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Perspectiva

La campaña de mentiras sobre ciberataques rusos

El jueves pasado, el presidente estadounidense, Barack Obama, anunció una serie de medidas contra Rusia como respuesta a presuntos ciberataques del gobierno de Vladimir Putin. Además de expulsar a 35 diplomáticos rusos, el gobierno de Obama impuso nuevas sanciones económicas contra funcionarios y agencias de inteligencia rusas.

La prensa estadounidense, encabezada por el diario New York Times, celebró las acciones de Obama. El Times declaró en su editorial principal que, “no debería haber ninguna duda sobre lo acertada que fue la decisión del presidente Obama de tomar represalias contra Rusia por hackear computadoras estadounidenses e intentar influir en las elecciones presidenciales del 2016”.

Ninguno de los medios menciona que el gobierno que está acusando a Rusia administra el programa más grande de hackeo y espionaje cibernético del mundo, cuyo objetivo, según documentos publicados por Edward Snowden, es recoger o hackear todos los datos del mundo, bajo el lema de “Recopilar todo... Aprovechar todo”.

Este es el mismo gobierno que, junto con Israel, lanzó el virus Stuxnet para atacar cibernéticamente a Irán y que espió las comunicaciones telefónicas de la canciller alemana, Angela Merkel y las conexiones de internet de las Naciones Unidas. En cuanto a “influir” elecciones de otros países, el historial de EE.UU. de operaciones secretas de sus agencias de inteligencia para manipular acontecimientos políticos, determinar elecciones y derrocar gobiernos electos alrededor del mundo llenaría varios volúmenes.

No se necesita mucha imaginación para suponer que Rusia, como cualquier otro país, lleva a cabo espionaje informático. Pero en este caso, las denuncias de un ciberataque ruso contra el Comité Nacional Demócrata son infundadas.

Ni la Casa Blanca, ni las agencias de inteligencia estadounidenses, ni los medios de comunicación, ni las empresas de seguridad privadas han aportado información que alguien imparcial con conocimientos básicos de tecnología de comunicaciones tome como evidencia de que Rusia realizó un ataque cibernético contra EE.UU.

En su declaración anunciando las medidas contra Rusia, Obama declaró: “En octubre, mi gobierno publicó nuestra valoración que Rusia tomó acciones destinadas a interferir con el proceso electoral estadounidense”.

Obama se refería, de manera deliberadamente ambigua, a una declaración publicada el 7 de octubre por James Clapper, el director de inteligencia nacional, indican que “la comunidad de inteligencia... confía en que el gobierno ruso dirigió las recientes invasiones de correos electrónicos de personas e instituciones estadounidenses, incluyendo a organizaciones políticas estadounidenses”.

La declaración de Clapper, emitida antes de las elecciones en noviembre, pretendía desacreditar las revelaciones publicadas por WikiLeaks de que el Comité Nacional Demócrata (DNC; Democratic National Council) amañó las primarias del partido para asegurarse de que Hillary Clinton le ganara a su rival, Bernie Sanders.

Los meros tres párrafos que conforman la declaración, así como todas las aseveraciones hechas por Washington sobre los presuntos ciberataques, se caracterizan por sus generalizaciones y falta de detalles. Su uso del término “confiar” también es significativo ya que denota un grado menor de certeza que “estar segura”.

Al mismo tiempo de las declaraciones de Obama el jueves, la oficina del director de inteligencia nacional publicó un informe sobre los presuntos ciberataques rusos en las elecciones del 2016.

El documento no contiene ninguna denuncia concreta ni mucho menos evidencia de intentos para acceder a datos confidenciales. Dado que el contenido real del documento es tan escaso, no es de extrañar que intenten retorcer el lenguaje de sus conclusiones. Por ejemplo, escriben que “El gobierno estadounidense puede confirmar que el gobierno ruso, incluyendo a servicios civiles y de inteligencia militar rusos, realizó muchas de las actividades generalmente descritas por un número de... empresas de seguridad”.

Los hechos presentados por el documento de Clapper son tan débiles que el New York Times se vio obligado a señalar en su artículo del viernes pasado que la evidencia del informe “no alcanzó a vincular directamente a funcionarios del GRU o el FSB [agencias de inteligencia rusas]... con un plan para influir en las elecciones”.

Entonces, frente a la falta de evidencia, ¿por qué escribe el New York Times que, “Habría sido irresponsable que [Obama] dejara su cargo el próximo mes permitiéndole al presidente Vladimir Putin pensar que puede intentar socavar la democracia estadounidense con impunidad”?

El hecho de que no haya datos que justifiquen dichas represalias no concierne al “diario por excelencia de Estados Unidos”. Al igual que el resto de la prensa estadounidense, el papel que cumplen no es el de cuestionar ni comprobar las falsas afirmaciones del gobierno estadounidense, sino divulgarlas.

Hay varios paralelos entre la campaña de acusaciones falsas en curso y la del gobierno de Bush de “armas de destrucción masiva” que fue utilizada para iniciar la guerra en Irak en el 2003. En aquel entonces, como ahora, el Times y los otros medios sólo repitieron y amplificaron las mentiras del Estado y construyeron narrativas falsas como parte de la propaganda del gobierno para justificar ir a la guerra.

Estas últimas sanciones impuestas por Obama son parte de una prolongada campaña de Washington y el New York Times contra Rusia, la cual se ha intensificado rápidamente debido al fracaso de los esfuerzos de EE.UU. para derrocar al régimen del presidente Assad en Siria.

Esta campaña antirrusa se está llevando a cabo en el contexto de un gobierno norteamericano profundamente dividido sobre adónde dirigir las agresiones militares estadounidenses. La facción de la burguesía estadounidense por la que habla el New York Times busca una intervención más directa contra Rusia, mientras que el presidente electo, Donald Trump y la sección de la clase gobernante con la que él está alineado ve a Rusia como una distracción del verdadero enemigo: China.

Para ello, antes de que termine su término, el gobierno de Obama ha intentado fabricar “hechos” que empujen al gabinete de Trump a confrontar a Rusia. A principios de diciembre, la Casa Blanca anunció que estaba acelerando el despliegue de 4.000 tropas de EE.UU. y el resto de la OTAN hasta la frontera rusa, lo que significa que ahí van a estar cuando entre el nuevo gobierno.

Junto a esta escalada militar, la Casa Blanca, el Times y gran parte de la prensa estadounidense han alimentado la campaña antirrusa más agresiva desde las décadas de 1940 y 1950, dando indicios de las cacerías de brujas macartistas de ese período. La principal preocupación del Times, como lo explica su mismo editorial publicado cuatro días después del triunfo electoral de Donald Trump, es asegurarse de que el próximo gobierno no “sea suave ante Rusia”.

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