipo de violencia hasta ahora, se había considerado principalmente como un fenómeno estadounidense.

De acuerdo con el sitio de Internet “Archivo de Violencia con Armas de Fuego” ( Gun Violence Archive ), durante este junio, en los Estados Unidos, hubo 18 masacres con armas de fuego. En 2014, el FBI reportó 8.124 homicidios con armas de fuego. En EE.UU., el número de personas asesinadas a balazos es casi igual al de las víctimas fatales de los accidentes de tránsito.

El World Socialist Web Site ha insistido en repetidas ocasiones que este tipo de violencia masiva recurrente sólo puede ser la “expresión de algo profundamente podrido dentro de la sociedad.” Hace un mes, el WSWS hizo hincapié en la conexión entre la matanza de Orlando, en la cual 49 murieron personas, y las continuas guerras lideradas por Estados Unidos, la militarización de la vida social, y los ataques a los puestos de trabajo, los salarios y las condiciones de vida de la clase obrera.

“Es casi imposible exagerar el impacto de esta realidad cotidiana dentro de las fronteras de los Estados Unidos, sobre todo en los elementos sociales más inestables”, escribimos: “La reacción política, el chovinismo nacionalista, el racismo, los sentimientos antiinmigrantes más atrasados, han sido cultivados de forma sistemática con el propósito de cumplir con una estrategia de guerra imperialista y empobrecimiento de la clase obrera”.

Un desarrollo social similar está en marcha en Alemania. Cuando nacía David S., la Bundeswehr estaba siendo enviada a su primera misión de combate en el extranjero, en Yugoslavia. Cuando tenía éste 16 años, el gobierno alemán anunció el "fin de la moderación militar." Mientras tanto, la Bundeswehr ha participado en las maniobras de la OTAN contra Rusia y en un total de 16 misiones en el extranjero, incluyendo en Irak y Siria. El militarismo influye cada vez más en la política interior Alemana.

El año pasado, David S. de seguro tuvo la experiencia directa de ver cómo los refugiados del Oriente Medio eran bien recibidos inicialmente por la población de Múnich y luego vilipendiados por los políticos. La campaña en contra de esa Willkommenskultur (cultura de acogida), conducida principalmente por la Unión Social Cristiana (CSU) del gobierno del estado de Baviera, bien podría haber afectado a un joven mentalmente inestable con raíces iraníes, que se sentía acosado. Por supuesto, todas estas circunstancias motivan actos brutales sólo en casos extremos. Pero sin ellas, esos actos son inconcebibles.

Los políticos y los medios de comunicación han respondido a la masacre de Múnich, exigiendo una militarización acelerada de la sociedad y un giro de la política hacia la derecha. Ellos están tratando de superarse unos a otros en alabar la enorme operación policial y exigen una mayor expansión de las fuerzas de seguridad.

La canciller Angela Merkel se pone a la cabeza de estas declaraciones, diciendo de la policía: “Ellos fueron y son, en el mejor sentido, ayudantes y protectores de los ciudadanos.” El líder del Partido Social Demócrata (SPD), Sigmar Gabriel, tuiteó que lo que había hecho la policía era “grande”.

La extrema derecha Alternativa para Alemania pidió inmediatamente el cierre total de las fronteras del país a los refugiados a pesar de los antecedentes del ataque de Múnich no estaban aclarados todavía. Su presidente, en Sajonia-Anhalt, André Poggenburg, expresó su disgusto con Merkel y con los “tontos de izquierda que comparten la responsabilidad.”

Algunos políticos democratacristianos cantan la misma melodía. El diputado federal del CSU, Florian Hahn, dijo en Twitter que sería necesaria la Bundeswehr en los próximos días para “establecer la seguridad en los espacios públicos”. Y el político de la Unión Demócrata Cristiana de Dresden (CDU), Maximiliano Krah, escribió, “Estoy en Múnich. Este debe ser el punto de inflexión: Willkommenskultur es algo fatal ¡Se trata de nuestro país!”

El periódico Süddeutsche vio en la masacre “un anticipo muy preocupante de la campaña electoral [general] del próximo año”. Si la situación del mundo no se logra calmar abruptamente en los próximos meses, la “seguridad” podría ser el "megatema" de la elección. “Es decir, tanto la seguridad interna, como la externa, puesto que éstas ya no se pueden separar la una de la otra.”

En otras palabras, el periódico asume que incluso la campaña electoral Alemana será “americanizada” y tomará formas similares a la de los EE.UU., donde un magnate inmobiliario fascista y un político con muy estrechos vínculos con Wall Street y el Pentágono, son los actores en una sucia e injuriosa pelea por la presidencia.

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