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Inmigración bajo el capitalismo: Entre la vida y la muerte en la frontera de EE.UU. con México

Cuarta Parte

Esta es la última de cuatro partes de un reportaje sobre las condiciones que enfrentan los trabajadores inmigrantes en la frontera entre México y Estados Unidos. La primera parte fue publicada al español el 2 de marzo, la segundafue publicada el 4 de marzo y la tercera el 6 de marzo en forma de video.

El World Socialist Web Site conversó con varios inmigrantes y directores de organizaciones sin fines de lucro sobre el desgarrador impacto que están teniendo las medidas de Trump con las decenas de millones de trabajadores indocumentados que viven en EE.UU.

La clase obrera inmigrante en Estados Unidos está viviendo en constante temor de las redadas del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE; Immigration and Customs Enforcement) que se están llevando a cabo en sus comunidades y lugares de trabajo para hacer arrestos en masa. Este mismo mes, en Austin, Texas, tuvo lugar una de estas operaciones. El World Socialist Web Site habló con Cristina Parker, la directora de los programas inmigración de la organización sin fines de lucro, Grassroots Leadership.

“Las redadas más recientes del ICE — señaló Parker — han sucedido de dos formas. Tocan las puertas de sus casas o los siguen desde sus casas o lugares de trabajo en sus autos y los detienen en paradas de tráfico falsas”.

De hecho, los reporteros del WSWS presenciaron una aparente parada de tráfico rutinaria por parte de la policía local en la que luego intervinieron agentes de la Patrulla Fronteriza.

Parker dijo que usualmente los oficiales del ICE no están uniformados, “así que harán lo que sea para engañarlos o manipularlos para que abran sus puertas”. Luego, añadió:

“Les mentirán acerca de por qué están ahí. Un ejemplo famoso provino de Atlanta el año pasado, donde los agentes del ICE, en colaboración con la policía, estaban mostrando la foto de un hombre negro, alegando que es un delincuente peligroso que entró a sus casas, y adentro arrestarían a todos aquellos sin documentos. Las familias no se dan cuenta hasta después de que detienen a sus familiares, por lo que, a menudo, llegan de la escuela o del trabajo y encuentran que sus padres o cónyuges no están en casa”.

“La plataforma sobre la cual Trump está construyendo su máquina de deportación fue construida originalmente por el gobierno de Obama. Uno de los ejemplos más notorios de esto fue la detención familiar, algo que marcará el legado de Obama. Él fue quien abrió estos gigantescos centros de detención familiar con fines de lucro, donde tienen exclusivamente a mujeres y niños en busca de asilo, y no los cerró antes de entregarle las llaves a Trump. Así que todo lo que está siendo empleado fue construido por Obama”.

Un mural en una calle en El Paso, Texas

Estas condiciones no aparecieron de la nada. Al contrario, fueron preparadas durante décadas por los intentos de la clase gobernante estadounidense para hacer frente al prolongado declive del capitalismo norteamericano por medio de aventuras militares en el extranjero, particularmente desde la disolución de la Unión Soviética en 1991.

En el prefacio de su libro Un cuarto de siglo de guerra: La ofensiva de Estados Unidos por la hegemonía mundial 1990-2016, David North escribe:

“La respuesta beligerante de Estados Unidos a la disolución de la Unión Soviética en 1991 es evidencia de la debilidad del capitalismo estadounidense, no de su fortaleza. El apoyo abrumador de la élite gobernante a una política exterior muy agresiva surgió de la ilusión de que Estados Unidos podría revertir la erosión prolongada de su posición económica mundial a través del despliegue de su bárbaro poder militar”.

Durante el transcurso de este período de guerras casi ininterrumpidas, el nacionalismo y la xenofobia llegaron a dominar toda la política burguesa en EE.UU. Para una aristocracia financiera que se ha dedicado a saquear los salarios y beneficios de todos los trabajadores para pagar sus guerras, la población inmigrante es simplemente un chivo expiatorio conveniente.

El lenguaje de la “guerra contra el terrorismo” les está siendo útil para sus ataques contra los inmigrantes, a quienes les niegan entrar porque suponen una amenaza para la “seguridad nacional”. Mientras tanto, con el fin de financiar su máquina de deportación, desviarán miles de millones de dólares de los programas sociales y las agencias reguladoras.

El Partido Demócrata ha sido protagonista de este proceso, con el respaldo del bloque sindical AFL-CIO, cuyo nacionalismo es utilizado para dividir a los trabajadores contra sus hermanos y hermanas de clase de otras nacionalidades. Los demócratas son los responsables de la aprobación de la Reforma de Inmigración Ilegal y la Ley de Responsabilidad del Inmigrante de 1996, la Ley de Antiterrorismo y Pena de Muerte Efectiva de 1996 y la Ley de pena de muerte efectiva de 1996 y la Ley de Vallas Seguras del 2006. También cargan con la responsabilidad del programa de deportaciones en masa implementado bajo Obama.

Además, el mes pasado, 37 de los 48 senadores demócratas aprobaron el nombramiento del general John Kelly, el arquitecto del programa antiinmigrante de Trump, como jefe el Departamento de Seguridad Nacional (DHS; Department of Homeland Security).

Trabajadores y jóvenes cruzan la frontera desde Ciudad Juárez, Chihuahua, a El Paso, Texas.

Los ataques contra inmigrantes son ataques contra la clase obrera en su conjunto. Los trabajadores deberían tener el derecho a viajar libremente en busca de seguridad económica y física sin ser deportados ni sufrir ningún tipo de hostigamiento. Las fuerzas de “seguridad fronteriza” están auspiciando la construcción de un Estado policial que embrollarás cada rincón de la vida política, social y cultural de inmigrantes y no inmigrantes por igual.

Las redadas nocturnas, las detenciones en masa y sin juicio y los falsos “debidos procesos” en las cortes de migración, todos estos factores, llevan las marcas de una dictadura. Estos métodos serán empleados en un futuro próximo en contra de aquellos que se opongan a las políticas del gobierno, independientemente de su estatus migratorio. Tanto huelgas obreras como manifestaciones estudiantiles y toda protesta social serán catalogadas de “amenazas a la seguridad nacional” y serán objeto de la represión del Estado.

La ofensiva contra inmigrantes no es solamente reaccionaria, sino también irracional. León Trotsky escribió en mayo de 1940:

“El mundo capitalista en decadencia está sobrepoblado. La admisión de cien refugiados más constituye un problema grave para una potencia mundial como Estados Unidos. En la era de la aviación, el teléfono, el telégrafo, la radio y la televisión, los pasaportes y las visas paralizan el traslado de un país a otro. La época del desvanecimiento del comercio exterior e interior es al mismo tiempo la época de la intensificación monstruosa del chauvinismo, especialmente del antisemitismo. El capitalismo, cuando surgió, sacó al pueblo judío del gueto y lo utilizó como instrumento de su expansión comercial. Hoy, la sociedad capitalista en decadencia trata de expulsar por todos sus poros al pueblo judío; ¡diecisiete millones de los dos mil millones de personas que habitan el mundo, es decir menos del uno por ciento, ya no pueden encontrar un lugar donde vivir! Entre las vastas extensiones de tierra y las maravillas de la tecnología, que además de la tierra conquistó los cielos para el hombre, la burguesía logró convertir nuestro planeta en una sucia prisión”.

¡Esto es aun más cierto hoy! En un mundo de comunicación global instantánea, la raza humana está interconectada a un grado que hubiera sido inimaginable hace apenas treinta años y mucho menos en 1940.

Los avances tecnológicos continúan haciendo más fácil recorrer distancias y transportar productos con la marina mercante; las cadenas de producción y suministro conectan a docenas de países en todos los continentes. Mediante el uso de los teléfonos celulares, los residentes de las aldeas y los caseríos más aislados se pueden comunicar con amigos y familiares en las metrópolis del mundo, además de darse cuenta de los acontecimientos mundiales con deslizar su dedo sobre una pantalla.

Ciudad Juárez desde Estados Unidos

Las relaciones personales incluso son de un carácter cada vez más internacional, con árboles de familia ramificados en varios continentes. En el 2011, veintiún por ciento de las parejas casadas en EE.UU., incluyen al menos un cónyuge nacido en el extranjero. En el 2006, los datos de la Unión Europea muestran que ocho países presentan más del quince por ciento de matrimonios con cónyuges de países diferentes (Bélgica, Estonia, Chipre, Luxemburgo, Holanda, Austria, Eslovaquia, Suecia) y siete de ellos tienen entre un diez y un quince por ciento (Bulgaria, Dinamarca, Alemania, España, Francia, Lituania y Malta). Estas cifras sin duda han aumentado con el pasar de los años.

Miles de millones alrededor del mundo cargan con brazos exhaustos los costos de la explotación económica y las guerras, y aun así no pueden movilizarse libremente de un país a otro. Dicho dilema está enraizado en el anticuado sistema del Estado-nación, el cual constituye el obstáculo central para una organización racional de la economía mundial y para la libre circulación de los habitantes del mundo.

Los socialistas están opuestos de forma irreconciliable a la división del mundo en Estados-nación. De esta manera, reclamamos que la organización geográfica del mundo sea puesta en armonía con el carácter internacional de la economía globalizada. Los seres humanos tendrán la libertad de viajar sin visas, patrullas fronterizas, pasaportes ni miedo a ser hostigados. No se les prohibirá a las familias que viven en diferentes países visitarse ni vivir juntos por el simple hecho de haber nacido o estar viviendo en diferentes lugares. Como lo dijo el filósofo del siglo XVIII, Montesquieu: “Soy necesariamente un hombre, sólo accidentalmente soy francés”.

Para abolir el sistema de Estado-nación, es necesario derrocar el capitalismo. Esto implica nacionalizar a posesión pública los principales bancos y corporaciones internacionales, pasar a manos de la clase obrera el control de la producción y redistribuir los recursos para satisfacer las necesidades de la raza humana. Es precisamente con base en estos fundamentos que se debe llevar a cabo la lucha contra el programa migratorio de Donald Trump.

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