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Perspectiva

Obama firma su último presupuesto del Pentágono, dejando un legado bélico y reaccionario

El 23 de diciembre, el presidente Barack Obama aprobó su séptimo y último presupuesto para el Pentágono, el cual recibirá $619 mil millones para continuar y expandir la violencia criminal de la maquinaria de guerra del imperialismo estadounidense. El ejército estadounidense gasta más que los siete países que le siguen juntos, participa actualmente en operaciones de combate en por lo menos siete países diferentes y mantiene alrededor de 800 bases alrededor del mundo.

La declaración de la aprobación de Obama fue publicada el viernes por la tarde antes de un fin de semana largo, el momento preferido de Washington para deshacerse de noticias que no quiere que se entere el público. Nuevamente, el imperialismo estadounidense se prepara para otra expansión de militarismo y guerra a espaldas de la población.

La Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA; National Defense Authorization Act), como se conocen los presupuestos del Pentágono, contiene más de 3.000 páginas. Se puede decir con certeza que muy pocos, si algunos, de los congresistas de la Cámara de Representantes y el Senado quienes la aprobaron abrumadoramente (en el Senado pasó con un voto de 92-7) la leyeron antes de emitir sus votos.

Sin embargo, dentro de sus páginas, junto con el lenguaje árido de los funcionarios militares y la autorización lucrativa de varios contratos multimillonarios para nuevos sistemas de armas, se encuentra gran parte del legado político de Barack Obama, cuyo mandato termina en solo tres semanas.

Hace ocho años, Obama llegó al poder en el contexto de una oleada de sentimientos antibélicos. El color de su piel y sus promesas de “cambio en el que puedes creer” le dieron a amplios sectores del pueblo estadounidense esperanzas equivocadas de que él podría terminar las guerras y crímenes del gobierno de Bush.

Después de apenas nueve meses en el poder, recibió el Premio Nobel de la Paz por su supuesta “visión” de un mundo libre de armas nucleares y por haber “capturado la atención del mundo y haberle dado a su gente esperanza para un futuro mejor”.

Al mismo tiempo en el que se anunció su premio, Obama se reunía con su consejo de guerra para preparar una intensificación importante en la guerra en Afganistán. También desarrollaba el marco para una de las políticas principales de su gobierno: el programa de asesinatos selectivos con drones, el cual ha matado a miles de personas en Afganistán, Pakistán, Somalia y Yemen. Además, preparaba lo que ha surgido como un programa de modernización de armas nucleares de un billón de dólares.

El supuesto candidato de la paz y el cambio dejará el poder con la deplorable distinción de ser el primer presidente estadounidense en mantener al país en guerra durante dos mandatos de cuatro años completos. Obama continuó sin contratiempos la llamada “guerra contra el terrorismo” iniciada por su predecesor, George W. Bush, a costa de más de un millón de vidas en Irak y Afganistán. Además, bajo el cínico pretexto de defender los “derechos humanos”, inició guerras en Libia y Siria, matando a cientos de miles de personas y convirtiendo a millones más en refugiados.

La ley que firmó el viernes proporciona los recursos necesarios para continuar ininterrumpidamente la ofensiva del militarismo estadounidense en búsqueda de la hegemonía global de EE.UU.

El resumen general de la NDAA fue divulgado previamente. Por encima del presupuesto base del Pentágono, incluye una apropiación de $67 mil millones para operaciones de contingencia en el extranjero (OCO; Overseas Contingency Operations), un fondo masivo extrapresupuestario para financiar guerras en el extranjero, así como para otros gastos militares. Además, existe un presupuesto separado para los programas de armas nucleares del Departamento de Energía.

La versión final de la ley divulgó varias disposiciones previamente no publicadas que equivalen a un mandato para que el gobierno entrante de Donald Trump continúe e intensifique las ofensivas militares y provocaciones iniciadas por Obama.

El documento incluye una “provisión de sistemas de defensa antiaérea portátiles para la oposición siria examinada durante el año fiscal 2017”. Estas armas canalizadas por la CIA y el Pentágono hacia los llamados “rebeldes moderados” siempre terminan en manos de las milicias afiliadas con Al Qaeda, las cuales constituyen el núcleo de las fuerzas armadas de la guerra orquestada por EE.UU para derrocar el régimen de Assad en Siria. Estos misiles antiaéreos pueden ser utilizados para derribar tanto aviones de combate rusos como aviones de pasajeros civiles.

Otra parte de la ley, dirigida directamente contra Moscú, incluye un aumento a la asistencia militar para el gobierno ultraderechista y antiruso en Ucrania, incluyendo equipo militar “letal”.

En una evidente provocación contra China, la legislación prevé un intercambio de alto nivel entre el ejército estadounidense y las fuerzas armadas de Taiwán, que Beijing afirma es parte de su propio territorio. Esta medida representa otro ataque contra la política de “Una sola China” sostenida por Washington desde hace cuatro décadas. A inicios de este mes, Donald Trump aceptó una llamada de felicitación por parte de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, enviando otra señal de que Washington adoptará una política de confrontación aún más directa contra China.

Tanto Rusia como China denunciaron oficialmente las cláusulas de la NDAA dirigidas específicamente contra sus gobiernos.

La legislación también incluye una medida conocida como la “Ley para contrarrestar la desinformación y la propaganda”, la cual representa un plan para construir el brazo de propaganda del gobierno estadounidense. Supuestamente, su objetivo es crear una nueva agencia estatal “que contrarreste los esfuerzos de desinformación y propaganda de otros Estados que busquen socavar los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”. Sin embargo, sienta las bases para usar propaganda estatal contra el pueblo estadounidense y reprimir a cualquiera que desafíe o exponga los crímenes del gobierno estadounidense.

Quizás aún mas significativamente para el legado del 44.º presidente de EE.UU, esta ley es la séptima NDAA consecutiva firmada por Obama que prohíbe explícitamente el cierre la infame prisión estadounidense en la bahía de Guantánamo en Cuba. Al firmar la ley, Obama criticó cínicamente esta disposición, a pesar de haberla aprobado, declarando que “al menos que el Congreso cambie de rumbo, será juzgado severamente por la historia”.

En realidad, en cuanto a Guantánamo, la historia juzgará al propio Obama como culpable. El día de su inauguración en el 2009, él anunció un decreto prometiendo que dentro de un año cerraría la prisión, la cual se había convertido en un detestado símbolo de la tortura y criminalidad de EE.UU. Desde entonces, Obama ha cedido ante el Pentágono, las agencias de inteligencia y la derecha política, incluso dentro del Partido Demócrata, al obedecer las restricciones del Congreso y negarse a tomar medidas para cerrar Guantánamo.

Asimismo, Obama ha protegido a los funcionarios del gobierno de Bush responsables por haber ordenado y supervisado el uso sistemático de la tortura, no sólo en Guantánamo, sino que también en Irak, Afganistán y en las cárceles clandestinas de la CIA alrededor del mundo.

El 20 de enero, Obama le entregará las llaves de Guantánamo a Donald Trump, quien se ha comprometido a “llenarlo de algunos tipos malos”. También, el presidente electo ha exigido el encarcelamiento de ciudadanos estadounidenses en Guantánamo y redoblar el uso de la tortura.

El legado de Obama es haberle dado continuidad a los crímenes del gobierno de Bush, que fueron intensificados durante sus años en la Casa Blanca, y los nuevos crímenes del gobierno entrante de Donald Trump.

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