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Perspectiva

El descubrimiento de siete exoplanetas “como la Tierra”

La detección de un sistema planetario conformado por exoplanetas similares a la Tierra, los cuales orbitan la estrella Trappist-1, ha generado un amplio interés y entusiasmo en la población. Millones han leído los informes o visto los videos y publicaciones en las redes sociales sobre los siete potenciales mundos que podrían tener agua líquida en sus superficies.

El sistema Trappist-1 tiene siete planetas que orbitan una estrella enana roja fría, conocida así por su temperatura relativamente baja. Se ha confirmado que seis de los planetas tienen un tamaño, una masa y una densidad parecidos a los de la Tierra. Ninguno tiene hidrógeno en sus atmósferas, lo que indica que son planetas rocosos como Mercurio, Venus, la Tierra y Marte. Por otra parte, debido a las interacciones gravitacionales entre Trappist-1 y los siete planetas y entre ellos mismos, todos podrían tener agua líquida.

Es de particular interés que el sistema esté bastante cerca al sistema solar. Son prácticamente vecinos de la Tierra en relación con la inmensidad del Universo. Trappist-1 se encuentra a solamente 39 años luz de distancia; es decir, la luz, que viaja a cerca de 300 millones de metros por segundo, dura 39 años en llegar. En comparación, la galaxia de la Vía Láctea, donde se encuentra nuestro sol, tiene un diámetro de 100.000 años luz y la otra galaxia grande en nuestro Grupo Local, la galaxia de Andrómeda, está a 2,5 millones de años luz, una de billones de galaxias en el universo observable.

Representación artística de los siete planetas del sistema Trappist-1, a escala de tamaño y distancia, como podría ser visto desde la tierra con un telescopio de futura generación. Crédito: NASA, JPL-Caltech, telescopio espacial Spitzer, Robert Hurt (Spitzer, Caltech)

Los planetas están tan cerca que, en un futuro no muy lejano, debería ser posible adquirir detalles e incluso observaciones directas de los exoplanetas.

El descubrimiento de estos potenciales mundos es el más valioso de una serie de hallazgos científicos que inició con el primer “exoplaneta” —un planeta fuera de nuestro sistema solar— descubierto alrededor de una estrella similar al Sol a mediados de la década de 1990. Mientras que los exoplanetas habían sido predichos hace casi cuatro siglos, ninguno había sido detectado concluyentemente, ni mucho menos observado.

Los avances en las técnicas de medición y el uso de instrumentos puestos en nuestra órbita que pueden omitir las distorsiones provocadas por la atmósfera hacen posible detectar leves caídas en el brillo de las estrellas, las cuales, si suceden con regularidad, podrían ser atribuidas al paso de planetas entre la estrella y el punto de observación en nuestra órbita.

Esta primera detección creó toda una nueva rama de la astronomía. Los efectos gravitacionales de estos planetas fueron estudiados, proporcionando evidencia de su masa, densidad y otras características físicas. Los científicos ya han logrado detectar más de 3.400 exoplanetas y, con el conocimiento acumulado de los últimos 20 años, es posible reconstruir cómo se verían desde el espacio y su superficie. Además, con el lanzamiento del telescopio espacial James Webb el próximo año, será posible hacer un análisis mucho más detallado e incluso observar directamente algunos de estos exoplanetas.

Como el resto de los avances más significativos en la astronomía, el descubrimiento de los planetas fue un esfuerzo internacional. El hallazgo del Trappist-1 comenzó en mayo del 2016, cuando un equipo de astrónomos utilizó el Telescopio Pequeño para Planetas en Tránsito y Planetesimales (TRAPPIST, Transiting Planets and Planetesimals Small Telescope) localizado en Chile y operado desde Bélgica y Suiza para observar la estrella. Descubrieron tres planetas del tamaño de la tierra en su órbita, con el tercero probablemente situado dentro de la zona habitable de la estrella.

Este hallazgo incentivó a que se hicieran más observaciones desde telescopios terrestres en Chile, Hawaii, Marruecos, España y Sudáfrica. El telescopio espacial Spitzer también fue sumado a los esfuerzos para usar su mayor precisión y mayor capacidad para ver en el infrarrojo para estudiar el sistema. Cuando se descubrió que el sistema no sólo tenía tres, sino siete planetas, el telescopio espacial Hubble fue empleado para hacer un reconocimiento inicial de las atmósferas planetarias en busca de hidrógeno. Los astrónomos en África, Europa, Oriente Medio, América del Norte, América del Sur y el sudeste de Asia coordinaron sus esfuerzos para dar sentido a los datos.

El descubrimiento del sistema planetario alrededor de Trappist-1 no fue simplemente un golpe de suerte. Más bien, éste es la confirmación de una hipótesis científica que fue primero propuesta en 1997, señalando que, debido a la física de una formación estelar, las estrellas con una masa equivalente o cercana a una décima parte de la masa del Sol son más propensas a tener planetas de tamaños terrestres. Trappist-1 es uno de los muchos candidatos estudiados con base en esta hipótesis y el primero que corrobora la idea.

Este paso adelante es la culminación de varios siglos de avances en astronomía y física: el entendimiento de cómo se forman los sistemas solares; el análisis de la luz visible y otras formas de radiación electromagnética; y los métodos matemáticos para analizar las sutiles señales en los datos de las observaciones estelares.

Trappist-1 es una demostración del poder de la cognición humana, la ciencia y la razón. Es una refutación del irracionalismo que ha sido glorificado incesantemente en la contemporaneidad, ya sea a través del fomento de rezagos y prejuicios religiosos o del posmodernismo y su rechazo de la verdad objetiva. Más aún, es una poderosa reivindicación de la comprensión materialista del mundo, la cual mantiene que hay leyes objetivas de la naturaleza y que los seres humanos podemos comprenderlas.

Entre los millones de personas que han sido inspirados por tales descubrimientos, predomina una comprensión instintiva de que los métodos empleados para encontrar los planetas del Trappist-1 deberían ser utilizados para hacer avances a través de la ciencia y tecnología en la resolución de problemas sociales y económicos, como para proveer atención médica, educación, alimentos y un hogar para toda la humanidad. ¿Cómo puede una sociedad descubrir siete potenciales mundos como la Tierra a más de 350 billones de kilómetros de distancia, y aún proceder a destruir el planeta en el que vivimos por medio de la imprudencia ambiental y el militarismo con armas nucleares?

El descubrimiento del conjunto de planetas fue el resultado de una colaboración por la búsqueda de nuevos conocimientos, no por la acumulación de más riquezas personales. Estos pensamientos son totalmente ajenos a la clase gobernante del mundo, la cual alardea con su decadencia, vulgaridad, ignorancia y parasitismo, personificados hoy día por Donald Trump.

El hallazgo pone de relieve además otra contradicción de la sociedad moderna. La organización y planificación necesarias para producir estos resultados evidencian la capacidad de la humanidad para coordinar el uso de recursos de forma racional y científica a escala internacional. Los mismos científicos del proyecto también tuvieron que rechazar el mantra del chauvinismo nacional impuesto por las élites gobernantes en todo el mundo. Mientras que la ciencia explora las distancias del espacio Galáctico, infinitas en su apariencia, la humanidad está atrapada en casa dentro de la prision del sistema de Estado-nación, con alambres de púas, guerras, invasiones, bombardeos y enormes migraciones de refugiados.

El derroche de billones de dólares, yuanes, yenes y euros para enriquecer a una élite capitalista parasitaria y librar guerras alrededor del mundo es una de las razones por las cuales es tan inusual que se hagan hallazgos científicos de este orden. Se desperdician inmensas cantidades de recursos, tanto materiales como humanos, que deberían ser destinados a mejorar la condición humana y conquistar el conocimiento del mundo material.

La creación de una sociedad en la que se pueda liberar el conocimiento de las ataduras del capitalismo requiere la aplicación de la ciencia y la razón en el funcionamiento de la sociedad y la política. En oposición al posmodernismo y a sus distintas variantes, que insisten en la inexistencia de la verdad objetiva, el marxismo se basa en un análisis de las leyes del desarrollo socioeconómico.

Conducido irreparablemente por sus contradicciones internas, el capitalismo está arrastrando a la humanidad hacia el abismo de la guerra mundial y las dictaduras. Estas mismas contradicciones, sin embargo, también produjeron la base para derrocar al capitalismo: la clase obrera internacional. Este proceso objetivo debe hacerse consciente de sí mismo, transformando el actual auge en la oposición de millones de trabajadores y jóvenes de todo el mundo en un movimiento político con el claro objetivo de construir una economía planificada y coordinada racional e internacionalmente con base en la igualdad y la satisfacción de toda necesidad humana: el socialismo.

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