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Perspectiva

El escándalo de Trump y las vulgares elecciones estadounidenses

El estado ya degradado de la política estadounidense toco fondo este fin de semana. Todos los medios de difusión y los grupos políticos se consumieron con el escándalo que estalló a raíz del vídeo del candidato republicano Donald Trump presumiendo en el 2005 que tenía la capacidad de utilizar su posición de riqueza y celebridad para asaltar a las mujeres con impunidad.

Decenas de funcionarios y candidatos del Partido Republicano anunciaron que no van a votar por Trump; otros han exigido que éste sea reemplazado como candidato. Esta es una imposibilidad práctica dada la amplia distribución de papeletas para votar en ausencia o por correo. Los del Partido Demócrata no dejaron pasar la oportunidad de denunciar a Trump. Los comentaristas de los medios de difusión —quienes nunca dejan vitorear cada guerra lanzada por el ejército estadounidense— expresaron su indignación por como trata Trump a las mujeres.

En los comentarios de Trump no había nada que sorprendería o conmocionaría a ningún analista de la decadencia espantosa de la cultura política del Partido Republicano y del sistema bipartidista capitalista. Como persona, Trump encarna el retraso de la clase gobernante estadounidense, un producto del nexo infame del mercado de bienes y raíces neoyorquino, los casinos de Atlantic City, Las Vegas y la industria del entretenimiento.

Más significativo que los comentarios mismos es su propósito. Queda claro que un sector importante de la clase dominante ha decidido que una presidencia de Trump no puede ser aceptada. El escándalo es un mecanismo para resolver sus diferencias y al mismo tiempo ocultar toda discusión sobre el carácter extremadamente reaccionario de la campaña de Clinton. El Partido Demócrata prefiere batallar contra Trump en el nivel más degradado: la política de la pornografía.

Los escándalos sexuales se han convertido en un mecanismo estándar empleado por la clase dominante estadounidense para regular sus conflictos sin alertar a la gran masa de la población de los verdaderos problemas. Tales métodos han sido una característica de la política estadounidense por mucho tiempo. J. Edgar Hoover, el ex director del FBI, notoriamente guardaba carpetas llenas de tales escándalos personales en su escritorio para chantajear a congresistas, funcionarios del poder ejecutivo y presidentes.

Queda poca duda que el vídeo del programa en NBC, Access Hollywood, fue localizado y guardado para utilizarlo cuando pudiera causar su daño máximo, a sólo 30 días de la elección. También queda poca duda de que si este ataque en particular no puede hundir finalmente la campaña de Trump, habrán otros.

Las verdaderas cuestiones emergieron hasta cierto punto en el debate la noche del domingo 9 de octubre. Detrás de la difamación y los insultos, los planes de Clinton sobre la política exterior quedaron al descubierto no obstante la limitada discusión. Ésta denunció repetidamente la "agresión rusa" y dio su apoyo a una escalada militar en Siria.

En respuesta a una pregunta sobre la filtración de WikiLeaks que incluye extractos de sus discursos a los bancos —uno para Wall Street donde dijo era necesario tener una posición "privada” y una “pública” sobre cuestiones políticas— Clinton pasó rápidamente a atacar a Rusia, alegando que estaba tratando de influir las elecciones a favor de Trump. "Nuestra comunidad de inteligencia acaba de decir estos los últimos días que el Kremlin, lo que significan Putin y el gobierno ruso, está dirigiendo los ataques informáticos [es decir, la revelación de mensajes de correo electrónico de la cúpula del Partido Demócrata] contra cuentas estadounidenses para influir nuestra elección. WikiLeaks es parte de esto".

Clinton añadió más tarde que apoya una zona de "exclusión aérea" en Siria —a la que se refirió en septiembre el jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, Joseph Dunford; dijo que significaría una guerra contra Rusia— con el fin de lograr una “ventaja”. “Rusia ha decidido apostarlo todo en Siria," añadió Clinton. "También ha decidido a quien quiere como presidente de Estados Unidos; y no soy yo. Encaré a Rusia. Encaré a Putin y a otros; lo mismo haría como presidenta".

Esto es lo que planea la clase gobernante. Efectivamente, ya lo está implementando. Los moderadores del debate, Anderson Cooper y Martha Raddatz, no le preguntaron a Clinton a cuanta gente estaba dispuesta a sacrificar en la búsqueda de esta política.

Los medios de difusión estadounidense expresan consternación por la depredación sexual de Trump, pero para nada les molestan las inclinaciones de una depredadora imperialista que ponen en peligro las vidas de miles, aun millones. No hubo un escándalo equivalente por la entrevista de televisión de Clinton, donde, entre carcajeos por el asesinato del líder libio Muammar Gaddafi, declaró: "Vinimos, vimos, y murió."

Es evidente que el debate no resultó como Clinton y el Partido Demócrata habían esperado. Mientras que tratan de aprovecharse de la hostilidad hacia Trump, los del Partido Demócrata tienen como candidato a una mujer que es profundamente despreciada por estar impregnada de criminalidad y corrupción. Clinton no tiene como responder a la demagogia de la derecha de Trump, quien la ha denunciado como una "mentirosa” cuyas palabras no tienen relación a sus acciones.

Desenmascarar el retraso de Trump es, obviamente, revelador, y señala la naturaleza ilegítima y fraudulenta del sistema bipartidista y de todo el proceso electoral. El Partido Demócrata, con su nominación de una politiquera corrupta y pro bélica, no es ninguna alternativa. En un país de 325 millones de personas, los dos candidatos son los más odiados en la historia moderna estadounidense, y con razón.

La instalación de Hillary Clinton en la Casa Blanca sólo aseguraría que las medidas que representan el consenso de la clase gobernante estadounidense —una política exterior más agresiva e intervencionista, dirigida sobre todo contra China y Rusia, y una ofensiva contra los derechos democráticos y la calidad de vida de la clase obrera dentro del país— serán dirigidas por una representante con experiencia y de confianza de las grandes empresas, en lugar de un multimillonario errático que ha servido su propósito al empujar el sistema político más a la derecha y fomentar el desarrollo de la extrema derecha y de las fuerzas fascistas.

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