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El candidato presidencial López Obrador hace campaña en ambos lados de la frontera

Andrés Manuel López Obrador (popularmente conocido como AMLO), el jefe del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ha estado en gira para preparar su candidatura presidencial, presentándose en México y viajando a siete ciudades estadounidenses. Al haber hablado en Los Ángeles y Chicago, la semana pasada se presentó en El Paso, Tejas, y Phoenix, Arizona.

En 2006, AMLO fue el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), un partido de centro “izquierda”. El PRD surgió de una escisión del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual gobernó a México sin interrupción desde 1929 hasta el 2000. AMLO perdió las elecciones presidenciales de 2006 ante Felipe Calderón del Partido de Acción Nacional (PAN) debido a fraude electoral generalizado. AMLO, de nuevo como candidato perredista, también afirma que el fraude le costó la elección presidencial de 2012, el cual le regresó el poder al PRI bajo el presidente Enrique Peña Nieto después de 12 años de un gobierno panista.

En el 2014, AMLO fundó Morena como partido político para servir como un vehículo para su candidatura personal y para desvincularse del PRD, el cual fue desacreditado por su corrupción y por su apoyo al “Pacto por México”. El Pacto creó una serie de "reformas" que atacaron la educación pública y sentaron las bases para la privatización de PEMEX, la petrolera estatal mexicana.

El índice de aprobación de Peña Nieto se ha derrumbado a un nivel tan bajo como 12 por ciento. Por meses, AMLO ha estado liderando en las encuestas de posibles candidatos en las elecciones presidenciales de 2018. Una encuesta en enero lo tuvo con un apoyo de 45 por ciento, en comparación con los candidatos del PAN (15-25 por ciento), PRI (un pésimo 7-10 por ciento) y PRD (un abismal 2-5 por ciento).

En su gira actual, AMLO les pide a los mexicanos, sin importar su clase, firmar su “Acuerdo Político de Unidad por la Prosperidad del Pueblo y el Renacimiento de México”, el cual consiste un puñado de oraciones con sentimientos patrióticos vacíos y tópicos sobre un renacimiento mexicano.

AMLO y Morena hacen un llamado para unir a todos los sectores de la sociedad “mujeres y hombres, pobres y ricos, religiosos o librepensadores”, siempre y cuando no participen en la corrupción endémica de la clase dominante mexicana, la cual es nombrada como el “problema principal” de México.

Así, el multimillonario Carlos Slim Helú—quien en el año 2013 fue el hombre más rico del mundo, con un patrimonio neto de 55.000 millones de dólares o 6% del PIB de México y quien adquirió la compañía telefónica nacional Telmex por una canción—es bienvenido a participar en la campaña de unidad de AMLO. A los ojos de Morena, Slim es un “hombre de negocios honesto” que no es parte de lo que AMLO llama la corrupta “mafia en el poder” que “trafica la influencia”.

Esto en un país cuyos cuatro multimillonarios más ricos controlan tanta riqueza como la mitad inferior de la población—unos 65 millones de mexicanos que viven en la pobreza (incluyendo a 13 millones que viven en la pobreza extrema—y donde el 10 por ciento superior representa 67 por ciento de la riqueza nacional de México en su conjunto.

El desfigurado programa nacionalista avanzado por AMLO y Morena ni siquiera pretende desafiar esta grotesca desigualdad social y las relaciones de propiedad capitalistas que son la fuente de la corrupción que condena. Tampoco hace ninguna mención del imperialismo—a pesar de la dominación del país y su economía durante más de un siglo por su vecino del norte, Estados Unidos.

En su lugar, Morena, en la tradición más nacionalista pre-1980 de la burguesía mexicana, busca mejores términos para los negocios mexicanos con el capital estadounidense. AMLO destaca que las plantas más grandes instaladas en México pertenecen a inversionistas o empresarios estadounidenses “que exportan mercancías y ganancias a Estados Unidos y dejan muy pocos beneficios en empleos y en impuestos” en México.

El programa oficial de Morena pide un “desarrollo cooperativo” con las empresas estadounidenses y una “mayor competencia interna y competitividad externa”.

Con su invocación de valores cívicos, sociales y democráticos universales y vagas apelaciones morales, AMLO y Morena se orientan a la clase media de México, quienes supuestamente tienen un “profundo deseo de liberación, para hacer realidad la justicia”. Pero gran parte del 9 por ciento bajo el 1 por ciento más alto de México que constituye la verdadera base social de Morena considera a las masas de trabajadores y pobres como una amenaza a sus riquezas y privilegios. Este sector incluye a agentes sindicales, académicos y burócratas estatales.

Haciendo un llamado para una “revolución moral y cultural”, AMLO y Morena claramente se oponen a una revolución social y están determinados a impedir que la clase obrera de México forje su independencia política y que luche por el poder.

Actualmente, las llamadas reformas propuestas por AMLO son en el mejor de los casos flácidas y, en muchos casos, reaccionarias.

El proyecto insignia de AMLO es “garantizar el derecho a la educación” (un derecho ya consagrado en la constitución mexicana) al pagarle a 300.000 jóvenes una minúscula beca de 120 dólares por mes para estudiar. Al mismo tiempo, AMLO propone garantizarles a 2,3 millones de jóvenes adicionales un sueldo de 225 dólares al mes para su capacitación laboral. AMLO afirma absurdamente que esto asegurará el pleno empleo de los jóvenes y eliminará la tentación de participar en “comportamiento antisocial”, es decir, en el tráfico de drogas.

La segunda propuesta que AMLO destaca es establecer una “zona libre o abierta” de 12 millas de distancia a lo largo de la frontera de 1.800 millas con Estados Unidos, la cual abarcaría todas las ciudades fronterizas de México con Estados Unidos, como Tijuana y Juárez, con el fin de “promover el crecimiento” en esta región mexicana. Bajo esta propuesta, “se darán incentivos, se reducirán los impuestos, se bajarán los precios de la gasolina y se fomentará la creación de empleos”. El impuesto sobre el valor añadido del 11 al 16 por ciento previamente establecido en la zona fronteriza sería derogado.

En términos más generales, mientras que el programa de Morena le pide al Estado que “promueva la economía nacional”, AMLO insiste que el desarrollo mexicano debe lograrse sin aumentar los impuestos a los ricos. En cambio, debe llevarse a cabo al liberar fondos perdidos a la corrupción y “actuando con austeridad”, es decir, no gastar significativamente en programas sociales o en la infraestructura. El país, según AMLO, “ya no debería estar endeudado”.

Este es un programa derechista. El desarrollo económico mexicano continuaría como lo ha hecho con las contra-reformas implementadas a través del “Pacto por México” de Peña Nieto, basado en la creciente explotación de trabajadores mexicanos y campesinos pobres por parte de la clase dominante mexicana.

El año pasado, AMLO traicionó las luchas de maestros en los estados empobrecidos al sur de México opuestos a la “reforma” educativa, es decir, a los ataques a sus salarios y derechos, al empujarlos a sentarse con los funcionarios federales intransigentes que dirigían estos ataques.

Cuando miles de mexicanos protestaron un aumento de precio de 20 por ciento en los precios de gasolina en enero, AMLO atacó a los que bloquearon instalaciones de refinería o saquearon tiendas por emplear “estrategias fascistas”. El orden, dijo, tenía que surgir de ese “caos”. Toda violencia debía evitarse para asegurar un camino “pacífico y democrático”, a pesar de la creciente violencia del Estado mexicano y de sus organismos militares y policiales contra la población.

En el discurso que pronunció en Los Ángeles el mes pasado, AMLO trató de razonar con Trump contra sus amenazas de imponer tarifas vengativas a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, reescribir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y deportar a millones de mexicanos de regreso a México.

En respuesta a los intentos de Trump de incitar chauvinismo anti-inmigrante, AMLO llamó a “académicos e intelectuales estadounidenses poseedores de valores cívicos, sociales y democráticos” a elaborar un plan para “convencer y persuadir a los trabajadores y a las clases medias en los Estados Unidos que los migrantes no son sus enemigos”. Dijo que Morena trabajaría con académicos y líderes sociales para crear comités en los Estados Unidos para difundir “el mensaje de la razón y la fraternidad entre la población estadounidense".

La ideología de AMLO, que, como la de Trump, procede de apelaciones nacionalistas y patrióticas, no ofrece ninguna solución a los verdaderos problemas que plantea. Los trabajadores de ambos países deben rechazar el nacionalismo y el falso populismo "izquierdista" de AMLO y Morena.

En el discurso de AMLO en Los Ángeles, el WSWS entrevistó a Juan Rivera, un trabajador mexicano retirado que vino a los EEUU en 1968 para trabajar en los campos. Después de escuchar a AMLO hablar, Rivera planteó una perspectiva completamente diferente. Dijo que “la unidad de los trabajadores mexicanos y estadounidenses presenta el camino a seguir; el día cuando las clases trabajadoras de ambos países colapsen y derrumben al capitalismo no está muy lejos”.

En lugar de hacer llamamientos a académicos y líderes sociales, es decir, a sectores que están invariablemente ligadas al Partido Demócrata, lo que se necesita es que los trabajadores mexicanos y estadounidenses, ya unidos en términos de cadenas productivas, se unan a través de una lucha política independiente sobre un programa contra el capitalismo y para el socialismo.

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