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¡A votar “no” en el referéndum constitucional de Turquía! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa y Oriente Medio!

Declaración de Toplumsal Esitlik

¡No a las enmiendas constitucionales! ¡No a la dictadura y a la guerra! ¡Por la unidad de la clase obrera internacional! ¡Construyamos un movimiento socialista contra la guerra y la contrarrevolución social! ¡Por los Estados Unidos Socialistas de Europa y Oriente Medio! ¡Construyamos una sección del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en Turquía!

El referéndum constitucional turco suscita cuestiones de enorme importancia internacional. Tomando en cuenta la posición de Turquía entre Europa y Oriente Medio, el resultado no sólo afectará a los trabajadores en Turquía, sino en todo el mundo.

Toplumsal Esitlik (TE, Grupo Socialista por la Igualdad), en solidaridad política con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), llama a votar “no” en el referéndum del 16 de abril.

Las enmiendas propuestas por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, siglas en turco), de política islamista y que gobierna Turquía, y respaldadas por el Partido de Acción Nacionalista (MHP, siglas en turco), de tendencias fascistas, van dirigidas a darle al presidente el control del ejecutivo, la legislatura y el poder judicial, estableciendo en efecto una dictadura. El presidente podría emitir decretos legislativos, determinar el presupuesto, nombrar a jueces, disolver el Parlamento y designar a los candidatos del partido gobernante para las elecciones parlamentarias. El Parlamento se convertiría en un símbolo de formalidad ante las órdenes del presidente.

El AKP propuso las enmiendas constitucionales e impuso un estado de emergencia después del golpe de Estado fallido del 15 de julio. Washington y Berlín respaldaron el golpe, con el cual pretendían asesinar al presidente, Recep Tayyip Erdogan, e instalar un régimen títere completamente alineado con los planes de guerra de la OTAN en Siria e Iraq. El golpe de Estado fue interrumpido gracias a la movilización popular de masas que tuvo lugar. Amplias capas de la población, sobre todo de la clase obrera, rememoraron los sangrientos golpes de Estado en Turquía apoyados por la OTAN en 1960, 1971, 1980 y 1997. Esta vez, cientos murieron luchando para evitar que triunfara el intento de golpe.

A través del estado de emergencia, el gobierno turco ya está reprimiendo agresivamente a la campaña del “no”. La policía ha capturado a cientos de activistas del “no” y las autoridades han amenazado reiteradamente a los propietarios de locales donde los opositores han intentado reunirse. El Consejo Supremo Electoral les ha prohibido hacer campaña a todas las ONG, sindicatos, asociaciones y a todos los partidos políticos menos a los diez más grandes.

El terror estatal contra el “no” se ha dado en torno al auge internacional del populismo de derecha y del ultranacionalismo. Por un lado, Trump avanza su programa nacionalista y militarista de “EE.UU. ante todo”. Por otro, las potencias europeas han respondido preparándose con mayor intensidad para la represión a nivel nacional y la guerra en el extranjero, mientras que se adentran en una crisis existencial tras la votación de Reino Unido a favor de abandonar la Unión Europea (UE).

Más allá del voto por el “no”, TE advierte que tan sólo rechazar los cambios constitucionales del AKP no detendrá los avances internacionales hacia la dictadura y la guerra. No se le puede dar ningún apoyo a la campaña del “no” que encabezan los opositores burgueses al AKP, incluyendo al Partido Republicano del Pueblo (CHP, siglas en turco) y al Partido Democrático de los Pueblos (HDP, siglas en turco). El CHP y el HDP acordaron en discusiones previas con Erdogan que era necesario implementar cambios constitucionales, con el HDP proponiendo un sistema presidencial y federalista.

Ante todo, se debe resaltar que dichos partidos tienen lazos aún más estrechos que los del AKP con las políticas de las potencias imperialistas. No cabe duda que de ganar el “no”, ahondarían su colaboración con las potencias imperialistas para derrocar a Erdogan.

Representando a los sectores pro-UE de la burguesía, el CHP defiende los llamados “valores europeos” y apoya la intervención del AKP en Siria, criticando al AKP por no actuar con suficiente firmeza ante el “separatismo” kurdo. La bancarrota política de esta orientación hacia la UE quedó expuesta con la agitación racista y antimusulmana de los gobiernos de la UE. El gobierno de Holanda, buscando deliberadamente una distracción para las tensiones sociales en dicho país, les prohibió a los funcionarios del gobierno turco hablar en público a favor del “sí” en Europa. Esta maniobra favoreció a Erdogan, permitiéndole presentar a los partidarios del “sí” como víctimas del racismo europeo.

El HDP representa a la burguesía kurda y a ciertas capas privilegiadas de la clase media turca orientadas al imperialismo. Defiende enmiendas constitucionales que le otorgarían “derechos de minorías” a los kurdos, alevis y a otras grupos, y que, en última instancia, conllevarían a la construcción de una entidad estatal capitalista kurda apoyada por los imperialismos estadounidense y europeo. Su programa basado en la política de identidad es similar al de Syriza en Grecia, Podemos en España y Die Linke en Alemania. Estos partidos son completamente hostiles hacia los trabajadores, imponiendo los dictados de austeridad de la UE y el Fondo Monetario Internacional.

El TE llama a votar “no” con el fin de desarrollar una lucha política independiente de la clase obrera y juventud en Turquía, Oriente Medio e internacionalmente contra el imperialismo y las clases gobernantes de la región. Las guerras en Oriente Medio demuestran mejor que nada la bancarrota del capitalismo mundial y el carácter reaccionario del imperialismo. Más de un cuarto de siglo después de la Guerra del Golfo en 1991, las guerras neocoloniales imperialistas y los conflictos locales étnicos y sectarios que fueron desataron han costado millones de vidas.

El TE avanza una perspectiva revolucionaria que plantea la necesidad de una contraofensiva de los trabajadores en Oriente Medio y alrededor del mundo. Además, lucha por unir a los trabajadores y jóvenes de origen turco, kurdo y árabe en el país y la región para enfrentarse al imperialismo y a los capitalistas de Oriente Medio bajo la bandera internacional de la revolución socialista mundial.

El referéndum turco y la guerra imperialista en Oriente Medio

Los intentos de Erdogan de establecerse como un dictador no son producto de sus tendencias autoritarias personales sino de la cada vez más profunda crisis del régimen capitalista turco. En los últimos cinco años, la guerra imperialista que dirige EE.UU. para cambiar el régimen en Siria se ha convertido en una guerra regional, desencadenando una guerra civil en las regiones kurdas de Turquía y una serie de atentados terroristas islamistas alrededor del país. Erdogan mismo terminó en una lista de jefes de Estado de Oriente Medio seleccionados por el imperialismo para ser asesinados, incluyendo a Bashar al Asad de Siria y a los ya fallecidos Saddam Hussein de Irak y Muamar al Gadafi de Libia.

Los cambios propuestos por Erdogan demuestran que incluso los trazos de democracia que quedan en Turquía son incompatibles con la agenda militarista y dictatorial de la clase gobernante. Conforme intensifica la intervención militar turca en Siria y bloquea cualquier intento de secesión de las regiones de mayoría kurda y de establecer un Estado kurdo respaldado por el imperialismo, Erdogan no podrá seguir tolerando ninguna oposición política interna. Por ende, está buscando tener poderes para reprimir toda oposición dentro de la burguesía y de la clase obrera.

Ninguno de los conflictos que están llevando a Erdogan a querer obtener poderes dictatoriales puede ser resuelto dentro del marco nacional ni bajo la dirección de alguna u otra sección de la clase capitalista. Sólo un movimiento revolucionario e internacional de la clase obrera puede detener tanto las guerras como el recrudecimiento de tensiones sectarias y étnicas entre poblaciones que fueron dividas por fronteras irracionales impuestas por Reino Unido y Francia hace un siglo y los ataques implacables contra los derechos democráticos y sociales.

El impulso militarista y la imposición de medidas antidemocráticas surgen a partir de la profundización de la crisis política y económica del capitalismo mundial. Desde el desplome financiero de Wall Street del 2008, los gobiernos capitalistas del mundo han impuesto políticas de austeridad y acumulado cantidades enormes de riqueza en las manos de unos pocos. Desde el 2009, el patrimonio total de aquellos con más de mil millones de dólares se ha triplicado. Ocho de ellos poseen en conjunto tanto como la mitad más pobre de la población mundial, alrededor de 3.500 millones de personas.

La extrema desigualdad social y el militarismo están motivando el abandono de todas las formas democráticas de gobierno por parte de las burguesías nacionales alrededor del mundo, incluyendo a las potencias imperialistas de Norteamérica y Europa, donde las clases gobernantes tienen una larga trayectoria de gobiernos parlamentarios. Desde el 2015, Francia ha estado bajo un estado de emergencia perpetuo que suspende varios derechos democráticos básicos y que ha sido utilizado para justificar la represión brutal contra las manifestaciones en oposición a la reaccionaria legislación laboral. La más significativa fue la elección de Donald Trump en EE.UU., la cual representa la llegada al poder de un gobierno ultraderechista que incluso nombró a un neofascista como Stephen Bannon asesor en jefe de la Casa Blanca.

En el 2011, el mundo experimentó las etapas iniciales de una contraofensiva revolucionaria de la clase obrera internacional, cuando las luchas revolucionarias de las masas obreras derrocaron a los dictadores respaldados por EE.UU. en Túnez y Egipto.

Los esfuerzos de Erdogan para adquirir poderes dictatoriales son el resultado de la campaña bélica con la que respondieron las potencias imperialistas a la revolución egipcia. La OTAN presionó a la burguesía turca a abandonar la política de “cero problemas con vecinos” de Erdogan y formar parte de las guerras de cambio de régimen en Libia y luego en Siria, inicialmente de forma indirecta a través de las fuerzas de Al Qaeda.

La clase gobernante turca adoptó la política criminal de apoyar a grupos terroristas respaldados por la CIA a lo largo de su frontera con Siria esperando que dicha guerra pudiese convertir al gobierno islamista del AKP en una potencia regional dominante. Sin embargo, sus ilusiones se desvanecieron rápidamente al encontrarse sumidos en una vorágine de militarismo imperialista que amenaza con desencadenar otra guerra mundial.

Erdogan no pudo adaptarse a todos los giros de las políticas imperialistas. En el 2013, las intenciones del AKP fueron frustradas por sus aliados de la OTAN cuando apoyaron el golpe militar en Egipto que fue realizado mientras se manipulaba a la oposición del pueblo egipcio al gobierno islamista del entonces presidente, Mohamed Mursi. Esto llevó a Washington a posponer sus planes para ir a la guerra en Siria y seguir apoyando sus fuerzas indirectas islamistas.

En el 2014, la milicia del Estado Islámico (IS) invadió Irak desde Siria, amenazando al régimen títere de Washington en Irak, lo que incitó otra intervención de la OTAN en Irak.

Washington y sus aliados europeos decidieron utilizar a los grupos nacionalistas kurdos de Siria e Irak que simpatizan con el Partido de los Trabajadores de Kurdistan (PKK, siglas en kurdo) como sus fuerzas principales, en vez del llamado Ejército Libre Sirio apoyado por Ankara. El gobierno del AKP tomó esto como una amenaza fundamental a la integridad territorial de Turquía.

A pesar de que Ankara se uniera a la guerra supuestamente contra EI, pretendió ante todo prevenir la consolidación de una región controlada por los kurdos en Siria situados cerca del sur de Turquía, una región con mayoría kurda. Ankara intensificó su ofensiva contra grupos nacionalistas kurdos alineados con Washington, finalizando así el “proceso de paz” con el PKK. Al mismo tiempo, con el respaldo de EE.UU., amenazó con ocupar un enclave en el norte de Siria, supuestamente con la intención de crear una “zona segura” para refugiados de Siria.

En medio de las confrontaciones entre la OTAN y Rusia en Europa del Este tras el golpe de Estado respaldado por la OTAN en Ucrania, las amenazas de Turquía resultaron inaceptables para Moscú, el cual intervino en Siria para defender al régimen de Assad y atacar a EI. Cuando las fuerzas turcas derribaron un avión de combate ruso sobre la frontera entre Siria y Turquía en noviembre del 2015, Ankara enfrentó la posibilidad de una guerra con un vecino militarmente superior y potencialmente sin el apoyo de sus aliados de la OTAN.

Esta situación junto con la presión de los tres millones de refugiados sirios en Turquía, condujo a que el AKP buscara un reacercamiento con Rusia y China, provocando tensiones con el gobierno de Obama y sus aliados europeos. En julio del 2016, una sección del ejército turco intentó sin éxito un golpe de Estado impulsado por los gobiernos de EE.UU. y Alemania desde la base aérea de Incirlik la cual es operada por la OTAN.

Logrando evitar ser asesinado gracias a la movilización de masas que venció el intento de golpe, Erdogan impuso un estado de emergencia, recrudeció la represión y se dedicó a redactar una nueva Constitución para consolidar su poder. También le ordenó al ejército turco iniciar su propia invasión de Siria, “Operación Escudo del Éufrates”, dirigida en contra de ambos, EI y las Unidades de Protección Popular (YPG, siglas en kurdo), al mismo tiempo que intensifica su brutal represión dentro del país.

En el estado de emergencia declarado tras el intento de golpe, fueron despedidos 121.000 funcionarios y soldados, incluyendo unos 29.800 docentes y 4.200 académicos, y fueron detenidos alrededor de 41.000 de ellos. Al menos 1.500 asociaciones, 15 universidades, cientos de colegios privados, varios sindicatos y 177 medios de comunicación fueron clausurados por sus presuntos vínculos con el grupo golpista. Ankara acusó a Washington de estar detrás del golpe a través del movimiento islamista establecido en EE.UU. del clérigo musulmán, Fethullah Gülen, y exigió su extradición.

Erdogan ha presionado a la UE con la amenaza de dejar huir a más refugiados sirios a Europa, y ha apelado al nuevo gobierno de Donald Trump para que deje de apoyar al YPG a cambio de una postura turca más conflictiva frente a Irán. Sea cual fuere el accionar de Washington y las potencias imperialistas europeas, tal alianza con el gobierno más nacionalista y ultraderechista en la historia de EE.UU. sólo puede deparar algo aún más adverso para Turquía que el apoyo de su burguesía a la campaña bélica encabezada por Obama y sus aliados europeos.

La crisis del sistema del Estado nación en Oriente Medio

El último cuarto de siglo ha refutado a los ideólogos burgueses que declararon que la disolución de la Unión Soviética en 1991 significó el triunfo del capitalismo y el fin de las luchas obreras por el socialismo como la Revolución Rusa de 1917. Libres de obstáculos políticos y militares por parte de la URSS, el imperialismo buscó retrasar el tiempo y volver a colonizar Oriente Medio.

El imperialismo estadounidense intentó compensar el declive de su industria y posición económica frente a sus rivales europeos y asiáticos utilizando medios militares. Inició la primera Guerra del Golfo con el apoyo de la burocracia soviética, que entonces se preparaba para restaurar el capitalismo en la URSS. El objetivo de Estados Unidos fue reestablecer su dominio sobre la región y las reservas energéticas al corazón de la economía mundial. Durante el cuarto de siglo que siguió, las guerras imperialistas se extendieron por toda la región, convirtiéndola en el centro de la campaña global del imperialismo norteamericano, también dirigido en contra de Rusia y China, en un intento desesperado y finalmente fútil para mantenerse como la indisputable superpotencia mundial.

Hoy, Irak, Siria, Afganistán, Libia y Yemen son sociedades que si acaso están en funcionamiento tras quedar desgarradas por los conflictos étnicos y sectarios desencadenados por las mismas ocupaciones y guerras imperialistas. Quedaron sociedades enteras en ruinas, millones de personas muertas y decenas de millones tuvieron que huir de sus hogares. Miles de refugiados se han ahogado en el Mediterráneo intentando llegar a Europa, mientras que persisten las políticas despiadadas de la UE contra ellos.

Esta crisis expone la bancarrota histórica del capitalismo. A través del perpetuo baño de sangre que asola Siria e Iraq, las potencias imperialistas europeas y norteamericanas, además de Rusia y las potencias regionales como Turquía, Arabia Saudita e Irán, están todas intentando redibujar el mapa de Oriente Medio de la forma que mejor sirva los intereses de sus respectivas clases gobernantes. A cada paso, se acrecienta la amenaza de un enfrentamiento militar directo entre las potencias nucleares, amenazando la supervivencia misma de la humanidad.

El mundo está presenciando una crisis terminal del orden estatal que fue impuesto en Oriente Medio después de la Primera Guerra Mundial, a partir del Acuerdo Sykes-Picot de 1916 que dividió el Levante entre Gran Bretaña y Francia y del Tratado de Lausana de 1923 que estableció las fronteras actuales de Turquía. A todas las clases gobernantes de la región se les hace un nudo en la garganta pensar en el separatismo étnico y sectario y la posibilidad de que las masas obreras y oprimidas se alcen en su contra.

Todas las cuestiones políticas e históricas no resueltas desde la fundación de la República de Turquía, creada en 1923 después de una guerra de independencia de tres años contra la ocupación imperialista, están alcanzando niveles explosivos hoy día. Los nacionalistas turcos pisotearon los derechos culturales y políticos de la minoría más grande de Turquía, los kurdos, quienes constituyen alrededor del veinte por ciento de la población. Ni siquiera los reconocen como parte de una nacionalidad con una lengua y una cultura propias. También han suprimido sangrientamente al movimiento obrero. Casi un siglo más tarde, Turquía se encuentra acechada por tensiones étnicas y de clase insolubles.

En los catorce años de gobierno del AKP, Turquía ha alcanzado niveles de desigualdad social sumamente altos: el 20 por ciento más pobre (alrededor de 16 millones de personas) vive con sólo el 6 por ciento del ingreso nacional, equivalente a la riqueza de las 35 personas más ricas del país. El 99 por ciento menos pudiente vio su parte de la riqueza nacional caer trece por ciento, mientras que la participación del 1 por ciento más rico alcanzó un 55 por ciento del total de la riqueza. En Turquía, una de cada cinco personas en edad laboral y uno de cada tres jóvenes se encuentran desempleados.

Hoy, como hace un siglo, es el turno de la clase obrera. Como lo explicó León Trotsky en su Teoría de la Revolución Permanente, en los países con un desarrollo capitalista tardío, la clase capitalista es incapaz de establecer un régimen democrático y superar las fronteras irracionales y las divisiones étnicas y sectarias que son el legado de la opresión colonial. Sus intereses están fundamentalmente vinculados y subordinados a los del imperialismo. Sólo la clase obrera puede liderar a las clases oprimidas en la lucha por detener las guerras y defender los derechos democráticos como parte de una lucha revolucionaria por el socialismo.

Tal movimiento contra la guerra y por el socialismo es, por su naturaleza, internacional. León Trotsky escribió en La revolución permanente: “El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nación. De aquí se originan, por una parte, las guerras imperialistas, y por otra, la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa. La revolución socialista inicia en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta”.

El camino a seguir es la unificación de los trabajadores de todos los orígenes en Oriente Medio en una lucha contra el imperialismo, por derrocar a las corruptas élites capitalistas de la región y por el socialismo. Los trabajadores de la región encontrarán que los trabajadores de EE.UU., Europa y el resto del mundo son sus aliados. Estos se oponen profundamente a las interminables y sangrientas guerras libradas por Washington y sus aliados y les darán su poderoso apoyo a la lucha de sus hermanos de clase por el establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de Oriente Medio.

El papel proimperialista del nacionalismo kurdo

El TE, al igual que el CICI, defiende de forma inflexible los derechos democráticos y culturales de la minoría kurda en Turquía y de todas las otras minorías étnicas y religiosas en Oriente Medio. Esta postura, sin embargo, no implica de ninguna manera un apoyo político a movimientos nacionalistas burgueses. Históricamente, los programas separatistas y comunalistas de los partidos nacionalistas kurdos, con los que dividen a la clase obrera a lo largo de líneas étnicas, culturales y religiosas, han carecido de todo contenido auténticamente democrático y progresista.

La campaña bélica de Washington en la región, desde la Guerra del Golfo de 1991, ha puesto de manifiesto que los nacionalistas kurdos son herramientas del imperialismo. A cambio de unas migajas de los saqueos y explotación imperialistas, se han ofrecido como fuerzas indirectas para sus guerras.

Los nacionalistas kurdos, incluyendo el PKK, le dieron la bienvenida a la invasión ilegal estadounidense de Irak en el 2003, a pesar de que Washington había respaldado a Bagdad cuando reprimió una sublevación kurda justo después de la Guerra del Golfo. La Unión Patriótica de Kurdistán de Yalal Talabani y el Partido Democrático de Kurdistán de Masud Barzani apoyaron a lados opuestos en la guerra de 1980-1988 entre Irán e Iraq y lucharon entre sí durante ese conflicto. Sin embargo, se unieron para conformar el corrupto Gobierno Regional de Kurdistán (GRK) en el norte de Irak. El GRK trabajó con la ocupación estadounidense y ahora está luchando como parte de la guerra encabezada por EE.UU. contra Estado Islámico, mientras también colabora estrechamente con Turquía para transportar las exportaciones de petróleo del GKR al mercado mundial.

La colaboración entre el AKP en Ankara y el GRK conllevó a un breve “proceso de paz” con el PKK y otros grupos nacionalistas kurdos dentro de Turquía para la creación de una “federación democrática” en la que podrían vivir los turcos y kurdos (en Turquía, Siria e Iraq) supuestamente en paz. Esto solo podía lograrse sólo a costas de los trabajadores de la región. Los nacionalistas kurdos apoyaron con entusiasmo las propuestas de la AKP de establecer un salario mínimo regional menor al del resto de Turquía, con la esperanza de poder alcanzar contratos con el capital internacional basados en la superexplotación de los trabajadores kurdos.

Este plan fue se derrumbó cuando los grupos nacionalistas kurdos abandonaron el AKP y se orientaron directamente con el imperialismo estadounidense y el europeo. Las milicias kurdas YPG en Siria, la cuales trabajan estrechamente con el PKK, se convirtieron en la médula de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) que conforman las fuerzas indirectas preferidas de las potencias imperialistas en la brutal guerra contra el régimen de Assad.

Las tendencias nacionalistas kurdas en Turquía, envalentonadas por el apoyo imperialista que han recibido los otros grupos nacionalistas kurdos, ahora proponen la unificación de las regiones kurdas de Turquía con las regiones que controlan los kurdos en Siria e Iraq. En diciembre del 2015, el Congreso Democrático de los Pueblos (DTK, siglas en turco), una plataforma de partidos nacionalistas kurdos y otras asociaciones y movimientos, declaró: “El pueblo kurdo inició un proceso de lucha, basado en su propia fuerza, después de que su demanda por tener un estatus legal y político fuese rechazada”.

Al inicio de la cumbre del DTK, el copresidente del HDP, Selahattin Demirtas, dijo: “Esta resistencia terminará en victoria, y todos respetarán la voluntad del pueblo. Los kurdos de ahora en adelante serán la voluntad política en su propia región. Durante estos días en los que se está dando un quiebre histórico, nuestro pueblo decidirá entre [vivir] en dictadura o libertad y entre vivir bajo la tiranía de un hombre o con autonomía... Tal vez, los kurdos vayan a tener su propio Estado independiente, un Estado federal, cantones y regiones autónomas también”.

La guerra está exponiendo rápidamente la fraudulencia de dichas aseveraciones que insinúan que la creación de un Estado capitalista kurdo les permitirá liberación nacional, paz y prosperidad a los kurdos. El establecimiento de un régimen kurdo gobernado por pequeñas camarillas burguesas respaldadas por el imperialismo y que trabajarían estrechamente con las transnacionales petroleras en el contexto de una campaña bélica que se está expandiendo por toda la región, sólo agravaría dramáticamente el desastre.

Lejos de darles una liberación nacional, alimentaría las tensiones nacionales en Oriente Medio. En Irak, las fuerzas kurdas ya están tomando control de zonas en las que la población kurda es una pequeña minoría. Las fuerzas kurdas iraquíes han sostenido una ocupación de la ciudad de de Kirkuk, una zona de mayoría árabe y rica en petróleo, desde el 2014 y han enviado tropas a la ofensiva imperialista y sangrienta contra las fuerzas de EI en Mosul, una ciudad diversa étnicamente y de mayoría árabe sunita.

El régimen turco aprovechó estos llamados a la formación de un Estado kurdo para invadir Siria y montar una ofensiva feroz y reaccionaria contra el HDP y el pueblo kurdo en Turquía. El año pasado, el ejército turco lanzó la Operación Escudo del Éufrates precisamente para evitar que las fuerzas kurdas en Siria tomaran la ciudad de Manbiy y crearan un enclave kurdo a lo largo de toda la frontera entre Turquía y Siria. Al mismo tiempo en que los kurdos en Siria se replegaron y evitaron una guerra entre turcos y kurdos, el ejército turco inició una nueva, sangrienta y costosa guerra dentro de Siria misma.

La perspectiva del nacionalismo burgués ha fracasado. La tarea a la que se enfrentan los trabajadores kurdos y las masas oprimidas no es construir un nuevo Estado capitalista con el respaldo del imperialismo y cómplice de sus crímenes. La única manera de avanzar es unirse en lucha con sus hermanos de clase de todas las nacionalidades en todo Oriente Medio, así como en los países imperialistas, basándose en un programa contra la guerra y la opresión neocolonial y por la construcción del socialismo en la región y el mundo. Esto significaría una lucha por los Estados Unidos Socialistas de Oriente Medio.

Contra los apologistas de seudoizquierda del imperialismo

La campaña del “no” que lideran los grupos y partidos pequeñoburgueses de seudoizquierda que han orbitado por mucho tiempo alrededor del HDP, junto con secciones de la burocracia sindical, es políticamente reaccionaria. Mientras que critican superficialmente a las potencias imperialistas y al régimen de los kurdos iraquíes, cuyos vínculos con Ankara son bien conocidos, estas fuerzas respaldan tácitamente las intervenciones que encabeza EE.UU. en todo Oriente Medio, sobre todo a través de su apoyo a los movimientos nacionalistas kurdos.

Ahora han lanzado una campaña del “no” pro-EU, alineándose con el CHP y el HDP y empleando la política de identidad y populismo de tinte izquierdista. Defienden lo que llaman el “estado de derecho democrático, secular y social” en Turquía y crean ilusiones en que una victoria del “no” liberaría a Turquía del “fascismo de Erdogan” y daría paso a una “Turquía independiente, democrática y secular”.

El 19 de enero, el Partido de la Libertad y la Solidaridad (ÖDP, siglas en turco) emitió un comunicado que dice, “NO es bueno; NO es alegre; NO es esperanza; NO es promesa”. Poco después, el Movimiento de Junio Unido (BHH, siglas en turco), una colección de organizaciones de seudoizquierda, justificó su apoyo al “no” indicando: “No estamos contentos. Hay una ola de odio y horror que nos rodea... Al destruir el laicismo, el Islam político nos quita las posibilidades de convivencia y libertad”.

El 6 de febrero, el Congreso Democrático de los Pueblos (HDK, siglas en turco), un conjunto de partidos, organizaciones y sindicatos de seudoizquierda que apoyan a los nacionalistas kurdos, formado en el 2011, declaró que apoyaría el “no” en apoyo a “una Constitución democrática, pluralista, igualitaria, secular, libertaria, y social” y “ una Turquía democrática”.

Estas organizaciones que representan los intereses de los sectores más pudientes de la clase media, los cuales pretenden mejorar su estatus dentro del capitalismo, están obsesionadas con la política de identidad, basada en orígenes étnicos, religiones, culturas, géneros, estilos de vida individuales y orientaciones sexuales. Las consecuencias reaccionarias de tales políticas son expresadas quizás de la manera más clara en los antecedentes políticos de sus exponentes en los países imperialistas de Europa y EE.UU.

Grupos como la Organización Internacional Socialista en Estados Unidos, el Nuevo Partido Anticapitalista de Francia y el Partido Socialista de los Trabajadores en Reino Unido han aplaudido las campañas imperialistas contra Libia y Siria, retratándolas como “revoluciones democráticas” y les han dado su apoyo pleno a las guerras imperialistas. Al mismo tiempo, sus correligionarios que han llegado al poder a nivel local o nacional — Syriza en Grecia, Podemos en España y Die Linke en Alemania — han impuesto medidas de austeridad drásticas contra los trabajadores y reprimido las huelgas brutalmente. Estos partidos son enemigos comprobados de la clase obrera.

El odio subjetivo hacia Erdogan que sienten sus semejantes en Turquía, en consonancia con sus preocupaciones personales, sólo refleja su alineamiento fundamental con el imperialismo. Por esta razón, adoptaron una postura de indiferencia y complicidad política ante el intento de golpe del 15 de julio, expresando ciertas críticas después de que había fracasado que no fueron más allá de las palabras y que se dieron al mismo tiempo que Washington y Berlín se vieron obligados a condenar pro forma el intento de golpe. ¡El Partido Revolucionario de los Trabajadores de Turquía, hermano del partido con el mismo nombre de Grecia (EEK, siglas en griego), incluso declaró que llamar a tomar las calles contra el golpe de Estado era irresponsable!

El TE busca construir la independencia política de la clase obrera exponiendo la enorme brecha política y de clase que separa la lucha por desarrollar el trotskismo en la clase trabajadora en Oriente Medio y las políticas pequeñoburguesas de los grupos de seudoizquierda. Solamente una lucha por diferenciar claramente los intereses de la clase obrera internacional de los de la burguesía turca podrá preparar a la clase obrera para luchar por el poder.

Construir secciones del CICI en Turquía y en todo Oriente Medio

Una lucha revolucionaria de la clase obrera turca e internacional sólo puede ser dirigida por un liderazgo socialista, internacionalista, independiente de y opuesto a todos los partidos burgueses y sus aliados proimperialistas y de seudoizquierda en la clase media.

Hace un siglo, en medio de la masacre de la Primera Guerra Mundial, la clase obrera rusa encabezada por el Partido Bolchevique tomó el poder y estableció el primer Estado obrero del mundo en octubre de 1917, demostrando la posibilidad de un mundo sin explotación, nacionalismo y guerra. Esta fue la respuesta de los trabajadores rusos a la guerra a raíz de las décadas de lucha de Vladimir Lenin, León Trotsky y el Partido Bolchevique por el internacionalismo revolucionario dentro de la clase obrera, contra todas las tendencias de la pequeña burguesía.

Como hace un siglo, la crisis del capitalismo está amenazando a la humanidad con otra guerra mundial. Sin embargo, estas mismas condiciones objetivas están radicalizando a los trabajadores de todo el mundo y poniéndolos en pie de lucha desde Oriente Medio y Asia hasta los centros del imperialismo mundial en EE.UU. y Europa. La primera experiencia revolucionaria importante de la clase obrera en el siglo XXI tuvo lugar en el 2011, cuando un levantamiento inicial de los trabajadores en Túnez fue seguido por otro en Egipto que alcanzó a derrocar al dictador Hosni Mubarak.

El gran problema que surgió fue la ausencia de una dirección revolucionaria basada en el Partido Bolchevique que dirigiera a la clase obrera a tomar el poder. Las masas trabajadoras se alzaron varias veces contra el régimen egipcio, el cual contaba con el apoyo de los imperialistas y las fuerzas armadas. Sin embargo, no pudieron improvisar una perspectiva que los llevara a tomar el poder. Al contrario, el poder cayó inicialmente en manos de una junta militar, para luego pasar a un gobierno impopular islamista dirigido por Mohamed Mursi y finalmente otra vez al ejército. Esto fue posible por la colusión activa entre la junta, la burguesía nominalmente liberal y los partidos de oposición de seudoizquierda que suprimió cualquier acción política independiente de la clase obrera.

La cuestión fundamental es la construcción de un partido revolucionario en cada país que dirija a la clase obrera para derrocar al capitalismo y establecer un gobierno obrero que implemente políticas socialistas. El eje central político y teórico del cual surge esta lucha, como en la Revolución de Octubre en Rusia, es la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky.

El CICI es la única tendencia política que desde su fundación ha luchado por promover y defender la perspectiva de la revolución permanente, en oposición a todas las tendencias pequeñoburguesas que rechazan que el trotskismo sea el continuador del marxismo. La construcción del liderazgo revolucionario de la clase obrera significa construir el Partido Socialista por la Igualdad, secciones del CICI, en Turquía y en cada país.

El TE lucha por la construcción de un Partido Socialista por la Igualdad (Turquía) que tenga como su principal responsabilidad desarrollar, antes del estallido de levantamientos de masas más amplios, una presencia política significativa dentro de la clase obrera, sobre todo, entre sus elementos más avanzados — en colaboración con el CICI. Llamamos a los trabajadores con consciencia de clase y a los jóvenes con una mentalidad socialista en Turquía y en todo Oriente Medio a apoyar al TE.

Para contactar al CICI, ingrese aquí.

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