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Socialismo y el libre movimiento obrero: Segunda Parte

Esta es el segundo de dos artículos sobre como la seudoizquierda británica apoya las barreras a la inmigración.

Marx e Irlanda

La seudoizquierda distorsiona el concepto de Karl Marx sobre el “ejército industrial de reserva” o “excedente relativo” de la población obrera para imponer un criterio racial y nativista; un criterio que corresponde a los de la extrema derecha.

En defensa de esa línea con frecuencia las seudoizquierdas distorsiona el análisis de Karl Marx sobre la inmigración irlandesa a Inglaterra en el siglo XIX en una carta que escribió diciendo: “Irlanda continuamente envía su excedente al mercando de mano de obra inglés. De esa manera los salarios caen y empeora la posición moral y material de la clase trabajadora inglesa” [carta de Marx a Sigfrid Meyer y August Vogt, 9 de abril 1870].

Las diferencias cultivadas por la clase de poder entre obreros irlandeses e ingleses no se limitan al siglo XIX, y eran infames. Bien recuerda mucha gente los carteles “No Irish, No Blacks, No dogs” en muchos lugares de alquiler en Gran Bretaña, incluso en la década de 1960.

En su afán de distorsión, las seudoizquierdas dejan de lado el resto de la carta de Marx, que condena la ignorancia del obrero inglés, por “creerse miembro de la nación dominante. De esa manera se convierte en una herramienta de los aristócratas y capitalistas ingleses contra Irlanda, y fortalece el control que éstas ejercen sobre el mismo obrero”.

Sigue Marx: “Abraza prejuicios religiosos, sociales y nacionales contra el obrero irlandés. Su actitud con él es muy similar a la de los ‘blancos pobres’ hacia los negros en los antes estados esclavos de Estados Unidos… El irlandés le paga con su misma moneda y con intereses. Considera que el obrero inglés es tanto el cómplice como la herramienta de las clases inglesas de poder en Irlanda”.

“Tal antagonismo es azuzado artificialmente, e intensificado por la prensa, el púlpito religioso, las caricaturas en los periódicos, en fin por todos los medios que controla la clase de poder. Ese antagonismo es el secreto de la postración de la clase obrera inglesa, no obstante su nivel de organización. Esa es la manera con que la clase capitalista sigue en el poder. Esta última está muy consciente de eso… Es la misión especial del Consejo Central [de la Primera Internacional] de Londres, hacer que los obreros ingleses se den cuenta que para ellos el problema de la emancipación nacional irlandesa no tiene nada que ver con una justicia abstracta, o con sentimientos humanitarios; es el primera condición de su propia emancipación”.

Para Marx, el prejuicio de los obreros ingleses contra sus hermanos y hermanas irlandeses creaba la necesidad de una acérrima campaña política para recalcar los intereses de clases que los unían en contra la burguesía británica —y no, como nos trata de enseñar la seudoizquierda actual, un pretexto para justificar el nacionalismo reaccionario.

Lenin versus el oportunismo

En cuanto a eso de que el repudio a las barreras fronterizas no es “un fundamento socialista”, en la época de la Segunda Internacional la controversia sobre esa cuestión fue de vida o muerte. El problema de los controles migratorios surge justo antes del Congreso Socialista de Stuttgart de 1907, el séptimo congreso de la Segunda Internacional. Estados Unidos en ese entonces atacaba a los obreros chinos y japoneses. El Congreso de ese país había aprobado el Chinese Exclusion Act de 1882, frenando la entrada de inmigrantes chinos al país. En 1908 también se prohíbe la inmigración japonesa.

Morris Hillquit y Victor Berger, delegados del Partido Socialista de Estados Unidos, presentaron una resolución exigiendo una campaña contra “la importación deliberada de mano de obra barata del extranjero para destrozar las organizaciones sindicales, para reducir las condiciones de vida de la clase obrera y entorpecer la realización del socialismo”.

El ala izquierda del Partido Socialista rechaza esa posición. Eugene Debs la repudia por ser “completamente antisocialista, reaccionaria, y, en verdad, escandalosa”.

El Congreso de Stuttgart también rechazó esa resolución. Lenin, uno de los delegados al congreso por el Partido Bolchevique, aplaudió esa derrota. Apoyar controles migratorios significaba “defender mezquinos intereses gremiales” y nacía del “espíritu aristocrático con que uno a veces se topa entre obreros de países ‘civilizados’, que han logrado ciertas ventajas de su posición privilegiada, y por lo tanto tienden a olvidar la necesidad de solidaridad internacional” [Lenin Proletary, No. 17, October 20, 1907, The International Socialist Congress in Stuttgart, nuestra traducción].

Lenin regresa a la cuestión en un artículo en Za Pravdu intitulado “Capitalismo y la inmigración obrera” el 29 de octubre 1913. Escribe: “El capitalismo crea una forma especial de migraciones nacionales”, obliga a cientos de miles de obreros a “viajar cientos y miles de kilometros”, en busca de trabajo.

“No cabe duda que la pobreza obliga a la gente a abandonar su terruño, y que los capitalistas explotan de manera vergonzosa a los inmigrantes. Sólo los reaccionarios cierran los ojos al significado progresivo de esta moderna migración de naciones. Es imposible librarse del yugo capitalista sin el desarrollo del capitalismo y sin la lucha de clases en que se basa. El capitalismo atrae a las masas obreras de todo el mundo a esa lucha de clases, desmoronando las costumbres mohosas y provinciales, barreras nacionales y prejuicios, uniendo a los obreros de todos los países en grandes fábricas y minas en Estados Unidos, Alemania, y otras regiones…”.

Poniendo el dedo en que los países más atrasados del mundo eran obligados a integrar “las filas del avanzado ejército internacional del proletariado”, Lenin declara: “La burguesía azuza a los obreros de una nación en contra los de otra con el fin de mantenerlos separados. Los trabajadores con conciencia de clase, se dan cuenta de la inevitabilidad de la caída de todas las barreras nacionales por causa del capitalismo, intentan iluminar y organizar a sus pares de los países atrasados”.

La propuesta antiinmigrante era una señal del crecimiento del oportunismo dentro de la Segunda Internacional, en que los sindicatos jugarían un papel muy significativo.

Las corrientes oportunistas también apoyaban la política colonial de los países avanzados, so pretexto de que el colonialismo era “civilizador”. Aun más notable fue la propuesta de varios delegados a favor de apoyo obrero por la “defensa nacional” durante tiempos de guerra.

Esas tendencia, derrotadas en el congreso de 1907, luego hundirían a la clase obrera en la carnicería fratricida de 1914. Esa traición al socialismo de parte de casi todos los líderes de la Segunda Internacional, decía Lenin: “Es el resultado de ser dominada por el oportunismo pequeño burgués. Los más finos representantes del proletariado revolucionario de todos los países han pronosticado el peligro que significa la naturaleza burguesa de ese oportunismo y el peligro que significa”.

Añade que “los oportunistas desde hace mucho han conspirado para acabar con la Segunda Internacional, repudiando la revolución socialista y reemplazándola con el reformismo burgués; rechazando la lucha de clases que en un momento dado se transforma en guerra civil; pregonando la colaboración de clases; pregonando ese chovinismo burgués disfrazado de patriotismo y defensa de la patria; e ignorando y rechazando la verdad fundamental del socialismo, grabada hace tiempo en el Manifiesto del Partido Comunista, que los obreros no tienen país. Al limitar su lucha contra el militarismo a un enfoque sentimental y filisteo, en vez de reconocer la necesidad de una guerra del proletariado de todos los países, contra la burguesía de todos los países; haciendo un fetiche de la utilización necesaria del parlamentarismo y de las legalidad, olvidándose que las formas ilegales de organización son de gran necesidad en tiempos de crisis” [Lenin, The tasks of revolutionary Social-Democracy in the European War, 1914, nuestra traducción].

El partido Bolchevique bajo Lenin, rechazando la postración de la Segunda Internacional, se lanzó contra la guerra e inició la campaña por una nueva Tercera Internacional que se basaría en una lucha intransigente contra las tendencias oportunistas nacionales que se perfilaban de testaferros imperialistas dentro del movimiento obrero.

Esa preparación clave anticipa las erupciones revolucionarias que detonan la guerra imperialista y el desmoronamiento del sistema de estados nacionales. Sobre esos fundamentos Lenin, acompañado por León Trotsky logró preparar al Partido Bolchevique y a las capas más avanzadas del proletariado y de la juventud para conquistar el poder en octubre 1917 y establecer el primer estado obrero del mundo.

Lenin vuelve a abordar el problema de las barreras fronterizas en plena guerra mundial, en una carta de noviembre 1915 a la Liga de Propaganda Socialista (LPS), una fracción de izquierda del Partido Socialista de Estados Unidos, que se dividiría de ese partido luego de la Revolución de Octubre, para formar el Partido Comunista estadounidense.

Escribe Lenin: “En nuestra campaña por el internacionalismo genuino y contra el ‘socialismo amarillo’ solemos mencionar el ejemplo de los líderes oportunistas del PS en Estados Unidos, que son partidarios de restringir la inmigración de obreros chinos y japoneses (particularmente después del Congreso de Stuttgart de 1907, y en contra de las decisiones de ese congreso)”.

“Consideramos que uno no puede ser internacionalista y al mismo tiempo estar a favor de esas prohibiciones”.

Las seudoizquierdas: los “socialistas amarillos” de hoy

La integración mundial del capitalismo ha llegado a niveles sin precedentes desde los tiempos de Marx y Lenin. En combinación con la espectacular evolución de la ciencia y la técnica de los últimos treinta años, la globalización ha hecho posible enormes avances en la racionalización de la producción y fortalecido la habilidad de la burguesía de recortar salarios y condiciones de trabajo, imponiendo cada vez niveles más severos.

La causa de ese proceso no es la globalización de la producción, como reclaman los oportunistas, sino el capitalismo propio. Los tremendos logros que derivan de la unificación progresiva del planeta y de sus recursos, son pervertidos por la propiedad privada de los medios de producción y por la división del mundo en estados nacionales antagónicos.

La burguesía europea vio en el crac financiero del 2008 la oportunidad de retroceder el calendario varios siglos mediante la imposición de medidas de austeridad. De Grecia a España a Gran Bretaña, la socialdemocracia, los sindicatos y sus apólogos seudoizquierdistas han jugado papeles esenciales en este proceso.

Por lo tanto a millones de obreros, particularmente obreros jóvenes, no les queda otra opción que mudarse a otros lugares en busca de empleo. Esa migración no es la causa de bajos sueldos, ni en Gran Bretaña ni en ninguna otra región. La causa es la subordinación de la economía mundial a los intereses de lucro de la élite empresarial y financiera.

Las encuestas a las que se refiere la derecha, que supuestamente develan el impacto de migración europea sobre los sueldos de obreros de preparación media, señalan que ese impacto es mínimo —entre el 0,5 y el 1,0 por ciento. Sin embargo, los sueldos colapsaron 10,4 por ciento en Gran Bretaña entre el 2007 y el 2015. Entre las naciones miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, ese desmoronamiento sólo ha sido igualado en Grecia.

Esa caída en pique es consecuencia de una estrategia política deliberada de parte de la burguesía para empobrecer a la clase obrera. En esa estrategia, el Partido Laborista y los sindicatos juegan un papel esencial.

Son organizaciones mancornadas a la burguesía y al andamiaje corporativo. Ayudan a imponer medidas de ajuste, congelación de ingresos, y recortes de salarios. El pretexto que usan es el mismo con que justifican controles migratorios: Nada se puede lograr para alterar las escaseces que crea la monopolización de la riqueza global a manos de una pequeña élite financiera. En cambio, el proletariado debe aceptar sacrificios, particularmente los obreros inmigrantes a los que se les dice que no hay lugar para ellos.

Esa razón esencial explica el inmundo espectáculo del Partido Laboristas y los sindicatos reclamando controles migratorios para “proteger” estándares laborales, al mismo tiempo que colaboran con el gobierno y las empresas para destrozar esos mismos estándares para que mejor compita el capita británico.

La seudoizquierda integra esa burocracia sindical y tiene representantes en la mayoría de su liderazgo. Comenzando con el líder laborista Jeremy Corbyn, incluyendo a los dirigentes sindicales y terminando con el gobierno de Syriza en Grecia, la seudoizquierda es un batallón antiobrero especial a servicio de la burguesía.

Trump habla de “Estados Unidos primero”, Corbyn exige controles de importaciones contra China, y otras medidas proteccionistas. La seudo izquierda lo acompaña repitiendo el engaño de que fronteras nacionales bien fortalecidas benefician a la clase obrera. Esa posición es totalmente reaccionaria; la historia claramente demuestra que conduce a la intensificación de los ataques contra la clase obrera dentro del país y sirve de apoyo al belicismo imperialista.

En oposición al chovinismo de las seudoizquierdas, el fundamento absoluto de obreros y jóvenes socialistas debe ser el rechazo de las tácticas de dividir a los obreros nativos de los obreros inmigrantes. No se subasta el derecho de obreros de vivir y trabajar en el país que escojan, con plenos derechos e igualdad.

Sólo en solidaridad fraternal con sus hermanos y hermanas de clase —sin que importen color, lenguaje, religión o nacionalidad— puede la clase obrera luchar y salir airosa contra móviles empresas capitalistas; para proponer su propia solución independiente a la crisis económica mundial, reorganizando la economía mundial en función de sus necesidades sociales.

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