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México: López Obrador coopera con la élite de poder

Andrés Manuel López Obrador, del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), partido mexicano liberal burgués, exhibió brillantemente la semana pasada su marca de clase, al garantizar amnistía incondicional a todas las personas en el poder, si es elegido Presidente de México en el 2018.

En una conferencia el 11 de agosto, López Obrador aseguró “los miembros del grupo en el poder, a pesar del gran daño que han causado al pueblo y a la nación, consideramos que no tienen ninguna mala voluntad y les aseguramos, antes de su posible derrota electoral en el 2018, que no habrá represalias o persecución de persona alguna. Declaramos esta amnistía anticipadamente, porque lo que se necesita es justicia, no venganza”.

Esta oferta se extiende claramente más allá del amiguismo y la corrupción de todos los días —como el negociado de la mansión de la esposa del presidente Enrique Peña Nieto en Ciudad de México, y el lucrativo contrato para construir una línea ferroviaria de alta velocidad concedido a uno de los compinches de Nieto— sino también a la participación de funcionarios públicos en actos brutales de violencia y su encubrimiento, como la desaparición y probable asesinato por parte del ejército y la policía de los 43 estudiantes docentes de Ayotzinapa en septiembre de 2014 en el estado de Guerrero, y el reciente tiroteo por parte de la policía federal en la protesta de los maestros en Nochixtlán, en el estado de Oaxaca.

No habrá investigaciones o enjuiciamientos de esta actividad delictiva. Esto, dicho por el político cuya principal consigna era censurar la corrupción, como él la describe, una “mafia en el poder” dedicada al saqueo de México, y cuya promesa fue poner fin a la impunidad por esta mala conducta.

Andrés Manuel López Obrador destacó que su movimiento no está en contra de los que “se comprometan a invertir, crear puestos de trabajo, obtener ganancias legítimas, y con el desarrollo de México”, sino sólo de aquellos que “amasan grandes fortunas de la noche a la mañana, apoyados por la ilegalidad y el tráfico de influencias a la sombra del poder público”.

Esta es una clara señal para los multimillonarios mexicanos de larga data —como Carlos Slim Helú, el segundo hombre más rico del mundo, y para Emilio Azcárraga Jean, el magnate mexicano de los medios— que su dominio de México continuará sin impedimento alguno.

De hecho, López Obrador es visto por algunos sectores de la elite financiera mexicana como el Bernie Sanders de México: el instrumento más viable para contener a las masas mexicanas que deberían intensificar su rechazo a un sistema capitalista que les está chupando todos sus recursos.

En esta misma línea, López Obrador alaba engañosamente al movimiento del magisterio —que conduce una prolongada huelga en el sur de México— con el fin de desarmarlo. Durante los últimos dos meses ha estado rogando a los maestros resolver sus diferencias en una mesa de negociación con el gobierno, sin exigir la derogación de la “Ley Federal de Educación Mexicana” de Peña Nieto, la cual está dirigida hacia la privatización de la educación, la reducción de los sueldos de los maestros, a privar a los trabajadores de la educación, de cualquier independencia en los métodos de enseñanza, y además, a colocar sobre ellos y los padres de familia, la carga del insuficiente gasto público en la educación, especialmente en los estados más pobres.

Las conversaciones entre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), un ala disidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y el Ministerio de Educación no han ido a ninguna parte, precisamente por la intransigencia del gobierno. El gobierno ha despedido a miles de maestros y ha retenido los salarios de los maestros en el estado de Chiapas, desde mayo.

La CNTE, aliada con secciones disidentes del SNTE, y otros maestros continúan bloqueando las carreteras y los edificios del gobierno en Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y otros estados del sur. Han amenazado con ampliar esta actividad, por ejemplo, mediante el bloqueo de la autopista en el estado de Chiapas desde el paso de frontera de Guatemala.

En respuesta, el presidente Peña Nieto dijo en una entrevista por Televisa el martes que “el gobierno de la República no tendrá ningún reparo en aplicar el uso de la fuerza” cuando el “camino del diálogo” se ha agotado con la CNTE. Hizo hincapié en que la reforma de la educación no sería cancelada, y que el diálogo con los maestros está limitado a “escuchar sus quejas.”

Los estudiantes mexicanos regresaron a la escuela luego de sus vacaciones de verano el lunes 22 de agosto. Muchos maestros continuarán su paro. Los enfrentamientos son inevitables, especialmente a la luz de la abierta amenaza de Peña Nieto. El secretario de educación, Aurelio Nuñez, ha amenazado despedir a los maestros que se ausenten de sus clases.

Está claro que López Obrador es simplemente otro representante de los grupos más nacionalistas de la burguesía mexicana, con base en afluentes sectores de la clase media. Tales elementos están en su mayoría centrados en la política de identidad y los problemas ambientales, a expensas de la empobrecida clase trabajadora.

La clase obrera mexicana no puede tener confianza en ningún representante político de la burguesía, incluyendo a MORENA un falso partido de “izquierda”. Sus intereses sólo pueden ser protegidos a través de la construcción de un movimiento político independiente, sobre la base de un programa socialista y anticapitalista, uniendo sus luchas con las de la clase obrera de todo el continente americano, incluyendo a la de los Estados Unidos, que se enfrentan a los mismos sistemáticos ataques a mano de sus propias oligarquías financieras.

Los maestros tampoco deben mantener la ilusión de que sus líderes sindicales, disidentes o no, llevarán a cabo una lucha seria por sus intereses. Décadas de corrupción bajo la anterior y por largo tiempo jefe del SNTE, Elba Esther Gordillo, muestran que los líderes sindicales se hacen ricos tomando ventaja de los trabajadores y capitularán ante los poderes que sean, a pesar de la retórica o acción en algún militante.

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