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Perspectiva

Comisión del Senado de EE.UU. acusa a Rusia de librar “guerra de información” para generar descontento

El jueves pasado, el Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos realizó una audiencia sobre la presunta injerencia de Moscú en las elecciones presidenciales estadounidenses que marcó un nuevo salto en la campaña de histeria antirrusa, la cual ha dominado a la élite política y a la prensa por la mayor parte del último año.

Desde que Trump fue juramentado hace más de dos meses, la acusación de que Rusia realizó ciberataques contra las elecciones, avanzada principalmente por el Partido Demócrata sin presentar ninguna evidencia, ha servido dos propósitos relacionados. En primer lugar, los demócratas buscan contener y redireccionar la oposición de masas al nuevo gobierno, evitando ante todo que se convierta en un movimiento político, obrero e independiente. Por otra parte, han intentado “corregir” la política exterior de la administración del presidente Trump para alinearla con la campaña contra Rusia de la CIA y las secciones más poderosas del ejército.

El debate oficial en Washington aún se encuentra sumido en dichas consideraciones. El secretario de Defensa, James Mattis, llamó a Rusia un “competidor estratégico” de EE.UU., denunció sus actividades en Crimea y en toda Europa del Este y la amenazó con represalias por supuestamente violar el Tratado de Fuerzas Nucleares de Distancia Intermedia. Estas declaraciones son indican que el gobierno de Trump está aceptando tomar una línea más agresiva contra el presidente ruso, Vladimir Putin.

El Comité de Inteligencia se enfocó en otro aspecto de la acometida contra Rusia. Los políticos reaccionarios que comparecieron ante la comisión legislativa promueven, al igual que los interlocutores republicanos y demócratas, la idea que el vasto descontento social y político de las masas estadounidenses es atribuible a las perversas acciones de Rusia.

El senador republicano de Florida, Marco Rubio, declaró que Putin está librando una “guerra de información” para “encauzar a los estadounidenses involuntariamente en muchas direcciones distintas que pueden desencadenar todo tipo de peligros y violencia”. Los medios de comunicación rusos, según Rubio, están aprovechándose de las protestas en EE.UU., como contra la violencia policial y Occupy Wall Street, “con la esperanza de poder informarle al mundo y a su propia gente que EE.UU. es un desastre”.

Mark Warner, el demócrata de mayor rango de la comisión, declaró que Rusia “intentó secuestrar nuestro proceso democrático” a través de varios medios, incluyendo “militarizar la información”. Explicó que los testigos darían testimonios de cómo es que “Rusia emplea esta avalancha de desinformación para intentar minar la fuerza y el liderazgo de EE.UU.” y “para disminuir y socavar nuestra confianza en la prensa estadounidense al desdibujar nuestra fe en lo que es cierto y lo que no”.

La senadora republicana, Susan Collins, citando el testimonio de Clinton Watts, dijo que “los rusos... están tratando de perturbar toda la sociedad, cuestionando las democracias occidentales”. Dijo que, según el informe de inteligencia que fue publicado en enero, el canal televisivo Rusia Today (RT) “fue instrumental en intentar avanzar la protesta de Occupy Wall Street”. Este comentario incitó a Eugene Rumer del Fondo Carnegie para la Paz Internacional a manifestar que “presentar [a Occupy Wall Street y a movimientos similares] como un reto importante sirve a los intereses del gobierno ruso” porque “da el mensaje... que EE.UU. no es una sociedad perfecta”.

La categoría de personajes que fueron convocados para respaldar tales argumentos ante el Senado fue en sí algo significativo. Watts, por ejemplo, es miembro del Instituto de Investigación de Política Exterior, de la derecha política, que fue formado en 1955 para oponerse a la “estrategia de contención” en relación con la Unión Soviética, exigiendo en cambio una política más agresiva para restaurar el dominio imperialista norteamericano en Europa del Este y en la misma URSS. Estos grupos anticomunistas insistían que el descontento social en EE.UU. era una manifestación de propaganda soviética.

Veinticinco años después de la disolución de la URSS, el anticomunismo de la Guerra Fría está renaciendo con una forma distinta, esta vez sustituyendo a la URSS con una Rusia capitalista. Durante la primera mitad del siglo XX y en los años cincuenta y sesenta, una sección de la clase gobernante impulsó una serie de reformas sociales para enfrentar el recrudecimiento de la oposición social y la lucha de clases. En la actualidad, no existe ninguna tendencia reformista dentro de la élite. De hecho, los demócratas (incluyendo a figuras supuestamente “de izquierda” como Michael Moore) han sido los que han denunciado la presunta “amenaza rusa” con la mayor fuerza.

La agitación sobre la campaña de “desinformación” rusa tiene menos que ver con Moscú y sus relaciones con el personal y la persona de Trump que con el grado de descomposición de la sociedad estadounidense. La clase obrera no necesita a RT para saber que “EE.UU. es un desastre” y que “no es una sociedad perfecta”, ni una “guerra de información” rusa para perder “confianza en la prensa estadounidense” y el “proceso democrático”.

Estados Unidos es una sociedad en la que 400 personas poseen más riqueza que el 61 por ciento de la población, casi 200 millones de personas. Esta semana se anunció que Jeff Bezos, el fundador de Amazon, aumentó su riqueza $10,2 mil millones el año pasado, o alrededor de $34.000 por cada uno de sus 300.000 empleados. Desde 1980, la proporción del ingreso nacional en manos de la mitad más pobre de la población pasó del 20 al 12 por ciento, mientras que el porcentaje yendo al uno por ciento más rico aumentó del 12 al 20 por ciento.

Un estudio publicado este mes por los economistas de la Universidad de Princeton, Anne Case y Angus Deaton, indica que el dramático aumento en la mortalidad de los estadounidenses blancos, de la clase obrera y de mediana edad se debe en gran medida a “las muertes por desesperanza”, es decir, sobredosis de drogas, abuso del alcohol y suicidio. EE.UU. se está enfrentando actualmente a la peor crisis relacionada con las drogas en la historia del país. En sólo la última década, se han triplicado las adicciones a opiáceos.

La juventud estadounidense se está enfrentando a un futuro de bajos salarios, deudas permanentes y desempleo. Por otra parte, las pensiones están siendo desintegradas. El gobierno de Trump se está preparando para intensificar la guerra bipartidista contra todos los programas sociales, de Medicare y Medicaid a la educación pública. Al mismo tiempo, la policía militarizada de EE.UU. mata a más de mil personas cada año y las agencias de inteligencia espían con total libertad a la población.

Todas las instituciones del Estado están fuertemente desacreditadas, mientras que los dos partidos del gobierno son despreciados por amplias capas de la población. Las últimas elecciones presidenciales fueron disputadas por los candidatos más impopulares en la historia del país. Por su parte, la misma prensa estadounidense está completamente comprometida a “desdibujar... lo que es cierto y lo que no”, como instrumento de propaganda al servicio del Estado y la clase gobernante.

Sin embargo, según los senadores demócratas y republicanos, el pueblo estadounidense es infeliz... porque los rusos están sembrando discordia.

Este argumento implica, además de una contundente escalada de violencia militar en el extranjero, que la burguesía estadounidense está preparando medidas de represión doméstica. Consciente del gran alcance del descontento social del pueblo estadounidense, está afilando sus métodos para criminalizar cualquier acto de disidencia, prohibir publicaciones y reprimir más ampliamente la libertad de expresión, particularmente en el Internet.

La evidente desesperación y el carácter rotundamente fabricado de las acusaciones sobre una tal “guerra de desinformación” rusa reflejan el avanzado estado de crisis de la “democracia” estadounidense y el aislamiento y temor que acechan constantemente a la clase gobernante.

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