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Perspectiva

El senador McCain pide apoyo en Australia para remoción de Trump

Entre los preceptos más fundamentales de la política exterior estadounidense, está el siguiente adagio: “La política se detiene en la orilla del agua”.

La frase fue acuñada por el senador republicano, Arthur H. Vandenberg en 1947, al comienzo de la Guerra Fría, y se refiere a que, sin importar cuáles sean las divisiones internas sobre política exterior, deben mantenerse subordinadas a presentarse ante el mundo como un frente unido. Bajo ninguna circunstancia, debería viajar un líder político al extranjero y denunciar al jefe de Estado.

Este principio fue explosivamente desechado el martes pasado por el senador de Arizona, John McCain. Ante altos funcionarios estatales y militares en Australia, incluyendo dos ex primeros ministros, lanzó fuertes acusaciones contra Trump y solicitó que el gobierno australiano lo desafíe.

“Me doy cuenta de que algunas de las declaraciones y acciones del presidente Trump han preocupado a los amigos de EE.UU.”, dijo. “También han preocupado a muchos estadounidenses. Hay un verdadero debate en marcha ahora en mi país acerca de qué tipo de papel debería desempeñar EE.UU. en el mundo. Y francamente, no sé cómo se desenlazara.

“Lo que creo, y no creo estar exagerando, es que el futuro del mundo dependerá, en gran medida, de cómo se resuelva este debate en Estados Unidos”.

Imagínense por un momento que los papeles se invirtieran. Si un alto funcionario del gobierno australiano fuese a Estados Unidos para denunciar al primer ministro australiano ante funcionarios estadounidenses, legítimamente sería interpretado como que está buscando ayuda para derrocar al mandatario.

McCain es un senador senior, excandidato republicano a presidente, presidente del poderoso Comité de Servicios Armados del Senado, exoficial militar e hijo de un almirante, y cuenta con innumerables conexiones privadas dentro del aparato militar. McCain está hablando como una de las figuras más poderosas en la política estadounidense.

Continuó, “Sé que muchos de ustedes tienen muchas preguntas sobre adónde se dirige EE.UU. bajo el presidente Trump. Francamente, también se las hacen muchos estadounidenses... Pero, hay mucha gente decente y capaz —Jim Mattis, H.R. McMaster, John Kelly, Mike Pompeo, Dan Coats, Rex Tillerson—, personas que merecen su apoyo y lo necesitan”.

McCain menciona a tres generales —el secretario de Defensa, James Mattis, el asesor en Seguridad Nacional, H. R. McMaster, y el secretario de Seguridad Nacional, John Kelly— junto con el director de la CIA, Mike Pompeo, el director de Inteligencia Nacional, Dan Coats, y el ex-CEO de Exxon Mobil y actual secretario de Estado, Rex Tillerson. Significativamente, McCain dejó por fuera al vicepresidente Mike Pence.

Si esto es lo que McCain dice en público sobre el presidente estadounidense y el líder de su propio partido, ¿qué estará diciendo en privado? En su intervención, comenzó señalando que, en días anteriores, se reunió con “el primer ministro Turnbull y su equipo, así como líderes de la oposición” y “diplomáticos, parlamentarios [y] militares australianos”. Sin duda, también habló con almirantes y generales de la Armada estadounidense y el Cuerpo de Marines.

La selección de McCain de ir a Australia no es un accidente. Estados Unidos está intensificando su enfrentamiento contra China y está al borde de una guerra con Corea del Norte. Ve a Australia como un aliado estratégico fundamental en el conflicto que se viene desarrollando en la región de Asia Pacífico. Washington ha estado profundamente involucrado en todos los aspectos de la política australiana, incluyendo la destitución del primer ministro Gough Whitlam en 1975 y de Kevin Rudd en el 2010.

“[L]o que está realmente en cuestión, entonces, es el juicio de EE.UU.”, reconoce McCain, “me doy cuenta que hay mucho por criticar”. Luego, procedió a ponerse del lado del gobierno australiano en oposición a las políticas de EE.UU.

“Sé que Australia está ahora hablando con Japón y otros para llevar adelante el TPP [Acuerdo Transpacífico, por sus siglas en inglés], a pesar de que EE.UU. se haya retirado. Apoyo eso fuertemente”, dijo. “Así que los insto a continuar. Y ojalá, algún día en el futuro, bajo diferentes circunstancias, EE.UU. decidirá unírseles”.

Algo que no puede ser descartado como una mera coincidencia, apareció un editorial en el diario New York Times el día siguiente utilizando un lenguaje casi idéntico. Lamentando el colapso de la política exterior de EE.UU., el Times elogia a la canciller alemana, Angela Merkel, y al presidente francés, Emmanuel Macron, pocos días después de que ambos líderes arremetieran contra el gobierno de Trump.

El periódico concluye ominosamente: “Por ahora, parecería que depende de la Sra. Merkel y el Sr. Macron para mantener la alianza [la OTAN] viva y relevante, al menos hasta que el Sr. Trump despierte y se dé cuenta de la necesidad de un liderazgo estadounidense o hasta que otro presidente más sabio lo reemplace”.

Las personas a quienes apelan McCain y el Times saben lo que significa este lenguaje: se han desenvainado las espadas en lo más alto del Estado.

Divisiones políticas de esta magnitud sólo pueden aparecer en el trasfondo de una crisis social sumamente profunda. Algunos grupos de poder en EE.UU. consideran que las políticas del gobierno de Trump amenazan con destruir completamente la autoridad global de Washington y sus intereses hegemónicos. Al mismo tiempo, les preocupa que las condiciones sociales en el país son cada vez más explosivas y que la capacidad de la élite gobernante para contener estas contradicciones se ha visto gravemente afectada por la estrepitosa caída del prestigio internacional de EE.UU.

El conflicto que está desgarrando al aparato estatal estadounidense es uno entre dos facciones reaccionarias, con cada una envuelta en conspiraciones y dispuesta a utilizar medios inconstitucionales para alcanzar sus objetivos.

Tal atmósfera crea las condiciones para la intervención de la clase obrera en la palestra política, sin poder seguir siendo simplemente un espectador más en esta guerra entre secciones derechistas de la burguesía, ni mucho menos alinearse con un lado u otro. Mientras que McCain y sus colaboradores buscan alianzas con distintos grupos imperialistas, los trabajadores estadounidenses deben buscar aliados en la clase obrera internacional y avanzar su propia estrategia revolucionaria y socialista, por empleos, un fin a la guerra y la defensa de los derechos democráticos.

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