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Perspectiva

De “revolución política” a colaboración: Sanders y Warren prometen trabajar con Trump

Dos procesos políticos están ocurriendo simultáneamente en los Estados Unidos.

En primer lugar, el presidente electo Trump reúne rápidamente al personal que dirigirá un gobierno de extrema derecha, expresado más significativamente en el anuncio de que Stephen Bannon, jefe de Breitbart News, será su principal estratega. Esto posiciona a un hombre con conexiones bien conocidas a organizaciones racialistas y fascistas en una posición de gran poder en el futuro gobierno de Trump.

Esta acción es aún más siniestra dado que Trump, en una entrevista transmitida en “60 Minutos“ el 13 de noviembre, no sólo manifestó su intención de proceder con la deportación de tres millones de inmigrantes indocumentados, sino que también anunció que llenaría los tribunales con oponentes abiertos de los derechos al aborto y podría buscar el enjuiciamiento criminal de su oponente en la elección, Hillary Clinton.

En segundo lugar, ignorando estos acontecimientos, el Partido Demócrata y los medios de difusión actúan despreocupadamente como si nada inusual estuviera ocurriendo. Están tratando de normalizar un gobierno nunca antes visto en la historia estadounidense. Después de las elecciones del 8 de noviembre, el presidente Obama le dijo a Trump que haría "todo lo posible para ayudarle a tener éxito.” Hillary Clinton hizo una promesa similar, diciendo que esperaba que Trump fuera un “presidente exitoso para todos los estadounidenses.”

Este ejercicio de sometimiento político a la extrema derecha ha encontrado su expresión más deplorable y repugnante en la respuesta de Bernie Sanders personificada en un artículo de opinión en el New York Times el 13 de noviembre y una entrevista subsecuente televisiva en "Face the Nation" en CBS. Ha ido de proclamar que está dirigiendo una "revolución política" contra la "clase multimillonaria,” a capitularse desvergonzadamente ante Clinton, a comprometerse a trabajar con Donald Trump.

En el artículo del Times, Sanders declara: "El presidente electo Trump tiene razón. El pueblo estadounidense quiere un cambio. ¿Pero qué tipo de cambio les va a ofrecer? ¿Va a tener el valor de enfrentarse a las personas más poderosas en este país que son responsables del dolor económico que sienten tantas familias trabajadoras, o va a transformar la ira de la mayoría hacia las minorías, los inmigrantes, los pobres y los indefensos?"

En "Face the Nation,” Sanders dijo que en la medida en que Trump busque "crear una vida mejor para los trabajadores, trabajaremos con él tema por tema.” Hablando directamente con Trump, dijo: "Hablaste de ser el campeón de las familias trabajadoras—muy bien, ahora muéstralo. Tu retórica fue poderosa, ahora haz algo."

La posición entera de Sanders es absurda. No hay duda de lo que Trump representa y el tipo de gobierno que dirigirá. Se ha comprometido a recortar los impuestos corporativos, eliminar las regulaciones, recortar los programas sociales, intensificar el asalto a la clase obrera, ampliar drásticamente el ejército y destruir lo que queda de los derechos democráticos. Plantear dudas sobre si Trump implementará políticas para "crear una vida mejor para los trabajadores" es sembrar ilusiones y a la vez otorgarle tiempo a Trump para que prepare su gobierno reaccionario.

La postración de Sanders antes de Trump expone tanto su oportunismo sin límites y el verdadero propósito de su campaña en las elecciones preliminares del Partido Demócrata. Si Sanders fuera serio en lo más mínimo, estaría advirtiéndole a la clase obrera sobre los peligros extremos que enfrenta y dejando claro que no aceptaría ni colaboraría con el gobierno entrante. Estaría señalando el hecho de que Trump perdió el voto popular como prueba de que no tiene el mandato para implementar ninguna de las políticas que está preparando.

Más allá de su postración política, la alianza con Trump propuesta por Sanders está conectada con una agenda económica común. Durante su campaña, Sanders instó al Partido Demócrata a adoptar las políticas nacionalistas y proteccionistas de Trump. Culpó a la globalización y los acuerdos comerciales por el colapso de los estándares de vida de los trabajadores y no mencionó ninguna crítica del sistema capitalista. Su objetivo fue dirigir la ira de los trabajadores estadounidenses hacia los trabajadores de China, México y otros países, en vez de contra las corporaciones gigantescas que explotan a los trabajadores en todo el mundo.

Estos temas fueron repetidos por el otro líder de la facción "izquierdista” del Partido Demócrata: la senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren. En un comunicado emitido el miércoles, Warren proclamó que Trump "prometió recuperar nuestra economía para la gente trabajadora, y ofrezco dejar a un lado nuestras diferencias y trabajar con él en esa tarea.”

En un discurso el 11 de noviembre al Consejo Ejecutivo de la AFL-CIO, reunido en Washington, Warren detalló posibles puntos de acuerdo con el nuevo gobierno republicano, sobre todo en su oposición a los acuerdos comerciales y la promoción de nacionalismo económico. Sus comentarios siguieron declaraciones del presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka, y del presidente de United Auto Workers, Dennis Williams. Según Williams, los sindicatos ven "una gran oportunidad" para "encontrar un terreno común" con Trump.

Mientras que se lleva a acabo este reposicionamiento político, un tercer proceso está en marcha. En las calles, decenas de miles de manifestantes por todo el país dejan claro que no tienen ninguna duda sobre lo que Trump representa. Sin embargo, su ira y su indignación no encuentran expresión dentro de la clase política, ya que los líderes demócratas han o permanecido en silencio acerca de las protestas, tratando de distanciarse, o han expresado su oposición.

Al igual que los republicanos, el Partido Demócrata es un partido de Wall Street. Se preocupa más por las consecuencias de agitar oposición que por las diferencias tácticas que tiene con los republicanos y con Trump.

Uno de los problemas más básicos en las manifestaciones es que muchos de los participantes todavía expresan ilusiones en el papel del Partido Demócrata. De hecho, el Partido Demócrata—de Obama y Clinton a Sanders y Warren—tiene la responsabilidad política por la elección de Trump, y ahora deja claro que está dispuesto a trabajar con él al implementar una política de guerra en el extranjero y de reacción en casa.

En los próximos meses, la ira popular crecerá cuando los trabajadores, incluyendo los que votaron por Trump, se den cuenta de lo que enfrentan. La oposición a Trump no puede organizarse a través de o en alianza con el Partido Demócrata. Esta oposición puede organizarse únicamente con una ruptura implacable e inflexible con ellos y todos sus agentes políticos, y con el sistema capitalista que defienden.

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