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Perspectiva

El mito de la clase obrera blanca reaccionaria

El Partido Demócrata y los medios de comunicación han atribuido la victoria electoral de Donald Trump a la ignorancia y al inherente racismo y sexismo de la llamada “clase trabajadora blanca”.

“¿Por qué ganó Trump? La clase trabajadora blanca”, decía un titular el día después de las elecciones en el New York Times. El columnista Charles Blow escribió en una columna de opinión: “Sólo puedo suponer que Donald Trump va a ser un presidente lleno de fanatismo. Es absolutamente posible que EE.UU. no lo eligió a pesar de eso, pero precisamente por ser así”.

La prensa nominalmente de izquierda se ha dedicado a reportar estas mismas conclusiones racialistas. Mónica Potts de The Nation indicó con un sarcasmo desdeñoso, “A este periodo electoral no le han hecho falta los tiernos y preocupados retratos de la clase trabajadora blanca y sus malestares económicos...”.

Basándose en una narrativa de identidad, raza y género, Potts explica que los trabajadores en las zonas rurales, “Piensan que trabajan duro, y piensan que los otros—sus vecinos, los inmigrantes y afroamericanos en las ‘ciudades’—no lo hacen…” Luego, concluye: “A pesar de que les podría estar yendo mejor y seguramente tienen problemas, lo que importó en estas elecciones fue su identidad cultural... No se trataba de angustia. Se trataba de identidad”.

Este tipo de afirmaciones falsas basadas en cuestiones de identidad se basan en interpretaciones superficiales de los resultados electorales.

El colapso del Partido Demócrata. Los votos en millones son para cada elección desde el 2008.

La estadística más significativa de las elecciones es sin duda la enorme caída en los votos que recibieron ambos partidos. Mientras que aún no han sido reportados muchos votos del estado de California, que podrían afectar ligeramente estas cifras, Hillary Clinton recibió alrededor de 10 millones de votos menos que los que recibió Barack Obama hace ocho años.

Trump, quien ganó el voto electoral a pesar de perder el voto popular, recibió la menor cantidad de votos que ha recibido un candidato de ambos partidos desde el año 2000. Estas cifras son aún más sorprendentes al considerar que el electorado creció en 18 millones de personas desde el 2008.

El número de votantes por cada candidato fue mucho menor a los 99 millones de votantes que se abstuvieron o votaron por otros partidos. Esta es una medida de descontento social y no de apatía. Mientras que Clinton y Trump recibieron el 26,6 y 25,9 por ciento de los votos, respectivamente, el 43,2 por ciento de los electores no eligió a ninguno.

El porcentaje de votantes para Trump, Clinton, y otros (abstenciones u otros patidos)

Entre los que sí fueron a votar, Trump recibió unos 27 millones de votos de hombres blancos, prácticamente la misma cantidad que los 27,2 millones que recibió el candidato republicano, Mitt Roney, en el 2012. En cuanto a las mujeres, 35,5 millones de ellas votaron por Clinton este año, una caída significativa en comparación con 37,6 millones que votaron por Obama en el 2012. Solamente el 30 por ciento de las mujeres inscritas para votar lo hicieron por Clinton, mientras casi la mitad de ellas no lo hizo del todo.

Clinton también sufrió importantes pérdidas entre los afroamericanos, latinos y los votantes jóvenes. En el 2012, Barack Obama consiguió 16,9 millones de votos de los votantes afroamericanos, 3 millones más de los que alcanzó Clinton. Unos 9 millones de Latinos votaron por Obama y Clinton, a pesar de un aumento importante en la población latina en los últimos cuatro años. De los jóvenes entre 18 y 29 años de edad, 13,6 millones de ellos votaron por Clinton, un 8 por ciento menos de los que votaron por Obama en el 2012, de nuevo, a pesar de un crecimiento significativo de este grupo demográfico.

Millones de votos para el Partido Demócrata en las elecciones del 2016 y el 2012, de electores mujeres, latinos, jóvenes entre los 18 y 29 años y afroamericanos, en orden correspondiente

Porcentualmente, todos los distintos grupos raciales se desplazaron hacia el candidato republicano en comparación con el 2012; sin embargo, fueron los electores blancos los que llevaron a cabo el menor cambio a favor de Trump (1 por ciento), en comparación con los afroamericanos (7 por ciento), latinos (8 por ciento) y asiático americanos (11 puntos).

Estos cambios, dentro de un contexto de considerable abstención, fueron conducidos en gran parte por cuestiones económicas. En total, el 52 por ciento de los electores indicaron que el tema más importante de la elección era la economía, mientras que los problemas raciales y de género ni siquiera se registraron. El 68 por ciento de los votantes dijeron que su situación financiera personal se ha mantenido igual o ha empeorado en los últimos cuatro años. El 39 por ciento respondió que querían un candidato “que trajera cambio”, dentro de los cuales, el 83 por ciento votó por Trump. Esto equivale a aproximadamente 40 millones de votos o dos terceras partes del total que votó por Trump.

Otra indicación de que Trump fue percibido como el candidato del “cambio” contra el statu quo es que, del 18 por ciento de votantes que indicó que les disgustaban ambos candidatos, Trump fue votado por el 49 por ciento, mientras que Clinton recibió sólo el 29 por ciento de sus votos. El 14 por ciento dijo que ninguno de los dos tiene el temperamento para ser presidente, dentro de los cuales Trump consiguió un 71 por ciento y Clinton un 17 por ciento de los votos. Sorprendentemente, dentro del 57 por ciento de los votantes que indicó que una presidencia Trump les preocupaba o asustaba, aun así el 14 por ciento votó por Trump. Estas cifras demuestran la profundidad del odio que existe hacia la clase gobernante.

Los cambios de un partido al otro entre los votantes más pobres y los más ricos fueron muy grandes. La proporción de votos recibidos por los republicanos de los trabajadores con ingresos familiares menores a $30.000 al año aumentó en un 10 por ciento en comparación con los resultados del 2012. En varios estados claves para el conteo electoral en la región del medio oeste, este desplazamiento hacia los republicanos de entre los votantes más pobres fue aún mayor: Wisconsin (17 por ciento), Iowa (20 por ciento), Indiana (19 por ciento) y Pensilvania (18 por ciento).

El cambio en los resultados a favor de los republicanos entre las familias con ingresos de $30.000 a $50.000 fue del 6 por ciento, pero aquellos con ingresos entre $50.000 y $100.000 se alejaron de los republicanos en un dos por ciento en comparación con el 2012.

Los ricos votaron por Clinton por un margen mucho más amplio que en el 2012. Un nueve por ciento más de las familias con ingresos entre $100.000 y $200.000 votaron por los demócratas que en el 2012 y un 11 por ciento más entre las familias con ingresos mayores a los $250.000. El número de votantes demócratas en el grupo más acaudalado subió de 2,16 millones en el 2012 a 3,46 millones en el 2016, un aumento del 60 por ciento.

Al fin y al cabo, Clinton no pudo compensar la caída de votos entre mujeres (2,1 millones), afroamericanos (3,2 millones) y jóvenes (1,2 millones), principalmente de los estratos más pobres de la clase trabajadora, con el aumento entre los ricos (1,3 millones).

La derrota electoral de Clinton está vinculada con la naturaleza del Partido Demócrata, el cual está compuesto por una alianza de Wall Street y los mandos militares y de inteligencia con secciones privilegiadas de la clase media alta, cuya política es dominada por consideraciones raciales, de género y de orientación sexual. En el transcurso de los últimos 40 años, el Partido Demócrata llegó a abandonar toda pretensión de llevar a cabo reformas sociales, llegando a su punto más bajo con Obama. Junto con el Partido Republicano y los sindicatos, los líderes demócratas han impuesto políticas sociales que han empobrecido a secciones considerables de la clase obrera, sin importar su raza o género.

La coyuntura política actual presenta una serie de peligros importantes para la clase trabajadora estadounidense e internacional. El gobierno de Trump va a ser el más reaccionario en la historia de EE.UU., pero, al mismo tiempo, va a traer consigo un período nuevo de convulsiones sociales generalizadas y explosivas.

El Partido Socialista por la Igualdad mantiene que la unidad de la clase obrera es un principio inapelable y que la tarea de todos los socialistas es preparar a la clase trabajadora para las luchas que se avecinan, oponiéndose implacablemente a todos los intentos de dividirla por raza, nacionalidad o género. Quienes estén de acuerdo con esta perspectiva, deben unirse al Partido Socialista por la Igualdad el día de hoy.

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