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Perspectiva

Clinton y Trump reverencian a militares

“El foro comandante en jefe”, televisado a nivel nacional en EE.UU., frente una audiencia de soldados y veteranos en la Ciudad de Nueva York, es un ejemplo de la militarización de la sociedad estadounidense y de la postración de la política oficial ante las fuerzas militares y de inteligencia.

Los dos principales candidatos presidenciales, Hillary Clinton (Partido Demócrata, PD) y Donald Trump (Partido Republicano, PR), tuvieron media hora cada uno para responder preguntas del entrevistador, Matt Lauer, y de veteranos de las FF.AA. en la audiencia.

El foro donde ocurrió el evento delata el ambiente militarista —el Museo del Mar, Aire y Espacio a bordo del portaaviones Intrepid, permanentemente anclado en un muelle de Nueva York. Reforzando esa atmósfera fue por un video introductorio preparado por la cadena anfitriona del evento, NBC, mostrando a varios presidentes estadounidenses ordenando a tropas al campo de batalla, desde John F. Kennedy a George W. Bush y Barack Obama.

Para nada se sugirió que ni una de las guerras comandadas por esos presidentes, desde Vietnam a Libia y Siria, fuese de alguna manera cuestionable. No se mencionó nada del enorme repudio que hubo contra la guerra de Vietnam ni sobre los millones de personas que protestaron la decisión de Bush de invadir Irak.

Es más Matt Lauer hizo hincapié en la identificación del puesto de presidente con la guerra en su introducción, declarando: “Hillary Clinton y Donald Trump no sólo se disputan convertirse en presidente de Estados Unidos, pero uno de ellos se convertirá en el líder de la fuerza militar más poderosa que el mundo ha visto jamás”.

El foro fue la primera aparición simultánea de los dos candidatos principales a la presidencia y se llevó a cabo sobre la premisa implícita que los militares o aquellos que lo fueron deben tener el derecho absoluto de evaluar primero a los candidatos que busquen ejercer los poderes de comandante en jefe.

Esta concepción está diametralmente opuesta al principio constitucional de control civil sobre las fuerzas militares. El presidente es designado “comandante en jefe” en la Constitución de Estados Unidos, no para elevar el papel de los militares, sino todo lo contrario, para reafirmar la subordinación de los militares a la autoridad civil electa más alta.

Incluso en el Pentágono mismo, el funcionario más alto es un civil nombrado por el presidente como secretario de defensa, y la figura militar más alta, el comandante de la Junta jefes militares, es elegido por el presidente cada dos años como su asesor, sin control sobre ninguna unidad militar.

Se le prohíbe por ley al ejército participar en la política. Los soldados no pueden postularse para ningún cargo, dar presentaciones en mítines partidarios ni realizar una amplia gama de otras actividades políticas. Las restricciones políticas para soldados en uniforme son aún mayores.

Estas normas institucionales fueron establecidas durante el período en que la élite gobernante de Estados Unidos aún se sentía obligada a observar normas democráticas y la mayor parte de los soldados eran reclutados a través del servicio militar obligatorio, lo que significaba que permanecían en uniforme por un período relativamente breve antes de regresar a la vida civil.

Después de que la debacle en Vietnam le puso fin a la conscripción, las fuerzas armadas se transformaron en una fuerza de voluntarios, llevando a la creación de un ejército profesional a gran escala por primera vez en la historia de Estados Unidos. Hoy, después de más de 25 años de guerra continua alrededor del mundo, esta fuerza militar se ha convertido en una casta social bien definida, lo que confirma cada vez más su rol independiente en la vida política.

En las últimas dos décadas, se ha vuelto común ver grupos de generales y almirantes retirados en la tarima de las convenciones nacionales de los partidos Demócrata y Republicano —un espectáculo impensable en períodos pasados. Este año, oficiales retirados dieron discursos importantes durante momentos de máxima audiencia. El general Michael Flynn, el antiguo jefe de la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa, intervino en la convención del PR en apoyo de Trump, mientras que el general John Allen, antiguo comandante de Estados Unidos en Afganistán, se dirigió a la convención del PD para darle un espaldarazo a la Clinton.

Trump y Clinton han competido para ver quien cuenta con la mayor colecciòn de oficiales militares retirados. Después de que la campaña de Trump publicó una lista de 88 generales y almirantes el martes, la campaña de Clinton respondió con una lista de 95. Clinton destacó que Trump está muy por debajo de los cientos de militares que usualmente apoyan a los candidatos republicanos, presumiendo, “Me está yendo mejor que a cualquier otro demócrata” en recoger esta clase de apoyo.

El establecer como principio que la principal tarea del presidente como comandante en jefe es complacer a los mandos militares y seguir sus “consejos”, anularía las diferencias entre Clinton y Trump sobre política exterior. Esto se hizo evidente en el foro del miércoles, donde ambos candidatos se limitaron a repetir sus eslóganes coreografiados e intercambiar insultos.

Algunas de las preguntas hechas por veteranos, muchos de los cuales han sufrido el impacto del belicismo de presidentes de ambos partidos por igual, develaron este consenso bipartidista.

Un ex soldado le preguntó a Clinton si podía responderle a aquellos que les preocupaba “su línea dura ( hawkish ) en política exterior” incluyendo “ un derroche de guerras donde que nuestros compañeros en uniforme, mujeres y hombres, continúan siendo matados y heridos”. Clinton respondió a esta crítica de haber votado en el 2002 a favor de autorizar la guerra en Irak y de haber liderado la campaña estadounidense y de la OTAN en Libia en el 2011, señalando que Trump también apoyó ambas guerras.

Clinton combinó evasiones, como la respuesta a esa pregunta, con mentiras. Por ejemplo ella prometió nunca regresar tropas estadounidenses a Irak o desplegarlas en Siria, quizás la primera promesa que seguramente romperá al entrar a la Casa Blanca en enero.

Trump utilizó su habitual discurso sensacionalista, incluyendo que tenía un plan secreto para derrotar a ISIS, mientras que volvió a indicar que lamentaba que los gobiernos anteriores fracasaron en Irak al no aprovechar los yacimientos de petróleo del país. “Debimos habernos apoderado del petróleo”, declaró.

En un discurso más temprano ese día, Trump había apelado fraudulentamente a los sentimientos antibélicos en la población, denunciando a Clinton de tener un “gatillo fácil” en su manejo de las guerras en Oriente Medio. Al mismo tiempo intentó tranquilizar a los mandos militares del Pentágono asegurando que un gobierno de Trump vertería miles de millones en ampliar el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea y los Marinos.

“El foro comandante en jefe” dejó claro que sea Clinton o Trump el próximo presidente de Estados Unidos, la aristocracia financiera estadounidense y su aparato de inteligencia militar serán los principales entes decisorios, intensificando su política de agresión y violencia imperialista contra de la población mundial.

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